Capítulo 5
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Cuando termina la sesión estoy tranquilo, Jimmy ha resultado ser un buen paciente, aunque hay algunos puntos importantes a tratar, creo que no tendré problemas con él. Guardo los expedientes en el mueble bajo llave.
La doctora me lleva a la planta baja y llegamos a un pequeño salón de lectura, con puertas a los dos extremos. Largos sofás alrededor forman un semicírculo, y en el centro un pequeño sofá redondo.
Hay algunos pacientes, tres de los míos aquí; Violeta, Jimmy y Peter, falta Solar, no recuerdo bien como era, apenas y abrí la carpeta, pero escaneando por el lugar, sé que no está. Colette, Serena y Ferdinand, están en los extremos del lugar, hablando con los que parecen sus pacientes.
—¿Dónde está Solar? —La Doctora pasa la vista por el lugar.
—¡Aún está en su habitación! —Se apresura Violeta—. Ha pedido que le dejeis en paz, pero puedo ir a por ella, si usted lo desea, Doctora. —Se ofrece más que entusiasmada.
—Gracias, Violeta, pero no es necesario. —La Doctora me toma del brazo y salimos por la puerta que da al patio.
Los tres edificios son grandes, en color amarillo pastel, con grandes ventanales y cortinas blancas, subimos por el elevador para llegar más rápido. Llegamos al cuarto piso y caminamos por el largo pasillo, hasta llegar a la última puerta; la habitación treinta y dos, desde aquí se puede ver la ventana de mi consultorio.
La doctora toca la puerta cuatro veces y esperamos un momento, hasta que se abre lentamente, pero no logro ver nada.
—Adelante. —Se escucha una suave y dulce voz, pero sigo sin ver a nadie.
—Solar, te estamos esperando —Amelia se para en la puerta y lentamente abre, yo camino detrás de ella, no sé si hacerlo, pero ya estoy entrando—. ¿Te encuentras bien?
La habitación es de un blanco pulcro, las paredes ligeramente acolchonadas, los pocos muebles que constan de una cama, el armario pegado a la pared y una pequeña cómoda junto a la cama; también son blancos, inclusive el pequeño ventilador pegado al techo que acaricia mi piel con una suave brisa.
Hay un perfecto orden dentro de estas cuatro paredes, y no hay posters o señal de algo que delate la personalidad de esta chica, quien está sentada en la orilla de la cama, viendo por la ventana abrazando sus rodillas.
Su largo cabello castaño caoba es iluminado con la luz que entra por la ventana, haciendolo ver más claro, apenas puedo ver sus mejillas bajo el; es ondulado de medias a puntas, podría decirse que luce encantadora. Trae puesto un conjunto rojo de sudadera y pans, mientras que sus pies son cubiertos por unas calcetas blancas.
Bajo la mirada a la orilla de la cama, donde alcanzo a ver un par de tenis blancos.
Voltea lentamente y se sobresalta al verme.
—Lo siento, pensé que era más temprano... Como no tengo el reloj... No tengo el reloj... —baja de la cama, se pone los tenis y toma el cepillo frente al tocador, para pasarlo por su cabellera—. Uno, dos tres, cuatro, cinco, seis... —cepilla su cabello del lado derecho, para después cepillar el lado izquierdo—. Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis.
—Ya hablaremos del reloj, ahora vayan al salón, necesito checar a otros pacientes, en un momento los alcanzo. —Nos pide Amelia, y de pronto me entra el pánico.
«¿Qué hago? ¿Podré con esto? Vamos Dahir, que es solo tu futura paciente, no un león enjaulado».
La Doctora se va por el pasillo y salgo de la habitación, con Solar a mis espaldas.
—¿Quieres tomar el elevador o las escaleras? —hablo con duda.
Las mangas de su sudadera le cubren las manos, solo se ven las puntas de sus dedos, baja la mirada y los entrelaza, creo que es algo tímida.
—Las escaleras —murmura y caminamos por el pasillo, bajamos en silencio hasta la primera planta y continuamos al salón de lectura.
Cuando llegamos, ella se va a sentar junto a Violeta, quien habla hasta por los codos, mientras que Solar se muestra incomoda removiendose en su asiento.
«Parece que no estas a gusto».
—Antes de comenzar la sesión... —La Doctora llega agitada y se para detrás de mí, me hago a un lado y permanezco en una de las esquinas, como los demás practicantes—. Quiero presentarles a nuestro nuevo terapeuta. —Me jala al centro de la habitación, así todos pueden verme—. Él es Dahir Montesco, solo llámenlo psicólogo o terapeuta Montesco —explica y todos corean "Bienvenido".
—Es un gusto conocerlos... y espero que las cosas marchen bien. —Es la única estupidez que se me ocurre decir.
Todos aplauden y regreso a mi lugar.
La lectura grupal consiste en leer por párrafos, de acuerdo con la doctora Brown, esto hace que los chicos presten atención a las voces de los demás, lo que otros dicen y cómo lo dicen, además de mantenerlos ocupados en una actividad productiva. El grupo de lectura se lleva a cabo por pacientes, pero en esta ocasión, están todos los pacientes, ya que soy el nuevo aquí. Así que la próxima vez, estaré solo con mis cuatro pacientes, por lo menos en dos semanas más, hasta que la doctora Amelia me deje solo.
Cuando termina la sesión, todos salen menos mis cuatro pacientes y la Doctora.
