Capítulo 11 Dahir
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La veo corriendo por el pasillo hasta desaparecer.
—Dahir, ¿cómo te fue con Solar? —La doctora Brown camina hasta mi desde el inicio del pasillo—. Disculpa que no haya podido estar contigo en la sesión, pero mis pacientes del nivel dos me necesitaban.
—No se preocupe, que me ha ido bien, estaba por escribir algunas notas —regreso a mi consultorio y tomo el cuederno sobre el escritorio—. Me ha hablado un poco de su padre y su madre...
—¿Qué? ¿Solar habló contigo de su familia? —Luce sorprendida.
—Bueno, solo comentó un poco, que su padre es la única persona a la que le tiene confianza.
—Si, Solar ha mencionado algo sobre eso. Adam es la única persona que se ha preocupado por el bienestar de ella. Lo único que sé sobre la madre de Solar es que se llama Camille. Cuando Solar tenía unos doce años... Le fue infiel a Adam con otro hombre, Solar dice que sus padres se separaron por esa razón, aunque ellos le contaron otra versión a ella. En fin, a Solar no le agrada hablar de su madre.
—Ahora entiendo... Solar mencionó que su madre no quería ser madre, y que estuvo ausente emocionalmente, que sería una perdida de tiempo hablar de ella.
—Eso no lo sabía... —camina hasta la ventana, se ve pensativa—. Sé Camille fue muy estricta cuando Solar era niña, prácticamente la trató como si fuese un adulto, ella quería que la niña hiciera las labores del hogar, que fuera responsable de si misma y que no le diera problemas en absoluto.
—Tiene sentido, si Camille no la veía como una hija, no iba a darle el cariño que Solar esperaba.
Voltea a verme preocupada.
—Eso es lo que no entiendo, si Camille no la quería, ¿por qué pelearía su custodia cuando se divorció?
—Tal vez porque sabía que Adam si la quería, y solo quería fastidiarle la vida...
—Más de lo que ya lo había hecho —rectifica Brown—. Para la próxima sesión, quiero que le apliques el HTP, cuando ingresó el año pasado le apliqué la prueba, pero es necesario renovarla, han cambiado muchas cosas y con esta nueva información, tal vez encontremos algo nuevo.
—De acuerdo, lo tendré presente.
—Por cierto, hoy no habrá sesión grupal, los chicos tienen chequeo médico, así que puedes tomarte la tarde libre. Y otra cosa, el fin de semana me gustaría que vinieras, los domingos vienen los familiares de los pacientes a visitarlos, y quiero presentarte como el nuevo terapeuta de los chicos.
—Por su puesto, Doctora —acepto entusiasmado—. Cuente con ello.
—Bien, las visitas empiezan a las diez de la mañana, pero llega una media hora antes, estaremos en el gran salón, es el que esta a lado del comedor.
—Ok, ahí estaré.
—Bien, nos vemos mañana, Dahir —camina hasta la puerta.
—Si no es molestia, me gustaría dar un recorrido al hospital, ahora que tengo un tiempo libre, ya sabe, para familiarizarme.
—Claro, ve con libertad, si necesitas algo, las enfermeras siempre están cerca —sonríe y se va.
«De acuerdo».
Termino de tomar mis notas y guardo mis cosas para salir de los consultorios.
Comienzo caminando por las áreas verdes, me intriga saber lo que hay en los edificios del nivel tres en el lado este, pero sé que es un área prohibida para mí.
—¡Terapeuta Montesco! —escucho el fuerte grito de Violeta, proveniente del edificio de consultorios en el lado oeste—. ¡Que bueno es verle!
La chica alarga la mano en el aire, sonriendo tan ampliamente como su boca se lo permite, llamando la atención de todo aquel que puede observarla.
Mis cuatro pacientes caminan en dirección al consultorio médico.
—¡Hola, terapeuta Montesco! ¡Hola, terapeuta Montesco! —secunda Peter agitando la mano en el aire.
Les devuelvo el gesto sonriendo ligeramente. Observo a Jimmy y Solar murmurando, este par se entiende de una forma extraña.
Sigo mi camino por los jardines, hay una pequeña zona donde hay varios abetos y algunos robles. Esta parte del hospital es más silenciosa, lejos del bullicio y el ir y venir de personas.
—Aquí se respira verdadera paz.
Continuo observando el hermoso color carmesí de las rosas, el suave salmón y el vibrante amarillo de los tulipanes; camino sobre el verde césped que se abre paso entre los árboles.
Levanto la vista para admirar las grandes copas de los árboles que me rodean, todo aquí huele a vida.
—Hermoso, ¿no? —Colette me toma por sorpresa.
—Me asustaste.
—Lo siento. —Se ríe abiertamente-
—. No era mi intención, es que... Me impresiona ver a un hombre admirando la naturaleza.
—Este lugar es realmente hermoso y silencioso —admito riendo—. No te escuché llegar.
—Lo sé, mi primera semana aquí fue un caos con mis pacientes, no sabes los sustos que me daban, en especial Solar.
