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Antes de que sea tarde

(leer nota al final)


—¡Espera! Hoy cumples dieciséis años, mi niño, por lo que es momento de que sepas la verdad.

—Am... señora, en serio no la conozco ni sé de qué habla. Yo solo la ayudé a cruzar la calle.

—La vida es un constante ciclo sin fin, Jimin

—¿Cómo sabe mi nombre? Ya me da miedo. ¡¿Y cómo sabe que hoy es mi cumpleaños?!

—Yo soy tu madre. O bueno, lo era en otros tiempos.

Jimin miró a la mujer, debatiéndose internamente entre correr o golpearla y correr. Esta loca ya le estaba poniendo los pelos de punta. Más aún cuando suspiró y de su pecho comenzó a brotar una luz. ¿Acaso las personas a su alrededor, no la veían?

Aquella luz pronto tomó la forma de un pequeño diamante envuelto en una radiante aura de colores rosa, rojo y naranja. El destello permaneció en la mano de la mujer quien se lo estaba ofreciendo, junto a una sonrisa.

Una vez más, el pelirrosa dudó entre huir o ponerse a gritar como un niño chiquito, que una loca intentaba secuestrarlo.

—Ésta es tu esencia que siempre protejo cuando tu cuerpo ya no puede soportar el peso de tu alma.

—Am... en coreano, por favor.

La mujer suspiró algo cansada a pesar de que una inmensa paciencia la rodeaba. Después de tantos siglos, ya estaba acostumbrada a las mismas reacciones.

—Eres la reencarnación del dios Eros y esta luz es tu esencia que guarda todos tus recuerdos de siglos. Cuando mueras, volverá a mí y yo deberé entregársela al siguiente elegido.

—Wo, wo, wo. Alto ahí loca —esto ya había dejado de parecerle aterrador, comenzando a ser más una broma de mal gusto. Park Jimin no se iba a dejar engañar por esa arpía.

Ahí era cuando le ofrecía esa chuchería llena de brillos y posiblemente con una lamparita dentro, por tan solo 10.000 won y de regalo, un trapito para darle brillo. Sí, cómo no. Él no era tan tonto como para caer en cosas así... dos veces.

El joven rodó sus ojos y sin importarle dejar a la mujer hablando sola, puso sus pies a andar, en dirección a la escuela, donde se supone ya debería estar.

—Pero niño... No puedes rechazar tu propia alma —acotó la mujer, regalándole una cálida sonrisa cuando él se volteó a verla.

—Disculpe señora, pero váyase a la mierda con luz y todo —soltó el menor y sonriendo orgulloso de sí mismo, continuó con su...

—¡Pinche mocoso! ¡Toma tu puta alma, que no la pienso cargar hasta tu otra reencarnación! —gritó la mujer, azotando la espalda del joven provocando que casi se le salieran los pulmones.

Todo su pecho ardió cuando aquel cristal se fusionó con su cuerpo sin causarle ninguna herida. No tenía fiebre, no le dolía nada, solo era un intenso calor lo que sentía. Como si se encontrara en la playa, en un día de verano, con más de treinta y siete grados de calor.

En el momento en que la sensación se disipó, miles de recuerdos comenzaron a llover en su mente. Recuerdos de la Edad Antigua, época de los conquistadores griegos, romanos, Edad Media, época medieval y colonial. Periodos históricos en los que el amor siempre rodeó a las personas y otras en las que la obsesión y la locura gobernaron hasta llevar a los hombres y mujeres a la perdición.

Miró hacia todos lados, aturdido, cuando aquellas imágenes dejaron de aparecer y buscó a la mujer por una explicación que no lo involucrara a él y un manicomio.

Pero nada.

Eran las siete con cincuenta y dos y él se encontraba solo frente a la parada del autobús.

—¡Llego tarde! —chilló cuando recordó hacia donde se dirigía, olvidando por unos segundos su nueva y única misión en su vida.


Ignorando que hace solo segundos, Eros –y para otros, Cupido–, acababa de renacer.  



(💘)



—No, Tae Tae, no estoy terminando contigo. Solo te digo que tengo cosas que hacer y necesito de mi propio espacio.

—Pero Chim Chim —el menor sorbió por la nariz, restregando su rostro en la camiseta el pelirrosa, estando los dos, tirados en el sillón de la sala del mencionado —. N-No qui... no quiero que me alejes. Moriré sin ti —volvió a sollozar.

—Aish, Tae Tae... —suspiró, dando golpecitos en su ancha espalda —siempre estamos juntos. Hasta vives más aquí que en tu propia casa.

—¡Pero yo te amo!

