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Capítulo 17 Dahir

La semana ha sido un verdadero caos.

Merida no me ha hablado y yo no la he buscado, tal vez debería llamarla, o no.

Mis nervios se han despuntando porque me he postulado para obtener una beca en España, para hacer mi maestría en la madre patria, se trata de una beca que equivale al porcentaje de mi promedio, es decir, pagarían mis gastos dependiendo de mi promedio escolar y para mi buena suerte, eso sería en un cien por ciento, ya que soy un alumno de excelencia, eso me caería muy bien en este momento.

He estado tan ocupado que a Nathan y Bianca apenas y los he visto, desde que empezamos las practicas solo nos vemos en clases, pero esta tarde los veo aquí en el departamento, Rafaello ha invitado a media ciudad a la fiesta de cumpleaños de su novia.

—Dahir —hablando del rey de Roma, este aparece en la puerta de mi habitación—. Ya deja los estudios un rato, hermano —bromea entrando.

—Lo siento, estaba revisando un expediente.

Tuve que sacar una copia de las pruebas que le apliqué a Solar, para poder mostrarselas al doctor Mendoza y tener su opinión, hasta ahora he rectificado lo que ya había visto, además también consulté al profesor Carvajal, quien me mostró otro panorama.

—Ser psicólogo es lo tuyo —declara ojeando mis papeles—. Voy rápido con Miranda y los chicos a traer los bocadillos que encargué. Por favor, si van llegando los invitados, recibelos por mi.

—Claro, aunque es temprano para eso —reviso el reloj en la pared—. Apenas van a ser las dos.

—Lo sé, pero voy a llegar como a las seis, porque me falta el pastel y algunos adornos.

—En ese caso, no hay problema.

—Ok, ya vengo.

Sale del departamento, y apenas cierra la puerta mi móvil suena.

Reviso el contacto, es la doctora Brown.

—¿Bueno?

—¡Dahir!

—Es extraño escucharla en fin de semana.

La escucho reír.

—Espero no molestar, ¿estás ocupado?

—No, dígame, ¿sucede algo?

—Si, alguien quiere hablar contigo... —escucho que dice que nos dará privacidad.

—¿Psicólogo Montesco? —Es la distintiva y suave voz de Solar.

—Solar, ¿qué sucede?

—Ella estuvo aquí... —murmura.

Percibo algo de tristeza y miedo en su tono.

—¿Quién? —aunque no es necesario que me lo diga, puedo imaginarlo.

—Mi ma... Camille Castell.

La escucho tan angustiada, que solo se me ocurre hacer algunos ejercicios de respiración y poner algo de música. Elijo Serendipity de Jimin.

Después de los ejercicios de respiración termino la llamada dejándola más tranquila, espero poder con esto mañana.

Termino de revisar mis pendientes y me alisto para la fiesta: una camisa negra y jeans oscuros son mi atuendo perfecto, acompañados de un par de zapatos negros y una estela de la mejor colonia que pude encontrar en una tienda en línea.

Pasadas las siete de la tarde, los invitados llegan en pequeños grupos, Rafa es un verdadero anfitrión, mientras que Nathan, Bianca y yo nos la pasamos platicando.

—¡Dahir! —Jorge, un amigo de mi primo, me llama desde la puerta—. ¡Te buscan!

—Voy a ver quién es —informo a Nathan y Bianca, quienes se levantan a bailar.

Mientras yo me apresuro a llegar a la puerta.

—Hola —Una chica sexy que parece sacada de revista, me saluda con coquetería.

—¡Meri...! Te ves... —Coloca su dedo índice en mis labios para callarme.

—Vamos a tu habitación —sonríe juguetona y baja su mano por mi pecho, provocandome y a la vez desabotonando mi camisa.

Entramos y nos escabullimos a mi habitación.

—Te ves tan sexy, Merida, hace mucho que no te vestias así.