—Chicos, quiero informarles que Dahir Montesco, es su nuevo terapeuta, en dos semanas más él tomará mi lugar en sus sesiones. Yo seguiré sus casos a través del él, espero que lo reciban con educación —expresa tranquila—. Ella es Violeta Betancourt.
Me presenta a la rubia, le estrecho la mano y ella me agita las pestañas, atrayendo mi atención a sus intrigantes ojos azules.
—Es un gusto conocerle, psicólogo Montesco —asegura sonriendo ampliamente, tanto, que puedo ver toda su dentadura.
—Igualmente, Violeta...
—¡Le aseguro que no tendrais quejas de mi comportamiento! —sube el volumen de su voz y toma mi mano, entrelazando sus dedos con los míos—. ¡Soy una de las internas más guay del lugar!
Esta vestida como la mayoría de los pacientes, con un pans azul y una sudadera verde, su cabello tiene un peinado extravagante, y sus manos no dejan de hacer ademanes.
—Violeta, permiteme seguir —pide Amelia, tomando mi mano para alejarme de ella—. Él es Jimmy Park. —El chico es el más pequeño, lo sé por los expedientes, aunque solo leí la primera hoja.
—Sea usted, bienvenido —habla con una voz tan suave, que apenas lo escucho.
—Mucho gusto, Jimmy.
—Él es Peter Vega —Peter me saluda inspeccionándome de pies a cabeza y me suelta la mano con aires de grandeza.
—Que bueno que esta aquí...
—Es un gusto, conocerte, Peter —aseguro, intentando mantener la calma.
—Que bueno que esta aquí —repite, antes de alejarse.
—Y ella es, Solar Winters —señala a la señorita Winters, quien apenas y me ve, pues sus ojos no hacen contacto con los míos y no me extiende la mano.
—Perdón, no puedo —dice en voz baja, cuando ve mi mano extendida, entonces me siento culpable por no leer su expediente y no saber qué tiene.
—Descuida, no hay problema —aseguro con media sonrisa, para tranquilizarla.
Aunque su rostro no expresa ninguna emoción.
—Ya pueden regresar a sus habitaciones chicos, nos vemos mañana. —La Doctora los despide y los cuatro se alejan.
—¡Ha sido un gusto conocerle, psicólogo Montesco! —grita Violeta desde la puerta, soltando una risa que pone mis nervios de punta.
—Tienes un grupo interesante —habla en voz baja, cuando todos están lejos.
—Solar... —comienzo a decir.
—TOC —interrumpe—. Supongo que sabes del trastorno, resolviste bien la situación. Ahora puedes ir a leer tus expedientes —sugiere—. Estaré en mi consultorio, en un momento bajo.
—Claro —regreso a la sala de practicantes, solo Colette, Serena y Ferdinand están aquí, sentados en uno de los sofás—. Hola chicos.
—Dinos, ¿qué pacientes tienes? —Colette reanuda nuestra conversación anterior.
—Pues tengo a Violeta, Jimmy, Peter y Solar —confieso por fin.
—Como te dijimos antes —interviene Serena—. Andate con cuidado, Violeta suele ser un poco manipuladora y coqueta, no te dejes caer en sus dramas, por algo es histrionica —aconseja con cautela.
—Y Peter puede ser un poco desesperante, pues repite todo dos veces. Es un buen tío, aunque se comporta raro cuando esta Solar, es la única persona por la que se preocupa medianamente, ni su familia le interesa —agrega Ferdinand—. Solo no os dejéis que te envuelva con sus discursos, le encanta inventarse historias, cuando llegó me lo asignaron, solo estuve dos semanas con él y eso me bastó.
—Jimmy es el más joven de todos los pacientes masculinos —interviene Colette—. Suele ser tímido y tierno, pero Amelia nos ha pedido tratarlo como adulto, o de lo contrario lo dejamos caer en su trastorno, no hay mucho problema con él, solo lee bien su expediente.
—¿Y Solar? —necesito más información de primera mano, así será más fácil entender la situación.
—Ella es todo un caso —admite Serena—. Aunque tres de tus pacientes son TOC, Solar es... definitivamente la esencia misma del TOC.
Me quedo helado ante la declaración, yo solo esperaba una chica con rasgos del trastorno, pero... si no es así, ¿por qué la doctora Brown me la asignó?
«Espero no fallarle».
—Pero no te lo toméis tan apecho, tío —pide de inmediato Ferdinand, seguro ha visto mi expresión—. Solar es una chica tranquila, en el poco tiempo que llevamos aquí, no hemos sabido de alguna crisis, puede ser tímida y poco expresiva. Solo, no la toquéis, eso no le gusta —advierte con seriedad—. Es el rasgo más marcado que tiene del trastorno.
—Ok, ahora sí voy a empezar a leer mis expedientes. —Me levanto y salgo para buscar las carpetas en mi consultorio, aunque seguramente solo les daré una hojeada, ya se ha echo tarde.
A través de la ventana, alcanzo a ver a varios pacientes y enfermeras paseando por los jardines, algunos pacientes asomándose por las cortinas de los grandes ventanales, hecho un vistazo rápido al edificio tres, se ve tranquilo, no hay movimiento, supongo que no muchos pueden salir.
Regreso la mirada al escritorio, saco mi móvil y pongo butterfly de Bts, solo para llenar el silencio y relajarme.
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