—¡Taehyung, deja de chillar! ¡Ni que fuéramos novios! —bufó, alejando a su mocoso amigo, al ver que había perlado su camisa y no precisamente de lágrimas —. Solo iré por unos días a visitar a mi hermana. Además, podrías aprovechar este tiempo para pasarlo con Jeon. Ese conejo en cualquier momento se buscará a alguien de su especie si lo tienen tan abandonado.

—¡No llames conejo a mi galletita! —se quejó el rubio y el mayor rodó sus ojos por lo cursi que podía llegar a ser su amigo. —Bien, tú ganas. Vete a visitar a tu hermana y a ese ogro de tu futuro cuñado —soltó Taehyung, luego de ponerse de pie y arreglar sus prendas.

Jimin rio e imitó sus actos, para luego acercarse y secar las lágrimas del rostro ajeno.

—Exacto, el ogro gruñón. Por eso no quiero que vayas. El año pasado casi le saltas al cuello cuando te llamó cavernícola. Además... ahora es...

—Un asunto delicado. Lo sé —susurró el menor, a lo que el pelirrosa asintió apenas.

—Jisoo me necesita. No puedo dejar sola a mi hermana mayor cuando siente que su vida se está yendo por el caño.

—En serio no sé qué le vio a ese tipo narcisista. ¿Por qué luchar por alguien así? —bufó Tae, revolviendo sus cabellos en frustración.

—Porque lo ama —susurró el otro, sonriendo con ternura al recordar la mirada de su hermana el día en que los presentó. Y ese simple gesto, era suficiente para que él hiciera algo.

Después de todo, era su deber ¿no?

Ya con veinticinco años, Jimin se había convertido en un trabajador a tiempo completo en la galería de arte de sus padres. Desde niño, siempre supo que quería permanecer junto a ellos, apoyando y alentando ese amor que ambos tenían por la pintura. A diferencia de su hermana, que había decidido volar del nido tras el hombre de sus sueños.

Aunque trabajar con papá y mamá no significaba que aún viviera bajo sus alas. Jimin tenía su propio apartamento, pagaba sus propios gastos y cumplía un horario para nada flexible a pesar de ser hijo de la artista plástica más popular de Busan.

¿Y su secreto? Pensaran.

Pues sigue siendo eso, un secreto.

Aquel mismo día, hace nueve años atrás, cuando Jimin intentó contarle a su mejor amigo la locura que había vivido camino a la escuela, sus labios se sellaron repentinamente, impidiendo que ni siquiera su aliento escapara. En la tarde, intentó contárselo a sus padres, pero entonces, una horrible tos que casi le saca los pulmones lo atacó por casi una hora. En la noche, se escabulló al cuarto de su hermana mayor. Jisoo siempre había sido su confidente y sabiendo que moría por contarle aquello a alguien, intentó una vez más, terminando por llorar en los brazos de su hermana, con un nudo atravesado en su garganta.

—¿Por qué lloras, Minnie?

—N-No sé.

Esa había sido la única verdad. Y desde ese momento supo que aquel extraño suceso ocurrido el día de su cumpleaños número dieciséis, no fue para nada una ilusión, debía ser siempre un secreto y por sobre todas las cosas, debía cargar hasta el día de su muerte con las responsabilidades del dios del amor y el deseo.

Y justamente por eso era que ahora debía hacerle una visita a su hermana. Ella jamás le contó a su familia sus penas acarreadas por amar a un hombre como Yoongi. Alguien que parecía solo tener ojos para sí mismo y nadie más. Jimin notó aquello desde el momento en que su hermana los presentó, a pesar de ya conocerlo de años anteriores. Y lo peor es que jamás esperó que su hermana lo amara tanto como para suplicarle al dios del amor que la ayudara a ganarse el corazón de su futuro esposo.

Porque sí. Jimin no fue invitado por la mayor a pasar unas mini vacaciones antes de la esperada boda. Ni mucho menos, Jisoo le contó de sus penas constantes y temores más profundos. Solo el dios Eros, al que invocó en aquella madrugada, sabe que esa mujer lo necesita a él y a sus artimañas.


Al día siguiente, Jimin estaba de pie, sonriéndole encantadoramente al pelinegro que se había dignado a abrir la puerta con su hermosa cara de culo.

Yoongi bufó al ver al pelirrosa, como si le molestara su inesperada visita, pero no dijo nada, como siempre, manteniéndose cortés con el miembro de su futura familia.

Haciéndose a un lado, el pelinegro dejó pasar a Jimin, observando que traía una pequeña maleta. ¿Se pensaba quedar? Esperaba que no. Él amaba la paz que estaba teniendo en sus semanas de vacaciones y aún quería seguir disfrutando sus últimos días, antes de volver a recibir órdenes, revisar papeleo y tratar con subordinados ineptos.

Sin decirle palabra alguna a Jimin, el mayor se dirigió de nuevo a su habitación para continuar con su siesta antes de que Jisoo llegara del trabajo. Sabía bien que la castaña querría almorzar con él, así que antes que lo fastidiara, descansaría como el universo mandaba.

