Capítulo 25 Dahir
Quisiera poder arreglar los problemas de todos, pero a veces no puedo ni resolver los míos.
Solar es muy unida a su padre, pero parece que la presencia de Camille la altera demasiado, y poco a poco voy descubriendo el por qué.
—Debo darme un respiro y dejar de lado todo esto, porque mañana me toca a mi resolver mis dudas.
—¿Ahora también hablas solo? —Rafa me sonríe desde la puerta de mi habitación—. Te quedas a dormir una noche en el psiquiátrico y regresas hablando solo ha ha.
—¡Basta! —Le arrojo una almohada y río—. ¿Vamos a ensayar hoy?
—Si, la despedida de Miranda esta cerca y los bailarines no podemos quedar mal, esto tiene que quedar de diez.
—Excelente.
—Por cierto, ¿qué pasó con la beca para ir a España?
—Aún no me responden, pero todavía hay tiempo, los últimos resultados salen antes de terminar el año.
—Ya verás que te la dan, eres un crack, hermano.
—Gracias —chocamos los cinco y le sonrío—. Bueno, vamos a ese ensayo.
Salimos del departamento con nuestros cambios de ropa, llevamos algunas semanas practicando en el salón donde será la despedida de soltera de Miranda, todos los chicos que integran el grupo de baile han aprendido bien los pasos de la coreografía y solo nos queda ensayar un poco más para terminar de pulir el número.
—¿Mañana irás a ver a Merida a su trabajo? —Rafa me acerca una botella de agua al final del ensayo, mientras los demás chicos se hidratan y guardan sus cosas.
—Si, no tengo dudas sobre ella, pero tú y mis mejores amigos se han encargado de hacerme dudar sobre algunas cosas.
—Por algo será —Raffaello me observa serio—. Sé que es difícil ver los errores o defectos de nuestras parejas o las personas que amamos, pero tú mismo lo has dicho, Dahir, no podemos vivir de fantasías en un mundo color rosa.
—Lo sé. —Termino el agua y tiro la botella a la basura—. Por eso mismo iré a verla, para resolver esto de una buena vez.
—Así se habla, primo, demuéstrale que los Montesco somos hombres serios y de una pieza.
Chocamos los cinco y nos despedimos de todos para ir a casa.
Dejo a Rafa en la casa de su novia y me voy directo al departamento, donde recibo una visita sorpresa de Merida, siento que han pasado siglos desde que estuvimos juntos, aunque solo han pasado unos días.
—¿Cómo te fue en el psiquiátrico? ¿Pudiste dormir? —cuestiona con verdadero interés desde el aseo, donde prepara la tina de baño, después de nuestra ardua jornada de sexo apasionado.
—Digamos que... Probablemente tenga una amonestación por una falta que cometió un paciente, además uno de los pacientes de la doctora Brown esta desaparecido —camino hasta la puerta del aseo y la observo de espaldas a mi, solo trae puesta su ropa interior.
—¿Qué falta? ¿Cómo se pudo escapar un paciente? —voltea a verme un poco molesta y cruza los brazos—. Según me dijiste, estabas encargado de todo y mira lo que sucedió.
—Mira, uno de los pacientes derramó una bebida alcohólica sobre el ponche de la fiesta, y lo del paciente parece ser que alguien lo sacó del hospital, la policía ya esta averiguando —camino hasta ella y la abrazo por la cintura—. Sé que tenía ciertas responsabilidades, pero responderé por mis faltas.
—Pero parece que no fue tu culpa. —Se quita la poca ropa y me jala para entrar a la tina—. Dahir, no te culpes por los errores de los demás, tu paciente tendrá que responder y por el otro paciente, mejor deja a la policía hacer su trabajo.
—Que diplomática. —La beso y ella se estremece en mis brazos.
—Recuerda que cada uno debe hacerse responsable de sus acciones.
—Lo único bueno de todo esto, es el avance que ha logrado, Solar, se muestra más abierta en las conversaciones, en sesión me ha contado más cosas de ella y con su padre la veo más conectada —comento entusiasmado al mismo tiempo que paso la esponja enjabonada por su cuerpo.
—Hablas de ella como si te interesara de más —expresa un poco irritada quitándome la esponja.
