Capítulo 27 Dahir
Era un invierno andante.
Literal, mi vida era fría y solitaria.
Estaba en plena depresión después de una decepción amorosa; había entregado los mejores seis años de mi corta vida, y todo terminó en un abrir y cerrar de ojos llevándome a la completa oscuridad, de aquel loco amor adolescente solo quedaban las migajas y nunca me percaté de ello hasta que fue tarde.
En mi pecho se había instalado un frío iglú que protegía a un solitario y cristalino glacial; mis pensamientos eran como la escarcha, sin sentido, sin un propósito alguno de ser, un escudo que pretendía fortalecer mi mente y mi cuerpo.
Quemaba todo a mi alrededor, como el hielo cuando ha sobrepasado los diez grados bajo cero, haciendo que las personas a mi alrededor se alejaran, mis amigos se habían ido, mis colegas en el trabajo apenas y me veían, mi familia... Mi familia había desaparecido incluso antes de saberlo.
Doy vueltas en la cama al recordar todo aquello, hasta que mi mente se instala aquí.
Un helado día de invierno mientras camino por el congelado lago, con un vaso de café caliente en la mano para intentar calentar mi alma, tropiezo con el sol; una delicada y risueña chica que a mi lado se ve como una pequeña ardilla junto a un gran roble, llena de vida y más color que un cuadro de Tamayo.
—¡Lo siento! —canta con una voz almibarada y algo nerviosa, intentando limpiar el café que ha derramado en mi abrigo—. No traigo mis gafas, y estaba distraída... Pero que torpe.
—Descuida... —Mi voz sale más cruda de lo que esperaba, sin embargo, ella no muestra signo alguno de miedo.
Mis manos rozan las suyas mientras intentamos limpiarme, alcanzo a sentir la suavidad de los pétalos de una rosa.
—¿Puedo invitarte un café? —cuestiona levantando la mirada—. Para disculparme y reponer el que te tiré.
—De acuerdo.
Apruebo con la cabeza.
—Por cierto, me llamo Solar.
—Soy Dahir.
Estrechamos las manos, siento un dardo de luz que se clava justo en mi corazón, y en este instante sé que la primavera ha llegado a mi vida.
Solar me ha cruzado haciendo lo que hace la primavera; llenando mi vida de calidez y color, sus palabras bondadosas y mágicas, hacen que cada día nazca un pequeño retoño de tulipanes o girasoles en el prado que se ha creado a nuestro alrededor.
Su perfume embriagador me recuerda a los campos de fresas donde crecí, haciendo que mi alma arda al rojo vivo provocando que los muros de hielo que había creado dentro de mí, se derritan uno a uno.
Nuestras estaciones se mezclan por completo; en un instante podemos crear un verano caluroso de día y de noche, dejando a esos retoños florecer en hermosas margaritas, tulipanes, claveles, girasoles y algunas rosas coloridas en el interior de nuestros corazones.
O un otoño acogedor, recordando nuestras memorias mientras caminamos por el bosque, alimentando las raíces de nuestras almas con caricias y besos amaderados.
Con Solar mi alma se esta recuperando, ha logrado derretir la frigidez de mi ser, haciéndome renacer con su calurosa esencia.
Por fin, puedo creer de nuevo en el amor.
Sonrío como un adolescente enamorado mientras nos sentamos en una banca del Parque Nacional Duprí, al mismo tiempo que bebemos un café caliente viendo el atardecer, viene a mi memoria esa canción de Shawn Mendes.
—Baby, you are bringing out a different kind of me, there's no safety net that's underneath, I'm free, fallin' all in you...
—¿De verdad te has enamorado de mi? —Sus hermosos ojos expresivos me sonríen y sus labios dibujan una tierna y coqueta sonrisa.
—Eso siento... Cuando estoy contigo puedo ver mi vida pasar... Un hermoso futuro a tu lado —confieso avergonzado—. No se supone que sería así, pero sucedió... Me enamoré...
—Que cursi suena eso... —murmura evitando verme.
Mi sonrisa desaparece y tomo su barbilla para que me vea.