Importándole poco lo que hiciera su cuñado, Jimin sonrió enternecido cuando vio algunos adornos para la boda y no se resistió a acercarse a verlos más de cerca. Al parecer, su hermana al fin había recibido aquellos jarrones de porcelana china, con cisnes esculpidos que habían elegido ambos, para adornar el camino hacia el altar improvisado que montarían en el salón, donde se realizaría la ceremonia. Al menos el pelirrosa se sentía feliz de que la castaña le dejara ayudar con la decoración. Aún estaba algo dolido con el hecho de que ella solo llevara a su madre y su futura suegra a la prueba del vestido, pero también comprendía que quería que fuera una total sorpresa para todos. Más para el hombre que amaba.

El corazón del joven se oprimió al ver unas fotografías sobre el mueble de roble. Muchas de Jisoo y él o sus padres, pero muchas otras de su dulce hermana y el pelinegro que se había perdido al final del pasillo. En ninguna Yoongi sonreía. Ni siquiera cuando Jisoo hacía morisquetas alrededor suyo, parecía querer ceder. En todas, era él serio, él rodando los ojos, él mirando a otra parte, él... él... y solo él.

«Eso no es amor»

¿Por qué una de las personas que más amaba sobre la tierra, tuvo que enamorarse de alguien así? ¿Qué fue lo que vio en ese hombre arrogante y desinteresado por los demás? ¿Siquiera él agradecía el amor que le profesaba su hermana? Ni siquiera era capaz de imaginar eso.

—¡Jimin!

Miró hacia la entrada y su mirada se iluminó al ver a su hermana llegar.

—¡JiJi! —chilló emocionado y corrió a recibirla con un fuerte abrazo. Lo irónico era que cuando niños, la mayor solía alzarlo en un abrazo y girarlo en el aire. Ahora, era el pelirrosa quien cargaba a su hermana, haciéndola girar junto con él.

—Un gusto volver a verla, señora Min —saludó también a la mujer que los veía divertida.

—Hola, cariño. Tal parece que Jisoo te invocó al mencionarte hace unos minutos.

El cuerpo del menor se estremeció tras escuchar la palabra "invocar".

—Je... eso sería aterrador —bromeó, dejando que los pies de su hermana volvieran a pisar el suelo.

—Me encontré con SooYun saliendo del mercado y me propuso hacer una barbacoa con la familia Min. Entonces pensé en lo mucho que te gustan las barbacoas y ahora ¡aquí estas! —ambas mujeres rieron.

—Pues... entonces sí, creo que me invocaste —se permitió bromear, suspirando disimuladamente.

Una hora después, el jardín de la pareja estaba atestado por el clan Min. Los hermanos de Yoongi con sus hijos y parejas, sus padres y algún que otro primo, se habían prestado a la idea de las mujeres, de tener un almuerzo en familia como los que solían hacerse en casa de SooYun antes de que su hijo adorado comprara la casa que comparte con su novia.

Al menos con esa atmosfera que rodeaba a todos, Jimin podía sentirse tranquilo y a gusto. La familia de ese hombre parecía aceptar a su hermana, y eso era un punto a favor. Aunque Yoongi no parecía muy diferente a como él lo conocía. Hasta con su familia era algo arisco, aunque no tan antipático como cuando trata con él o Jisoo.

Por ahora, podía darse el lujo de relajarse, tomar una cerveza y disfrutar de la barbacoa antes de ponerse manos a la-

—¡¿Es que acaso no puedes hacer nada bien?!

Algo en su interior volvió a dar un vuelco cuando escuchó a Yoongi gritar. Jisoo se encontraba arrodillada en el piso, recogiendo inútilmente algunos filetes que ya se habían echado a perder.

—¡Dios, Jisoo, ¿por qué eres tan descuidada?! ¡Acabas de arruinar la comida! ¡Ahora faltará para todo!

—Yoonie, podremos arreglárnoslas —habló su madre, intentando calmar a su hijo.

—Yo... prepararé más ensalada. Cielos, que torpe soy —bromeó la castaña, haciendo reír un poco a los demás, esforzándose por destruir esa enorme tensión que el pelinegro había generado.

—No seas estúpida. ¿Reuniste a todos aquí solo para darles de comer ensalada? —soltó el hombre, enfurecido.

Y eso ya había sido suficiente. Jimin estaba dispuesto a partirle su perfecta quijada hasta que su pecho punzó.

«Cupido, por favor...»

Suplicó su hermana, entre pensamientos, apretando sus puños contra su pecho, luchando de forma voraz por no dejar caer sus lágrimas frente a la familia de su prometido, ocultando todo su dolor con su simpática sonrisa.