—Es mi paciente, claro que me interesa y me preocupo por ella, así como me preocupo por los demás...
—Pues no parece, siempre que tienes la oportunidad sacas su nombre a colación —voltea a verme molesta—. ¿Te gusta? ¿Quieres algo más con ella?
—¡Diablos! ¡No! —frunzo el ceño molesto—. Es mi paciente, no la vería con otros ojos, además es menor que yo.
—Yo soy un año mayor que tú y aquí estoy —jala la regadera de mano y se quita todo el jabón—. Debo irme, se hace tarde.
—¿Qué? —La veo salir de la tina para envolverse en la toalla, secando su cuerpo con demasiado entusiasmo, por no decir otra cosa—. ¿Es en serio, Merida?
—Yo... —voltea a verme y sonríe—. Lo siento, me puse celosa, amor.
—¿Celosa por qué? —Me quito el jabón y salgo para ponerme una toalla en la cintura—. Te lo he dicho muchas veces, Solar es mi paciente, igual que Peter, Jimmy y Violeta.
—Lo sé... —baja la mirada y toma su ropa para vestirse—. Perdona, pero de verdad debo irme.
—Bueno, dejame llevarte.
—No, no te preocupes, amor, que llamé un taxi cuando fuiste a la cocina, no te molestes. —Me besa y termina de vestirse—. Nos vemos mañana en la universidad, recuerda que esta semana cumplimos seis años de noviazgo.
—No lo olvido. —La vuelvo a besar y el taxi llega.
—Nos vemos mañana —toma sus cosas y sale corriendo del departamento.
Me asomo a la ventana, es uno de esos taxis de aplicación, camino a la puerta cuando el timbre de un celular me detiene.
—Ese no es mi celular... —camino hasta la cama y veo la luz de la pantalla justo en la pata de la cama—. Merida olvidó su...
Veo el mensaje en la pantalla y mi corazón palpita a gran velocidad por la adrenalina que se desprende de mi ser.
«Estoy esperando ansioso por ti, ya no aguanto las ganas de tenerte en mis brazos y hacerte mía».
—¡¿Qué demonios?! —leo el mensaje una y otra vez—. ¿Quién rayos es Javier? ¡No puede ser!
Me sostengo la cabeza con ambas manos, todo a mi alrededor da vueltas y de pronto todo lo que tenía ha desaparecido frente a mis ojos.
—Esto no puede estar pasando... No puede ser...
Siempre me sentí orgulloso de llevar una relación sana y libre de secretos, de no tener que pasar por esos episodios de inseguridad o celos enfermizos que destruyen cualquier alma enamoradiza, pero parece que no existen las excepciones.
Después de tomar mis clases en la universidad y no ver a Merida por ningún lado, tomo mi hora libre antes de ir al hospital y hago mi camino hasta el edificio de Multitasking Sáenz, un gran edificio justo en el centro de la ciudad.
Llego anunciandome como visitante, hasta que me topo con la asistente de Merida.
—Buenas tardes. —Le regalo una sonrisa coqueta a la asistente, lo que sea para que me deje pasar—. Estoy buscando a la señorita Merida del Castillo, tengo entendido que su oficina esta aquí.
—A-a... S-si... Amm... —La chica se ruboriza y voltea a ver a la puerta de madera que se ve bien cerrada—. Buenas tardes, joven...
—Oh, lo siento, que descortés de mi parte, me llamo Dahir Montesco y soy el novio de Merida.
—¡¿Qué?! —Me observa sorprendida y con los ojos bien abiertos—. D-yo... Es que... Ella...
—Disculpa, ¿escuché que eres el novio de Merida? —Doy la vuelta y me topo con una hermosa castaña que me sonríe amable.
—Si, ese soy yo, ¿Sabes dónde está?
—Ahora si se le va a armar a la reinita —comenta una pelirroja en el escritorio siguiente.
—¿Cómo? —Las veo de una a otra y empiezo a pensar que algo terrible va a pasar—. ¿Qué está pasando?
—De todas formas se va a enterar, díselo Cloe —comenta la pelirroja a la castaña.
—¡No digan nada! —advierte la asistente de Merida.
—Tu novia es la amante del jefe —suelta la castaña sin dudar, y con una sonrisa de lado que la hace lucir malévola—. Cuando llegó dijo que era soltera y que solo venía a trabajar.
