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Capítulo 8 Solar

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En cuanto termina la sesión me pongo de pie, y ambas salimos del consultorio, le he pedido a la doctora Brown ver al psicólogo Montesco, y me ha dicho que esta en su consultorio, así que vamos allá.

—Solo toca la puerta y has lo que tengas que hacer —indica la Doctora sonriente y asiento.

La veo marcharse por el pasillo de regreso a su consultorio.

—Tu puedes... Tu puedes... —murmuro para mi y respiro profundo.

Doy dos golpes a la puerta y espero.

—¡Un momento! —escucho los pasos acercarse, mi corazón se acelera y la puerta se abre—. Solar, ¿qué te trae por aquí? ¿Necesitas algo?

«Quiero gritar, responder a sus preguntas como lo haría cualquier otra persona, pero no puedo, la ansiedad me limita».

—Le he traído esto —acerco las galletas a su mano y él las toma con cuidado, acto que me hace pensar que realmente aprecia mi presente—. Las preparé... Yo las hice. Yo las hice.

—Gracias por acordarte de mi. —Igual que la doctora Brown, mi gesto le alegra, o eso me hace pensar porque sonríe ampliamente—. Justo me han traído un delicioso café de grano que estoy por probar esta noche, y este es el complemento perfecto.

Esa información extra me hace sentir privilegiada, aunque no puedo responder como quiero.

—Que bien. —Me limito a decir—. Con permiso.

Doy la vuelta y camino en dirección a la salida, sintiendo mi respiración agitarse. Cuando llego al final del pasillo volteo sobre mi hombro, me esta viendo.
Mi precipitado corazón hace que salga corriendo, hasta llegar a los dormitorios, donde me detengo al pie de las escaleras para tomar aire.

—¡Vos sois una zorra! —levanto la mirada ante la acusación de Violeta—. ¡Te vi! ¡Vi como le habeis llevado tus galletitas asquerosas a la doctora Brown y al terapeuta Montesco! —baja las escaleras lentamente, viéndome a los ojos—. ¿¡Es así como os piensas ganartelo!?

—Callate —retomo mi paso y subo las escaleras, pero a la mitad del camino me detiene colocandose frente a mi—. El león cree que todos son de su condición.

—¡Vos no me engañas, Solar Winters! ¡Te gusta el terapeuta Montesco!

—No pongas palabras en mi boca, que no he mencionado.

—No te hagais la listilla, porque ese hombre es mío.

—Estas loca.

—¡Yo lo vi primero! ¡Es mío!

—Las personas no son una propiedad. Eso deberías saberlo bien.

Me toma por los hombros para empujarme contra la pared, de inmediato la empujo para salir de su agarre, pero es más fuerte que yo.

—Sueltame, Violeta, me lastimas.

—¡Dejala en paz! —Peter nos observa desde arriba—. ¡Dejala en paz!

—¡No te metais, Peter Vega! —Violeta corre a enfrentarlo y yo aprovecho para sacar el pañuelo de mi bolsillo y limpiarme por donde pueda ver—. ¡Todos sabemos que te gusta Solar! Por eso la defiendes.

—¡Mentirosa! ¡Mentirosa! —ataca Peter dando una paso atrás—. El drama te esta sobrepasando. El drama te esta sobrepasando.

Jimmy aparece por el pasillo, justo a tiempo.

—¿Qué sucede aquí? —La señorita Gutiérrez, nos observa con molestia desde el pie de la escalera—. Ya deberían estar en su sesión grupal.

—¡Venga, mujer! —Violeta pasa a mi lado, empujando mi hombro «¡No!»—. ¡Que ya estábamos yendo!

—No quiero que vuelvas a discutir con tus compañeros, Violeta —advierte la enfermera Gutiérrez—. Tendré que informar de esto a la doctora Brown.

—¡Joder! ¡Que más da! —Violeta nos da la espalda y camina a paso veloz en dirección a los consultorios.

Peter y yo intercambiamos miradas por un instante.

—Vamos, chicos —Jimmy se apresura a alcanzarla.

Los cuatro llegamos hasta el salón donde se llevan a cabo las sesiones grupales.

Golpeo dos veces la puerta y soy recibida por el psicólogo Montesco.

—Justo a tiempo —abre más la puerta para dejarnos pasar—. La doctora Brown ya viene.

—¡Buenas tardes, psicólogo Montesco! —Violeta casi nos destroza los tímpanos—. ¿Dónde está la doctora Brown? —Se regodea cruzando los brazos.

—Esta pidiendo algunos bancos, parece que hace tiempo no tienen una sesión en el exterior, así que vamos a salir al jardín, ¿les gusta la idea? —sonríe ampliamente.

—¡Tiene razón, terapeuta Montesco! —De un salto, Violeta se cuelga del brazo del pobre hombre—. ¡Todo lo que sale de su hermosa boca es cierto!

—Basta, Violeta —La doctora Amelia aparece en la puerta—. Vamos al jardín, la sesión será ahí. —Con una gran sonrisa, se toma del brazo del terapeuta Montesco y nos hace señas para avanzar.

Yo espero a que todos pasen para no tener que rozar con ellos.

Llegamos a uno de los pequeños jardines cerca de la gran barda que nos divide de la realidad, o el exterior, como todos le llaman. Aquí hay cientos de rosas de diversos colores, algunas margaritas y varios robles pegados a la barda.

Seis asientos nos esperan en el lugar. Jimmy se sienta en la orilla, seguido de Violeta, el terapeuta Montesco y la doctora Brown se sientan frente a ellos, Peter toma el asiento junto a Violeta, mientras yo tomo el asiento de la orilla, cerca del terapeuta Montesco.