En ese instante, la mujer tan conocida por el pelirrosa apareció junto a él, tendiéndole un bombón relleno con caramelo.

—Afrodita —susurró, sabiendo que, al momento de haber posado su mano sobre la de ella, él había dejado de ser visto por los demás.

Jimin no se encontraba entre los Min.

Bufó, molesto con el pelinegro y se hizo de su arma de guerra para entregársela a aquel hombre.

¿Esperaban un arco y flechas? ¿Quizás también unos pañales?

Ese es un viejo mito mal inventado por alguna madre tratando de consolar a su hija tras un horrible desamor.

Pero no, lo más real que caracterizaba a Eros, eran sus artimañas. Sus palabras cargadas de veneno, amor y locura. Por algo lo llamaban el dios del amor y el deseo, así como el dios de la perdición.

Tomó el pequeño plato que le ofrecía la diosa y caminó lejos de ella, volviendo a ser visto por los demás. Yoongi arqueó una de sus cejas cuando lo vio junto a él, sonriéndole como si nada, tendiéndole el platillo con el dulce.

—¿Gustas, Yoon?

El mayor lo escaneó con la mirada y Jisoo aprovechó el momento para huir a la cocina.

—Odio lo dulce.

—Oh, pero es de chocolate amargo —intentó convencerlo el menor.

—No lo quiero.

—¡Yo shi! —chilló uno de los sobrinos del mayor, robándole el dulce en un solo segundo.

«Por todos los dioses y el Olimpo, se lo come y me mato»

Pensó Jimin horrorizado y ni siquiera dudó en salir disparado tras el infante a la par que gritaba «¡Mocoso, trae eso aquí!»

Los demás ya habían olvidado el incómodo momento, llenando el jardín de risas gracias a la escena que les brindaba el pelirrosa y el pequeño niño de seis años.

«¡A que no me atrapas!» y «¡Mocoso!» era lo único que se escuchaba, hasta que las piernas del niño comenzaron a agotarse y decidió que lo mejor sería comerse el dulce y acabar con el juego.

Y por tercera vez en el día, el corazón del joven casi se detiene al ver aquel chocolate, a punto de entrar en la boca del menor.

—¡No! —gritó, lanzándose sobre el niño, terminando por dar vueltas como un bollo mal envuelto.

Al menos pareció resultarle muy divertido porque no dejaba de chillar y carcajearse, pidiendo que volvieran a repetir aquello. Sin embargo, Jimin...

«No»

Alejó al niño y corrió al baño de la habitación de huéspedes. Yoongi lo miró extrañado cuando sus miradas se cruzaron y el pelirrosa pareció temblar, mas no dijo nada. Dejó que el otro corriera y se encerrara en su cuarto, queriendo provocarse arcadas para que su estómago se vaciara, a pesar que Jimin sabía que sus esfuerzos serían en vano. Corrió hasta su bolso y buscó cualquier cosa que lo ayudara, cuando él mismo sabía que no había nada que pudiera contra su propio poder.

Se había comido su propio veneno.

—No... No, no, no, no, no, por todos los dioses. Santa madre, guárdame y olvídate donde me vas a dejar. ¡¿Por qué tengo que ser tan... tan... tan yo?! ¡¿Para qué nací?! ¡¿Para qué sigo con vida?! ¡Ya, llévame ver-!

—Jimin...

—D-Diosa... —murmuró, conteniendo un desgarrador sollozo, cuando la mujer se apareció frente a él.

—Ay, mi niño, cuanto lo sien-

—¡No! —la detuvo, llevando una mano hacia su propio pecho que comenzaba a arder a fuego vivo —. No lo digas, sé lo que ocurre en una situación así. Después de todo... lo recuerdo.

La diosa del amor lo abrazó con fuerza mientras él sollozaba, observando desde la ventana, por sobre el hombro de la contraria, a aquel niño que se salvó de recibir las llamas del amor, y luego al pelinegro quién fue lo primero que vio antes de huir. Aquel hombre... por el que él, el mismísimo Eros, había quedado prendado.

—Este es el fin —susurró y la diosa lo miró con pena.

—Siempre hay una solución a todo, cariño. Menos para las fuerzas de Hades.

—No —respondió firme, para nada dispuesto a destruir el corazón de su hermana mayor. Porque sabía lo que la diosa pensaba.

En nueve años, Jimin llegó a comprender perfectamente todos los límites que alcanzaba su poder.

Cupido era el dios que se encargaba de unir parejas. Fortaleces los lazos de aquellos que se veían débiles y socorrer a los que luchaban por ser amados por aquellos que creían, eran sus almas gemelas. Eros era adorado por todo hombre o mujer que creyera en él, en el amor y en todas las sensaciones que acompañaban aquel bello sentimiento.

