✦ but i still want you.
Beomgyu se encontraba sentado en el cómodo asiento del auto, mirando por la ventana mientras luchaba para que sus manos dejaran de temblar debido a esos horribles nervios que lo carcomían por dentro. Hueningkai estaba a su lado, sonriendo como bobo ante la pantalla brillante de su teléfono, respondiendo el mensaje que le acababa de llegar.
—Soobin dice que ya está todo listo —anunció con una sonrisa el de cabellos marrones, logrando que el que encontraba a su costado voleteara a verle.
—Oh, ¿sí? —preguntó con desinterés, su mirada perdida en el suelo del vehículo, en tanto sus inquietas palmas se arrastraban por sus muslos.
Hueningkai guardó su celular en el bolsillo de su saco, sonriendo y negando con la cabeza, para luego estirar su brazo y acariciar el hombro del contrario.
—Ay, Beomie —el tono cariñoso con el que Beomgyu estaba tan familiarizado se hizo presente, y las incesantes ganas de llorar hicieron presión en su pecho una vez más.— Sé que estás nervioso porque me voy a casar, pero no te preocupes, vamos a seguir siendo mejores amigos.
Los restos de su corazón terminaron de derrumbarse ante la última aclaración.
Sonaba estúpido, e incluso un poco hipócrita de su parte, pero no podía evitar sentir como su mundo entero se derrumbaba ante la sola mención de ese puesto en el cual llevaba fijo más de siete años.
Por mucho que lo intentara, por mucho que se esforzara para salir de ese lugar, Huening siempre aparecía con una radiante sonrisa y un cálido abrazo para decirle: Gracias por todo, Beomgyu, eres el mejor amigo que alguna vez pude desear.
Beomgyu simplemente sonreía y se obligaba a opacar el dolor que dominaba su corazón en aquellos momentos, diciéndole que él también lo quería mucho, y que estaba más que agradecido de tenerlo como... como mejor amigo.
Sí, lo amaba, más que a su propia vida, y ese enamoramiento no tenía ninguna intención de desaparecer.
¿Cómo podía dejar de amarlo, si era un ángel?
A él le encantaría deshacerse de ese sentimiento, desearía dejar de llorar todas las noches mientras escuchaba la canción favorita de Hueningkai y veía una y otra vez las fotografías que guardaba como un tesoro en su celular.
Desearía poder confesarle lo que ha estado albergado en su corazón por siete dolorosos años, tener la oportunidad de sacar todo a la luz y finalmente exteriorizar ese bello sentimiento que lo atormenta cada día.
Anhelaba salir con él sin la fachada de mejores amigos, decirle al mundo que son mucho más que eso, gritar con orgullo que está completamente enamorado del mejor chico del mundo.
Desearía que él le correspondiera.
Pero por sobre todo, desearía no estar sentado en un lujoso auto negro, vestido con un elegante traje, en camino a una boda dónde su mejor amigo sería el protagonista.
Hueningkai no podía creer que en unos cuantos minutos se iba a casar, y Beomgyu tampoco.
Sentía que su mundo acabaría esa misma noche, viendo cómo la persona que más ha amado en esta vida formalizaba una relación con otra persona, una que no era él, alguien que realmente logró ganar su corazón y que lo haría feliz el resto de su vida.
Y él se odiaba, porque la sensación de culpabilidad y fracaso seguían instaladas en su pecho, creyendo que ese no era el destino con el que más de una vez soñó, pensando que estaba dejando ir su felicidad para entregársela a otra persona.
Se detestaba aún más porque no podía decir nada, porque no se atrevía a abrir la boca y revelar todo lo que realmente quería decir.
Y se aborrecía porque, a pesar de sentirse así, no podía odiar a aquella bella chica que realmente tuvo la oportunidad de conquistar a su chico soñado.
Ella, al igual que Huening, era un ángel.
Era hermosa, su sonrisa parecía acoplarse perfectamente junto a esos llamativos ojos rasgados, esa nariz fina y mejillas sonrojadas, coloreando su rostro de una manera tan sutil pero tan hermosa a la vez.
Recuerda el día en que fue a visitar a Huening a su casa, sonriente porque esa noche tendrían una pijamada como hace meses no lo hacían. Él, como un bobo enamorado, decidió llegar más temprano ese día y así preparar algo de comer, y cuando la puerta de aquella casa impropia fue abierta, sus ojos se toparon con dos pares de sonrisas frente a él.
