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Capítulo 26 Solar

—¿Los terapeutas también toman terapia? —hablo en voz alta mientras tomamos asiento en el comedor.

—Yo pienso que si, debe ser difícil cargar con todos los problemas de sus pacientes y aparte los de ellos. —Peter me observa serio—. Yo pienso que si, debe ser difícil cargar con todos los problemas de sus pacientes y aparte los de ellos.

—¿Te sientes culpable, Solar? —Violeta me ve juguetona mientras muerde su manzana—. ¿Será que a caso, vuestro trastorno es más difícil que el mío y en realidad habeis vuelto loco al terapeuta Montesco?

—Esa manzana debe tener exceso de fructuosa o algún residuo de pesticida, porque ya se te aflojaron los tornillos nuevamente —bajo la vista a mi plato y como un poco de ensalada de pollo.

«Debo admitir que la comida aquí es buena».

—¿Eso es un, no? —Violeta habla con la boca llena haciendo que me irrite.

—Dejame cenar tranquila, por favor —ignoro a todos como siempre lo hago, aunque Peter me interrumpe en mi momento zen.

—¿Por qué la pregunta, Solar? ¿Por qué la pregunta, Solar?

—Solo es una duda, noté que el terapeuta estaba algo distraído hoy —comento picando la ensalada con el tenedor.

—Yo también noté que estaba algo ausente durante mi sesión —agrega Jimmy algo triste—. Como que algo lo tenía triste o algo así.

—¡Venga! ¿Ahora le van a dar terapia al terapeuta? —Violeta rueda los ojos y bebe su jugo—. Ese papucho no puede tener problemas.

—No vuelvas a referirte a él de esa manera —termino mi cena y me pongo de pie—. No vuelvas a referirte a él de esa manera —camino hasta el mostrador para dejar la charola en su lugar y camino hasta la puerta del comedor, donde la enfermera Gutiérrez nos espera.

Jimmy y Peter me alcanzan, así que nos toca esperar a Violeta.

—Violeta se quedó callada por primera vez —susurra Jimmy mientras la vemos terminando de cenar, para después alcanzarnos en la puerta.

—Vamos a sus habitaciones, chicos. —Nos guía la enfermera—. No olvides que mañana debes regresar para hacer limpieza, Peter.

—Lo sé, no lo olvido. —Peter luce triste, aunque feliz al mismo tiempo, lo que me dice que hará de las suyas en el comedor—. Lo sé, no lo olvido.

—¿Puedo bajar con él? —comento a la enfermera, quien me observa extrañada—. No lo hago por él, es que quiero limpiar —aclaro antes de provocar ideas erróneas.

—Le preguntaré a la doctora Brown. —Me sonríe y solo puedo devolverle un gesto serio.

Subimos a nuestras habitaciones y cada uno se prepara para dormir.

—¡Solar! —alguien osa irrumpir mi momento sagrado.

Camino a la puerta y abro sin preguntar.

—Peter, ¿qué haces aquí? —Lo veo de pies a cabeza haciendo énfasis en su pijama de osos—. Es tarde para recibir visitas.

—Iré al punto, ¿por qué me quieres ayudar con la limpieza? —espera mi respuesta estoico—. Iré al punto, ¿por qué me quieres ayudar con la limpieza?

—Solo quiero limpiar, no hay una razón especial, no te sientas importante —explico tranquila.

—No puedo prometerte un amor completo, porque primero estoy yo, así que si pretendes que pasemos a segundo nivel, tendrás que conformarte con las migas de mi amor. —Sonriendo de lado se recarga en el marco de la puerta.

«Estas invadiendo mi espacio vital».

—No puedo prometerte un amor completo, porque primero estoy yo, así que si pretendes que pasemos a segundo nivel, tendrás que conformarte con las migas de mi amor. —repite acercándose a mi.

Me apresuro a cerrar la puerta en su cara.

—No quiero tus sobras, vete a dormir.

—¡Ya vendrás rogando amor! —grita riendo—. Ya vendrás rogando amor.

Hago mi pequeña rutina regresando a mi, cepillo mis dientes y mi cabello, acomodo bien mis sábanas y me recuesto con cuidado.

