Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18 Solar


—Veinte, veintidós, veinticuatro, veintiséis, veintiocho.

La llave del lavabo sigue goteando y cada vez me desespero más.

—¡Ya callate! —tapo mis oídos con la almohada.

—Solar. —Dos suaves golpes llaman a la puerta—. Solar, soy Dahir Montesco, abre por favor.

Solo escuchar la mención de su nombre me devuelve el alma al cuerpo.

—¡Un momento! —salgo corriendo de la cama y abro la puerta de golpe—. Ayúdeme, por favor —suplico al borde del llanto y me arrojo a sus brazos.

Siento su abrazo tenso, pero poco a poco se va relajando.

—¿Qué necesitas, Solar? —Me empuja ligeramente para que entremos.

—Mi ma... Camille... —Lo suelto y corro al armario para buscar la biblia, pero me detengo en seco cuando me doy cuenta de lo que acabo de hacer—. Necesito bañarme —tomo el conjunto rojo y mi cambio de playera y ropa interior.

Me precipito a entrar al aseo cerrando bien la puerta y me meto a la ducha. Cuando cierro la llave escucho la voz de la enfermera Gutiérrez.

—En un momento pido que hagan el aseo, mientras tanto le he traído algo de comer, también trajé algo para usted, doctor Montesco.

—Gracias, Lucía, ¿Puedes ver si Solar ha terminado de bañarse?

—Claro —golpea tres veces a la puerta, «No son pares».—. ¿Solar? ¿Has terminado?

—Ocho minutos, por favor.

Me seco bien con las toallas contando mentalmente y me cambio, terminando justo en los ocho minutos. Salgo un poco apenada, aún secando mi cabello.

—Ven conmigo, Solar, vamos a comer.

Paso la mirada por toda la habitación: la señora del aseo esta terminando de limpiar y la enfermera Gutiérrez ya no esta, solo el terapeuta Montesco.

—Ya esta terminado, Doctor —habla la señora, quien se retira en silencio.

Ella sabe que me gusta que haga su limpieza rápido y en silencio.

—Gracias, señora Vásquez —veo al terapeuta cerrar la puerta y me señala al buró con la palma de su mano—. Come algo, por favor.

—No tengo hambre... —observo dos platos de frutos rojos con yogurth.

—Para hablar necesitas tener fuerzas... —Lo veo de reojo tomando uno de los platos—. Esas fuerzas las obtendrás comiendo —toma una gran cucharada y la saborea—. Mmmm... Esto es una delicia —toma otra cucharada y continua comiendo—, las fuerzas te las da el alimento.

—De acuerdo —tomo el otro plato y me siento en la orilla de la cama.

—Podemos salir a caminar si así lo deseas, el clima es fresco y esta siendo un día precioso, no puedes perdertelo aquí encerrada.

—¿Podemos ir a los jardines? —Su idea ya me agrada.

—Por supuesto —accede terminando su plato.

Hago lo mismo y tomando grandes cucharadas, termino mi plato.

—Solo me lavo los dientes —corro al aseo—, será rápido.

Es la primera vez que me entusiasma la idea de la terapia, aunque esta no es una sesión formal, o eso creo.

Después de mi rutina habitual para salir de mi habitación, bajamos a los jardines del hospital, el terapeuta tenía razón, el viento sopla fresco a nuestro alrededor, mientras el sol lucha por abrazar nuestra piel.

—¿Por qué no habías querido salir de tu habitación?

Su pregunta rompe mi burbuja y recuerdo todo lo sucedido ayer.

—Si quiere que sea sincera, se lo diré... —respiro profundo y me aferro con fuerza a la orilla de mi sudadera.

Nos detenemos cerca de un roble al final del jardín, en lo que parecen los límites del hospital con el mundo exterior.

—No reprimas tus emociones.

—¿Cómo? —Lo veo a los ojos, ligeramente sorprendida.

No es muy común en mi hacer contacto visual con las personas, es un gesto que considero revelador, ya que las miradas logran reflejar nuestras emociones verdaderas, pero me provoca demasiada curiosidad ver al terapeuta y sus reacciones hacia mi. 

—Haces eso cada vez que quieres esconder tus emociones —señala mi mano derecha—. Quiero que me permitas escuchar lo que realmente estas sintiendo, Solar, soy tu terapeuta y merezco la verdad.

—Yo... —bajo la mirada y con cuidado relajo mi mano—. Es sobre mi madre... Camille. Es difícil...

—Solo por esta ocasión, quiero proponerte un trato.

—¿De qué se trata?

—Tengo un secreto que me gustaría compartir contigo, pero lo haré solo si tú me hablas de Camille.