La observo bien de pies a cabeza: una blusa blanca ajustada con transparencias que deja ver su brasier de encaje negro, a juego con una mini falda negra con pliegues verticales y unos tacones negros de muerte; crean una escultural figura de la chica frente a mi.

—Solo quería darle una sorpresa a mi chico. —Me besa y me empuja por los hombros haciéndome caer contra la cama—. Hace mucho que no estabamos así... —cierra la puerta con seguro y camina hasta mi.

—Que lado tan atrevido, el tuyo.

La observo anonadado, pues Merida nunca fue así conmigo, por más ganas que tuviéramos de estar juntos, jamás había actuado así.

Camina a paso lento hasta mi, mientras se va deshaciendo de sus prendas: tira su bolso cerca de la puerta, su blusa y falda quedan cerca del pie de la cama.

Sube en la cama y se posiciona sobre mi, comienza a mover las caderas de un lado a otro, no hace falta la música pues la fiesta se oye a cuatro cuadras a la redonda, entonces el timbre de su móvil nos interrumpe.

—Lo siento —rapidamente corre a su bolsa y escribe un texto—. Le dije a mi mamá que no tardaría en regresar —explica sonriendo a la pantalla, como aquella adolescente que acaba de ser atrapada en el acto y no tiene tantita pena.

Deja el móvil en su bolso y regresa a mi lado.

—Entonces demonos prisa. —La tomo por las caderas y la acerco a mi—. Muéstrame lo que sabes hacer —susurro en su oído y ella ríe.

Entonces Merida se transforma, de pronto es otra chica la que me ataca en la cama: me besa desesperada y con pasión, como nunca lo había hecho, toma el mando de la situación y se apodera de mi cuerpo como si no hubiese un mañana, Merida es otra.

Su silueta desnuda frente a mi es impresionante, su piel luce radiante y su cabellera brilla, sus ojos me ven con deseo y su cuerpo se mueve al compás del mío.

Más que un acto sexual, nos encontramos en una entrega total. En cuerpo y alma. Nuestros gemidos se mezclan en el aire, sus manos acarician cada parte de mi cuerpo al igual que las mías se pierden en el suyo, somos un manojo de hormonas y deseo primitivo que se apresuran a llegar al clímax.

—Tengo que correr a casa —menciona casual en cuanto terminamos.

—Puedo llevarte... —susurro apenas audible, me he quedado sin aliento.

—No es necesario amor. —Se viste a prisa y revisa su móvil—. Programé un servicio de taxi, llega en unos minutos.

—De acuerdo, te acompaño abajo —salgo de la cama pero ella me detiene con un beso.

—No es necesario, cariño. —Me empuja regresandome a la cama—. Descansa un poco, nos vemos mañana. —Me guiña un ojo y sale de prisa.

Me levanto rápido y mientras me visto doy un vistazo rápido por la ventana, la veo subir en un auto plateado perdiéndose en la oscuridad de la noche.

La fiesta de Rafaello termina en un colapso alcohólico y algunos chicos dormidos en el piso de la cocina y la sala.

Me levanto tropezando con mis pies, llegando a la cocina inicio mi desayuno con un par de aspirinas y viendo a un Rafaello perdido en el mundo de los sueños, tendido en el sofá de la sala junto a Vianey.

Tomo un tazón de frutas y me encierro en mi habitación, escondiendome en mi cueva: conformada por mis sábanas y un edredón de felpa.

Para el lunes ya me siento mejor y en cuanto llego al hospital psiquiátrico me apresuro a buscar a Solar, aprovechando que tengo libre la primera hora.

—Buenas tardes, Dorinda —saludo a la recepcionista sonriendo.

—Hola, Dahir, la doctora Brown te estaba buscando, parece que es urgente. —Me informa de inmediato.

—Claro, ¿esta en su oficina? —Me coloco la bata y acomodo mi mochila en mi hombro.

