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Capítulo 20 Solar

«Serena Pons, así se llama».

Me observa de arriba a abajo, sé perfectamente que ella sabe que la he visto en varias ocasiones con Ean Radcliffe, que conozco su sucio secreto, que ellos dos le están viendo la cara al terapeuta Summers.

Afuera se está cayendo el cielo, pero quiero ir a buscar mi abrigo.
Ella se detiene frente a la puerta de los consultorios obstruyendo mi paso.

—Buenas tardes, terapeuta Pons, ¿me permite pasar?

—Con gusto, Solar Winters Castell. —Sus ojos me ven retadores, seguro que sabe que le he dicho al terapeuta Montesco—. Solo quiero recordarte una cosita —evito su mirada ladeando mi cabeza a la derecha—. No puedes hablar de lo que has visto que hago con el doctor Ean Radcliffe, ¿lo recuerdas?

—No se preocupe... —Doy un paso de costado y abro la puerta.

Ella me detiene jalandome del brazo, voltea en todas direcciones y al ver que nadie nos observa me empuja contra la pared, sosteniendome de los hombros con fuerza.

—Más te vale no abrir la bocota, Solar —gruñe entre dientes—, porque si Ferdinand se entera de la verdad, sabré que has sido tú, solo tú lo sabes, así que callate.

—No diré nada... —dejo escapar algunas lágrimas con la mirada baja, ella me toma de la barbilla obligandome a verla—. No diré nada...

—Más te vale porque no querrás tenerme de enemiga, puedo ser...

—¡Solar!

Violeta nos interrumpe y Serena me suelta con brusquedad, mi corazón late rápido y mis manos tiemblan nerviosas.

—Nos vemos después. —Da un paso de costado y abre la puerta al mismo tiempo que su paraguas, sale en dirección a los jardines.

—¡Ostias! ¿Qué te estaba haciendo esa pringada? —Violeta me observa preocupada.

Peter y Jimmy llegan detrás de ella.

—Chicas, el terapeuta Montesco pregunta por ustedes —menciona Jimmy.

Con la manga de mi sudadera borro el rastro de mis lágrimas.

—Vamos a tomar la sesión en el pabellón A —agrega Peter—. Vamos a tomar la sesión en el pabellón A.

Ambos traen dos paraguas cada uno, Violeta toma uno y se acerca a mi.

—Vamos —camino sin responder a Violeta, pero es difícil huir de ella.

Respiro profundo para calmarme, algo me dice que Serena sospecha algo.

—Anda, que esa gilipollas te estaba molestando —murmura Violeta caminando detrás de mi, mientras el ruido de la lluvia nos cobija—. No la escuché, pero un poquito más y te hace picadillo con la mirada.

No puedo decirle nada a nadie, ella me ha amenazado, además en estos momentos la doctora Brown no confía en mí, nadie me creerá.

—No sé de qué me hablas —hago puño la tela de mi sudadera, reprimiendo mis pensamientos y tratando de calmarme.

—¡Solar! ¡Que esa guarra te hizo llorar, solo debiste ver tu expresión! —estalla molesta, «no lo puedo creer, Violeta preocupada por mi».—. Tienes que decirlo al terapeuta.

—¿Qué cosa? —cuestiona Jimmy detrás de nosotras.

Por un momento me olvidé de los chicos.

—¿Qué pasó, Solar? —Peter corre a caminar delante de nosotros—. ¿Qué pasó, Solar?

—Nada —murmuro cuando llegamos pabellón A y empujo la puerta con el pie para no tocarla—. No ha pasado nada. —No quiero que el terapeuta Montesco lo sepa.

—¡Nada! ¡Solo que la terapeuta Pons la estaba amenazando! —Violeta se detiene frente a nosotros hablando fuerte, haciendo que el terapeuta Montesco nos vea.

Deja de acomodar los banquillos y nos observa con seriedad.

—¿De qué hablas, Violeta?

—De nada. —Me adelanto volteando a verla.

—Yo sé que tú y yo no nos llevamos bien, Solar, pero si alguien te esta haciendo daño, debes hablar, o por lo menos eso es lo que me ha dicho la doctora Brown —explica Violeta, por alguna extraña razón suena preocupada.

—¿Qué sucede, Solar? —El terapeuta me observa extrañado.

—Tal vez deba hablar con usted, al terminar la sesión —accedo viéndolo rapidamente.

Respiro profundo contando mentalmente.

—De acuerdo —acepta más tranquilo—. Vengan chicos, tomen asiento que hoy tenemos una sesión diferente.

Violeta se sienta a su lado izquierdo, seguida de Jimmy, Peter y yo; cerrando el círculo.

—Hoy quiero que hablemos del evento que se prepara para navidad.

—¡La villa navideña! —aplaude Violeta extasiada.

