Capítulo 13 Dahir
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Cuando Collette me dice que la alarma que suena viene del edificio de nivel uno, casi se me sale el alma del cuerpo.
Así que me apresuro a llegar, me he encontrado con una escena inesperada; Solar acorralada en un rincón, mientras las enfermeras van de un lado a otro y los pacientes se dispersan en el pasillo cual abejas en la miel.
Violeta grita como desquiciada qué Solar quiere saltar, Jimmy esta al borde del llanto y Peter realmente luce preocupado.
No veo a la doctora Brown por ningún lado, pero si al doctor Radcliffe y los demás pasantes. La enfermera Gutiérrez esta a unos pasos de Solar, pero nadie se atreve a hacer nada.
—¡Basta!
El grito nace de mi garganta sin pensarlo, las miradas de asombro no se hacen esperar, pero ya es tarde para retroceder así que me mantengo firme, apago la alarma y camino hasta Solar.
Lo único que se me ocurre es acercarme y tomarla por los hombros, como hacía mi terapeuta cuando me daba un ataque de panico o ansiedad, es una especie de protección y a mi me hacía sentir a salvo, porque estoy seguro de que Solar no tiene pensado saltar por la ventana.
Ignorando todo lo que ocurre a mi alrededor; coloco mis manos en sus hombros y aunque ella se tensa un poco, no la suelto.
Le indico a todos qué hacer, y la doctora Brown aparece por fin para aprobar mi desición.
Después de dejar a Solar en su habitación, bajamos a los consultorios y recibo un sin fin de aplausos por mi buen actuar como novato, me despido de todos y hago mi camino a casa, donde por fin me suelto a llorar libremente.
Verla llena de miedo me ha conmovido, pero no podía mostrar debilidad frente a ella, así que dejé que el nudo en mi garganta permaneciera en silencio, hasta ahora.
Una ligera opresión en el pecho me lastima.
—Tengo que hacer algo... Voy a hacer algo para que mis pacientes estén bien... Para que lleven una mejor calidad de vida.
El timbre de un mensaje entrante en mi móvil me asusta.
—¿Ahora qué? Ya no puedo ni llorar a gusto. —Me limpio la nariz con un pañuelo y reviso el mensaje.
De Merida:
Cambio de planes. Nos vemos en el restaurante El Ruiseñor, a las 8:00 pm, no tardes que tengo una gran sorpresa.
Nos vemos, amor. ♥
7:15 pm
—¿Amor? Por qué estará tan cariñosa...
Yo:
De acuerdo, ahí te veo, cariño. ♥
7:17 pm
Tomo una ducha rápida y salgo a paso veloz del departamento.
—¡Dahir! —escucho mi nombre cuando estoy por abordar mi auto.
Levanto la mirada y me encuentro con un alegre Rafaello y...
«¿Qué pasó con Vianey?».
—Hola, Rafa... —sigo en shock.
—Mira, ella es Miranda, hermana de Vianey.
—Mucho gusto, Miranda —estrecho su mano y ella agita la mia con entusiasmo.
—Igualmente, Dahir.
—Estamos preparando una fiesta sorpresa para Vianey, mañana es su cumpleaños y quiero hacer algo en el departamento, si no te molesta —comenta sonriente.
—Por supuesto que no me molesta, es tu departamento, yo solo estoy de paso.
—¡Ha, ha, ha, ha! —Miranda se carcajea escandalosa—. Lo siento, pero me pareció gracioso.
—Pero qué dices hermano —Rafa se apresura a intervenir—. Tú pasas más tiempo aquí, que yo, además será tu regalo de graduación.
—¡¿Qué?! —Lo observo boquiabierto.
—Nada nada —responde nervioso—. Por cierto, ¿A dónde ibas?
—Voy a ver a Merida...
—¿La reina de hielo sigue siendo tu novia?
—Si, y no la llames así, por favor.
—¿Reina de hielo? —Miranda nos observa extrañada.
—Ya te explicará, Rafaello, yo los dejo que voy tarde.
—No te olvides que la próxima semana iniciamos los ensayos para la despedida de soltera.
—No lo olvido —aseguro y subo a mi auto.
Llego al restaurante con cinco minutos de retraso.
—Merida me va a matar... —murmuro entre dientes cuando llego con la recepcionista, quien me lleva hasta nuestra mesa, y para mi sorpresa, Merida no ha llegado—. ¿La señorita del Castillo, no ha llegado?
—Como podrá notar, no lo ha hecho.
Responde sarcástica dejándome el menú de mala gana.