—Yo nunca me he enamorado... Y no lo necesito. El amor solo lastima, hiere, implica preocuparse por alguien más... Definitivamente no voy a preocuparme por nadie más.

Cierro los ojos para caer en un sueño profundo.

Después de un largo día bien aprovechado, bajo al comedor después de la cena, solo queda el personal de cocina y Peter, quien ya se prepara para limpiar.

—Creí que no vendrías —comenta doblando la manga de su sueter—. Creí que no vendrías.

—Te dije que quería limpiar —subo las mangas de mi suéter y voy en busca de la esponja y jabón para lavar las mesas—. Debería ser un pecado lavar con este frío.

—¡Venga, no seais quejicas! —Violeta y Jimmy se unen a nosotros.

—Así que aquí estaban mis pacientes. —El terapeuta Montesco nos observa desde la puerta—. ¿Así que es trabajo grupal?

—Solo queríamos ayudar a Peter, para que termine pronto —explica Jimmy con timidez.

—Somos el cuarteto perfecto —comenta Violeta en modo líder.

—Yo solo vine a limpiar —camino hasta las mesas con el jabón y la esponja.

—Buenas tardes, terapeuta Montesco —saluda una de las cocineras, cargando todo el kit de limpieza.

—Buenas tardes, Maggie.

—Les dejo todo lo que van a necesitar, la cocina ya esta limpia, así que solo será la parte del comedor —explica señalando el lugar—. Afuera hay una llave libre, cerca de los arbustos, ahí pueden tomar el agua para limpiar, hay algunas cubetas ahí.

—Muchas gracias —Peter toma el kit de limpieza, Violeta se apresura a tomar la escoba y empieza a barrer, mientras que Jimmy toma un paño y el atomizador para limpiar las ventanas—. Muchas gracias. Dejaremos todo reluciendo de limpio, ya verá.

—No hagais promesas que no cumplirán... —murmuran Violeta caminando al fondo del lugar para empezar a barrer.

—Dejaremos todo reluciendo de limpio, ya verá. —repite Peter tomando la cubeta para salir por agua.

—Nos vemos mañana, chicos, terapeuta. —Se despide Maggie con su equipo de cocineros.

—Hasta mañana. —Dahir Montesco se queda de pie en el marco de la puerta, mientras nosotros limpiamos.

«Ahora que lo pienso, no debería comer sobre estas mesas, se ven tan sucias»

—¡Hay un rayo de luz, que entró por mi ventana...! —Peter entra cantando, deja caer un poco de jabón y limpiador de pisos sobre el agua de la cubeta y camina hasta el fondo del comedor para empezar a limpiar—. ¡Hay un rayo de luz, que entró por mi ventana...!

—¡Mi pedazo de sol, la niña de mis ojos...! —Violeta canta igual de feo que Peter, al mismo tiempo que talla el piso—. ¡Tiene una colección de corazones rotos...!

—Te ayudaré. —El terapeuta Montesco toma otra esponja y jabón y empieza a limpiar las otras mesas.

—El día que te conocí lo sentí y me dejé llevar... —Jimmy se suma al canto—. Me morí y reviví en el mismo bar, solo entraba para emborracharme eh, no esperaba enamorarme de ti, ni tú de mi y pasó así...

Los tres voltean a verme, pero yo me niego a cantar.

—Olvidenlo, no haré el ridículo —termino de limpiar la mesa y voy a la siguiente.

—¡Mi pedazo de sol, la niña de mis ojos, tiene una colección de corazones rotos! —cantan Peter y Violeta al mismo tiempo.

—¡Mi pedazo de sol, la niña de mis ojos, la que baila regueton con tacones rojos! —Jimmy luce muy contento, es lo único que me da satisfacción.

No por mi, por él, porque debe encontrar la felicidad propia sin depender de nadie

—¡Mi pedazo de sol, la niña de mis ojos, tiene una colección de corazones rotos! —repite Peter.

—¡Ya deja de cantar, Peter! —pide Violeta bailando—. ¡Ya no lo repitas!

—No puedo evitarlo —Se carcajea Peter—. No puedo evitarlo.