—Permiteme... —revisa la agenda en la computadora—. Esta en... En su consultorio del edificio tres —remueve sus papeles y me entrega una tarjeta—. Este es un pase para que puedas acceder al edificio, ya que los practicantes no pueden hacerlo sin autorización.

—De acuerdo —tomo la pequeña tarjeta que viene con mi fotografia, mis datos generales y en grande el anuncio de pase especial—. Voy a buscarla, nos vemos después.

Salgo sin esperar respuesta, paso a mi consultorio a dejar mis cosas y me apresuro a llegar al edificio de nivel tres.

—Buenas tardes —saludo al guardia en la puerta.

—Buenas tardes, Doctor, ¿qué necesita?

«Me dijo Doctor».

—La doctora Brown me espera —muestro la tarjeta y me deja pasar.

—Adelante, por el pasillo a la derecha en el tercer piso, el consultorio del fondo es el suyo.

—De acuerdo, gracias.

Le sonrío y hago mi camino por el pasillo, antes de dar la vuelta a la derecha, me tropiezo con Serena.

—¡Dahir! —luce exageradamente sorprendida.

—Serena, ¿qué haces por aquí?

«No recuerdo que Serena tuviese pacientes del nivel tres».

—Vine a.. —titubea un momento—, a ver al doctor Radcliffe... ¡Si! Para consultarle sobre un paciente... Am no encontraba a la doctora Brown y pensé que él podría ayudarme... Pero no esta —ríe nerviosa—. ¿Tú qué haces aquí?

—La doctora Amelia me estaba buscando.

Se ve algo nerviosa y voltea constantemente sobre su hombro.

—Bueno, pues ella no esta aquí, parece que ninguno vino a trabajar ha ha —bromea retomando su paso.

Pero solo damos un par de pasos cuando nos detienen.

—¡Jóvenes! ¿Qué hacen aquí? —El doctor Radcliffe nos observa sonriente mientras alisa su bata, su cabello se ve alborotado y su camisa esta ligeramente desalineada.

«Un momento, Serena dijo que no estaba».

—Dahir esta buscando a la doctora, Brown...

—Amelia salió hace rato, debe estar en los dormitorios del nivel tres —explica Ean tranquilo.

—De acuerdo.

Es lo único que digo y salgo a prisa del edificio, camino a paso rápido rumbo a los dormitorios del nivel tres.

—Por favor, que sea una mentira...

—¿Qué cosa? —Me detengo en seco antes de chocar con él.

Ferdinand me observa curioso.

—Fer... ¿Qué haces aquí? —La voz me falla delatado mi nerviosismo.

—Vine por unos papeles al consultorio de la doctora Brown... Pero tú, parece que has visto a un fantasma, tío.

—No es... Yo...

Mis pensamientos comienzan a ir de un lado a otro, no sé si debería decirle lo que he visto, aunque no es nada seguro.

—¡Amor! —Serena viene corriendo hasta nosotros—. Ven, que quiero consultarte algo.

La veo tomarlo del brazo muy coqueta, mientras retomo mi paso.

—Serena, te has puesto la falda al revés, amor —Ferdinand se carcajea pero su comentario solo aviva mis sospechas.

—Aah... Tenía una mancha... Olvidé acomodarla... —volteo a verla cuando escucho su respuesta y ella también me ve.

—Venga, que yo la arreglo —Ferdinand ignora por completo lo que sucede y yo me apresuro a llegar con Amelia.

La encuentro justo en la entrada de los dormitorios.

—¡Dahir! Que bueno que llegas. —Me sonríe nerviosa—. Necesito que vayas a ver a Solar, no ha querido salir de su habitación en todo el día, ni siquiera ha comido, tal vez a ti te escuche, no te preocupes por la sesión con Violeta, yo te cubro para que tomes el tiempo que sea necesario. Y por cierto, a partir de hoy tienes el consultorio para ti solo, Ferdinand cambiará a nivel dos.

—De acuerdo, voy en seguida.

Salgo sin esperar su respuesta.
Solar me necesita, puedo sentirlo.

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