—¿Solar fue tu paciente? —Esta información no la tenía presente.
—Si... Bueno, en realidad solo fueron unas cuatro sesiones, ella se mostró extremadamente reservada conmigo... Prácticamente estuve hablando sola, creo que no le gustaba el exterior.
—No me lo comentaste.
—No lo consideré importante, en realidad —camina hasta el último roble, cerca de la barda que nos separa del exterior—. Este es el límite del hospital. —El móvil dentro del bolsillo de su bata comienza a vibrar—. Perdona, tengo que regresar a mi última sesión.
—Descuida, ve.
—Nos vemos después, Dahir Montesco —sonríe coqueta y se aleja.
Me acerco a la barda y camino a su lado, me llama la atención la enredadera que la cubre, pero mi curiosidad es mayor cuando un ligero brillo se asoma justo en la esquina de la barda.
—¿Qué es esto? —susurro para mí.
Muevo las hojas un poco, y para mi sorpresa me he encontrado con una puerta.
—No me digas que esto lleva a Narnia —volteo a ver a mi alrededor—. No hay pingüinos en el iceberg —muevo la manija una y otra vez, hasta que la puerta se abre.
Atravieso el humbral y me sorprende ver que hay un bosque cerca de aquí.
—Tengo tiempo, no creo que me pase algo si salgo a explorar.
Sigo caminando entre el césped que parece llevar años sin ser podado, a varios metros veo un tenue camino custodiado por varios abetos, y un pequeño...
—¿Un conejo? —Es blanco y al verme huye—. Vamos Dahir, que esto no es Alicia en el país de las maravillas. —Pero por más cuerdo que me encuentro, decido seguir al conejo—. Nathan ya habría encontrado la guarida de este pequeño, ¡espérame!
Corro detrás de el, hasta que llego a la parte más boscosa del lugar y me detengo.
—Cielos... Es hermoso.
Los rayos del sol en pleno atardecer iluminan el bosque, colgándose entre las hojas de los árboles.
—¡Uuuuu!
—¿Eso es un lobo? —sigo caminando por la vereda que se ve frente a mis ojos, hasta que escucho el ligero susurro del agua—. ¿Una cascada? O un río, quizás.
Mis sentidos no me engañan, distingo una pequeña cascada detrás de un par de matorrales.
Mis ojos se maravillan ante tal escenario que parece sacado de uno de esos libros de: "las siete maravillas del mundo natural".
Una extraña combinación de coloridas flores que desconozco; son la base de tan hermoso recinto, varias plantas de una amplia gama de verdes y rocas tan blancas como la nieve, adornan la maravillosa cascada que se deja caer desde una altura aproximada de veinte metros.
—Es como un oasis en el desierto... Gracias conejo.
Al fondo de la escena, distingo lo que parece una casa abandonada.
—Ni perdiendo la razón entro ahí. —Go go de BTS rompe el silencio dentro de mi bolsillo haciéndome saltar—. ¿Cómo es posible que tenga señal? —reviso el nombre del contacto y atiendo la llamada—. Merida, amor, ¿cómo...?
—¡Dahir! ¿Recuerdas al empresario de Multitasking que te dije que esta reclutando gente para su empresa?
—Claro, como olvidar a la eminencia —respondo sarcástico.
—No empieces.
—¿Qué con él?
—¡Me eligió para una entrevista de trabajo mañana mismo!
—Me alegro mucho por ti, Merida, te lo mereces.
—¡Uuuuu!
—¿Qué fue eso, Dahir?
—Creo que es un lobo —respondo regresando por donde he venido.
—¿Un lobo? ¿Dónde estás, Dahir Montesco? —No necesito verla para saber que esta furiosa, su tono de voz lo dice todo.
—En el bosque, encontré...
—¿Qué haces en el bosque? Deberías estar en tus prácticas, no perdiendo el tiempo.
—Tengo la tarde libre, así que decidí explorar...
—Entonces aprovecha el tiempo para estudiar, haz algo de provecho, Dahir —vuelve a interrumpirme más que molesta—. No te combiertas en un haragán, como tus amigos.
—Mis amigos no son...
—Te tengo que dejar. Regresa a casa, nos vemos en la noche en tu departamento, hoy tenemos cena juntos.
—Si, lo sé, no necesitas recordarmelo.
—Ok, te quiero.
—Te quiero.
Termino la llamada y vuelvo a escuchar al lobo auyar.
—Esa es la señal de retirada.
Entonces salgo corriendo torpemente, tropiezo un poco y choco contra un pino, ensuciando mi ropa de tierra húmeda.
—¡Perfecto!
Sigo andando hasta llegar de nuevo a la puerta que me llevó en un inicio a todo aquello. Cierro bien dando vueltas a la manija y respiro hondo.
—Pero que locura —sacudo mis palmas intentando quitar la tierra.
Observo en todas direcciones mientras regreso al jardín.
Collette esta aquí, otra vez.
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