Pero... la historia era distinta cuando el veneno no lo recibía quien debía. Sonará feo, pero esa era el arma de Cupido; su veneno. Sus palabras susurradas al oído y sus dulces, embriagantes de amor y pasión desmedida.

Aquel huésped que recibía el veneno por error, moría. Su alma estaba condenada a no ser correspondida y sus ojos a jamás apartarse del primero que viera, una vez que los susurros calaran en su alma o el chocolate se deshiciera en su boca.

Sin embargo, para Eros siempre había salvación, mas su alma nunca antes pudo ser salvada antes de ser corrompida por la propia fuerza de su locura. Cada segundo contaba como un latido más por el otro ser. En cada minuto perdido, el pérfido amor creía desmedido. Cada instante que lo veía...

—Quema —jadeó, apartando su mirada de la vista que tenía al jardín.

—Tienes que hacerlo, Jimin —la diosa acarició sus palmas entre sí y una daga se materializó entre ellas —. Si le quitas el corazón...

—No le haré esto a Jisoo.

—¿Y te lo harás a ti? —preguntó Afrodita, soltando las palabras como si se trataran de súplicas. Después de todo, parte del alma que portaba el joven, le pertenecía a su hijo adorado. Y una madre nunca quiere ver a su hijo pasar por ello... una vez más.

—Jisoo lo ama —susurró, entre dientes apretados.

—Y ahora tú también.

—No es amor —respondió con una débil sonrisa y antes de caer desmayado, murmuró un «vete», ahuyentando a su diosa madre. 


Cuando abrió los ojos de nuevo, se encontró recostado en la cama, con un tibio paño en la frente. Se extrañó por ello y tocó su rostro, dándose cuenta que su piel ardía como el mismísimo infierno. Ahora ya no le sorprendía tanto que la tela estuviera caliente.

A duras penas, se incorporó en la cama, encontrándose con su hermana mayor, dormida en el suelo, sujetando las sábanas como su vida dependieran de ello. Tal gesto no hizo más que enternecer al menor. Cómo la diosa podía pedirle que concretara un acto tan egoísta solo para salvarse, cuando aquella mujer lo cuidaba como a su propia vida.

«JiJi siempre protegerá a Chim Chim. Esa es la tarea de una hermana mayor»

Su sonrisa decayó a medida que el calor seguía aumentando. En ese momento pensó en el pelinegro y en que posiblemente, se encontraría durmiendo, despreocupado a todo lo que le pasara a él o a su hermana. ¿Siquiera se habrá disculpado luego de tratarla de aquella horrible manera? No iba a esperar a que las respuestas le llovieran, él mismo iba a ir por ellas antes de que su tiempo se agotara.

Antes de que su cordura lo abandonara.

Besó la coronilla de la mayor, murmurando sus palabras mortales, invocando a Morfeo para infundirle un profundo sueño, incapaz de romperse a menos que la luz del día alumbrara sus castaños ojos.

Jadeando y con su pecho ardiendo, caminó hasta la habitación al final del pasillo, dispuesto a llegar hasta el mayor. Sin embargo, no contaba con que su diosa madre aún intentara hacerlo entrar en razón.

—Jimin —lo llamó Afrodita, apareciendo entre las sombras, no recibiendo reacción alguna del contrario —. ¡Eros!

Esta vez sí. Cuando el joven la miró, supo que ese ya no era el chico que ella había encontrado hace nueve años.

—Mi niño, tu alma se está corrompiendo. Debes destruir este amor enfermizo —suplicó, tendiéndole la misma daga que en la tarde.

—No —gruñó el pelirrosa y dio unos pasos más, hasta el cuarto del mayor —. Le daré la oportunidad de aprender a amar.

—A costa de tu vida —murmuró la diosa.

—Es el precio que aquellos que aman están dispuestos a-

—Tú no amas, Jimin. Esto no es amor.

Jimin vio a su diosa madre, desaparecer. Claro que él sabía que eso no era un amor puro y bueno... un amor correspondido.

Yoongi se encontraba tendido en la cama en una posición recta, casi petrífica.

En cuanto el contrario lo vio, el deseo de nuevo ardió, rasgando sus entrañar, ordenando que se acercara. El pelirrosa no pensaba hacerlo, no estaba dispuesto a dejarse vencer antes de que cumpliera con su última tarea.

«Él tiene que amarla»

Con pasos temblorosos, se acercó a la cama, sentándose en la orilla cuando sus piernas anunciaron su renuncia. Apretó su mano con fuerza cuando ésta quiso tocar la pálida piel del pelinegro y mordió sus labios cuando sintió a su sangre hervir unos grados más.

Se sentía en la hoguera.

—Yoon- Yoongi —susurró, luchando contra sí mismo.

