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Capítulo 32 Solar


Mi padre tiene un avión privado, lo usamos para no abordar un viaje lleno de gente desconocida y sin sentido de la higiene, así que no hay problemas cuando de viajar se trata.

Ahora el psicólogo Montesco maneja hasta el aeropuerto, donde abordaremos el avión de mi padre.

-¡Vaya! Si que es increíble -comenta él en cuanto subimos al avión-. Que envidia viajar como toda una celebridad.

-Yo solo veía la exclusividad, un viaje más tranquilo y sin personas ajenas a mí -explico tomando asiento mientras el asistente de vuelo nos da indicaciones.

Comemos algunas botanas y bebemos soda mientras esperamos a que el vuelo llegue a su destino.

-Solar... Solar... -escucho que alguien me llama, pero mis ojos se niegan a abrirse-. Solar, ya llegamos.

-¿Mm?

Abro los ojos con lentitud y me sorprendo al ver el paraíso a lo lejos del aeropuerto.

-¿Holbox?

Bajamos del avión a un pequeño jeep que nos espera para llevarnos al hotel, el mismo hotel en el que me hospedo cuando vengo con papá, apartado de los turistas, en una pequeña reserva cerca de la playa.

Subimos cada uno a su habitación, la mía es la suit presidencial en el doceavo piso y la del terapeuta Montesco es la siut a un lado de la mía, más sencilla pero con los mismos lujos.

Comemos juntos en mi suit y después bajamos a la recepción, donde tomaremos un pequeño tour nocturno con los demás huéspedes.

«No puedo creer que mi padre haya pedido este permiso en el psiquiátrico para mí, todo un fin de semana lejos de todo y de todos, claro que no sola, pero estar aquí en Las Nubes de Holbox, es un gran regalo».

-¿Solar?

El psicólogo Dahir llama mí atención.

-Lo siento, otra vez estoy sobrepensando las cosas.

-Intenta relajarte, no todos los días venimos a las playas de Holbox -señala el exterior con su palma y después reacomoda la mochila a sus espaldas-. Para mí es la primera vez, así que guíame.

Yo solo traigo una pequeña mochila con un suéter y una frazada.

-Tenemos que buscar al guía en el área de Kayaks del hotel -reviso el reloj de la recepción-. A las ocho en punto, y solo fantan unos minutos.

-Pues vamos -coloca su mano derecha en mi hombro, apenas rozandolo.

Un gesto que me hace sentir protegida y segura.

Caminamos al área indicada donde un pequeño grupo de huéspedes se ha congregado. El encargado del tour llega y nos da la opción de tomar un carrito de golf, un kayak, el padel board, caminar o ir en bicicleta acuática, dependiendo de la vista que queramos obtener, nosotros optamos por la bicicleta.
El guía encabeza el grupo dando una reseña de la isla y las experiencias que se pueden vivir aquí, mientras que el psicólogo Montesco y yo nos quedamos atrás; vamos a paso lento admirando el paisaje, la noche estrellada parece reflejarse en las aguas cristalinas que ahora dan la impresión de estar bañadas por pequeñas luciérnagas azules.

-¡Woow! Que hermoso paisaje, parece salido de la mente de John Lennon después de su experiencia con el LSD -Se quita su mochila y la deja a un lado de su asiento.

Él luce como niño en jugueteria, realmente está asombrado por la obra de arte frente a nosotros.

-¿Nunca lo había visto? -cuestiono dejando de pedalear para charlar un momento, me quito mi bolso y lo dejo cerca de mis pies.

-Es la primera vez... -voltea a verme y sonríe ampliamente-. Es mágico... Irreal... No sé... ¿Qué es? ¿Cómo es posible?

-Se llama bioluminiscencia, es un fenómeno natural que está presente aquí en la mayor parte del año, es más intenso cuando la temperatura del agua es más cálida, también se le conoce como ardentía.

-Cuéntame más, es agradable escucharte hablar.