Me doy cuenta que de verdad hemos creado un buen cuarteto, a pesar de todos nuestros problemas y las dificultades por las que pasamos día a día, algo esta cambiando y es para bien.

Terminamos de hacer la limpieza y nos despedimos del terapeuta Montesco, quien hizo más que supervisar, al final su humor cambió un poco y lo vi más relajado que en la mañana.

Subimos a nuestras habitaciones y tomo otro baño en la tina, esta vez me tomo más tiempo.

«Yo nunca me he enamorado... Y no lo necesito. El amor solo lastima, hiere, implica preocuparse por alguien más... Definitivamente no voy a preocuparme por nadie más».

Los días siguen pasando más rápido de lo común, será tal vez porque he ocupado mi tiempo al máximo, no lo sé, pero este fin de semana se siente muy vacío sin mi padre.

Observo desde la ventana a Violeta, Peter y Jimmy bajando al comedor.

—Cómo quisiera que estuvieras aquí...

Camino al armario y sacó los libros que mi padre me envió hace tiempo, me dedico a leer hasta que escucho unos pasos apresurados acercarse a mi puerta.

—¡Solar! —alguien susurra al otro lado, parece que es Jimmy.

Abro ligeramente la puerta y lo veo sonriente.

—Vamos a caminar, me gustaría pasar tiempo contigo —propone escondiendo sus manos en la espalda.

—De acuerdo, te mostraré un pequeño secreto... Solo busco un abrigo —cierro la puerta y guardo mis cosas, saco un abrigo marrón de mi armario y salgo un poco entusiasmada—. Solo debes prometer que no se lo contarás a nadie.

Caminamos por el pasillo al elevador.

—No se lo contaré a nadie —hace un pequeño corazón cruzando sus dedos índice y pulgar.

Sonrío por dentro y bajamos a los jardines.

—Este secreto no es muy común, te lo confío solo porque el terapeuta Montesco me lo confió a mi... En fin, es confidencial.

Llegamos a los límites del hospital y caminamos entre los árboles hasta que encuentro la puerta secreta, la abro y salgo despacio al exterior.

—No estoy seguro de que debamos hacer esto... —Lo jalo de la manga de su abrigo para traerlo afuera—. ¡Espera!

—Cierra la boca y sígueme. —Lo sigo jalando hasta que entramos por completo al bosque.

Mis ojos se maravillan ante el hermoso escenario que se dibuja frente a nosotros; las copas de los pinos y robles son iluminadas por los últimos rayos del sol, que a su vez, atraviesan las rendijas entre ellos, lo que hace menos tenebroso el lugar.

—Hemos caminado por una hora en este frío bosque, ¿a dónde me llevas, Solar? Quiero regresar al hospital, nos van a regañar —susurra caminando de puntillas detrás de mí.

«Este chico es muy miedoso».

—No te acerques a mí, Jimmy —advierto, en cuanto siento su aliento rozar mi cabello—. Y no llevamos una hora, apenas han pasado alrededor de veinte minutos, además, ya te había dicho que vamos a un lugar secreto, ese lugar te va a ayudar a relajarte, solo por eso te llevo, así que agradecemelo y deja de protestar.

—Puedo calmarme en la comodidad del psiquiátrico, no creo que este tenebroso bosque sea de ayuda... —pisa una rama haciéndola crujir—. ¡Aaaah! ¡¿Qué fue eso?!

—¡Has sido tú, tontuelo! ¿Quieres calmarte?

Apresuro mi paso y él me sigue caminando más lento que yo, esta vez he tomado un atajo, así que solo espero ver el puente.

—Dime por dónde o vamos corriendo, pero ya quiero salir de este horrible bosque —comienza a respirar con gran rapidez.

—Tranquilo, ya llegamos —señalo un puente colgante—. Solo tenemos que cruzar el puente, al otro lado encontraremos...

—¿La olla con monedas de oro? —Se carcajea nervioso, abrazándose—. No gracias, mejor me regreso al hospital.

—Como quieras, solo tendrías que volver a cruzar el bosque tú solo —camino hasta el inicio del puente y me sostengo de la orilla, para comenzar a atravesarlo.

