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Capítulo 9 Dahir

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Hasta ahora la sesión va de maravilla, todos se han mostrado muy abiertos para hablar de si mismo, pero he notado que Solar se pierde del mundo observando los jardines. Justo ahora esta observando las rosas, daría todos mis ahorros por conocer sus pensamientos.

—¿Solar? —La voz de la doctora Brown la hace reaccionar.
Voltea a vernos con la misma seriedad con la que llegó a la sesión.

—Es tu turno —comento para que sepa de qué hablamos.

Me observa un instante y no aparto la mirada, es la primera vez que me ve fijamente desde que nos conocimos, su mirada es tan serena que no parece pertenecer a este caos.

—Lo siento... —Sus ojos se alejan y buscan a la doctora Brown—. ¿Tengo que hablar de mi?

—Algo breve, Solar, por favor —pide Amelia regalándole una sonrisa.

Solar regresa la vista al jardín.

—Soy Solar Winters, y estoy segura de que ya leyó mi expediente, así que le ahorraré esa parte. —La doctora Brown toca mi hombro y asiente, dándome ese mensaje en silencio, que indica que debo respetar la forma en que Solar se expresa—. Yo nací en Londres y a los doce años me mudé de país y continente en compañía de mi padre, llegamos al sur de América donde aprendimos el español. Mi padre viene de una familia que ha pertenecido al ejército por años, él estuvo catorce años en el cargo de Teniente General en el Reino Unido, actualmente es General de División en el ejército de los Estados Unidos, mi padre es quien me trajo aquí porque se lo pedí.

—No sabía que tu padre pertenecía al ejército, ¡que guay!

—Violeta, por favor —pide la doctora Brown.

—No me gusta que las personas me interrumpan cuando hablo, no me agrada la gente, los bullicios, el ruido, prefiero estar sola y no me gusta hablar de mí —termina dando la vuelta—. Eso es todo.

—Gracias, Solar. —Esta vez tomo la palabra, para que la Doctora sepa que estoy poniendo atención a la forma en que imparte la sesión—. Has dicho lo necesario.

Me observa un segundo y asiente.

—Gracias por la sesión de hoy, chicos. —Amelia vuelve a tomar la palabra—. Han aportado bastante y han sido muy abiertos, me alegra ver sus avances.

—¡Ha sido un placer, doctora Brown! —Violeta se precipita a ponerse de pie con un entusiasmo desmedido que me sorprende—. Con la presencia del psicólogo Montesco, da gusto venir a terapia.

—¡Violeta, eres muy imprudente! —grita Peter tapándose las orejas—. ¡Violeta, eres muy imprudente!

—Que no he hablado contigo, tío. —La rubia se cruza de brazos indignada—. ¿Por qué siempre habreis de meter las narices donde nadie te ha llamado?

—No seas grosera —pide Jimmy.

—Chicos, no discutan, todos se han portado muy bien —interrumpe Brown—. Ahora estrechen la mano y hagan las pases.

—Perdonadme, Peter —Violeta le tiende la mano y el chico la estrecha sin decir nada.

—Ya pueden regresar a sus habitaciones —pide Amelia señalando el camino a los dormitorios.

Los cuatro chicos se van tranquilos pero sin hablarse.

—¿Todas las sesiones son así? —murmuro cuando ya están lejos de nosotros.

—No, cada sesión depende del humor en el que estén los chicos, la mayoría de las veces los chicos han estado tranquilos, de repente tienen pequeñas discusiones pero siempre las resuelven, hoy ha sido un día muy productivo, Solar no suele hablar mucho en las sesiones, Jimmy se desenvuelve mejor y Peter ha mejorado su expresión verbal, en cuanto a Violeta, ella sigue queriendo el protagonismo, sin embargo ha aprendido a esperar su turno.

—Espero poder manejar las futuras sesiones.

—Sé que lo harás, Dahir, hoy estuviste muy bien, el gesto que tuviste con Solar fue acertado, aunque no lo creas, ella lo agradece.

—Sinceramente... fue lo primero que se me ocurrió —confieso apenado—. No tengo mucha experiencia en las terapias.

—Poco a poco irás mejorando, vas por buen camino —asegura sonriendo.

—Bueno, aún tengo varios días para aprender de usted.

Asiente y regresamos a los consultorios.

Los siguientes días sigo tomando notas en la cámara de Gesell, observando el lenguaje corporal de los chicos y escuchando atentamente las sesiones, en mis tiempos libres entre clases, analizo los expedientes y los comparo con las sesiones.

Para el día sábado llega mi turno de tomar terapia; llego al consultorio en punto de las diez, aunque no sé si llamarlo señor Mendoza o Dr. Mendoza.

—Buen día, Doctor Mendoza.

—Buen día, Dahir, toma asiento —señala un sofá marrón ubicado frente a otro del mismo color—. Dime, ¿cómo estás?

—Le diría que bien, pero sinceramente soy un manojo de nervios —respondo frotando mis manos—. Empecé la semana en mis prácticas, hasta ahora todo parece marchar bien, la doctora Amelia Brown; quien es la directora general del hospital, ha sido muy amable y me ha permitido observar sus sesiones desde la cámara de Gesell, pero tengo dudas de mis capacidades y mis conocimientos, tengo miedo de que sean limitados y no pueda ayudar a mis pacientes, parece que solo voy a tener cuatro pacientes asignados, pero sigo sintiéndome nervioso.