Aparto la mirada bajando la mano para tocar el agua, mis dedos acarician gentilmente la superficie.

-La mayoría de las veces... se puede ver en las noches a la orilla de la playa, algunos organismos pueden presentarla y controlar a voluntad la intensidad de la luz emitida... e incluso neutralizarla mediante estructuras conectadas a su sistema nervioso.

Lo siento acercándose a la orilla, volteo a verlo, me está observando como si acabase de decirle que los polvos de hada son reales.

-¿Cómo sabes tanto del tema? -arruga la frente sonriendome.

-Por mi padre... Cuando tenía un receso de sus actividades en la milicia, me traía aquí para distraernos... -Me pierdo en su mirada, sus cristalinos ojos grises reflejan el azul intenso del mar.

-¿Puedo? -señala con la cabeza mi mano, y asiento levemente.

Su mano juega con el agua intentando atrapar las luces.
Su semblante es tranquilo y relajado, al mismo tiempo que sus ojos van en todas direcciones intentando captar cada centímetro de este bello fenómeno.

Me atrapa viéndolo y levanto la mirada, mi respiración se encuentra un poco agitada, mis pensamientos van y vienen en un correcto e incorrecto de esta situación.

Nuestras manos se rozan en el agua, y me apresuro a sacar mi mano tan rápido como si hubiese tocado el fuego mismo.

-Lo siento -Me disculpo de inmediato.

Me apresuro a regresar a mi asiento y él hace lo mismo, pero nos movemos tan rápido que hacemos que la bicicleta acuática se mueva de un lado a otro, provocando la inestabilidad y haciendo que la misma nos tire al agua.

-¡Noo! -intento sostenerme de la orilla, pero el movimiento me lo impide.

-¡Tranquila, no te muevas! -Él intenta calmarme, pero la adrenalina me lo impide.

-¡Hayyyy!

-¡Solar!

Nos sumergimos en las aguas azules, mis ojos buscan al Psicólogo, su piel blanca se tiñe de pequeñas luces azules, un efecto hipnotizante.

Volte a verme y sonríe, toma mis manos y jala mi cuerpo haciendo que demos vueltas bajo el agua, algo dentro de mi hace que me ría y el agua se mete en mi boca.
Él me ayuda a salir del agua y nadamos a nuestra bici.

-¿Estás bien?

Toso escupiendo el agua y me ayuda a subir a la bici.

-Si... Estoy bien.

Lo ayudo a regresar a la bicliceta de agua y me abrazo para darme calor.

«Debí preveer esto y traer una toalla».

-Toma. -Me acerca una toalla que ha sacado de su mochila-. Por alguna extraña razón siempre tengo un accidente cuando estoy cerca del agua.

Agarro la toalla y rodeo mi cuerpo, él también se seca divertido, lo que hace que me ponga timida y sonrío un poco.

-¿Entonces es su culpa? -Una delicada gota de agua recorre mi rostro hasta llegar a mi barbilla.

-Podría decirse que es mi mala suerte -termina de secarse y se quita el suéter para exprimirlo-. Afortunadamente estamos en una playa, así que no es extraño que estemos mojados.

-A veces dice cosas divertidas -comento inexpresiva.

-Probablemente en mi otra vida fui bufón del rey... -observa el mar a mis espaldas y sonríe-. ¡Mira! -Se inclina en la orilla y mete su mano al agua.

-Una botella... -La tomo para observar su contenido.

-Parece una carta -murmura el psicólogo Montesco acercando sus ojos al objeto.

-¿Puede abrirla?

Le entrego la botella y volvemos a acomodarnos en la bicicleta acuática.

Lo veo acercando la boquilla de la botella a la orilla de la bicicleta para hacer palanca. El pequeño tapón que mantiene reclusa a la carta, sale volando de regreso al mar.

-Mira -Con sus delicados dedos toma el papel y me lo entrega.

Lo extiendo con curiosidad, para leerlo en voz alta.