—No habrías dicho eso cuando nos conocimos.
—Porque no te conocía. —Su mirada es senera e impenetrable, no puedo saber si esta feliz, enojada o triste porque simplemente no muestra emociones.
—Solar... ¿Qué sucede?
Todo a mi alrededor empieza a tornarse gris, una tormenta de nieve azota en la ciudad y Solar se va a alejando poco a poco.
—¡Solar!
Intento tomar su mano pero la tormenta la aleja de mi y yo no puedo moverme de mi lugar, mis pies se han congelado pegandose al suelo.
—¡Es imposible! —grita ella mientras se aleja—. ¡Aléjate de mi!
—¡No quiero! —desaparece de mi vista y vuelvo a sentirme perdido, cierro los ojos ante la terrible oscuridad—. ¡No quiero! ¡Solar! ¡Solar!
Abro los ojos de golpe y me doy cuenta del lugar en donde estoy; mi habitación.
—Fue un sueño... —intento relajar mi respiración agitada acariciando mi pecho—. Un sueño... Solo eso... —respiro profundo sintiendo el sudor frío recorriendo mi cuerpo.
Intento volver a dormir pero mi mente se niega a ser cegada, así que me levanto un par de horas antes de lo común.
Hago una hora de ejercicio para calmar mi cuerpo y mis nervios, tomo un buen baño y un desayuno ligero, salgo a la universidad llegando antes que todos y en cuanto abren las instalaciones entro a la biblioteca.
Me pongo los audífonos a volumen bajo y saco mis cuadernos para terminar los trabajos finales y así poder tener las vacaciones libres.
—¡Dahir! —El profesor Mendoza me encuentra en la biblioteca—. Hoy madrugaste.
—Hola, profesor Mendoza. —Me quito los audífonos y volteo a verlo, esta de pie a mis espaldas—. Usted también ha madrugado.
—Me gusta llegar antes por si me falta algo para mis clases. —Se sienta a mi lado y deja su portafolio en la mesa junto con su vaso de café—. Es poco común ver alumnos a estas horas.
—Si... No podía dormir y decidí venir antes.
—Sé que no es hora de nuestra sesión, pero sabes que puedes confiarme cualquier cosa.
—Yo... He estado teniendo estos sueños... —dudo un poco, pero mi terapeuta es el indicado para saber lo que sucede en mi vida—. No son pesadillas... Más bien...
—Solo dilo, Dahir —bebe un poco de su café y me observa con atención.
—He estado soñando con una de mis pacientes, no piense mal de mi, son sueños extraños, la he visto en diferentes lugares pero no la veo como paciente, sino como cualquier amiga, la he visto en el parque, en el lago, en la calle, es como... Como si ella formara parte de mi vida, de una manera diferente.
—¿Y eso te preocupa?
—En parte si, temo estarme involucrando más de lo necesario, pero por otro lado, sé que aún hay algo que debo conocer de ella, para poder entenderla por completo.
—¿Sientes algo por ella? —Su pregunta me recuerda a las palabras de Merida, y al mismo tiempo me hace sentir incómodo—. Me refiero a algo más que una estima como paciente.
—No. Definitivamente veo a Solar como mi paciente, así como veo a Violeta, Peter y Jimmy... Este es mi primer acercamiento a personas con algún trastorno y... —suspiro meditando mis acciones—. Solo quiero hacer bien mi trabajo, poder ayudarlos a mejorar su calidad de vida.
—Harás lo que esté en tus manos, Dahir. —Me sonríe confiado, pero yo no me siento tan seguro—. Sé que sientes mucha presión por ser tu primer trabajo, pero todos tenemos nuestros límites, tú trabajo como terapeuta es acompañarlos, guiarlos, más no resolver sus vidas, recuerda que también depende de ellos y su voluntad por mejorar.
—¿Y si se equivocan de camino?
—Como todos, aprenderán de sus errores, tú les proporcionas las herramientas y ellos sabrán lo que debe tomar.
—Entonces... ¿No tendría nada de malo llevarlos al mundo real?