Su propuesta me resulta tentadora, ahora quiero saber qué clase de secretos puede guardar un terapeuta, aunque hablar de Camille es un tema complicado, pero él es mi terapeuta, tal vez...

«¡Las luces!».

—¡Me olvidé de apagar las luces! —Doy media vuelta dispuesta a salir corriendo, pero él me detiene del hombro.

—No huyas. —Su mirada es suplicante y su voz me pide confianza—. Estoy cien por ciento seguro de que apagaste bien las luces.

—Pero...

—¿Aceptas mi propuesta? —Me suelta dando un paso atrás.

—Confío en usted.

Saca un par de guantes de látex de su bata y se los coloca.

—Entonces ven conmigo. —Una gran sonrisa adorna su rostro y toma mi mano para llevarme detrás del último roble.

—¿Qué hace?

Lo veo buscando algo en la orilla de la enredadera, parece la perilla de una puerta, tengo miedo de lo que hay detrás de la puerta, pero el terapeuta es dueño de una calma que me da seguridad.

—Este es mi secreto.

Me ve entusiasta y con sumo cuidado abre la puerta de madera, jalandome con él al exterior.

Aprieto los ojos con fuerza, tropezando con mis pies y chocando contra su pecho.

—Ha ha. —Se ríe de mi—. Abre los ojos, Solar.

Entrecierro los ojos apretando con fuerza su mano, y cuando distingo el verde del césped abro más los ojos.

—¡Qué...!

Doy varios pasos lejos de él, admirando el verde vibrante que se extiende frente a nosotros, los amplios prados que rodean el hospital y el camino de robles que abre paso al bosque.

—Hace unos días que descubrí la puerta secreta... Parece que nadie más sabe de esto —escucho su voz detrás de mi—. ¿Solar?

—Es hermoso... —corro hasta los árboles y me abrazo al primero que veo—. Huele a hogar... —sonrío para mi, respirando profundo.

—Sabía que te gustaría. —Sus pasos se escuchan cerca de mi y volteo a verlo—. Te he compartido un gran secreto, este se ha vuelto mi lugar favorito. —Lo observo entrando por el camino que guía al bosque—. Aquí vengo cuando quiero despejar mi mente y alejarme de todo...

Sigo sus pasos mientras lo escucho hablar, sé muy bien que espera a que le cuente todo sobre Camille, aunque dudo que una hora nos alcance para ello.

Llegamos a lo que parece ser el centro del bosque: un pequeño prado pintado de una amplia gama de verdes, rodeado de robles, abetos y pinos, a lo lejos se escucha el agua, tal vez un río o una cascada.

—Podemos sentarnos por aquí.

Lo veo recostarse en la raíz de un gran abeto. Lo imito y me siento a unos centímetros de él, no quiero que me vea de frente.

—Cuando era niña... Mi padre trabajaba demasiado, apenas y lo veía en casa porque era muy común que se fuera a largas misiones por meses... Así que... Camille aprovechaba cada oportunidad para tratarme como quería...

Hago una pequeña pausa, sintiendo que cada momento sucede nuevamente.

—Tenía unos siete u ocho años cuando me di cuenta de lo que ella en realidad hacía... —Mi mente comienza a hilar las ideas, formando el rompecabezas de mi infancia que tanto he querido olvidar—. Cada vez que papá salía por la puerta dispuesto a alejarse por meses, mamá revelaba su verdadero rostro, el rostro de una mujer que usaba a su hija como sirvienta... Una mujer que no se tentaba el corazón para engañar al mundo a costa de su hija y su esposo.

—¿Tu padre sabía algo?

—Nada. Él nunca supo nada. Nunca le dije de las noches de borrachera donde Camille se perdía por días, tomaba demasiado que a veces pensaba que no despertaría... —Mi respiración se agita un poco, pero me obligo a seguir hablando—. Desde que tuve uso de razón fui la sirvienta de mi propia casa, me tocaba lavar y limpiar todo lo que ella me decía... Y cuando se perdía en sus borracheras, era yo la que levantaba todo, yo limpiaba y dejaba todo pulcro para cuando papá regresara...

Las lágrimas me traicionan y escapan de mis ojos manchando mis mejillas.

—¿Qué era lo que hacía Camille cuando tú te dedicabas a limpiar? —Me acerca un pequeño pañuelo bordado con sus iniciales.

«Hace mucho que no veo algo así, este hombre debe ser de otro siglo».

—Ella se encerraba en su estudio, tenía un... Una habitación donde guardaba todos sus diseños, telas y una máquina para coser —limpio mis mejillas con delicadeza—. Ella se encerraba ahí por horas, pero siempre que salía demandaba que todo estuviese limpio, así que me tomaba las mañanas para limpiar y por las tardes me iba a mis clases, siempre con el miedo de volver a casa.

