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Capítulo 34 Solar


Una extraña música ochentera nos recibe en el salón de fiestas, jamás he asistido a un evento así, en primera porque no tengo amigas y en segunda porque no me gustan los lugares concurridos.

«Esto está lleno de mujeres eufóricas».

-Ven, Solar. -Me llama Vianey, si no mal recuerdo es la novia de Raffaello-. Tenemos una mesa de aperitivos, seguro que te gustaría comer algo.

Las sigo caminando entre la multitud de chicas, Miranda quien es la festejada: saluda a las inivitadas mientras vamos pasando, todas le sonríen y le mandan besos, parece ser la chica popular.

«Yo jamás podría ser así».

Hago puño la tela de mi vestido, me siento incómoda y ahora si quiero regresar al hospital.

-Aquí tenemos las bebidas. -Vianey llama mi atención y volteo a ver la infinita mesa llena de bebidas, postres y caramelos-. Con y sin alcohol, postres de varios sabores y ahí hay canastitas que puedes llenar de dulces.

Miranda me acerca una pequeña caja rosada y la tomo con sumo cuidado.

-Este es un presente que doy a todas las chicas, adentro hay obsequios para ti.

-No entiendo, es tu fiesta, se supone que tú debes recibir los obsequios, ¿no es así?

-Claro, pero en estas fiestas es lo que se acostumbra -sonríe ampliamente y me coloca una diadema en la cabeza cubierta por una delgada tela transparente en color rosado-. Este es un velo de novia.

Volteo a ver a las demás invitadas, todas traen los mismos accesorios.

-Vamos, Solar, te mostraré tu asiento. -Vianey me guía hasta el final de la mesa, alcanzo a tomar un panqueque cubierto de celofán y lo guardo en mi cajita-. Aquí puedes comer tranquila.

Llegamos a un área de pequeñas mesas, dividida por una pared de madera justo al otro lado de la mesa de postres.

-Gracias -susurro tomando asiento donde me señala.

-Ellas son mis amigas, Carla y Lucy. -Las presenta y asiento-. Chicas, ella es Solar, se las encargo un rato mientras pasa el show, después vengo por ella.

-Descuida, nosotras la cuidamos.

-¡Vianey! -Una extraña rubia que me recuerda a Violeta, llega por ella-. ¡Es hora del espectáculo!

-¡Aaaah!

Ambas se emocionan y yo giro la cabeza a la derecha, alcanzo a ver a través de una pequeña rendija en la madera: varias sillas acomodadas delante de un gran espacio limitado por luces neón en color rosa, todas las chicas de la fiesta corriendo a sentarse y una silla al centro del lugar, donde esta sentada Miranda. Detrás de ellas se puede ver a más chicas de pie, entre los peldaños del lugar y por todo el pasillo que da a la entrada.

-¡Esta es la tercera llama, comenzamos!

Se oye una voz a través del microfono.

-Vamos un momento al aseo -volteo a ver a Carla-. Ahora regresamos, ¿si?

-De acuerdo.

Las veo marcharse por un pasillo y regreso mi vista a la rendija: diez muchachos de espaldas al público se forman en el escenario y una que otra chica deja escapar un silbido, todos vestidos con elegantes trajes en color vino, camisas blancas y un sombrero a juego con el traje.

Saco una bolsita de palomitas de mi cajita y la destapo sin apartar la vista del escenario, apenas y los veo a todos, pero eso no impide que sacie mi curiosidad.

-Señoritas, ellos son los chicos de "Zafiro Negro", presentando para ustedes Filter del cantante Park Jimin, ¡recibanlos con un fuerte aplauso!

-¡Aaaaaahh!

El público estalla en aplausos y silbidos para los chicos y la música inicia.

Empiezan a moverse de una extraña manera y abro los ojos con sorpresa.

Bailan en torno a Miranda y ella grita acariciando el pecho de uno de ellos.

-¿Qué está haciendo? -pongo atención a la letra de la música, aún no domino el coreano, pero entiendo un poco de lo que dice la canción-. ¿Por qué esos chicos bailan así?

Mi sorpresa se vuelve más grande al ver al terapeuta Montesco en el escenario, dirigiendo al grupo de chicos, todos se quitan los sacos dejando al descubierto un chaleco y solo la parte superior de lo que simulaba una camisa, se deshacen de aquello quedándose solo con el chaleco.

-¡¿Qué?! -Me cubro la boca aunque no creo que me escuchen con tanto escándalo.

Las chicas siguen gritando y aplaudiendo, mientras dicen:

-¡Poca ropa! ¡Poca ropa!