—Pero de unos meses para acá, solo anda de arrumacos con el jefe por todos lados —agrega la pelirroja poniéndose de pie—. A todas nos ha pisoteado por creerse intocable, pues es la novia del jefe y ninguno de los dos se molesta en ocultarlo.
—Claro, como se acuesta con Javier, no le importa ser una perra —termina la castaña.
Algo dentro de mi se quiebra, puedo escucharlo romperse en mil pedazos, siento que la poca dignidad que me quedaba acaba de huir.
—¿Cómo dijiste que se llama el jefe? —recuerdo el nombre del destinatario en ese mensaje.
—Javier Sáenz —responde la pelirroja—. Justo están ahí—. Señala el balcón del segundo piso.
Mi respiración se agita, la razón escapa de mi ser y los celos me invaden al ver a Merida en los brazos de ese tipo, ella en minifalda y con tremendo escote, dejando que él acaricie cada parte de su piel desnuda, ambos ríen como adolescentes en celo y cierro los ojos un momento.
«No puedo irme así, tengo que hacer algo. ¡Basta Dahir!, no vale la pena».
—Gracias chicas.
—De nada, guapo.
—¡Al carajo los modales! —Murmuro para mi.
Camino hasta quedar debajo de ellos y empiezo a aplaudir con fuerza, ambos voltean a verme y Merida se horroriza de inmediato.
—Dahir...
—Gracias Merida, me ahorraste el trabajo de terminar contigo. —La observo furioso, escucho los murmullos de los empleados y en este momento quisiera desaparecer de la tierra.
—¡Por Dios, no! —toda la oficina tiene la atención puesta en nosotros y el jefe no luce sorprendido—. ¡Espera, Dahir! —corre hasta llegar a las escaleras, haciendo sonar sus terribles tacones sobre el mármol.
—Olvídalo, Merida, ya vi lo que eres capaz de hacer con tal de ascender en el trabajo, ciegamente confíe en eti, pero ya no más —camino al pie de las escaleras y la veo llorando como nunca lo había hecho—. Fue un gusto conocerte y por favor, no te vuelvas a aparecer en mi vida.
Camino de vuelta a su oficina, escucho sus tacones en las escaleras y un grito simultáneo de todos los presentes, giro sobre mi hombro derecho y veo a Merida rodando por las escaleras hasta el primer escalón, gritando hasta donde su garganta se lo permite.
Entro a su oficina y comienzo a romperlo todo, arranco la computadora y la arrojo a la ventana, las chicas afuera gritan pero al mismo tiempo ríen, saco los cajones del archivero y los vacío todos sobre el suelo, empujo y jalo cosas sacando toda mi furia, me descontrolo por completo gritando y maldiciendo a la mujer que por tantos años amé.
—¡Vete a la mierda, Merida! ¡Tú y tu maldito puesto barato! —salgo de la oficina y veo al jefe aún en el balcón viendo como su asistente y el de Mérida, la ayudan a levantarse—. ¡¿Querías trabajo?! ¡Ven y trabaja en esto!
—¡Oye! —Javier llama mi atención sonriendo—. Tu novia se revuelca como una verdadera zorra.
Los presentes reprueban el comentario y comienzo a alejarme.
—¡Que poco hombre! ¡Por mi hagan lo que quieran!
Mis ojos se cruzan con los de Merida, ella sigue llorando y yo no me conmuevo, me retiro a paso veloz del maldito lugar.
Llego hasta mi auto y manejo a toda velocidad hasta el estacionamiento del hospital psiquiátrico.
—¡Maldita desgraciada! —grito furioso aún en el interior de mi auto, golpeando el volante y llorando como niño chiquito—. ¡Te odio, Merida! ¡Te odio!
—¡Dahir! —Ferdinand se apresura a abrir la puerta de mi auto y me saca a jalones—. ¡Ostias! ¿Qué ha pasado?
—Merida me engañó con su jefe... —confieso abrazandome a él—. Ese par me han estado viendo la cara por meses... Y yo como el estúpido novio que no se dío cuenta de todo lo que murmuraban a mi alrededor...