—Si en el hospital te permiten hacerlo, adelante, solo toma las medidas necesarias. —Su respuesta me deja más tranquilo—. Puedes llevar a los chicos al museo, habrá una exposición de sensación y percepción en el Museo Central, me parece que es después de navidad... —busca en su portafolio y me entrega un folleto—. El costo es accesible y si quieres puedo acompañarte, estas vacaciones no saldré.
—¿De verdad? ¿Me ayudaría con esto? —tomo el folleto y veo que la exposición se ve interesante.
—Claro, además de ser mi paciente, eres mi alumno y siempre los apoyaré en lo que pueda.
—De acuerdo, hablaré con la doctora Brown y veré si me permite hacerlo, y ya nos ponemos de acuerdo.
El timbre que anuncia la entrada a las aulas, nos hace voltear a todos lados, ya hay más alumnos y profesores en la universidad.
—Bien, espero tu mensaje. —Se pone de pie y toma sus cosas—. Nos vemos en clase.
—Claro, gracias profesor Mendoza.
Al terminar las clases me encuentro con Bianca y Nathan en el estacionamiento.
—Hola, chicos —dejo mis cosas dentro de mi auto y volteo a verlos.
—¿Es verdad que terminaste con Merida? —Nathan siempre ha sido directo, justo lo que necesito en estos momentos.
—Nath, deberías tener un poco más de tacto —comenta Bianca en voz baja, aunque logro escucharla.
—No te preocupes, Bianca, Ya estoy acostumbrado a los modales de mi mejor amigo. —Nath me sonríe y asiento—. Si, terminé con Merida porque me estaba poniendo los cuernos con su jefe.
—¿Y tú la dejaste así? —Bianca me ve sorprendida.
—¿Así cómo?
Señala a mis espaldas y veo a Merida subiendo al auto de su madre, con ayuda de unas muletas, voltea a su derecha y me ve.
—Hola —articula con los labios, pero yo prefiero no acercarme, así que me doy la vuelta.
—Se rodó por las escaleras... —confieso a mis amigos—. Fui a verla a su trabajo y la encontré en los brazos de ese fulano, le reclamé y le armé todo un circo... Ella quiso acercarse y rodó por las escaleras, mientras yo me encargaba de destrozar su oficina.
—Que hiciste, ¿qué? —Nathan me toma de los hombros sonriente—. ¿Tienes evidencias?
—Por supuesto que no —río viéndolo divertido—. Sabes que yo no soy de esos, no la iba a exponer más de lo que hice en su trabajo.
—Según escuché, ya no tiene trabajo —agrega Bianca y volteamos a verla—. Al parecer el tipo la corrió sin más y ahora está en la empresa de su padre.
—Cómo sea, yo ya no quiero saber nada de ella —subo a mi auto y les sonrío—. Nos vemos después, chicos.
—Que te vaya bien, hermano.
—Cuidate, Dahir.
Ambos me sonríen y hago mi camino al hospital, en cuanto llego voy a la oficina de la doctora Brown.
—Hola, Dahir. —Con una amplia sonrisa me recibe.
—Hola, Amelia, quiero platicarte sobre una salida que quiero hacer con los chicos. —Le explico todo a detalle y al final ella me ve sonriente.
—Sabes, tú y Adam están conectados.
—¿El señor Winters?
—Si. Adam me acaba de llamar para pedirme que estes al pendiente de Solar en las siguientes semanas y en el periodo vacacional —explica acercándome un sobre—. Adentro hay un permiso suyo en caso de que quieras llevar a Solar a algún lugar, hay un viaje pagado por un fin de semana a Las Nubes de Holbox, para vísperas de año nuevo y dinero en efectivo para pagar los viáticos y las salidas que quieras hacer con ella.
—¿Y tú también lo autorizas? —veo los boletos del viaje, el dinero y un sobre con una carta.
—Eso depende de ti y de Solar.
—¿Cómo?
—Si solar se encuentra bien emocionalmente y si tú estás dispuesto a cuidar de ella, puede salir, también depende del lugar a donde quieras llevarla.