Volteo a mi alrededor y no veo a nadie, todas están viendo el show.

Entonces los chicos vuelven a su formación y se arrancan los pantalones.

-¡Cielos!

«No puedo creer lo que acabo de ver».

Mi impresión es tal, que salgo a prisa del salón, caminando por el pasillo que da a la entrada del lugar, con la música resonando en mi mente.

-No puedo estar aquí... Yo no tendría que estar aquí...

Murmuro mientras camino agitada evitando chocar contra el centenar de personas que se han congregado en el gran salón que ahora me parece pequeño.

Una vez afuera, camino más y más rápido para alejarme del ruido a mi alrededor sintiendo mi corazón latir a paso veloz, igual que mis pensamientos desordenados, que no dejan de repetirme que estoy haciendo mal.

Cuando por fin me siento tranquila me detengo en seco.

-¿Dónde estoy? -paso la vista por todo el lugar, me doy cuenta de que aún traigo la cajita apretada contra mi pecho, me quito la diadema que empezaba a lastimarme la cabeza.

La tarde ha caído dando paso a la oscura noche, las calles de la ciudad están repletas de gente que va y viene, las luces de los establecimientos adornan la ciudad; dando esa impresión de la alocada vida nocturna.

Alcanzo a ver una bonita florería y me acerco al hombre que esta guardando los arreglos florales.

-Hola -susurro apenada y él voltea a verme-. Disculpe, señor, ¿usted sabe cómo llego a la casa del psicólogo Montesco?

-¿Cómo has dicho? -Me observa con melancólia-. ¿Estás perdida?

-Si, me alejé del lugar donde estábamos y no sé cómo llegar a la casa del psicólogo Montesco...

-¿Has dicho, Montesco? -Un hombre se acerca a nosotros-. ¿El psicólogo Montesco?

-Si, Dahir Montesco, ¿lo conoces? -Mi corazón se agita al tener un sorbo de esperanza.

-Por supuesto, esta con nosotros en aquel lugar -señala lo que parece uno de esos lugares donde la gente va a bailar.

El sonido de la fuerte música llega a nosotros, a pesar de estar a dos calles de distancia.

-Señorita, ¿tiene algún número para llamarlo? -El hombre de la florería llama mi atención.

-No, no sé su número ni la calle donde vive, pero sé que esta cerca del bosque.

-¡Yo sé donde vive! -interviene el hombre insistente-. Pero eso no importa, ya te he dicho que esta con nosotros.

Toma mi mano para llevarme con él, pero lo suelto mientras caminamos.

-Lo siento, no me gusta -saco mi panqueque de la caja y lo como a pequeños bocados.

-Descuida, bonita, no hay problema, por cierto, ¿cómo te llamas?

-Solar Winters, señor.

-Señor -Se carcajea pero no logro entender su broma.

Entramos al lugar y de inmediato la ansiedad se apodera de mi ser, el elevado volumen de la música es ensordecedor, haciendo que me límite a seguir los pasos de aquel chico extraño.

-¡Es por allá! -alcanzo a escuchar su grito, pero solo veo su espalda moviéndose entre el mar de gente.

Me detengo cuando siento que el barullo es demasiado, las personas rosando mi cuerpo; porque aquí ya no cabe ni un alma, la música que esta a punto de dejarme sorda, mi corazón palpitante a más no poder, y mis pensamientos recurrentes que me gritan que salga de aquí.

-¡Solar! -levanto la mirada y una chica familiar me sonríe.

El chico que me guíaba me jala del codo hasta una mesa donde esta la chica.

-¿La conoces?

-Claro, tú estabas en el departamento de mi novio, ¿verdad?

Es Merida, la ex novia de Dahir Montesco, o su novia, no lo sé.

-¡Pensé que él ya no era tu novio! -sigo comiendo mi panqueque, aunque el ambiente me ha quitado el hambre.

-¡Bebe un trago con nosotros! -Merida me ofrece una copa y niego.

-¡No bebo!

-¡Traiganle un jugo con hielos! -pide sonriendo el hombre extraño.

-¡Justo aquí tengo jugo de uva! -Me acerca un vaso de vidrio y lo acepto bebiendo hasta la última gota.

-¡Gracias! Quiero más -dejo la cajita sobre mis piernas.

-¡Claro, pero vamos a un lugar con menos ruido!

Asiento y me toma de la mano, no suelto la cajita cuando caminamos entre unas cuantas personas y me lleva por un pasillo donde la música va disminuyendo, hasta que llegamos a una extraña habitación que parece la alcoba de un adolescente.