El mayor se removió inquieto cuando sintió algo tibio, recorrer su cuello. Abrió apenas sus ojos y segundos después se incorporó, alejando la mano contraria de un manotazo. No entendía que hacía el menor allí y no quería entender por qué motivo acariciaba su cuello.

—¿Dónde está Jisoo? —preguntó intranquilo. Sin embargo, el menor prefirió contraatacar con otra pregunta, en vez de responder.

—¿La amas?

—¿Qué? —el pelinegro se sintió aturdido con esa pregunta.

—Se van a casar en unos meses. Ella te ama con su vida. ¿por qué... pareces no sentir lo mismo?

—C-Claro que la quiero —susurró, viendo la mano que ahora acariciaba su rodilla por sobre las sábanas.

—Querer no es lo mismo que amar. Uno cuando quiere, es feliz, se siente en paz y tranquilo con los que lo rodean. Siente que no puede encontrar un mejor lugar que junto a aquellos que aprecia. Pero cuando uno ama...

Yoongi apreció como la sonrisa tranquila del pelirrosa de desvanecía, siendo reemplazada por una mueca de dolor.

—Cuando uno ama, está dispuesto a darlo todo por esa persona. Aunque eso le cueste su propia felicidad o incluso su vida.

—Jimin...

—¿Y a ti? ¿Te amas?

El mayor se tensó y no quiso continuar más con aquella extraña conversación entre penumbras. Enrolló sus piernas, dispuesto a salir de la cama y estiró su mano para encender la lámpara. Cosa que no logró al ser detenido por el otro.

—No querrás ver lo que soy en verdad —bromeó Jimin, a pesar de que hablaba muy en serio. Ese ya no era Park Jimin, su simpático cuñado.

—Tienes fiebre —murmuró entonces el mayor al notar su temperatura —. Iré a despertar a Jisoo, estás delirando.

—Tú me haces delirar —murmuró el menor, acorralándolo peligrosamente contra el cabezal de la cama.

—Ji-

—Así que ese es el problema ¿eh? —murmuró, rosando la punta de su nariz por la tersa piel de su cuello —. Tú no te amas a ti mismo. No sabes qué es el amor.

—Deja de decir tonterías —gruñó entre dientes y luchó por apartarlo, sorprendiéndose de la fuerza descomunal que misteriosamente pareció ganar el menor —. ¿Jimin?

—Me encanta como suena mi nombre en tus labios —susurró y soltó una pequeña risilla antes de dejar un casto beso que quemó en la mandíbula del contrario —. ¿A ti no te gusta cómo suena tu nombre en los labios de los demás? Yoongi... Yoongi~. Hay muchos que te aman. Jisoo lo hace con locura.

—No existe el amor.

—Eres cruel —lo miró, fingiendo estar dolido —. Es como si dijeras que yo no existo —confesó y rio.

—¿Qué rayos tiene que ver con...? ¡Ahg! —se mordió su lengua con fuerza cuando el menor comenzó a mover sus caderas contra su pelvis. ¡¿Qué rayos se suponía, estaba haciendo?! —¡Jimin!

—El amor existe, hyung —susurró en su oído, dejando que su veneno escapara del cerco entre sus labios —. Yo te enseñaré que el amor existe.

Yoongi asintió algo perdido, luchando por aferrarse a la realidad por más loca que le pareciera. Aun así, no pudo resistirse a aquel beso que comenzó el contrario cuando sus bocas chocaron.

El pelinegro jadeó entre los labios ajenos y se soltó, atrapando las caderas del menor, sintiendo un fuego desbordarse en su interior. Jimin dio un respingo cuando las frías manos del otro hicieron contacto con su piel, recorriendo su espalda baja hasta subir más allá. Todo su cuerpo se estremeció con una tremenda oleada cargada de emociones, deseo y pasión.

Y eso no era bueno.

—Cuando en verdad amas... —suspiró al momento en que los labios del mayor surcaron su cuello —no te importa ser perfecto para esa persona. Solo buscas ser tú mismo y que el otro te ame tal cual eres. Que conozca tus defectos tanto como tus virtudes, que destruya tus miedos y abrace tus fortalezas. Cuando uno ama solo se preocupa por el otro, por su bienestar y...

Yoongi gruñó molesto, pero más, dolido.

—Yo he amado de esa manera —murmuró contra su cuello, antes de morderlo v. Yo he deseado con todo mi ser esa alma pura, pero no pude... no debía... no quise corromperlo —sus lágrimas pronto comenzaron a caer.

Entre jadeos, Jimin observó al pelinegro cuando éste se apartó de él, ocultando su rostro entre sus palmas.

—No quisiste corromperme, ¿verdad?

Yoongi lo miró horrorizado.

—¿Cómo...?