—Ostias, tío, que mala pasada. —Fer me brinda su apoyo y me sostiene de los hombros para verme a los ojos—. Creo que soy el menos indicado para hablar sobre estas cosas, pero sabes que mi apoyo es para ti, saldremos juntos de esta.
—Gracias, Fer, la verdad es que con tu apoyo es más que suficiente, sabes... Todos me decían que debía dejarla, pero yo estaba ciego por el amor... —saco un pañuelo de mi bolsillo y me limpio las lágrimas y la nariz, para después sacar mis cosas del auto—. Supongo que hasta que no vemos las cosas con nuestros propios ojos, no creemos de lo que son capaces las personas que más queremos.
—Así es, cuando el amor entra a nuestras vidas, la razón se va de vacaciones al caribe. —Su comentario me hace reír y ambos nos relajamos.
—Gracias, Ferdinand, tal vez deberíamos olvidarnos de las mujeres por un buen tiempo.
Hacemos nuestro camino al interior del hospital.
—En eso me apunto primero —asegura riendo.
Después de pasar el día ocupado con mis pacientes, me quedo en mi consultorio en la hora libre, esperando a que termine el día laboral y poder hundir mis penas con helado napolitano.
—No puedo creer que me hayas hecho esto... —susurro a la pantalla de mi celular, viendo una fotografia de Merida, justo del año pasado, cuando estábamos celebrando cinco años de noviazgo—. Cuanta razón tenían todos al decirme que no me convenias... No porque no te quisieran, sino porque algo sabían.
—¡Dahir! —Amelia ha vuelto y ahora esta tocando a mi puerta.
—¡Adelante!
—¡Hola! ¿Cómo te fue en mi ausencia? —Me abraza fuerte y no puedo evitar llorar un poco—. ¿Qué sucede?
—Ha sido un fin de semana difícil... —confieso invitándola a sentarse frente a mi—. Terminé con mi novia, uno de los pacientes adulteró el ponche y otro más escapó o fue raptado, ya no sé... —exploto hablando rápido—. Soy un desastre.
—Tranquillo, Dahir, todos tenemos malos días, esta profesión no es fácil —asegura con una pequeña sonrisa—. Mira, lo del paciente del nivel tres ya esta en manos de las autoridades, no se trata de que él escapara, alguien lo sacó del hospital y el detective Marshall ya esta buscando al culpable, así que no te preocupes por ello, en cuanto a Peter... —«¡Oh por Dios! Ella sabe que fue Peter»—. Tendrá que recibir una amonestación por lo que hizo, así que a partir de mañana y hasta el viernes se encargará de la limpieza del comedor, y tú lo vas a supervisar en tu última hora.
—De acuerdo, Amelia, me parece bien.
—Solo, tengan más cuidado la próxima vez, recuerden que los pacientes podrían estar tomando medicamento y no es bueno que los mezclen con alcohol.
—Lo tendré muy presente —aseguro apenado.
—Además de supervisar a Peter, tendrás que venir a las siguientes visitas familiares todo el mes de noviembre y diciembre, hasta las vacaciones, porque algunos familiares no estarán presentes, en especial el padre de Solar.
—Si, escuché que se va de servicio.
—Así es, y por esa razón no podrá venir a verla, tiene que prepararse estos meses, parece que se va pasando año nuevo. —Se pone de pie y me ve seriamente—. Quiero que estés muy pendiente de ella, porque su padre quiere llevarla a casa en navidad, unos dos o tres días, así que si ella no representa un reto podrá tener ese permiso.
—Creo que Solar puede pasar unos días con su padre, necesita sentir ese amor y más si él se irá a la guerra.
—A mi también me gustaría que ella saliera, pero eso solo depende de ella, Dahir. —camina hasta la puerta y antes de abrir voltea a verme—. Las rupturas pueden ser dolorosas, pero recuerda que las personas están con nosotros por una razón, si ella ya te enseñó todo lo que podías aprender, es momento de avanzar. Mereces ser feliz, Dahir.
—Gracias, Amelia.
—Saldrás de esta, Dahir.
Sale del consultorio dejando sus palabras haciendo eco en mi cabeza, saco mi celular y busco mis audífonos para relajarme un momento.
—Que me duele que no estés aquí, que me hiere que no seas pa' mi...
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