—Así es, Violeta, la villa navideña —asiente el terapeuta—. Para este año sé que todos van a participar en algo —pasa la mirada por el pequeño grupo—. Y quiero que entre todos se apoyen. Somos un pequeño grupo que muchos han visto como "exagerado" —enfatiza haciendo comillas con los dedos.

—¡Que va! —Violeta se carcajea—. ¡Los que exageran son ellos!

—Siempre hemos sido los excluidos —asegura Jimmy abrazando sus rodillas.

Algo me dice que Jimmy no habla solamente de su estadía aquí.

—Nunca nos han tomado en serio —secunda Peter—. Nunca nos han tomado en serio.

—Pues eso va a cambiar. —El terapeuta nos observa sonriente, una sonrisa contagiosa pero no para mi—. Vamos a asistir al evento de cada uno, apoyarnos como el equipo que somos, así que primero quiero saber, qué es lo que hará cada uno —voltea a ver a Jimmy y este asiente.

—Me inscribí para hacer un solo de la clase de baile, mis padres vendrán y quiero sorprenderlos, pero también me agradaría verlos a ustedes ahí. —Jimmy nos observa con timidez.

—Nunca te he visto a bailar —declara Violeta con calma. Una extraña calma.

—Nadie lo ha visto bailar —agrega Peter despreocupado—. Nadie lo ha visto bailar.

—¡Venga! Que sus compañeros de clase si que lo habrán visto —apunta Violeta con seguridad.

—En eso tienes razón —asiente Peter—. En eso tienes razón.

—Más bien, nosotros no lo hemos visto —interviene el terapeuta.

—¡Tiene toda la razón! —Violeta recupera su habitual entusiasmo—. ¡Todo lo que dice es verdad!

—Ya te habías tardado, Violeta —Peter se cruza de brazos, como hace cada vez que algo le molesta—. Ya te había tardado, Violeta.

Doy un vistazo rápido a Jimmy, todos hablan olvidandose del punto principal, mientras él se queda callado cabizbajo, justo como lo hace cada vez que viene su familia a verlo, todos lo dejan de lado. Se olvidan de él.

—Ahí estaré.—Lo veo sin hacer contacto visual con él, intento sonreír pero no logro hacerlo—. Ahí estaré, Jimmy.

Me ve conmovido, parece que quiere llorar.

—Gracias, Solar. Yo iré a verte a ti.

—No tienes que hacerlo —niego con la cabeza—. No tienes que hacerlo.

—Solar presentará un proyecto especial con la clase de cocina —interviene el terapeuta Montesco—. Con gusto estaremos ahí para apoyarla.

—No es necesario —repito negando con la cabeza.

—¡Que rico! —Violeta se saborea y de pronto se levanta emocionada—. ¡Yo estaré en la pastorela con el grupo de teatro! ¡Yo si quiero verlos ahí, que me animen y me vean todo el tiempo!

—Aunque no quieramos ahí estaremos, Violeta —asegura Peter indiferente—. Aunque no quieramos ahí estaremos, Violeta.

—Peter esta coordinando el evento, con la doctora Brown, ¿cierto? —interviene el terapeuta.

—Así es, siempre he sido bueno en la organización de eventos, así que la Doctora me lo pidió. —Se regodea Peter—. Así es, siempre he sido bueno en la organización de eventos, así que la Doctora me lo pidió.

«Organizar. ¡Diantres! Olvidé organizar mi armario nuevamente».

Cuando estoy por levantarme, soy interrumpida.

—Espero que haya quedado claro, chicos. —El terapeuta nos observa y todos asentimos—. Eso es todo por hoy, recuerden que somos un equipo y si se apoyan entre todos, las terapias irán mejor.

—Gracias por todo, terapeuta Montesco —asiente Peter poniéndose de pie—. Gracias por todo, terapeuta Montesco.

—¡Ya quiero que llegue el gran día! —Violeta sigue a Peter y ambos caminan a los dormitorios, cubriendose de la lluvia con el paraguas—. Tengo que ver mi vestuario para la obra, ¿gustas acompañarme?

Espero a que se alejen y volteo a ver a Jimmy.

—Yo tengo ensayo, el terapeuta me va a acompañar—explica con timidez.

No sé si puedo confiar en Jimmy para hablar del secreto de la terapeuta Pons, pero ya no puedo guardar esto.

—Seré breve —volteo a ver al terapeuta Dahir—. Serena me dijo que no hablara de su secreto con nadie, que si lo hacía, ella sabría que fui yo quien contó la verdad, porque se supone que soy la única que lo sabe.

—¿Esto es a lo que se refería Violeta?

—Si... No sé por qué me lo advirtió, pero sus palabras fueron más una amenaza

—Yo ya hablé con Ferdinand de esto, le conté mis sospechas y lo que me dijiste, claro que no di tu nombre, tal vez él ya habló con ella y por eso las amenazas —explica tranquilo, pero yo me siento acorralada—. No te preocupes, que no puede hacerte daño, Serena solo esta hablando para molestarte, además si se descubre su secreto, la responsable será ella y no tú.