«Soy el dios del amor» quiso decirle, pero en su lugar, solo sonrió y se defendió con un «sexto sentido»

El mayor negó, secando sus lágrimas y salió de la cama, cansado de todo eso. Esta vez, Jimin no lo detuvo cuando se propuso a encender la lámpara.

Y en ese momento, Yoongi había firmado su propia sentencia.

La piel del menor brillaba como si su cuerpo fuera una escultura, hecha por los dioses, sus mejillas estaban sonrojadas. Todo su rostro, así como su cuello, se encontraban perlados en sudor y sus ojos... Sus ojos brillaban en un rojo intenso, con la viva pasión tatuada en ellos.

—Te amaré esta noche si prometes que tú continuaras la tarea por el resto de tus días —susurró el pelirrosa, con una dulce sonrisa que encerraba mil demonios —. Deja que yo te ame esta noche, profesor Min.

Sin esperar respuesta, Jimin salió de la cama para tomar la mano del mayor y arrastrarlo de nuevo con él. Sus ojos, a la luz de la lámpara, se volvieron malditamente hechizantes para él otro. Tanto que ni siquiera cuando lo besó, Yoongi quiso cerrar los suyos.

Su pecho dolió como el infierno, pero aun así no tuvo fuerzas para apartarse de ese hermoso ser. Jimin fue lo que él más amó en el pasado. Jimin fue ese dulce niño de tiernas mejillas que lo cautivó a la edad de quince años. Jimin, Jimin y solo Jimin fue el único que convirtió a su antiguo profesor de literatura, en el monstruo sin corazón que ahora era.

Yoongi sabía lo cruel que podía llegar a ser el destino cuando éste se lo proponía. Poniendo a una dulce mujer en su camino, haciéndolo sentir a gusto con ella y apreciarla como a ninguna. Dándole un nuevo empleo en Daegu, cerca de su familia, y todo para luego desatar el caos en su interior, al momento de conocer a la familia de su novia y... a su pequeño hermanito. 

—No llores, Yoonie —susurró el menor, tras hacer que lo mirara para besar cada lágrima.

—¡Es que no entiendes! —soltó, herido, apoyándose sobre sus palmas en la cama, teniendo el cuerpo de aquel bello ser bajo el suyo —. Yo te amaba. Te amaba tanto y... Yo traté de olvidarte y tú... tú siempre volvías...

Jimin sonrió acariciando sus mejillas. Sus ojos pronto perdieron aquel brillo maligno, dejando que ahora un suave rosa ocupara el lugar de sus iris.

—¿Y aún me amas?

Yoongi se estremeció con la pregunta, observándolo por unos intentes. No entendía cómo ese descuidado hombre ahora le parecía mil veces más hermoso y tierno.

—Nunca dejé de amarte —confesó y un besó del menor se devoró sus palabras.

«Entonces esto no es un amor no correspondido»

Jimin suspiró, arqueando su espalda cuando el mayor delineó su cuello con su lengua, hasta llegar a su pecho.

«Mi alma no va a corromperse»

—¡Uhm! —sus labios fueron mordidos por él mismo cuando el pelinegro rasgó su camiseta y aprisionó uno de sus pezones, delineándolo con su lengua y mordisqueándolo con sus dientes.

Yoongi ya había caído completamente por aquel dios. Ya no se resistía, ya no luchaba contra sus propios demonios. Quería, al menos en ese sueño que creía tener, poseer ese cuerpo que por tantos años deseó y anheló.


«Amar es ser egoísta con nosotros mismos. Es pensar en los demás antes que en nuestro bienestar. Es darlo todos sin condición. Pero por sobre todas las cosas, uno debe amarse a sí mismo, porque solo cuando nos amamos, podemos sentir lo mismo por alguien más. El más genuino y puro amor verdadero»


Aquellos pensamientos jamás fueron susurrados por el menor, sin embargo, el pecho del contrario los sintió, calando en lo más profundo de su ser. Rasgando su cuerpo, queriendo grabarse en su alma.

Después de tantos años, aquella noche fue la primera para ambos. La primera en la que el pelinegro pudo amar con locura y la primera en la que el pelirrosa se sintió amado como nunca. No importaba que se tratara del dios del amor, esa era la primera vez que éste ser se sentía amado. Eros al fin era correspondido... y querido.

Cada beso de Yoongi quemó en la piel del otro como si se grabaran con brasas. Cada toque de Jimin ardió sobre la piel contraria. Y ese amor desmedido, se consumó en la más pura de las pasiones, bajo la suave luz de aquella solitaria lámpara. Ambos abrazando el alma del otro, ambos besando cada lágrima de amor y alegría. Ambos... sintiéndose completos como nunca antes en sus vidas.

—Te amaré... por siempre, Yoongi. Solo... solo prométeme que... t-tú también te amarás... tanto como a mí.