Beomgyu siempre había dicho que Kai estaba hecho para ella.
Y ella estaba hecha para Kai.
Sí, era un hipócrita.
Hueningkai le miró por unos segundos, pero su vista cayó en las manos entrelazadas, y no bastaron palabras para que Beomgyu supiera lo que estaba ocurriendo allí.
Esa noche, cuando Hueningkai le contó la verdad, Beomgyu supo que se estaba alejando.
Y meses después, cuando Hueningkai se arrodilló en un restaurante y sacó un brillante anillo de oro de su bolsillo, supo que lo había perdido, esta vez para siempre.
Pero nada se comparaba con el dolor que sentía en ese instante, con ese revoltijo en su estómago, porque el día de la catástrofe finalmente había llegado, y él debía verlo en primera fila, estar ahí y sonreír para demostrarle a su mejor amigo que estaba igual de feliz que él.
Se odiaba a sí mismo, se odiaba demasiado.
De repente sintió como el vehículo frenaba, y al mirar a través de la ventana pudo ver la iglesia que anteriormente habían elegido para que se realizara el evento, decorada por hermosas flores y luces amarillas, mientras gente vestida elegantemente transitaba por el patio del lugar.
—¡Ya llegó el novio! —la voz chillona de WooYoung lo hizo despertar completamente, obligándolo a abrir la puerta para bajar del auto y fingir una sonrisa, como lo ha estado haciendo los últimos años.
Hueningkai llegó a su lado, con una sonrisa de auténtica felicidad que no podía describir en palabras, pero a Beomgyu no le molestaba; amaba verlo feliz.
Sus ojos lo traicionaron y se tomó la molestia de analizar su vestimenta una vez más, sintiendo un extraño calor en su pecho porque siempre soñó con ver a su mejor amigo vestido de esa forma para una boda, sólo que él estaría en el altar junto a él.
Ese era su lugar, el que supuestamente le correspondía.
El castaño se veía tan radiante con ese traje gris, una colorida corbata roja adornado su cuello acompañas de una pequeña flor plástica del mismo color que sobresalían del bolsillo superior de su saco. Su cabello castaño estaba algo desordenado, pero de todas formas le daba un toque atractivo, y realmente quería lanzarse sobre él y llenarlo de besos.
Se veía adorable, tan perfecto...
Tan lejano.
—No puedo creer que vayas a casarte, esto es increíble —Soobin, que en algún momento había llegado junto a ellos, dirigió sus manos al cuello del menor para ordenar su camisa.
—Yo sigo sin creerlo —comentó Huening, dejando que su amigo lo arreglara—, estoy tan feliz, sé que este será el mejor día de mi vida...
Beomgyu sonrió para sus adentros porque él sería feliz si Hueningkai lo estaba; esa promesa la hizo al mismo día en que Hueningkai le pidió matrimonio a esa linda chica.
Sería feliz si Hueningkai era feliz, tan simple como eso.
—Vamos adentro, Hye debe estar por llegar —murmuró WooYoung mientras le daba un leve empujoncito a Kai, quien tomó aire, cerró los ojos y emprendió camino hacia el interior de la iglesia.
Quería impedirlo, realmente quería evitar que las cosas siguieran ese rumbo.
Quería tomarlo del brazo, subirlo nuevamente al auto y escapar lo más lejos que pudieran, ser sólo ellos de nuevo, sin nadie que estuviera allí para arruinar su felicidad.
Pero no podía, porque eso sería arrebatarle la felicidad a Hueningkai, y esa era la última cosa que Beomgyu haría en esta vida.
—¡No te quedes atrás, Beomgyu-ah! —le gritó Huening desde la entrada, levantado su mano y agitándola en el aire.
—Me quedé atrás hace mucho —murmuró bajo, y agradeció que nadie pudiera escucharlo.
Los gritos y silbidos se salieron de control cuando entraron, todos los invitados poniéndose de pie para felicitar al novio, abrazarlo y dedicarle palabras de aliento, otros diciéndole que él matrimonio era un asco y estaba comentiendo un error. Hueningkai sólo se dedicaba a reír y recibir abrazos, mientras que Beomgyu lo miraba desde atrás, luchando con todas sus fuerzas para no desmayarse frente a todos los demás.
Vio como el castaño saludada a sus padres, los cuales estaban sentados en la primera fila, y luego arregló un poco su cabello y se dirigió hacia el púlpito, haciendo una reverencia ante el sacerdote que allí lo esperaba.
Beomgyu quiso sentarse lo más lejos posible, al fondo, pero la hermana menor de Huening apareció con un pomposo vestido rosado y lo arrastró hacia delante, obligándolo a sentarse junto a su familia.
Hueningkai lo vio tomar asiento y le dedicó una mueca extraña, indicándole que estaba nervioso, y lo único que pudo hacer en respuesta fue alzar los dedos pulgares de sus manos y torcer sus labios en una sonrisa chueca, carente de felicidad.
Luego de eso, Beomgyu se dedicó a mirar el piso, rogándole al cielo que esa ceremonia terminara pronto para llegar a casa y poder llorar tranquilo, sin nadie que le preguntara porque estaba tan triste en un día tan alegre como hoy.
—Mi Ningning estaba tan feliz por esto, y nosotros estamos agradecidos de que pudieras estar presente, Beomgyu-ssi —la suave voz proveniente de la madre de Hueningkai llegó como una caricia hasta sus oídos.
Él simplemente asintió, sin siquiera voltear a verla.
La marcha nupcial sonó al cabo de unos cuantos minutos, y las miradas de todos se posaron en la entrada, en dónde Hye, la prometida de Hueningkai, venía entrando con un hermoso vestido blanco estilo princesa y un ramo de flores en sus manos.
A él no le importó mucho ella, por lo que volteó su mirada hacia Hueningkai, quien miraba a la chica con los ojos abiertos y brillantes, luciendo como un cachorrito emocionado.
Tan perfecto, tan lejano...
La chica caminó lentamente hasta el altar, su brazo entrelazado con el de su padre, y una sonrisa un tanto difusa debido a que su rostro estaba cubierto con el velo. Escuchó a sus amigas chillar desde los asientos, aplaudiendo y halagando lo bella que se veía, y Hye se volteó apenas unos segundos para dedicarles una sonrisa.
No sabía si estaba exagerando, pero el sonido de sus tacones golpeando el piso de madera se escuchaba demasiado fuerte, y dentro de su cabeza visualizó un reloj, las agujas avanzando con lentitud a través de los números.
Cada paso que escuchaba era un segundo más en el reloj, segundos que marcaban en final de una era y le daban comienzo a otra.
—Mi amor, estás bellísima —susurró Hueningkai cuando llegó junto a él, levantando su velo para apreciar mejor su rostro sonrojado.
—Tú también te ves guapísimo, cielo.
Sus sonrisas eran tan diferentes pero a la vez tan iguales, y Beomgyu admitió una vez más que no podía competir contra ella, que era mejor hacerse a un lado para que pudieran ser felices.
Hueningkai ya había encontrado su lugar seguro.
Cerró los ojos con fuerza, tratando de convencerse a sí mismo de que esta era la realidad y no una de las muchas pesadillas que tenía a la hora de dormir; esto no era una mentira, realmente estaba pasando.
Realmente lo estaba perdiendo.
Pero eso no era lo que quería, no era como quería terminar, no era como deseaba que acabara para siempre.
Mientras el sacerdote estaba concentrado en buscar un texto en específico entre las muchas páginas de un libro, su mente comenzó a hacer marcha atrás, como si de esta manera estuviera despertando, viendo finalmente que las cosas no estaban yendo a su favor.
Nada estaba ocurriendo como imaginó.
Él quería ser feliz junto a Kai, porque lo amaba, porque lo quería, porque él era su felicidad.
Porque lo necesitaba.
Beomgyu no podía vivir sin Hueningkai.
Y ahora, estando sentado mientras miraba a sus alrededores, había asumido que sus intentos de luchar por su amor no habían sido lo suficientemente poderosos, que quizás no planeó bien las cosas y ahora debía asumir sus errores.
Pero no sé quedaría callado. No podía vivir para siempre con un nudo en la garganta, con la sensación de que hizo todo mal, de que si hubiera abierto la boca en aquel momento todo habría sido diferente.
Entonces, como una señal divina, el sacerdote alzó la mano e hizo un sonido sordo con su garganta para llamar la atención de los presentes, luego de eso se hizo a un lado del podio y lo señaló.
—¿Alguien quiere decir algunas palabras?
¿Acaso podría...?
No, no podía arruinar el matrimonio de su mejor amigo, el día que esperó con tantas ansias y que después de mucho tiempo había llegado. Sería un infame, un egoísta, un maldito imbécil que puso primero su felicidad antes que la del resto.
Pero las ganas de sacar ese dolor de su pecho lo estaba impulsando a levantar la mano, a pararse frente a todas esas personas y decir finalmente lo que tanto anhelaba expresar.
Y entonces, un impulso de idiotez apareció.
—Yo —Beomgyu levantó la mano, poniéndose de pie mientras acomodaba sus prendas—, yo tengo unas palabras que decir.
Las miradas de curiosidad y confusión viajaron hasta él, pero sólo le importaba una, la de Huening, y sintió su pecho llenarse de una calidez sobrehumana cuando lo vio dirigirle una sonrisa llena de ternura, de cariño.
Se acomodó en el púlpito, tomando una gran bocanada de aire.
Lo arruinaría todo, pero necesitaba liberarse.
—Bueno, emm... realmente no sé por dónde empezar, tengo millones de emociones en este momento y tan pocas palabras para expresarlas. Sólo diré lo más importante, lo que prevalece en mi corazón día a día.
Hueningkai le miraba atento, orgulloso.
Era un mal amigo.
—Kai es un chico maravilloso, y creo que lo sabes porque has decidido pasar el resto de tu vida a su lado —comentó mirando a Hye, quien asintió y se aferró al brazo de su futuro prometido. Beomgyu contuvo las ganas de llorar.— Como su mejor amigo de toda la vida y leal confidente, he tomado el valor suficiente para pararme aquí en frente y dejar más que claro que Hueningkai es un ángel, y ese bello angelito que se merece lo mejor del mundo.
Lo vio sonreír desde su posición, y ya comenzaba a arrepentirse de lo que haría.
—Él no es como los demás, ¿sabes? Él es... especial, pero en el buen sentido. Ama que lo despierten con cosquillas porque así empieza su día sonriendo, adora que lo lleven al parque de vez en cuando para jugar con los perritos callejeros y darles un poco de comida. De hecho esa es una de las razones de porqué lo apodé "Puppy", porque ama a los cachorros y también se parece a uno.
Su pequeño cachorrito saltarín.
—Le encanta comer pizza todos los viernes sin falta, y cuando está triste tiene que ver caricaturas o sino nunca volverá a estar feliz. Los martes son sus días de práctica, puede pasar horas y horas ensayando un baile aunque lo haga más que exelente, pero no debes regañarlo por eso, odia que lo interrumpan cuando está concentrado. Le fascina ir al cine, si son películas románticas o de animales mejor, podría pasar todo un fin de semana viendo películas sin aburrirse.
Hueningkai mantenía su vista puesta en el pelinegro, sonriendo con nostalgia, conteniendo las lágrimas de emoción que amenazaban con escapar de sus ojos.
—También le gustan las aventuras, y cada cierto tiempo hay que sacarlo de la ciudad para disfrute de un agradable día de playa o un ajetreado día en un parque de diversiones. Y hablando de eso, nunca lo subas a una montaña rusa, una vez quisimos hacernos los valientes y terminamos temblando por una semana.
Beomgyu conectó miradas con Hueningkai, ambos riendo ante el recuerdo.
—Escríbele cartas de amor cuando esté trabajando, le encanta pensar que alguien se dio el tiempo de expresar su amor de esa manera tan romántica. Ama las caminatas nocturnas, sobre todo si es en un lugar con poca gente, también ama salir a comer a restaurantes lujosos solamente para vestirse elegante, y aunque pagues mucho dinero por la comida, todo valdrá la pena si lo ves sonreír.
Para ese entonces, Hueningkai ya estaba limpiando sus lágrimas con un pañuelo.
—Esas son algunas de las miles de cosas que sé sobre Kai Kamal Huening, y espero que las hayas memorizado todas, porque son datos importantes que te servirán para cuando estén casados y sean marido y mujer.
Hye sonrió, abrazando a su pareja.
—Hueningkai es la luz que iluminará tu vida desde ahora en adelante, porque cuando lo conoces bien te darás cuenta que ni el sol brilla tanto cómo él. También volverás a ser como un niño, porque créeme, él no tiene ni una sola pizca de madurez, pero está bien, hará que todos tus días sean diferentes y divertidos.
Hueningkai estaba conteniendo un sollozo.
—Kai le dará color a tu vida, lo digo enserio, él pone de cabeza todo lo que creías correcto y te hace ver el mundo de otra forma. Kai te tomará de la mano cuando estés triste y sentirás como toda su pena se va con el viento. Te verás reflejado en sus ojos avellana y aprenderás que sus zafiros pueden darte la tranquilidad que necesitas.
Hye limpió las lágrimas del castaño.
—Kai hará que nunca dejes de sonreír, Kai le dará magia a tu vida y nunca te aburrirás de él. Kai resolverá todos tus problemas con una sonrisa. Kai te mirará con esos ojos enamorados, esos con los que siempre quise que me mirara a mí...
Silencio.
Todo el lugar se sumió en un sepulcral silencio.
Las miradas de confusión se extendieron por cada invitado, y Beomgyu supo que había metido la pata, pero estaba bien; al fin estaba revelando la verdad.
—¿Beomie? —Hueningkai enfocó su mirada aún llorosa en él, ladeando su cabeza en tanto una mueca de extrañeza se apoderaba de su rostro.— ¿Qué...? ¿Qué dijiste?
Hye soltó el brazo de su pareja cuando este intentó acercarse al pelinegro, tratando de descifrar el doble sentido detrás de sus palabras.
Beomgyu levantó su mano en señal de se detuviera, que se quedara dónde está porque todavía tenía cosas que decir.
—Yo... yo estoy enamorado de Kai desde hace mucho tiempo, pero ese amor nunca fue ecorrespondido. Mi silencio a tenido un costo muy alto, un sufrimiento del que seré participe toda la vida, pero por él y sólo por él es que estoy aquí, porque me dí las fuerzas suficientes para apoyarlo el día de su boda, porque quería ver su sonrisa una vez prometieran estar juntos. Porque le prometí un día que estaría para él en las buenas y en las malas, que sería su mano derecha cuando me necesitara, que sería su pañuelo para consolarlo cuando estuviera triste, que me quedaría a su lado aunque su mundo se estuviera callendo a pedazos. Aunque el mundo que realmente se está derrumbando es el mío...
El entrecejo de Hueningkai se arrugó aún más.
—Prepárate, Hye, porque los mejores años de tu vida están a punto de comenzar. Espero que lo hagas muy feliz, que lo cuides, que lo trates como él príncipe que es y nunca lo hagas llorar. Baila con él cuando te lo pida, llénalo de besos cuando esté feliz, abrázalo cuando esté triste, cocinen juntos cuando estén aburridos, y por favor, de todo corazón te lo pido...
Alzando su vista para conectar sus ojos llorosos con los de Hueningkai, Beomgyu soltó con un tono quebrado y marchito:
—Llévalo a la luna por mí... ¿está bien?
La expresión de decepción en el rostro de Huening lo dijo todo.
Ninguna palabra era suficiente para describir como se sentía en ese instante; quizás feliz porque se había liberado de su mayor angustia, y triste porque los murmullos de los invitados le dejaban en claro que era un hijo de puta por decir algo así en medio de una boda.
Con sus fuerzas cayendo tres metros bajo tierra, Beomgyu agachó la mirada y se apartó del púlpito con las intenciones de volver a su asiento, pero Hueningkai se acercó hasta él y lo sujetó de los hombros, haciendo que alzara la vista.
—Lo siento tanto, tanto... —murmuró Beomgyu entre sollozos, comenzando a soltar lágrimas incontrolables.— No debí hacerlo, pero te amo, maldita sea, te amo como no tienes una jodida idea, y no sabes cómo me duele perderte de esta forma.
—Beomgyu, yo... —la mirada de Hueningkai estaba sombría, denotando la tristeza que le provocaba toda la situación. Sintió otra lágrima resbalar por su mejilla cuando lo vio negar con la cabeza, apretando sus labios en una fina línea.— Lo siento mucho, Beomgyu, pero yo no te amo de esa forma...
Y Beomgyu conoció la muerte en vida de la que tanto había querido escapar.