—En esta sesión quiero que hablen un poco de ustedes. —La doctora Brown es quien toma la palabra—. En una semana más los dejaré a cargo del psicólogo Montesco, y quiero que él los conozca de su propia voz, así que, uno por uno...

—¡Yo primero! —A nadie le sorprende que Violeta levante la mano escandalizada.

—Lo siento, Violeta, pero debemos dar lugar a que otros participen primero —voltea a ver al timido Jimmy—. Inicia tu Jimmy.

—Pero... Yo... —comienza a tartamudear.

—Ha, ha —Violeta se burla de él—. Por eso yo debería hablar primero.

—Deja de buscar protagonismo, Violeta —Peter se cruza de brazos—. Deja de buscar protagonismo, Violeta. ¿Qué no ves que el chico es tímido? ¿Qué no ves que el chico es tímido?

—¿¡Y a ti quién coño te hablo!? —grita con todas sus fuerzas, sorprendiendonos a todos—. ¡Pero que metido eres tío!

—Omite las palabrotas, Violeta —exijo tapandome los oídos—. Omite las palabrotas.

—Por favor, chicos, calmense —pide el terapeuta Montesco y todos volteamos a verlo—. Jimmy tiene la palabra, cuando termine será tu turno, Violeta.

—Ahora todos guarden silencio y escuchemos a Jimmy —pide Amelia.

—De acuerdo. —El tierno Jimmy suspira y se concentra en los terapeutas—. Me llamo Jimmy Park Salas, y estoy diagnosticado con trastorno obsesivo compulsivo...

Su delicado acento me gusta mucho, la mezcla coreana y mexicana es exquisita

—Amm... mi padre es originario de Busan, Corea del Sur y mi madre es de México, gracias a ella aprendí el español, anteriormente vivíamos en Corea, pero hace un año transfirieron a mi padre así que tuvimos que mudarnos a la frontera; él trabaja como traductor en una mineria, mi madre trabaja en un restaurante, tengo un hermano dos años mayor que yo y una hermana tres años mayor, mis hermanos vivían con mis abuelos en México y yo fui educado en internados en Corea porque mis padres no tenían el tiempo suficiente para cuidarme... Y bueno, ahora que regresé a casa, mis padres notaron que algo no estaba bien en mi, así que ahora estoy aquí. Y eso es todo.

—Gracias, Jimmy. —La doctora Brown le soníe—. Eso ha sido muy breve, pero cumple con lo que pretendemos en la sesión de hoy.

—¿Ya puedo hablar yo? —Violeta insiste y Amelia solo asiente—. De acuerdo. Empezaré por mi nombre.

Su mirada se clava en el psicólogo Montesco, yo observo con detenimiento el jardín a mi derecha, después de todo, esta historia ya la conozco de pies a cabeza.

—¡Soy Violeta Betancourt del Campo, como lo habreis notado yo soy originaria de Madrid, España! —No necesito verla para saber que esta de pie, moviendo las manos a más no poder—. Mi madre es actriz de teatro y mi padre es un abogado prestigioso, soy hija única y eso ha sido un gran obsequio de la vida. Crecí entre escenarios, camerinos y disfraces, a mi madre le gustaba llevarme a donde fuese, así que fui educada por los profesores que contrataba mi padre. La doctora Brown dice que mi trastorno pudo haber surgido por el medio en el que he crecido, yo estoy diagnosticada con trastorno histrionico, ¡pero mire que de histrionica yo no tengo ni un pelo! —deja escapar una carcajada descomunal que hace irritar mi ser—. En fin, me gusta mucho el teatro, pero yo soy abogada como mi padre...

Sigo al pendiente del jardín que ven mis ojos, mientras escucho a Peter hablar.

—Me llamo Peter Vega Fallen, yo nací en Canadá pero mi familia decidió cambiar de país cuando yo tenía cinco años, también soy hijo único y como mis compañeros, estoy diagnosticado con TOC como ya sabrá. —Se ríe al notar que ha hablado de corrido, hasta que empieza nuevamente—. Me llamo Peter Vega Fallen, yo nací en Canadá pero mi familia decidió cambiar de país cuando yo tenía cinco años, también soy hijo único y como mis compañeros, estoy diagnosticado con TOC como ya sabrá.

—¡Ostias! Esto va para largo... —escucho a Violeta murmurar.

«A mi no me molesta escuchar a Peter repetir todo dos veces, es el colmo de la perfección. Lo que si me molesta es tener que hablar de mi frente a los demás, con la doctora Brown no tengo problemas, pero el psicólogo Montesco es nuevo y mis compañeros de piso no me dan mucha confianza, prácticamente no me conocen y eso solo incrementa mi ansiedad, no quiero hablar de mi, no quiero que llegue mi turno...».

Peter sigue repitiendo su historia de vida cuando una pequeña mariposa blanca se poza sobre la rosa salmón frente a mi vista.

«¿Por qué vuelas sola, pequeña? ¿Estas sola o perdiste a tus hermanas? ¿Sabías que eres tan hermosa? Su color tan puro me cautiva, por algo dicen que el color blanco es el color de la pureza y la calma».

—¿Solar? —La voz de la doctora Brown me hace regresar al momento.

Volteo a verla, todos tiene su atención puesta en mi.

—Es tu turno —comenta el psicólogo Montesco.

Mis ojos se cruzan por un momento con los suyos, son tan claros y transparentes, que puedo ver la sombra de su alma.

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