—Bueno... Podría salir al parque, a una cafetería por pastel o algo similar, pero tenía pensado llevar a los chicos al museo. —Le muestro el folleto y ella lo toma para leerlo—. Mi profesor y terapeuta me lo ha dado, dice que sería bueno para ellos y esta dispuesto a acompañarme.
—Parece buena idea —sonríe y me regresa el folleto—. Y si tendrás un profesional acompañandote, no hay problema, solo necesito hablar con los padres de los demás para pedirles el permiso.
—Muy bien, no le diré nada a los chicos, hasta que sea un echo, en cuanto a Solar, voy a planear la primera salida
—Muy bien, haré las llamadas y por la tarde te doy la respuesta.
—De acuerdo... Am... Me preguntaba...
—Dime.
—¿Qué saben del paciente... De Joaquín Fernández?
—Lo encontraron... —Me regala una sonrisa triste—. Joaquín Fernández fue hallado al borde de la muerte cerca del bosque, su enfermero estaba herido y es el principal sospechoso, aunque dudo mucho que haya sido él, ambos están internados tratando de recuperarse y por el momento las autoridades no dirán nada hasta encontrar la verdad, pues al parecer alguien quiere que este hospital caiga.
—¿Tiene idea de quién pueda ser?
—No estoy segura, pero tengo mis sospechas. —Me ve inquieta y creo saber de quien sospecha—. No puedo hacer acusaciones sin pruebas, por ello hay que estar muy pendientes de los pacientes y los movimientos de los terapeutas.
—Me mantendré alerta... Y tenga por seguro que cuidaré bien de mis pacientes, nada ni nadie les hará daño.
Camino hasta la puerta entusiasmado.
—Dahir... —Me detiene y doy la vuelta antes de salir.
—Gracias por preocuparte por ellos, de verdad que naciste para esta profesión.
—Solo hago lo que esta en mis manos, doctora Brown.
Hago mi camino a mi consultorio y guardo el sobre en mi lugar secreto, un escondite que Fer me enseñó, justo en el último cajón del archivo abriendo el azulejo de la pared, solo dejo afuera la carta y me siento para leer con calma.
Hola, Dahir, te escribe Adam Winters, tal vez te parezca extraño que te escriba esta carta, pero por el momento lo creo conveniente, ya que no he encontrado el momento para hablar contigo a solas.
Solo te escribo para pedirte que cuides de mi hija, tal vez parezca extraño, pero sé que ella esta confiando en ti, así que protegerla y no la dejes cerca de Ean Radcliffe, es momento de que sepas que él fue terapeuta de Solar cuando aún vivíamos en Londres, tal vez mi hija no te lo ha dicho, pero debes averiguar qué sucedió, a mi nunca me lo confió y no puedo decir nada de lo que no esté seguro.
Tal vez te estoy pidiendo más de lo necesario, pero cuidala en mi ausencia. Cuando termines de leer esta carta, destruyela, no sabemos si él sospeche algo.
Cuidate mucho.
—¿Qué? —rompo la carta para después poner los pedacitos en una taza y les prendo fuego—. Solar... Yo te cuidaré...
Mis manos temblorosas sostienen la taza mientras veo el fuego consumiendo los secretos.
Hace dos semanas encontré a Solar rondando por los jardines, se veía realmente perdida hasta que encontró la llave del jardinero y sacó agua para lavarse la mejilla de manera frenética, al verme solo dío la vuelta y se fue a su habitación, no sé si su comportamiento se debe a la ausencia de su padre, así que me tomé la libertad de poner en marcha la primera salida del sábado, tal vez me estoy arriesgando, pero veo como observa a sus compañeros de piso hablando con sus familias, mientras ella permanece en los pasillos de los dormitorios.
—Me dueles, Solar.
Camino afuera del comedor rumbo al estacionamiento, Solar ya sabe que vamos a salir y la enfermera Gutiérrez ha ido por ella.
—Solo espero que esta salida pueda ayudarte en algo.
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