Capítulo 12 Solar
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Antes de entrar al consultorio veo al terapeuta Montesco y a la terapeuta Games, hablando de algo que los hace reír.
—Esa tía puede darse por muerta —murmura entre dientes; una molesta y celosa Violeta, detrás de mi.
—Dejalo ya, que no es asunto tuyo. —La veo un segundo y regreso la vista a la puerta que se abre frente a nosotros.
—¡Que no puedo, Solar! ¡No puedo! —protesta cruzando los brazos.
—Si él fuese tu novio, probablemente te daría la razón. Probablemente.
—¡Joder, Solar!
—¡Violeta! —La enfermera Gutiérrez llama su atención—. Deja las palabras altisonantes de lado y ten más respeto para tus compañeros.
—Vale, que no vuelve a pasar. —Se da por vencida, pero su tono de voz indica que las cosas no terminan aquí—. Como son de delicados en América —susurra.
Después de casi una hora, terminamos nuestro chequeo de rutina con los médicos y regresamos a nuestras habitaciones.
—Solar, ¿quieres venir a jugar con mis legos? —Jimmy tiene una bonita colección de legos de todos colores, me agrada jugar con él porque me deja acomodarlos por color, es el único de los cuatro que tiene varias posesiones en su habitación, pues sus síntomas no son tan marcados—. Antes de venir a ver al médico, limpié muy bien la habitación.
—¡Uuuuu! ¡Jimmy y Solar son novios! —Violeta camina entre nosotros, tirando besos al aire.
—Basta, Violeta, deja de molestar. —Peter camina frente a nosotros—. Basta, Violeta, deja de molestar.
—¡No te he hablado a ti capullo! —voltea a verme divertida—. ¿Cuándo lo haceis oficial?
—¿Puedes dejar de molestar? —camino más a prisa—. Te veo en unos minutos, Jimmy.
—De acuerdo —sonríe timidamente.
—¡Esa es mi chica! —Violeta me sigue y acelero el paso hasta llegar corriendo a la puerta de mi habitación.
—¡Deja de seguirme! —Me detengo para enfrentarla—. ¡Ve y molesta a alguien más!
—¡Solo quiero ser tu amiga, tía!
—No necesito tu amistad —aseguro viéndola de reojo—. No necesito tu amistad.
—¡Ostias! ¿Pero qué te he hecho?
—Nada, solo no quiero nada de nadie. —Doy media vuelta y me distraigo viendo lo que hay afuera de la ventana.
Se trata del terapeuta Montesco, luce agitado y su vista va de un lado a otro, como buscando a alguien o algo. Pero no pasa mucho para que la terapeuta Games aparezca nuevamente a su lado.
—¡Joder! ¡Es que es guapísimo!
—¿Quién? —aparto la vista, no quiero que se haga ideas que no son.
—¡Lo sabía!
—¿Qué? —Creo que es tarde.
—Te gusta el terapeuta y viéndole con esa chica hasta te quitó el habla —señala la ventana como quien acaba de descubrir un tesoro escondido.
—Olvídalo, Violeta, no importa lo que te diga, sigues viviendo en un mundo de fantasía —reprocho regresando mi atención a la puerta—. La terapeuta Games y él son libres de hacer lo que quieran.
—¿Es que a caso no te importa que esa tía que tiene de bella lo que yo tengo de astronauta, este por quitarte a tu amor platónico? —canturrea conteniendo la voz.
—No es mi amor platónico. Y no me interesa lo que pase entre él y sus colegas, solo es el terapeuta.
—Sé muy bien que él tiene novia, y tú siendo muy moralista deberías preocuparte.
—¿Cómo lo sabes? —La veo sobre mi hombro.
—El otro día escuché al terapeuta Summers y a su novia; la terapeuta Pons, diciendo que la novia del terapeuta Monsteco una tal Merida, ha dejado enfriar la relación, así que, ese hombre es mío y ni con una tonela de tus asquerosas galletitas me lo vas a robar.
—Deja de ser entrometida y buscate una vida —abro la puerta de mi habitación y ella la detiene—. No lo hagas —advierto sin verla.
Toma la perilla y yo la suelto.
—¡Para que lo vayas sabiendo, tengo una vida! —grita cerca de mi oído—. ¡Yo no te he hecho nada y siempre me haces lo mismo, vas y huyes de mí!
—No quiero más drama en mi vida —volteo a verla, pero evito su mirada—. ¡Eres exasperante, Violeta, me colmas la paciencia y no te soporto! —estallo contra la rubia, quien me ve boquiabierta—. Lamento ser tan directa...
—¡Que sepas que no me importa! —Sus manos se pegan a la puerta, justo sobre mis hombros.
—Aléjate, invades mi espacio personal —advierto respirando más profundo.
—¡Nadie me llama dramática!
—Pero si yo...
—¡Calla! —resopla por la nariz, haciendo que mi incomodidad incremente.
—Quítate —gruño entre dientes cerrando los ojos.
No puedo seguir así, siento que me falta el aire.
—Me las vas a pagar, Solar. Nadie rechaza mi amistad —siento sus manos acariciando mi cabello, hasta tomar mi cabeza para obligarme a verla—. Nadie rechaza a Violeta Betancourt.
