Capítulo 30 Solar
El gran día ha llegado, el festival de la villa navideña esta aquí.
Me visto con un pantalón de mezclilla y una playera blanca, me pongo un suéter de punto en color beige y mi abrigo del mismo color, guantes y un gorro de lana, afuera esta helando y no quiero congelarme y llegar a casa como paleta.
—A casa... Esta noche me voy a casa.
Hago una pequeña maleta guardando mi ropa de civil para dejarla en casa y traer ropa nueva, escondo la tarjeta del terapeuta Montesco entre mis calcetas y cierro bien la maleta, salgo de mi habitación no sin antes revisar que todo esté en orden.
Hay algunos adornos navideños dispersos en el lugar, haciendo sentir el espíritu navideño.
—¿Estás lista, Solar? —volteo a ver a la enfermera Gutiérrez y asiento—. Llevaré tu maleta al auto de tu padre, él ya llegó, esta en el gran salón por si quieres ir a verlo antes de que hagan sus presentaciones.
—Si, quiero verlo —caminamos al elevador y los chicos nos alcanzan.
—Vamos chicos, el gran día ha llegado.
Violeta y Peter también irán a casa el fin de semana, Jimmy es el único que se queda, quería llevarlo conmigo pero sus padres no lo autorizaron.
—Bonito abrigo, Solar —comenta Violeta entusiasmada—. Os traeré recuerdos de Madrid, seguro que no habeis visitado mi tierra, así que os traeré bonitos souvenirs que los harán sentir en tierras madrileñas.
—Yo me voy a Canadá, les traería nieve, pero aquí ya hay demasiada —menciona Peter—. Yo me voy a Canadá, les traería nieve, pero aquí ya hay demasiada.
—Soy el único que no traerá nada —murmura Jimmy.
—¡No te sientas mal, Jimmy, recuerda que el terapeuta Montesco nos llevará de paseo pronto, estaremos juntos los cuatro! —Violeta trata de animarlo y él sonríe con pesar.
—Portense bien, chicos, no hagan travesuras y disfruten el tiempo con sus familias, tal vez pronto puedan regresar con ellos. —Nos aconseja la enfermera—. Vayan al gran salón, yo llevo sus maletas con sus familiares.
—¡Gracias, enfermera Lucía! —Violeta corre al gran salón y Peter la sigue igual de entusiasta.
—Que envidia les tengo... —murmura Jimmy a mi lado.
—Vamos, seguro que a mi padre le gustará verte. —Lo tomo de la mano aprovechando que traigo guantes y él también—. Te ves muy pachonsito con ese abrigo.
—Me lo regaló tu papá... —confiesa timido.
—¿De verdad?
—Si, me lo envió el otro día con la doctora Brown, dijo que tal vez me haría falta para el invierno.
—Papá siempre piensa en los demás.
Llegamos al salón y corro a sus brazos.
—¡Papá! ¡Papá!
—Mi solecito... —besa mi cabeza y lo escucho reír—. Pronto vendrás a casa conmigo. —Me suelta y lo veo a los ojos—. Tu terapeuta ha visto un gran avance en ti, y veremos si en este fin de semana conmigo, logras adaptarte mejor, también podrías seguir con tus estudios.
—Eso suena bien, papá —sonrío un poco y recuerdo a Jimmy—. Jimmy también quería verte. —Lo llamo para que se acerque y él camina tímido hasta nosotros.
—Gracias, por el abrigo, señor Winters.
—Ha sido un gusto, Jimmy. —Papá sonríe ampliamente y voltea a verme con los ojos cristalinos—. ¿Tus padres ya llegaron? —observa a las familias en el salón, pero no hay señal de ellos.
—Tal vez ya no tardan, debemos irnos papá, quedan unos minutos para que inicie la villa navideña, toma asiento allá —señalo los lugares preparados para el público frente a la tarima—. Aquí dará inicio la villa navideña, después pasarán a las diferentes aulas para ver las presentaciones y al final regresarán aquí para el último acto y el cierre de la villa.
—Muy bien, en ese caso tomaré asiento, los veo después, chicos.
—Papá besa mi cabeza y hace lo mismo con Jimmy, quién se conmueve ante su acción.
Salgo del gran salón y Jimmy se queda para ver a Peter en la inauguración.