—¿Miedo? ¿A qué?

—A encontrarlo... —Me pongo de pie respirando agitada, me abrazo buscando refugio—. Ella... Tenía... Alguien... Mi... Yo no...

—Solar —Sus manos se posan sobre mis hombros y volteo a verlo.

—Si yo no hacía lo que ella quería, me castigaba —Mi cuerpo tiembla al recordar todo aquello que una vez me hizo daño—, me encerraba en el sótano... Ahí había algo... —respiro con pesadez—. Se escuchaban ruidos... Una bestia... Un demonio... Me encerraba por horas, a veces por días... —Sin darme cuenta ya estoy llorando a mares—. Había un demonio que... que después me buscaba... Él me buscaba en mi habitacion... Yo... Él...

—Tranquila... —Me refugia en sus brazos y no me aparto, en este momento este es mi lugar seguro—. Tranquila, Solar, aquí estas a salvo. Nada malo te pasará mientras yo esté contigo.

Lloro con más fuerza, dejando escapar todo el dolor y los sentimientos que tanto he reprimido por años, sé que me tomará tiempo alejar todo el dolor, pero en este momento lo único que mi cuerpo quiere es llorar.

—Papá quiere regresar con ella ahora... Si solo supiera la verdad... Pero tengo miedo de decirlo.

—Yo te acompañaré si decides hablar con él.

—Huele a pino... Me gusta el aroma a pino... Me gusta el aroma a pino...

—Lo sé, lo mencionaste el otro día en la consulta —asegura aún abrazandome.

—Por favor... No le diga nada a nadie. No le diga nada a nadie.

—Puedes estar segura de que no diré nada.

—Ella es una mala mujer... Ella nunca me quiso... Ella no quería ser madre... Dijo que... dijo que yo arruiné su cuerpo... No me quiere...

«Cada vez que la veo mi mente se convierte en una lluvia de pensamientos errantes, mi ansiedad aumenta y mis ganas de perderme en este enorme mundo incrementan».

—Mi madre nunca fue mi madre... Y ahora que ha regresado a mi vida, pretende retomar su defectuoso estilo de crianza... Tratando... Tratando de inculcarme sus atávicos pensamientos que parecen salidos de la edad media.

—Solar...

—Piensa que mi trastorno no es más que una posesión demoníaca, ayer que vino a visitarme... Me trajo una biblia, dice que esa es la verdadera solución. 

Me alejo de él y limpio mis lágrimas.

—Camille es mala. —Lo veo directo a los ojos—. Mi padre tiene que saberlo. Mi padre tiene que saberlo.

—Yo puedo hablar con él, si quieres.

—Camille quiere regresar a casa. Camille quiere regresar a casa.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—No sé qué fue lo que pasó, pero Camille ha convencido a mi padre para regresar a la casa —camino hacia el camino que nos ha traído aquí, necesito hablar con la doctora Brown para llamar a mi padre—. Necesito hablar con mi padre, sin que ella lo sepa.

—Yo puedo hacerlo, Solar, si me lo permites. —El terapeuta se ofrece amablemente, pero no sé si deba confiarle algo tan delicado.

Me detengo cuando llegamos a la puerta y lo veo a los ojos.

—Yo no quería saltar por la ventana. Violeta me acorraló.

—Lo sé. Te creo.

—¿De verdad?

—Si. Tuviste un ataque de ansiedad. Eso fue lo que pasó.

—Pensé que... Que no me creían... —vuelvo a llorar, pero esta vez me siento esperanzada.

—Yo te creo, Solar. Solo dejame ayudarte.

Asiento y cruzamos la puerta.

—Gracias por compartirme su lugar especial, me gustaría volver otro día.

—Así será, Solar. —Me sonríe y cierra la puerta escondiendo la perilla, mientras yo seco mis lágrimas—. Una última pregunta, Solar.

—Dígame.

—¿Has notado algo extraño entre los terapeutas Summers y Pons?

—Creo que sé a lo que se refiere. —Por fin puedo contar este secreto a alguien más—. Hace tiempo vi a la terapeuta Pons besándose con alguien que no es su novio. Los domingos de visitas es muy común verla por aquí, ella coquetea con otro hombre, mientras su novio se ocupa de sus pacientes. No sé si... No me gusta meterme en la vida de nadie, pero creo que ella lo engaña a él con... Con ese hombre.

—Creo saber de quién hablas —murmura pensativo, tal vez ya los vío también—. Eso es todo. Gracias, Solar.

—Hasta luego.

Doy la vuelta y camino a mi habitación, me siento más tranquila, más segura y sobre todo, acompañada.

—No estoy sola...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro