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Capítulo 2

—No puedes decidirlo tú solo.—la voz de Hana se escucha fuerte entre el mar de palabras que se escuchan en la clase.

Es clase libre, clase donde se supone que tendríamos que están estudiando o adelantando tarea pero simplemente la ocupamos para comer o charlar.

—La vez pasada escogiste tú el restaurante, ahora es mi turno y Amina apoya mi decisión.— Rei le responde a Hana y se escucha un bufido de esta última.

—Ella ni siquiera es parte de la conversación.—dice y yo giro mi cabeza para verlos.

Estoy recostada, sobre mi mesa. Mis brazos son mi almohada y mucho antes de que empezara la hora libre mis pensamientos ya estaban en otro lado.

Por que no hay nada peor que no tener respuestas. Más cuando mi curiosidad exige tenerlas todas.

—¿Por que están peleando?—pregunto, mirando el reloj de la clase.

—Rei está queriendo decidir dónde iremos a comer este fin de semana, y no es justo porque él escogió hacer una semana.—dice quejándose, quitándole el panfleto que el chico observa con tanta emoción.

—Es un nuevo restaurante, todos quieren ir.

—Yo no soy todos.—refuta la chica.

—Claro por que tú siempre quieres ir en contra de la corriete y ya. Es un restaurante de tu comida preferida, te quejas solo porque yo mencioné este restaurante antes de que tú lo hicieras.

—Ese no es el punto aquí, es mi turno de escoger.—los dos se mira furiosos.

—¡Amina!—su grito al unísono sobresale entre la clase.

Todos se quedan callados.

Por que mis amigos no fueron los únicos que gritaron mi nombre.

La puerta de la clase se ha abierto con brusquedad.

Un chico bastante alto con el pelo negro corto se hace notar.

Tiene el pantalón del colegio pero tiene un centro blanco arriba, deja ver sus trabajados brazos. Tiene una pequeña cadena en el cuello y su ceja derecha está cortada, una cicatriz por lo que se puede ver.

Todos voltean a verlo y luego voltean a verme.

Los miro a todos confundidos, y es ahí cuando capto que él también dijo mi nombre.

—Estoy buscando a Amina.— nadie dice nada pero todas las miradas están sobre mí.

Me levanto lentamente del asiento.

—Em...yo soy Amina—digo aún insegura.

El chico me mira confundido, como si le hubieran dado una explicación de cómo era y yo no me parecía a lo que había imaginado.

Resisto con todas mis fuerzas para no voltear a verme, algo me dice que mi falda está caída o que logra ver que hoy decidí no usar sostén.

¿Tendrá rayos x?

El chico asiente luego de un rato.

—Ven conmigo.—hace una seña con sus manos.

Y sale de la clase.

Los murmullos empiezan.

Me siento en mi mesa y por alguna razón empiezo a ordenar mis cosas, metiéndolas como puedo a mi maleta.

—Es Jiro... ¿por que vino a buscarte?—pregunta Rei con el ceño fruncido

—¿Jiro?— pregunta Hana sorprendida— ¿El no es el delincuente del equipo de voleibol?

—¿Equipo de voleibol?—pregunto como la curiosidad aumentando en mi ser.

—Dije "delincuente" ¿y solo retuviste voleibol?—pregunta la amiga confundida pero no sorprendida de mi pregunta.

Cierro mi maleta y me levanto.

Rei se levanta también y me toma del brazo.

—¿Estas en problemas? ¿Quieres que lo resuelva?—pregunta, aparto mi mirada de la puerta y noto su seria expresión.

Le sonrío un poco, una mueca más bien. Y pongo mi mano sobre la suya.

—No te preocupes, de seguro es algo con el cuaderno que le dejé a su subcapitán ayer, no tardo.—le digo. Hago como que voy a recoger mi lapicero y le susurro a Hana.— Si no vengo en una hora llama a la policía.—digo en broma, bueno medio.

Espero que sea broma.

Mi susurro la hace sobresaltar pero no dudo en salir de clases con la atenta mirada de todos mis compañeros.

Cierro la puerta detrás de mi y volteo a ver al pasillo.

Visualizo al chico y tengo que subir mi mirada para ver su rostro.

El se me queda viendo unos segundos, analizando el mio.

Mi boca se abre con la terrible necesidad de decir algo pero él habla primero.

—Sígueme.—su voz es demandante pero no parece como si me estuviera obligando.

Lo qué pasa es que tengo entre miedo a preguntar que necesita y mucha curiosidad de saber adonde mi lleva.

Desde los 13 aprendí que mi muerte será causada por mi misma. Ya después de 4 años no le temo a esa decisión.

Caminamos por el pasillo. No hay muchos alumnos debido que todos están en clases.

Y es ahí cuando su nombre resuena en mi mente.

Jiro: alumno de primer año, clase 1-A.

Nunca lo había visto tan de cerca, como somos muchos alumnos por grado la verdad es que no se logra solo coincidir mucho con los de las otras clases.

Él tiene bastante fama de ser problemático desde la preparatoria por eso tiene la reputación que tiene.

Pero yo nunca lo creí, porque vivimos a unas calles de diferencia. Siempre ayuda a la señora de la floristería a abrir la enorme y pesada puerta del local cuando abre por la mañana. También ayuda al cartero, corre a entregar las cartas de la última calle para que no deba maniobrar y entrar con su gran camión.

No es mal chico solo qué tal vez, no se ha molestado en cambiar la percepción que la gente tiene sobre él. Tal vez no lo sepa o talvez no le importe en absoluto.

Mi pica la lengua de preguntarle, queriendo saber cuál de la dos opciones es la correcta pero es cuando el sonido de la puerta del gimnasio se abre, que noto lo mucho que hemos caminado.

El ruido de adentro se hace más fuerte y no puedo evitar emocionarme.

Siempre me han gustado los deportes, no hacerlos, pero verlos. La emoción de ver a jugadores realmente buenos es insuperable.

Muchos chicos están corriendo por el gimnasio, otros agarran las pelotas y les pegan para hacerlas llegar al otro lado de la cancha mientras que los que faltan están en el piso, estirando.

El sonido de los zapatos chillando con el piso es emocionante.

—¡Aysa!—la voz del chico delante de mí me sobresalta. Algunos chicos voltean a vernos pero no dura más de dos segundos antes que vuelvan a sus entrenamientos.

Aysa, que está sobre el escenario del gimnasio, voltea hacia la dirección donde lo llaman. Al vernos sonríe. Se despide de algunos chicos con los que estaba y se acerca a nosotros.

Tiene un aire diferente al de ayer. Se ve más relajado, alegre, como si aquí perteneciera. Tal vez así lo es.

Su castaño cabello ya no está cubierto por un gorro, se mueve libre con el viento. Se ha puesto aritos más discretos, tres bolitas en lugar de las cadenas colgantes de ayer. Lleva un short de deporte y una camisa negra.

—Gracias por traerla.—dice saludando a Jiro, este asiente, me voltea a ver y se despide con un gesto de cabeza antes de acercarse a un chico bastante bajito que se ve muy energético.— ¡Hola! ¡Gracias por venir!— dice y yo asiento sonriendo un poco.

—Ven, te enseñaré el lugar.—dice toma mi maleta y la pone sobre su hombro empezando a caminar.

Mi boca se abre sorprendida y extremadamente confundida.

—Bien.—dice volteándome a ver, esperando que lo siga.—Los que están allá con las pelotas son los de segundo año, ellos salen más temprano los días lunes, miércoles y viernes así que empiezan a entrenar antes que todos. Los que están corriendo son los de tercero, necesitan calentar antes de poder ayudarles a los de primer año que son los que están estirando. A cada alumno de tercero se le asignan uno de segundo al cual se le asigna uno de primero, es como una cadena de mentores, se apoyan en lo que necesitan mejorar y entrenan según las habilidades con otros grupos.

<<Ahí está la escalera para ir al segundo piso, no hay nada más que lo que ves, es para observar los partidos con un ángulo diferente que si lo ves aquí abajo. Los alumnos tienen permitido venir a ver solo si son partidos oficiales, de lo contrario las prácticas son estrictamente cerradas para los miembros o algunos profesores que pidieron permiso al capitán y al entrenador para ver. No muchos viene de todos modos.—su explicación es rápida, apunta a cada lugar sin detenerse mucho a respirar.

Damos la vuelta a todo el gimnasio mientras los chicos que practican nos observan un poco.

—Aquí está la bodega.—abre la gran puerta de metal.—Los de segundo y primero se turnan para ordenar luego de cada entrenamiento, los de tercero no lo hacen debido que ya lo hicieron cuando estuvieron en segundo, ya sabes es una tradición estúpida pero útil para los de tercero. Aquí hay pelotas, están las nets, y las cosas de limpieza. Las llaves del gimnasio solo las tienen 3 personas, uno de cada año y ellos se encargan de abrir o cerrar cuando es su turno. Nada puede quedar fuera de la bodega al terminar.—miro rápidamente la bodega y mi ceño se frunce.

—Yo...

—Ven.—me interrumpe, salimos de la bodega.— Por allá están dos salas, uno es una mesa para estiramientos o masajes, algunos de los jugadores están lesionados así que otros los ayudan a poder aliviar un poco el dolor o hacer las terapias que los doctores les piden, y en la otra sala es solo para el entrenador, el capitán y el subcapitán.—dice, señalándose y sonriendo un poco.—No hay nada mágico ahí solo nos regañan cuando lo necesitamos.—se ríe y yo trato de hacerlo, con todas mis fuerzas pero estoy tan fuera de lugar que no entiendo nada.

—En el colegio hay un gimnasio aparte donde podemos hacer ejercicios extras como pesas y demás pero la compartimos con todos los demás deportes así que nosotros anunciamos que día de la semana la sala está apartada para nosotros. No necesitamos mucho eso, la mayoría de los ejercicios logramos hacerlas aquí. ¡Oh! Y los baños o cambiadores están afuera a la izquierda, tanto el gimnasio como los cambiadores tienen que quedar nítidos al salir, hay una plantilla dentro de la bodega donde dice quienes son los encargados de eso, otra vez, solo de tercero están exentos, ellos no pueden entrenar mucho debido a las clases en la noche por los exámenes para ingresar a la universidad...

Aysa no aparta la mirada de los chicos que entrenan, a pesar que me ha explicado más de lo cualquiera pudiera recordar el chico lo dice con tanta fluidez que agregarle que esté pendiente de su alrededor es simplemente admirable.

Aysa deja de hablar y corre hacia un chico que ha saltado para rematar una pelota.

El castaño le agarra la mano y lo sujeta antes de que el chico caída impidiendo que esté, que iba a caer mal, se doble el pie.

El chico de primer año le agradece y el castaño le da algunas indicaciones para que no vuelva a suceder. Se le nota tenso, nadie podría negar que si está hecho para ser el subcapitan.

Aparto mi mirada de la escena solo para buscar rápidamente al chico de ayer, pero no lo veo. ¿Será que no vino al colegio por la lesión? Aysa no negó que él tuviera una, ¿lo habrá regañado por estar jugando con una?

—Lo siento, algunos de primer año se emocionan. Estar impidiendo que se lastimen los unos con los otros es trabajo aparte.—se ríe y yo asiento.

Esta vez abro mi boca, con toda la intención de preguntarle que está pasando pero, nuevamente, no logro hacerlo.

—¡Ima!—el grito del chico castaño me hace sobresaltar. Miro hacia donde él mira y veo a una chica de tercero.

La he visto dando algunos anuncios en los festivales deportivos.

—Ven, quiero presentártela.—dice el chico pero antes que pueda preguntarle nada ya esta caminando hacia la chica.

Ima saluda a los chicos de tercero, le pregunta algo a los de segundo y alienta a los de primero que siguen tratando de darle a la pelota.

La chica pelinegra se acerca a nosotros y saluda a Aysa sonriente.

—Al fin llegas.—se queja el chico pero la mirada que le da la chica lo hace levantar sus manos.—Bueno, bueno, solo bromeaba.

—El profesor de historia decidió darnos un trabajo extra, y claro como tenemos tanto tiempo libre decidió que fuera en grupo. El bien sabe que no podemos debido a las clases extras por la noche...

—Así 1ue hiciste berrinche en clase.—responde el chico y yo no puedo evitar abrir mis ojos por la sorpresa.

Le habla tan tranquilo a pesar que es de segundo año y ella de tercero.

—Claro que si y lo gané.—dice ella, acostumbrada a lo que parece ser, bueno la conversación entre ellos.—¿Querías presentarnos?—pregunta y es cuando ambos voltean a verme.

Saludo a mi superior nerviosa, confundida y bueno, muy, muy nerviosa.

—Ella es Amina, primer año clase 1-D, la conocí ayer.—dice el chico y yo asiento

—¿Ayer? ¿Cómo pudiste convencerla tan rápido de ser la manager del equipo si la conociste ayer?—pregunta y ahí la respuesta a todas mis preguntas aparecen.

—¿Manager?—mi voz suena más fuerte de lo que esperaba.

Como si todo este tiempo que quería hablar y no pude lograron salir catapultados con gran fuerza.

El silencio en el gimnasio es notorio pero mi cara de confusión lo es más. 

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