—Los nervios son naturales cuando nos enfrentamos a algo nuevo, un entorno, personas o situaciones desconocidas, pero ¿Por qué dudas de ti?  ¿Por qué crees que no tienes lo necesario?

—Porque no sé si mis conocimientos sean los adecuados para enfrentar la situación, a pesar de que en la universidad todos dicen que soy una persona brillante, y de ello estoy consciente, pero también sé muy bien que la teoría no lo es todo y... Siempre me he exigido mucho como estudiante, y ahora como profesional sucede lo mismo, tengo miedo de fracasar.

—Dahir, es natural equivocarse, cometer errores y aprender de ellos, nadie lo sabe todo como para preveer los problemas, y en este caso las reacciones de tus pacientes. Tienes que confiar más en ti, eres humano y también tienes permitido errar, no te exijas más de lo que puedes dar.

Sus palabras me hacen darme cuenta de lo que no quería ver, yo no soy perfecto, nadie lo es.

—Supongo que buscaba lo imposible... Ser perfecto. En todos los sentidos y en todos los aspectos. —Mis manos descansan en mi regazo, entrelazando los dedos, suspiro antes de continuar—. Yo veía a mis padres así... Dos terapeutas capaces de cambiarte el mundo con una sola palabra. Para mi eran perfectos, y no quisiera fallar a su memoria.

—No lo harás, vas a aprender a tu manera, vas a hacer las cosas a tu manera, Dahir —llama mi atención para que voltee a verlo—. Tus padres tenían una manera de hacer las cosas, pero ahora es momento de que tu encuentres esa forma propia de hacer las cosas. Y va a ser perfecto a tu manera, no te compares con otros, Dahir. Sé que le guardas un gran cariño a tus padres, pero tienes que comprender que no eres ellos, y que la perfección que buscas no es hacer todo al pie de la letra.

Un par de lágrimas se escapan de mis ojos, los recuerdos de mis padres inundan mis pensamientos.

—Sinceramente no lo había visto así. Siempre creí que debía ser como ellos para que estuviesen orgullosos de mi. De verdad quiero llegar a ser un gran terapeuta. Dejar huella en este mundo frío.

—Y lo serás. En su debido momento. Porque tienes las capacidades, pero te falta confiar más en ti, Dahir, deja de compararte y aprende a querer lo que eres.

Sonrío con tristeza y retiro la mirada por un momento.

—Pensé que tenía buena autoestima... —Las lágrimas que tanto contuve por fin son liberadas, junto con el gran dolor de escucharme hablando de esto por primera vez—. Pero parece que no... No valoro lo suficiente la persona que soy ahora mismo, no creo ni confío en mi... Que triste, ¿no? Me he engañado todos estos años... No soy lo suficiente ni para mi.

Guardo silencio por un momento, dejando que el llanto hable por mí.

—Dahir, ¿eso es lo que piensas?

—Definitivamente... Si...

Me acerca la caja de pañuelos y tomo dos.

—Es bueno que hables de eso, has cargado con tanto peso por mucho tiempo, pero ya no más —toca mi hombro, y ese simple gesto me reconforta, sé que me escucha y que puedo confiar en él—. Este es tu espacio, y aquí podrás hablar de lo que quieras.

—Muchas gracias, no sabía que tenía tanto de que hablar —sonrío con ironía.

—Y aquí estaré para escucharte.

La sesión termina, y aunque emocionalmente he recibido una fuerte sacudida, me siento con más confianza, sé que debo trabajar en mi y mis propios problemas, pero también sé que esto me ayudará a comprender mejor a mis pacientes.

Subo a mi auto y tomo el camino de regreso a casa, una vez que llego entro a mi habitación y lo primero que veo es el retrato de mis padres en la mesa de noche.

—Creo que había estado haciendo las cosas mal, pero ya verán que retomaré mi camino.

Con una nueva meta fija, me dispongo a preparar la cena y a terminar mis tareas, tengo mucho que estudiar para afrontar esta semana de prueba.

El domingo por la tarde salgo con Nathan y Bianca, ambos insisten en que debo conocer más personas, específicamente más chicas, aunque yo me siento bien con Merida, pero acepto ver a la chica que Nathan ha elegido para mi en esta ocasión.

Es alegre y divertida, me recuerda un poco a Collette, aunque no me llama la atención, pues sus intereses con compaginan con los míos, además ya tengo novia así que solo puedo verla como una amiga más.

Y hablando de Merida, solo nos hemos mensajeado de vez en cuando, casi no la he visto y cada vez la siento más lejos de mi, aunque trato de poner todo de mi parte para que esta relación siga funcionando, así que me dispongo a mandarle arreglos florales y las trufas de chocolate blanco que tanto le gustan.

El lunes empiezo con el pie derecho en el psiquiátrico, mis pacientes se muestran abiertos al cambio de terapeuta, y durante el transcurso de la semana sigo tomando notas y repasando sus expedientes, pues se acerca la prueba real.

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