Llego al aula de repostería y me preparo quitándome el abrigo y los guantes, me pongo mi delantal y lavo mis manos, busco la maqueta de gengibre que hice un día antes y la pongo en mi mesa, saco las pinturas comestibles y pongo manos a la obra: pinto las casita y árboles, he preparado una pequeña villa con casita de gengibre, algunos árboles y luces navideñas, además de una ensalada de frutas de temporada cortadas con diferentes figuras.
Termino de pintar mi villa y la acomodo al centro de mi mesa, a mi derecha pongo mi ensalada y a mi izquierda una charola con galletas de gengibre y mantequilla decoradas solo con chocolate y amaranto.
—Muy bien, Solar, tu proyecto final es hermoso —levanta su celular y me observa—. ¿Puedo tomar una foto?
—Adelante.
—Bien, uno, dos, tres —captura el momento y aunque intenté sonreir, no pude hacerlo, así que ahora parezco triste en navidad—. Debo admitir que tu proyecto es el mejor de la clase.
—Lo sé.
Volteo a ver a mis cinco compañeros y es verdad, sus proyectos se ven más sencillos, pero no dejan de ser bonitos.
—Aquí están.
Los familiares y algunos de los otros invitados entran al aula, veo a mi padre sonreirme, Jimmy me saluda con su mano y el terapeuta Montesco en su distintivo traje azul a juego con su abrigo del mismo color, me observa sereno y asiente.
Mis manos empiezan a temblar y respiro más rápido.
—Calma, Solar... Todo estará bien... Uno... Dos... Tres... Cuatro... —inhalo y exhalo profundo.
La profesora va pasando por las mesas escuchando la explicación de los demás alumnos, mientras los padres escuchan con atención cada palabra, hasta que llega mi turno y los presentes se acerca a mi.
—Ella es Solar Winters, su proyecto se llama Villa Navideña y a continuación escucharemos su explicación.
Volteo a ver al terapeuta y me sonríe asintiendo, la doctora Brown esta a su lado haciéndome señas con su mano para que me tranquilice.
«Tú pudes, Solar».
—La villa navideña... Representa el espíritu de la navidad... —señalo las pequeñas casas y los árboles—. El hogar en donde se reúnen las familias cada año, para celebrar la paz y la unión, en la época de invierno, es por ello qua coloqué la nieve en las casas y los árboles... —señalo las pequeñas luces y un pino navideño—. Existe la costumbre de poner un árbol navideño y luces coloridas que atraen a papá Noel, quien llega con regalos para los niños. He colocado la fruta de temporada que se usa para preparar bebidas o sencillos bocadillos, y las galletas son las que para mi representan la navidad.
—Excelente presentación, Solar. —La profesora sonríe y me aplaude, lo mismo que los demás presentes—. Pueden tomar fotografías si gustan —anima a los presentes, quienes no dudar en sacar los celulares para fotografiar mi proyecto—. Solar Winters ha ganado el primer lugar en las presentaciones de proyecto final en el área de repostería.
—¡Felicidades! —Todos aplauden y bajo la mirada un poco timida.
—Toma, Solar. —La profesora me entrega un pequeño trofeo y un diploma, saca su marcador para colocarle mi nombre y su firma—. Muchas felicidades, Solar.
—Gracias...
Tomo el trofeo y el diploma y papá se acerca a mi.
Los demás presentes caminan a las otras mesas a comerse los proyectos.
—¡Felicidades mi niña! —besa mi mejilla y me siento más apenada—. ¡Ven Jimmy! Tomanos una foto. —Le entrega su celular y Jimmy obedece.
—Yo también quiero salir —pide Jimmy.
—Claro, ven. —Papá lo jala a su lado y toma el celular—. Tomaré una selfie, venga terapeuta Montesco. —Lo invita y el terapeuta se coloca a mi lado, toma mis codos para que suba el trofeo y sonrío un poco—. ¡Uno, dos, tres!
Papá toma la foto y todos salimos bien en ella.
—Pueden comer las galletas y la fruta, pero no toquen mi villa —expreso buscando el papel fil para cubrir mi villa.
—Que rico, yo si quiero —Jimmy llena su boca de fruta.
—¿Dónde está Peter?
—Fue con Violeta, a ayudarle con su vestuario, es la siguiente con la obra de teatro.
—Vamos, quiero verla —pido viendo a papá y después al terapeuta.
—Claro, vamos —Papá busca a la profesora para que guarde mi proyecto y ella acepta.
Salimos al salón de usos múltiples donde se ha montado un pequeño teatro, la mayoría de los asientos están ocupados, pero Violeta nos ha apartado lugares en primera fila junto a sus padres.