Asiento poco convencida.

—¿Puedo ir con ustedes?

Jimmy sonríe y me jala de la mano.

—¡Vamos, Solar!

Salimos a prisa seguidos del terapeuta Montesco, quien nos pide usar los paraguas mientras corremos bajo la lluvia.

Dejo que Jimmy me guíe, aunque quiero empujarlo para que me suelte la mano, la lluvia cayendo sobre nosotros me refresca y hace que mi mente se aclare.

Llegamos al aula de la clase de baile, se trata de un lugar espacioso y rodeado de varios elementos de baile, fotografías de los alumnos y algunas decoraciones de diversos colores.

—La presentación será en el gran salón, pero estoy ensayando aquí —explica Jimmy y me suelto de su mano con brusquedad—. Lo siento. —Me murmura y ríe.

—¿Ensayas solo? ¿Dónde está la profesora? —El terapeuta se quita su bata y saca de su bolsillo unas toallitas húmedas, me pasa un par y me limpio las manos.

—Gracias —camino a tirar la basura mientras Jimmy se prepara calentando.

—La profesora viene de vez en cuando, pero no importa, me gusta ensayar solo —camina hasta el equipo de audio y voltea a ver al terapeuta, quien permanece a mi lado cerca de la puerta—. Me gustaría que me diera su opinión... He montado la coreografía yo solo... Dígame si se ve bien.

—Adelante. —El terapeuta le sonríe y Jimmy da inicio a la música.

Comienza moviéndose de un lado a otro, tan ligero como una pluma y demasiado natural que lo hace parecer fácil. Sus piernas y brazos se extienden al compás de la música, una melodia que desconozco.

—Algo que solo mi familia sabe... Es que... —Jimmy alza la voz sin dejar de bailar—. Cuando era niño tenía el sueño de ser idol... —camina al extremo de la pista y se prepara para dar un brinco y una vuelta en el aire—. A mi familia nunca le ha gustado el mundo artistico —cae sobre sus dos pies y sigue bailando—. Dicen que es un mundo de perdición...

—El arte una de las expresiones más realistas de nuestras emociones... —Lo observo hipnotizada, Jimmy realmente tiene talento en demasía que merece ser explotado—. El arte es vida... No tendría que ser prohibido.

—Tienes tanta razón... —murmura el terapeuta y camina en dirección a Jimmy—. Levanta la mirada, Jimmy. —Este lo obedece y sigue bailando elevando más la barbilla—. No tienes idea de lo increíble que bailas, muestra el orgullo del baile y nunca bajes la mirada —camina a su alrededor observando sus movimientos—. ¡Extiende más los brazos!

Lentamente camino hacia atrás hasta chocar de espaldas con la puerta, salgo del aula y camino de regreso a mi habitación.

«Jimmy tiene potencial como ni él mismo lo imagina, su familia debería verlo y apoyarlo».

—Solar... —Peter me sorprende saliendo del elevador—. Solar.

—¿Qué sucede Peter?

—Tengo que hablar contigo —voltea en todas direcciones y me señala su habitación con la palma de su mano—. Tengo que hablar contigo, pero aquí no. Pero aquí no. Vamos adentro, vamos adentro.

Asiento y entro a su habitación, quedándome de pie cerca de la puerta, mientras él se sienta en la orilla de la cama.

—Seré directo con esto, porque no quiero tener problemas contigo y porque... Te aprecio bastante. Seré directo con esto, porque no quiero tener problemas contigo y porque... Te aprecio bastante.

—¿Qué ocurre? —Sus palabras me preocupan un poco, observo su habitación recordando que no apagué las luces antes de salir de mi habitación.

—Violeta y la terapeuta Pons, te quieren poner una trampa. Violeta y la terapeuta Pons, te quieren poner una trampa.

—¿Cómo? ¿Cómo?

Golpean la puerta de la habitación de manera frenética y en un segundo se abre.

—¡Hay reunión de colegitas y nadie me ha avisado! —Violeta nos observa con los brazos cruzados.

—Solo estábamos platicando. —Se apresura Peter algo nervioso—. Solo estábamos platicando.

—Si... Nada importante —salgo de la habitación a prisa y corro a encerrarme.

Cierro con llave respirando con pesadez y camino al aseo para lavarme las manos.

Abro las llaves del fregadero con las manos temblorosas, me lavo el rostro solo con agua tibia y después las manos con bastante jabón.

—Tal vez... Tal vez por eso la terapeuta Pons me buscó... —Me seco y salgo del aseo—. Pero... ¿Qué será lo que ella y Violeta están tramando?

Una sombra cubre la rendija inferior de la puerta, mi corazón palpita asustado y la sombra se va.

—Tengo miedo... Tengo miedo...

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