—Que mujer tan servicial.
Tomo asiento y en seguida llega el mesero.
—¿Ya sabe qué va a ordenar, joven?
—Aún no voy a pedir, estoy esperando a mi novia, pero podría traerme una limonada, por favor.
—Con gusto, joven.
Son cerca de las nueve y media, y Merida no llega.
—¡Mesero! —llamo la atención del señor que ya ha dado más de cinco vueltas a mi mesa.
—Dígame, joven, ¿ya se decidió?
—Parece que mi novia no va a llegar, así que, traigame la ensalada de aguacate y el filete de pescado gallo, por favor.
—Una botella de vino blanco.
Merida llega entusiasmada interrumpiendonos, no espera a que le acerque la silla y se sienta sin más frente a mi, mientras la observo acomodar su cabello alborotado. Hoy luce diferente, hay un aire extraño en su atuendo, pero no logro descifrarlo, hasta que doy con el tremendo escote que usa.
Nunca he sido un novio celoso o posesivo, pero me parece muy revelador, además de que ella no usa ese tipo de escotes.
—Y lo mismo que pidió mi novio, pero yo quiero tilapia, en lugar de gallo, por favor.
—En un momento les traigo su orden.
Espero a que el mesero se retire.
—Llegas tarde eso no es común en ti.
—Lo sé y lo siento, pero hubo un cambio en todo —confiesa viéndome a los ojos—. Franco Lombardo Quevedo, el dueño de Multitasking, adelantó la entrevista para hoy, me citó en su oficina a las siete por eso se me hizo tarde, el punto es que... ¡Tengo el puesto!
—¿El puesto de tacos? Porque no me caería mal una orden gratis todos los días...
—¡No seas tonto, Dahir! —Se molesta, pero eso ya no es extraño en ella—. Me refiero al puesto en recursos humanos de la empresa Multitasking.
—Pero...
—¡Lo sé! Yo tampoco puedo creerlo —suelta una risita extraña que hace mucho tiempo no escucho.
Sigo en shock mientras el mesero nos trae nuestros platillos y el vino con el que Merida quiere brindar, levantando su copa hacía mi.
—Por tu nuevo trabajo... —levanto mi copa con torpeza.
—¡Dahir! —Se molesta y baja su copa—. Te estoy compartiendo un logro importante en mi vida y tu andas en la luna.
—Lo siento...
—Seguro es por esos pacientes tuyos —corta su filete con brutalidad—. Ya te he dicho que no los tomes tan en serio, solo son tus prácticas.
—No son solo prácticas. —La imito y me apresuro a llenar mi boca de comida—. Me preocupan porque son personas con problemas emocionales, con trastornos que...
—Entiende que no puedes hacer más cosa que medicarlos —comenta desinteresada—. Así que no te encariñes de ellos, mejor concentrate en tu futuro, aún estas a tiempo de salvarte.
—No puedo creer que hayas dicho eso —bebo el vino de un trago y me levanto abruptamente, causando su sorpresa—. Ellos me necesitan, su mejoría depende de mi y lo único que quiero para ellos es una mejor calidad de vida, que puedan vivir tranquilos y de una mejor manera.
—¡Dahir! —murmura entre dientes, aniquilandome con la mirada—. No lo hagas.
—Lo siento, Merida, pero no me voy a sentar a escuchar como te expresas de la peor manera de mi trabajo —saco unos billetes de mi cartera y los dejo en la mesa—. Hasta luego.
—Dahir.
Doy la vuelta y camino a la recepción, escuchando su grito a mis espaldas.
—¡Dahir!
Frunzo el ceño y aprieto la quijada para no llorar.
«No puedo creer que ella piense eso de mi trabajo, que no me tome en serio».
Llego al estacionamiento y subo a mi viejo pero agradable auto.
—Durante años, mis padres y todos los psicólogos de renombre, han trabajado mucho para que nuestra profesión sea tomada en serio, no puedo creer que mi propia novia que esta por graduarse como psicóloga, piense eso... Es totalmente ilógico.
Aprieto el volante con fuerza y respiro profundo.
—Tengo que hablar de esto con mi terapeuta.
Al llegar al departamento me encierro en mi habitación ignorando el desastre en el recibidor, la sala y la cocina, parece que la fiesta de Rafa será épica.
Pongo algo de il Volo en el estéreo y en cuanto pongo mi rostro en la almohada me siento tranquilo.
Medito la épica cena que he tenido una y otra vez en mi cabeza, mientras el sueño me va atrapando.
—Vale la pena luchar... Sé lo vale...
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