—Lo prometo —jadeó el mayor, susurrando contra su cuello mientras empujaba cada vez más dentro de él, sintiendo como el cuerpo del pelirrosa le quemaba por completo —. Te amaré por el resto de mis días. Me amaré para ser tu orgullo y el mío.

—Buen... chico —sonrió el menor, besando los labios ajenos, dejándose consumir por sus deseos y ese amor que ya no podía contener.


«Amar es encontrar a tu otra mitad...»


Cuando el mayor abrió sus ojos, se encontró solo en la cama, con el otro lado aún algo tibio y revuelto. Sonrió y acarició las sábanas, sintiendo un dulce cosquilleo en su pecho. En tanto tiempo jamás había sentido toda esa alegría desbordarse por cada uno de sus poros. Y le agradaba. Se sentía casi nuevo con aquella sensación, recorriéndole el cuerpo.

Se sentó en la cama, estirando sus músculos cuando la puerta se abrió. Una amplia sonrisa se extendió en su rostro solo de pensar que esa persona venía a darle los buenos días.

—Buenos días, amor.

Era Jisoo. Aquella dulce mujer que cada día despertaba a su lado con una de las más hermosas sonrisas a pesar de sus malos tratos.

—Bu-Buenos días —murmuró él. Su pecho punzó, advirtiéndole que algo había cambiado. No sabía por qué tenía la sensación de esperar a alguien más.

Jisoo sonrió y corrió a sentarse sobre su regazo.

—Te preparé un súper desayuno para disculparme por mi torpeza de ayer y para recordarte lo mucho que te amo —dijo ella, mientras acariciaba sus mejillas —. Hoy, permítele a esta bella dama que te consienta, ¿sí? —pidió con una hermosa sonrisa, despertando la misma mueca en el contrario, antes de que asintiera.

Sin perder el tiempo, Jisoo besó a su prometido y se alzó para regresar a la cocina, ignorando como la mirada del pelinegro se perdía en la lámpara.

—Por cierto, Yoonie —. El mencionado la miró —. Feliz día de San Valentín.

Valentín...


«... y a pesar de todo...»


—Jimin... —susurró el mayor, sin saber por qué aquel nombre se había escapado de sus labios.

—¿Uh? —musitó la castaña.

—Hoy... es el cumpleaños de Jimin.

Jisoo rio al ver el rostro de su novio, más pálido de lo normal.

—¿Y quién es Jimin, amor? ¿Un nuevo amigo?

Yoongi la miró desconcertado cuando ella solo le regaló una sonrisa y se acercó de nuevo a él para besarlo.

—Mientras desayunamos, puedes contarme de ese tal Jimin. Si es un nuevo amigo, podríamos invitarlo a la boda.

Yoongi negó pausadamente y solo abrazó la cintura de la mujer, atrayéndola hacia sus brazos. Se sintió tan perdido al momento en que las lágrimas comenzaron a llover de sus ojos sin razón. Ni siquiera sabía por qué, pero misteriosamente, su pecho dolía como si una pieza fundamental faltara en su vida.

—Ji-

La castaña rio al sentir cosquillas y acarició los cabellos del otro.

—¿Qué sucede, Yoonie? Hoy estás algo raro... Estás... más cariñoso.

El pelinegro sonrió sabiendo a qué se refería ella. pronto secó sus lágrimas y tomó sus delicadas y pequeñas manos para besarlas.

—Solo... quería decirte que te amo.

Los ojos de la joven se aguaron a tal punto de ya no poder contener las lágrimas.

—Y yo te amo a ti, Yoonie, y siempre lo haré. Pase lo que pase, siempre estaré junto a ti.


«... dejarla ser libre»


..............................

┬┴┬┴┤(・_├┬┴┬┴  (huye antes de que la apedreen)

Lo sé, lo sé. Hoy es el día del amor y la amistad y bla bla bla. ¿Pero qué creen? Esta pinshe escritora ama lo sad ψ(`∇')ψ Así que obviamente el final debía ser sad >:'v Ok no. En un principio pensé en hacer claramente algo así, pero después pensé, muchas (cofcofYOcofcof) no tienen pareja y no las/os quiero deprimir más el día de hoy :'v Así que de todos modos hice esta historia con final culerín :) Pero en la tarde les regalaré otro one-shot más divertido y suculento como a ustedes, almas pecadoras, les gusta ( ͡° ͜ʖ ͡°)

Así que no se me alteren y guarden sus escopetas. 

Nos leemos en unas horas en "De juegos y mordidas"

Besos y gracias por leer (づ ̄ ³ ̄)づ 

(PD/ Alguien deme un premio por escribir un pinshe one-shot de casi 6000 palabras ;-;)

(PD2/Se aceptan estrellitas para la caridad :'v)


Nina Glastor ❣️

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