-Te escribo a ti, mar, porque sé que tú no contarás mis secretos, porque sé que tú no vas a traicionarme como lo han hecho todos.

Te escribo porque quiero sacar todo este dolor que he guardado por años, los miedos, la ansiedad, las ganas de gritar y salir corriendo, porque no me gusta mi vida, porque ya no quiero esto para mí...

Estoy cansada de hacer lo que los demás quieren, de no vivir mi vida por vivir la de otros, estoy cansada de los prejuicios, el odio y los señalamientos a mi persona... Estoy cansada de vivir... Sé que sería fácil perderme en tus aguas y que a nadie le importaría, pero no lo voy a hacer, eso sería darle el gusto a los demás.

En su lugar... Solo voy a alejarme... Voy a volar lejos y vivir la vida que quiero, ya no voy a escuchar ninguna voz que no sea la mía.

Porque yo importo tanto como los demás, voy a vivir como quiero.

Si esta carta llega a tus manos, sigue mis pasos y se feliz. No te rindas todavía.

-Tiene mucha razón.

-¿Debería hacerle caso? -levanto la mirada y observo fijamente a mi terapeuta-. ¿Debería hacer caso a lo que dice esta carta?

-Solo sé que... Si no eres feliz ahora, aún estás a tiempo de cambiar el rumbo de tu vida, eres muy joven como para vivir encerrada con tus monstruos.

Me sonríe y asiento lentamente.

-¿Están bien? -El guía se acerca a nosotros en su bici acuática-. Vi de lejos que se cayeron.

-Si ha ha -El terapeuta se carcajea de una forma que me hace sonreír, volteo a verlo y me devuelve el gesto-. Fue un pequeño incidente, pero estamos bien.

-Muy bien, vamos a regresar a la orilla, van a ofrecer un bufete especial en el restaurante junto al hotel, usted y su novia pueden adelantarse para cambiarse, si así lo desean.

«Otra vez. Es la segunda vez que nos confunden con una pareja. Me gustaría saber qué harían si supieran que es mi terapeuta».

-Claro, estaremos encantados de ir. -Me ve sonriendo, estoy segura de que también quiere reír a carcajadas-. En un momento los alcanzamos.

-Nos vemos chicos, y déjenme decirles, que hacen una muy bonita pareja.

-Muchas gracias -acepto su cumplido y lo vemos alejarse para encontrarse con el grupo de turistas.

El terapeuta y yo nos reímos, aunque él se ríe a carcajadas mientras pedaleamos a la orilla.

-Es la segunda vez que nos confunden ha ha. -Me ayuda a bajar y rápido sacudo las mangas de mi suéter, aún siento mi ropa humeda-. Subamos a cambiarnos y bajamos a cenar, ¿te parece?

Asiento y subimos con ayuda del elevador.

Pasamos una velada agradable en el restaurante, aunque me siento un poco incómoda rodeada de desconocidos, estar con el terapeuta Montesco se convierte en el sueño deseado de cualquier chica.

Es un hombre atento y amable, caballeroso en todos los sentidos, educado y respetuosos, su forma de ser me recuerda un poco a mi padre, aunque Dahir Montesco es la versión joven y renovada.

Tiene tema de conversación para cualquier cosa, sabe muchas cosas, puedo deducir que es sumamente inteligente, no cabe duda que conocerlo como persona afuera del consultorio es otro mundo.

Por la mañana desayunamos juntos en mi suit, por alguna extraña razón me agrada comer cerca de él, debe ser porque es la única persona que no me juzga ni me obliga a comer cosas que no quiero.

Todo el fin de semana hacemos las actividades que tiene preparadas el hotel, remamos, nos tiramos de la tirolesa, nos relajamos en las aguas termales, aunque yo prefiero sentarme en una roca cercana y observar, quien sabe cuantas personas habrán dejado su mugre ahí.
Tomamos las lecciones de yoga y un poco de baile con los isleños.