—¡Esperame! —choca con mi espalda, haciendo que el puente se mueva de un lado a otro, las viejas maderas crujen al chocar y las lianas a los costados imitan su ritmo—. ¡Aaaah! ¡Detente, Solar! ¡No es divertido! —Se sostiene desesperado a mi espalda.

—¡Sueltame chiquillo! ¡Que has sido tú! —dando un par de pasos lejos de él, respiro inquieta—. Y guarda silencio, que despertaras a los lobos, osos, brujas y de más animales del bosque encantado—señalo el final del puente, retomando el paso.

La noche está cayendo y el frío clima trae la neblina que se hace más espesa, poniendo mi sentido arácnido en alerta. El canto de un búho se oye a lo lejos, y más cerca está el llamado de los lobos, mezclándose con el sonido que hace el viento al soplar con suavidad las hojas de los árboles.

—¿Brujas? ¿Dijiste lobos? Un momento... —Se detiene al mismo tiempo que yo—. ¿Eso es agua? —Su mirada se pierde bajo nuestros pies, por fin ha escuchado el agua que corre entre las piedras—. ¿Estamos arriba del mar? —vuelve a mirarme temeroso—. ¿A dónde me has traido?

—Es un río, no el mar, ahora cierra los ojos, haremos el ejercicio aquí —pido tranquilamente, al mismo tiempo que el puente deja de mecerse.

—¿Estás loca? —abre los ojos a más no poder, aferrándose a las orillas del puente—. No sé para qué lo pregunto, si la respuesta es obvia.

—Solo hazlo, como yo.

Cierro los ojos e inhalo profundamente, permitiendo a mis pulmones llenarse del aire limpio y helado que nos rodea, todo aquí es tan fresco y lleno de vida; los colores se encienden bajo la luz de la luna que despierta cuando el sol se va a dormir, es tan orgánico y puro, que te hace pensar que el mundo real es este.

—¡Madre Santa!

Abro los ojos, Jimmy enloquece cuando abre los ojos de golpe.
Doy la vuelta para encontrar dos pares de ojos caramelo brillando bajo la luz nocturna, pertenecientes a dos lobos plateados al final del puente, esperando por mí.

—Tranquilo, solo no corras —pido en voz baja, pero ya es tarde, el miedoso ha salido corriendo—. ¡Jimmy! ¡Jimmy!

Los lobos se acercan al puente y yo a ellos, después de todo, no es la primera vez que los veo.

—Lo siento, tengo que ir a buscar a mi loco amigo.

«Tranquila, solo no corras».

Camino despacio y un extraño crujir a lo lejos, hace que los lobos salgan corriendo por el bosque.

—Ok... No volveré a tomar este atajo con Jimmy —salgo corriendo en busca de Jimmy, hasta que lo encuentro cerca de los límites del hospital—. Vaya... Si que corres rápido...

Inhalo con fuerza tratando de recuperarme y él aún luce asustado.

—No vuelvas.. a llevarme por ahí... Solar... —respira profundo recargando sus palmas en las rodillas y vuelve a verme, esta vez sonríe—. Pero gracias por la aventura.

—En realidad quería mostrarte otro lugar, pero al menos te has distraído un rato.

—No volveré a pisar ese bosque —advierte mientras regresamos al interior del hospital.

—Entiendo, no me lo vuelvas a decir... —susurro cerrando la puerta detrás de nosotros, lo jalo del abrigo antes de que se vaya y me observa coqueto a centímetros de mi—. Algo dentro de mi... me dice que debo cuidar de ti, pero no puedo hacerlo, apenas y puedo cuidar de mí.

—Haces mucho con escucharme... —Sus ojos se cristalizan y algo dentro de mi ser se conmueve—. Es lo único que pido. Ser escuchado.

—Mientras tenga un poco de tiempo, aquí estaré para escucharte, Jimmy.

Da un paso más cerca de mi y mi cuerpo se estremece.

«¡No me toques, no me toques, no me toques, no me toques!».

—Me gustas.

Besa su dedo índice y después lo acerca a mi mejilla lentamente, dejando caer la yema de su dedo en mi piel, sonríe y camina despacio sin dejar de verme, hasta que sale del jardín y de mi vista.

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