Sintió un hormigueo recorrer sus piernas, subiendo hasta llegar a su cabeza. Creía que eso era todo, que iba a colapsar, entonces cerró sus ojos con fuerza y se dio media vuelta, comenzando a correr hasta la salida con la velocidad que sus piernas le permitían.
—¡Beomgyu, espera! ¡Debemos hablar!
La voz de Hueningkai se escuchó lejana, difusa, como si fuera desapareciendo lentamente mientras se alejaba.
No quería oírlo, no quería verlo, no quería tenerlo cerca porque sabía que se volvería aún más débil. No quería comenzar a llorar frente a él y rogarle en mil idiomas que lo amara, que haría las cosas bien, que le diera una oportunidad para conquistarlo.
Ya no podía.
Su tiempo se acabó.
Corrió y corrió, ignorando los llamados a sus espaldas, los gritos y murmullos de la gente, las súplicas de Hueningkai para que volviera. Ignoró todo y escapó, corrió hasta finalmente salir de la iglesia, siendo recibido por el frío aire nocturno.
Había perdido todas las oportunidades que tenía, y seguramente Hueningkai lo odiaba en estos momentos. ¿Y cómo poder vivir con eso? No podía saber que su angelito, su único y eterno amor, lo detestaba y no quería tenerlo cerca.
¿Cómo podía vivir si el pilar más importante de su vida ya no estaba?
¿Cómo podía salir adelante si la fuente de su felicidad lo había abandonado?
¿Cómo podría Beomgyu vivir sin Hueningkai?
Él no lo soportaría, no podría hacerlo.
Un mareo atacó su mente, como un fuerte huracán que desordenó todos sus pensamientos, haciéndolo mirar hacia todas direcciones en busca de claridad. Los latidos de su corazón resonaban en sus oídos y todo a su alrededor comenzó a avanzar en cámara lenta. Sentía que las fuerzas se le iban.
Sus pasos eran torpes, como si estuviera borracho, y su cabeza seguía dando vueltas y vueltas, sin intenciones de parar.
Y entonces, en unos segundos de lucidez, logró visualizar como un hombre llegaba en un vehículo, bajando de él con algo de apuro debido a que había llegado tarde a la ceremonia. Beomgyu parpadeó y enfocó su vista en el recién llegado, y en otro impulso de idiotez, se acercó hasta ese hombre y le dio un fuerte puñetazo en la mejilla.
Aquel, desde el suelo, acarició la zona afectada por el golpe y soltó un par de insultos, pero Beomgyu fue más rápido y aprovechó su descuido para entrar en el vehículo impropio y ponerlo en marcha nuevamente, pisando el acelerador una vez estuvo preparado.
Conducía sin cuidado por la carretera, a toda velocidad, sin importarle el rumbo que había tomado ni a dónde llegaría, solo quería huir y no volver, escapar y perderse.
Su destino era desaparecer, pensó en ese instante.
Sus manos apresaban con fuerza el manubrio, buscando opacar de alguna manera la impotencia que corría por sus venas.
Su mandíbula estaba tensa, su cuerpo temblaba y su pecho se contraía en mil emociones diferentes, y él sólo podía llorar y soltar maldiciones por lo bajo, porque se odiaba, porque no hacía nada bien.
—¿Estarías mejor sin mí, Ning? —preguntó mientras giraba en una curva, limpiando sus mejillas húmedas con las mangas de su saco.— ¿Serías feliz si ya no estorbara en tu vida?
La sonrisa de Hueningkai junto a la de Hye se reprodujo en su mente como una película melancólica; los imaginó juntos, saliendo, viajando, formando una familia, y la respuesta estuvo más que clara en ese momento.
Kai ya era feliz.
Kai estaba en buenas manos.
Kai ya no lo necesitaba.
Lloró con más fuerza, cerrando sus ojos por unos segundos, y al abrirlos, todo cobró un nuevo sentido.
Y así, en medio de la noche, sólo con las estrellas de testigo, Beomgyu giró el volante y desvío las ruedas de la carretera.
El chillido provocado por la vuelta tan repentina que dio lo obligó a enfocar su mirada al frente, y con una sonrisa en los labios, Beomgyu sintió como caía al vacío, el auto rompiéndose en mil pedazos al estrellarse en ese barranco, su cuerpo dejando de sentir dolor, su alma flotando en el aire.
Beomgyu no pudo llevarlo a la luna, pero sin duda, lo estaría esperando allá.
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