El domingo por la tarde caminamos un rato por la playa para después regresar al hotel y hacer nuestras maletas.

-Es hora de volver a la realidad.

Cierro mi maleta y salgo de la habitación, bajo a la recepción y me encuentro con el terapeuta Montesco, esta hablando con dos chicas que también parecen turistas.

-Que lastima que no te vimos antes, ¿seguro que no puedes quedarte unos días más? -comenta una de ellas con un tono de voz que me provoca náuseas.

-No puedo, debo regresar a casa, la universidad y mi trabajo me esperan.

-Que envidia -señala la otra chica acariciando el cuello de su camisa-. Hay gente que te tiene veinticuatro siete y nosotras apenas y te vimos.

-Estoy lista, ¿nos vamos? -Me acerco a él y las chicas se retiran un poco.

-¡Oh! Lo siento. -Se disculpa la primera chica y de inmediato me ve de pies a cabeza.

-No nos dijiste que tenías novia. -La segunda chica se hace la ofendida y me fulmina con la mirada.

-Nunca me lo preguntaron, además solo se acercaron a pedirme la hora, cuando claramente hay un enorme reloj ahí -señala la pared de la recepción, detrás del mostrador-. Si nos permiten, debemos irnos.

Me rodea la cintura con su brazo y camino pegada a él sin protestar. Llegamos al jeep que nos espera para abordar el avión privado y sigo en shock procesando lo que acaba de suceder.

-Lo lamento, Solar, pero llegaste a buen tiempo, esas chicas no se iban y yo no estoy para pensar en el romanticismo por ahora.

-Ok.

Subimos al jeep y mi mano baja justo a donde hace unos segundos estuvo la mano de él.

«Nunca me habían tocado así».

Abordamos el avión privado y permanezco en silencio el resto del camino, no siento el momento en que me quedo dormida pero despierto gracias a una pesadilla donde el diablo es el protagonista.

Bajamos del avión y abordamos el auto del terapeuta que se había quedado en el estacionamiento del aeropuerto.

El viaje ha sido un verdadero respiro, eso no puedo negarlo, pero hay algo dentro de mi que me inquieta, una emoción extraña que no puedo describir.

«Me estaré volviendo loca».

-Tú y yo los dos juntitos frente al mar, sé por donde quieres ir a parar... Aunque mires así no servirá, si es que nos entendemos sin hablar... Muero cuando te vas, toco el cielo si estas...

La música del terapeuta Montesco es una oda a los corazones rotos, pero esta canción hace que quiera verlo sin parar.

-¿Cómo se llama esa canción?

-Tiroteo o algo así, es de Marc Seguí, ¿no te gusta? -maneja concentrado en la carretera-. La puedo quitar si quieres.

-No. Solo pienso que eso no ayuda a su corazón roto.

-No tengo el corazón roto ha ha -Me regala una sonrisa y sigue manejando-. Me gusta esa canción de otra forma, para mi es como esa historia de un amor imposible, estar enamorado de alguien y querer estar con esa persona, crearte una historia en la cabeza cuando la ves, sabiendo que nada de eso sucederá.

-¿Eso no es masoquismo?

Llegamos a la carretera que lleva al hospital.

-En cierto modo, si, si uno tiene pensamientos tristes, puede ser... Para mi es una hermosa canción.

-¿Eso significa que ya olvidó a su ex novia?

-Si y no, puedo olvidar lo que tuvimos, pero lo que me hizo será difícil de superar.

-¿El amor que sentía por ella ya no existe?

-Parece que no, si la recuerdo solo pienso en la decepción.

-¿Y si nunca la amó y solo pensó que si por la cercanía? -llegamos al estacionamiento y apaga el motor del auto.

-¿Te refieres a la costumbre?

-Así es.

-Lo más cruel del amor, es que se presente como una simple fantasía.

-Un oasis en el desierto.

Bajamos del auto y me ayuda a llevar mis cosas a mi habitación.

«En definitiva, el amor solo lastima».

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