Y eso es todo.
—¡Sueltame! —grito desesperada—. ¡Quítate ya!
Ya no puedo tocar la puerta, así que corro a la ventana, necesito respirar.
—¡Ayuda! —grita ella—. ¡Solar quiere saltar por la ventana!
«¿Qué?».
Volteo a verla y con una gran sonrisa en el rostro, activa la alarma de emergencia que se encuentra en la pared, justo sobre su cabeza.
El fuerte ruido me hace retroceder, la luz roja parpadeante me ciega, las enfermeras comienzan a llegar, Violeta sigue gritando que quiero saltar por la ventana y los pacientes de nivel uno aparecen en el pasillo.
Mi corazón palpita desesperado mientras mis pulmones buscan más y más oxígeno. La única opción es abrir la ventana, así que regreso a intentar abrirla.
—¡Solar! —La enfermera Gutiérrez me toma por la cintura, bajo la mirada y veo que no trae los guantes.
—¡Sueltame! ¡No me toques! —Me aferro a la ventana como si fuese mi salvavidas.
—¡Aléjate de la ventana! —pide soltandome.
—¡Detenganla!
—¡Hagan algo!
—¡Quiere aventarse!
Escucho los gritos de Peter y Jimmy. Violeta insiste en que voy a saltar.
Volteo rápido y la veo a ella.
Esa chica que hace unos días atrapé por sorpresa besando al doctor Ean Radcliffe, el hombre que justo ahora me ve como si de verdad necesitara un chaleco de fuerza. Parece que hay una reunión de enfermeras y enfermeros de último momento aquí, los demás pacientes me ven como león enjaulado en el zoológico, y así me siento ahora.
«La ventana esta sucia. Tengo que bañarme. Violeta me ha tocado. La enfermera Gutiérrez no trae guantes».
Mis pensamientos se mezclan con los gritos desesperados y la escandalosa alarma de emergencia. Mi respiración se agita más, las manos me hormiguean, un sudor frío recorre mi espalda y mi vista se nubla, pero no voy a alejarme de la ventana, así que regreso a mi objetivo sintiendo que en cualquier momento voy a llorar.
«Solo quiero respirar».
—¡Basta!
El silencio se hace en el pasillo, la alarma es desactivada y siento unas manos que me toman por los hombros.
Huele a tierra mojada y pino.
«¿Papá?».
Una de las manos se eleva para abrir la ventana.
—Inhala. Unos, dos, tres, cuatro...—susurra en mi oído y hago lo que pide—. Cierra los ojos, confía en mí.
Y lo hago.
—¡Pero, terapeuta Montesco! —escucho el reclamo de Violeta.
—Todos a sus habitaciones. —Su voz firme no espera respuesta.
Escucho a los enfermeros pidiendo a los pacientes regresar por donde han venido.
—Continúa —insiste el terapeuta sin soltarme.
—Doctora Brown. —Una angustiada enfermera Gutiérrez abandona el silencio—. Yo solo...
—Ya escucharon al terapeuta Montesco. —Amelia secunda la noción—. Enfermeros, por favor lleven a sus pacientes a las habitaciones —habla en voz baja.
Los pasos sobre el azulejo anuncian su retirada.
—Inhala. Unos, dos, tres, cuatro. —El terapeuta Montesco sigue a mi lado.
Inhalo y exhalo como me lo pide, hasta que soy consciente de mi respiración y mi corazón por fin se tranquiliza. Lentamente volteo a ver su mano derecha sobre mi hombro.
—Lo lamento, pero vi que necesitabas ayuda —retira su mano y se acerca a la puerta de mi habitación para abrir.
La enfermera Gutiérrez se acerca a nosotros con la intención de ayudarme, pero niego de inmediato.
El terapeuta le sonríe y ella se aleja.
—Creo que una buena ducha caliente, te reconfortara.
Asiento aún desconcertada, la doctora Brown me sonríe y entro a mi habitación. Ellos cierran la puerta y los escucho hablar a través de la madera.
—¿Cómo supiste?
—Estrés postraumático. —Lo escucho claramente—. Tenía ocho años cuando mis padres fallecieron en un accidente y tuve constantes ataques de ansiedad después de ello, y así fue como la vi a ella. Solar solo quería que la dejaran en paz y con la presencia de medio hospital en el pasillo, eso era imposible.
—Lamento lo de tus padres. Gracias por confiarmelo, y gracias por ayudar a Solar, esta vez llegué tarde.
—Descuide, lo hago con gusto.
Los escucho alejarse y corro a la ducha.
—What if you had it all, but nobody to call? Maybe then you'd know me. 'Cause I've had everything, but no one's listening... And that's just fuckin' lonely...
Me sumerjo en la bañera tomando más tiempo que el de costumbre, y cuando por fin me siento tranquila, salgo del aseo.
—Gracias... Terapeuta Montesco.
Susurro en la oscuridad de mi habitación, donde me refugio del daño que hace el exterior, donde puedo estar tranquila, donde solo estoy yo.
Sola.
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