Vemos la obra que han montado, este año eligieron el cascanueces, ver a Violeta en este ambiente es nuevo para mi, sin duda lo suyo es el teatro, espero que realmente deje de lado el derecho y haga una carrera como actriz.
Al termino de la función salimos de regreso al gran salón, donde Jimmy ya se prepara para su baile.
—No veo a sus padres por ningún lado —busco entre los invitados, pero los padres de Jimmy no están—. No es justo que le hagan esto.
—Lo sé, Solar, pero nosotros lo apoyaremos. —Papá me sonríe y guardamos silencio.
Los primeros en presentarse son el grupo de baile, con un mix de varios géneros musicales, hasta que llega el turno del solo de Jimmy.
—Y para cerrar con broche de oro, tenemos a nuestro talento estrella, el increíble Jimmy Park Salas —anuncia la doctora Brown a través del micrófono, todos aplaudimos y sigue hablando—. Bailando Serendipity de Park Jimin.
El silencio inunda el lugar, las luces se atenuan y solo aparece una pequeña luz en el centro del escenario, Jimmy camina lentamente con la mirada al suelo, vistiendo como un verdadero ángel, descalzo y jalando una tela blanca que arrastra por el suelo.
—이 모든건 우연이 아냐그냥, 그냥 나의 느낌으로, 온 세상이 어제완 달라, 그냥 그냥 너의 기쁨으로... —La música da inicio y Jimmy se desenvuelve por el escenario como un verdadero profesional—. 설레는 만큼 많이 두려워, 운명이 우릴 자꾸 질투해서, 너만큼 나도 많이 무서워, when you see me, when you touch me...
Mis ojos se maravillan ante el espectáculo que nos regala Jimmy, veo sus delicados trazos, las líneas que forma con sus brazos y piernas, las expresiones en su rostro que dejan ver lo mucho que disfruta bailar, y me lamento que sus padres no hayan llegado.
—¡Así se hace, Jimmy! —grita con fuerza mi padre, al mismo tiempo que nos ponemos de pie para aplaudir a Jimmy.
Todos los presentes le aplauden entusiasmados y se cierra el telón.
La doctora Brown y Peter se encargan de dar cierre a la villa navideña.
Las familias se despiden y yo hago lo mismo con mis compañeros de piso, dejándole un ramo de tulipanes a Jimmy, cortesía de mi padre.
Hago mi camino a casa en la camioneta de papá y me preparo para un gran fin de semana.
—He dejado tu habitación intacta —comenta papá cuando entramos a la residencia.
Había olvidado lo mucho que me gusta estar en casa, una bonita residencia de tres pisos a las afueras de la ciudad, justo al otro extremo del hospital psiquiátrico.
Fue construida en su totalidad de madera y eso me encanta, pero lo que más me gusta es que no tenemos vecinos.
Camino por el lobi observando todo a mi alrededor, «nada ha cambiado», los cuadros de Tamayo siguen aquí, las infinitas escaleras a los costados que dan paso al segundo piso lucen recién pulidas, aroma a pino me recibe por todos los rincones de la casa, y a cada paso que doy puedo sentir como la residencia me da la bienvenida.
—¿Puedo subir? —volteo a ver a papá y me sonríe.
—Adelante, hija, esta también es tu casa.
Me entrega mi maleta y subo corriendo al segundo piso, camino por el corredor hasta llegar al fondo y vuelvo a subir más escaleras hasta llegar al tercer piso, corro por todo el pasillo sonriendo para mi, seguro que papá me esta escuchando correr.
Llego al otro extremo de la casa y abro la puerta de mi habitación.
—Mi casa... —dejo escapar un par de lágrimas y suelto mi maleta para entrar, observo todo como si fuese la primera vez que veo mi habitación—. Mis cosas...
Acaricio mi cama, abro el gran armario y paso la mano por la ropa que cuelga de los ganchos, camino al aseo y veo que esta impecable, corro al balcón y abro los ventanales; desde aquí puedo ver todo el gran jardín cubierto por la nevada.
Tomo la cena con papá y después regreso a mi habitación, donde duermo plácidamente gracias a las pastillas para dormir que me ha mandado la doctora Brown.
Papá me despierta para salir a patinar en el lago que esta cerca de la casa, por la época se ha congelado. Después pasamos el día en casa viendo películas y comiendo chucherías, al caer la noche papá y yo nos sentamos cerca de la chimenea a contar historias de lo que hacíamos cuando era niña, le comento mis avances en terapia y después subo a dormir.