-¿Dónde estamos? -La cabeza empieza a darme vueltas y me siento en la orilla de la cama dejando mi cajita en el suelo.

-Es la habitación del dueño, él es mi amigo.

La vista se me nubla y dejo caer mi cuerpo en la cama, cierro y abro los ojos despacio, el techo blanco empieza a colorerarse de figuras multicolor.

-Lucy in the sky with diamonds... -susurro levantando la mano derecha, o por lo menos eso quiero porque mis extremidades no obedecen.

-¿Qué hablas? -Un extraño acento ingles que intenta hablar en español, llega a mis oídos-. Solar, tú estando muy mal, levántate del cama, yo llevándote al Vaticano...

-¿Cómo...? -ladeo la cabeza a la derecha pero no veo nada, volteo a mi izquierda y veo al extraño quitándose la camisa-. ¿Qué pasa...? ¿Dónde está... dónde está Camille?

-No sé de quién hablas, pero te aseguro que esta noche será inolvidable.

-No... -siento su cuerpo desnudo cerca del mío, quiero levantarme pero mi cuerpo no obedece a mi cerebro-. No me toques... No me toques...

La cabeza me da vueltas, lo poco que puedo ver esta borroso y solo distingo figuras de colores.

-Tú haciendo mal... -vuelvo a escuchar la voz de Camille, pero no la veo-. Estar perdida en el camino. Yo llamando al Vaticano. Solar, vienes conmigo...

-Camille... Vete... -abro los ojos y levanto un poco la cabeza pero no la veo, el tipo extraño pasa sus sucias manos sobre mi cuerpo-. Dejame... Dejame... -intento gritar pero mi voz es debil.

-Relajate... -Mi oído se pierde, no entiendo lo que dice, los ojos me pesan y siento que en cualquier momento me dormiré-. Merida dijo que era una pequeña venganza contra su ex...

-No... No... -siento las lágrimas mojando mi rostro y mis ojos se cierran.

«Papá... ¿Dónde estás cuando te necesito?».

Una inmensa oscuridad habita en mí, todo lo que creí real no es más que solo una mentira. No le importo a nadie. Mi salud mental esta peor que nunca.

Los monstruos en mi interior se han vuelto realidad, todo esta fuera de control.

Fuera de control.

El cristal rompiéndose contra la pared, la madera de los muebles crujiendo, gritos desesperados y las sirenas de la policía. Sonidos que me llaman a la realidad.

-¡Solar! ¡Solar! -Una voz que me resulta conocida me llama, en alguna parte de esta oscuridad se enciende una pequeña luz, pero no logro ver nada-. Despierta por favor...

Mis ojos se abren un poco y veo a un ángel a mi lado, me cubre con sus alas.

-Sabía que vendrías... -murmuro en mis sueños, o la realidad, no sé en qué mundo me encuentro.

Le sonrío un poco pero el sueño hace que vuelva a perderme.

-No no no...

Daría lo que fuese para regresar el tiempo y frenar esta serie de malas desiciones.

Siento la mascarilla regalandome oxígeno.

«¿Estoy en el hospital?».

Parpadeo un poco, pero no puedo mantenerme despierta, me siento cansada y con mucho sueño.

-Esta respondiendo... -escucho una voz lejana, pero no sé de quién se trata-. Puede quedarse aquí, si ella despierta, llámeme.

-Claro, muchas gracias enfermera.

Escucho el bip de la maquina, quiero despertar, moverme a mi voluntad, pero mi cerebro y mi cuerpo no conectan, siento una cálida y suave mano sosteniendo la mía, «espero que no sea el demonio».

-Lamento no haberte cuidado como lo prometí... -escucho un leve llanto, entonces sé que no se trata de Camille-. No debí llevarte conmigo, debí regresarte al psiquiátrico... Lo siento tanto, Solar...

«¡Oh no! El psicólogo Montesco se siente culpable y aquí la única culpable de todo esto, soy yo».

-N... No... -siento que el sonido escapa con poca fuerza de mi garganta, pero no logro hacer nada más.

-Descansa, no te esfuerces... Aquí estaré para cuando despiertes, Solar.

Deja caer un diminuto beso en el dorso de mi mano, y eso me basta para caer de nuevo en el sueño.

-No puedo fingir, lo que ves en mi es por ti... Dejame sentir, solo acércate... Porque en ti puedo ver mi reflejo, la mitad de mi vida hecha a besos, cada sol, cada luna en mi cielo...

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