Los días se me pasan volando y ya es domingo por la mañana, papá prepara té mientras me siento en la sala a leer un poco.
—Solar, quiero comentarte algo.
—Dime, papá —dejo el libro en el sofá para ponerle atención.
—Ahora que estaré fuera... —Se sienta en el sofá a mi izquierda y me observa con cautela—. Camille regresará a casa.
—¡Papá, ella no es buena!
—Solar, no quiero que empieces otra vez con tus mentiras, ella es tu madre y...
—¡Y nada, papá! ¡Ella no te quiere, solo volvió por tu dinero! ¡Tu dijiste que ya no la querías! —Con ambas manos me sujeto a mi abrigo, haciendo la tela puño—. ¡Mentiste!
«No quiero llorar, no voy a llorar, derramar una lagrima por esa mujer, sería como ofrecerle mi alma al diablo.».
—Calmate, Solar.
—¡Lo haré si ella no viene!
—Camille ya tiene su habitación en el segundo piso, a lado de mi habitación... —suspira con tristeza—. Ella llegó mientras dormías, debe estar en el jardín...
—¡¿Qué?!
Se acerca a mi, pero salgo corriendo.
Subo las escaleras apresurada, dejando que el fuego que comienza a crecer en mí se desborde con la adrenalina.
—¿A dónde vas, hija?
Llego a la habitación de esa mujer seguida por mi padre, pero cierro la puerta antes de que él entre.
Mi respiración es agitada, siento un fuerte calor en mi pecho, como si todo ese dolor que ella había causado volviera a mí de golpe.
—¡Abre la puerta!
Busco entre los cajones el vino, a la mujer que se dice mi madre le encanta beber y fumar.
—Yo no pienso volver a tu lado, a mi no me vas a engañar... —susurro sacando la botella de vino, para después destaparla y vaciarla sobre la cama, el armario y cualquier cosa que pueda encenderse.
—¡Abre la puerta, Solar!
Los gritos de mi padre hacen crecer la rabia dentro de mi, todo el coraje acumulado por años, mi pecho es un bosque que comienza a incendiarse, las llamas recorren mi ser y lo único que pienso es en hacer pagar a la causante de todo esto.
Reviso la cómoda y encuentro los paquetes de cigarros, pero lo que quiero esta a un lado; el encendedor.
—Ahora si mami, ¿te gusta el fuego...? Entonces que arda.
La chispa se enciende en la cama, y en tan sólo unos segundos la habitación comienza a calentarse; las llamas arrasan todo el lugar en un abrir y cerrar de ojos, la madera del armario comienza a crujir, la ropa en los percheros se deshace en las manos del calor, las flores que se encontraban en la cómoda ahora son cenizas, las cortinas brillan con el amarillo ardiente, todo un escenario digno de película, que por alguna extraña razón, me causa paz.
Mis ojos se pierden en el rojo vivo que hay delante de mí; el rojo de la furia y la venganza. Por un momento quisiera que ella estuviese aquí, viendo como este incendio destruye su vida, tal como ella lo hizo con la mía.
—¿Estás bien, Solar? ¡Abre la puerta!
Los gritos de mi padre me regresan a la realidad, no me he dado cuenta que empecé a toser, el fuerte humo se mete en mis pulmones impidiendo que pueda respirar.
Camino rápido a la puerta dando vueltas a la perilla pero esta no cede, la ansiedad se apodera de mi y jalo con más fuerza la perilla, salgo a prisa chocando con la mujer que me dio la vida.
—¡¿Tú qué haciendo maldita piromana?!
—¡No me toques! —Mi vista se nubla por el humo y no veo a mi padre por ningún lado—. ¡Papá!
—¡Solar! —Lo escucho en algún lugar de la planta baja, pero no lo veo.
—¡Tú haciendo un desorden! ¡Estando loca, Solar! —La bruja sigue furiosa pero solo pienso en estar con mi padre.
Me toma por los hombros con fuerza pegandome al barandal y me empuja al vacío.
—¡Ahhhh!
—¡Noooo!
Escucho el grito desesperado de mi padre, igual que las llamas que se apresuran a tomar todo lo que se encuentra a su paso.
Atravieso el barandal de las escaleras y caigo en un golpe seco contra el suelo.
El incendio dentro de mi se apaga, en el mismo momento en que cierro los ojos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro