Respuesta
'Mi vida ha sido un acertijo cruel que no he podido descifrar, pero tú me diste la respuesta'
Un golpe por detrás. Su cuerpo sintió una ráfaga de emoción inexplicable liberando la ansiedad de segundos antes y, con más entusiasmo, se lanzó contra el alcalde Mitchell que ya estaba inconsciente en el suelo. Cuando planeó tiempo atrás su asesinato, nunca imaginó que tal animosidad iba a poseerlo justo cuando estuvo encima del cuerpo. Tuvo que golpearlo más veces, vibrando con la misma emoción de antes, aunque las fuerzas fueron disminuyendo con cada golpe mientras su respiración agitada se hacía cada vez más eco dentro de la máscara. Se detuvo, en el momento en que su cuerpo perdía la fuerza del inicio y se tomó un momento para mirar arriba y aspirar el olor del ambiente: Olía a sangre y muerte. Se sintió como si un orgasmo lo acabara de golpear, y no supo si era porque en la acción había liberado tantas hormonas como si acabara de tener la sesión de sexo de su vida o porque su naturaleza omega lo estaba arrastrando poco a poco a un celo ineludible.
'No más mentiras'
Corrió hasta su apartamento con una creciente excitación, mientras su aroma se intensificaba a cada segundo. Tiró la mochila en una esquina, golpeando las jaulas de algunas de las ratas que chillaron y tirando la otra que contenía un murciélago que revoloteó ante el impacto. Ignoró el ruido que se formó de repente, tirándose de espaldas en su nido mientras una carcajada se escapa de su ser sin control. Movió sus manos bajo las innumerables capas de la ropa mientras buscaba el toque caliente de las yemas de sus dedos contra su propia piel deseosa. Su cuerpo le pedía a gritos un orgasmo, pero, a pesar de su necesitad, solo se frotó contra las sábanas y almohadas de su nido como un animal desesperado sin darse la oportunidad.
Las monjas habían dejado muy claro que liberarse sin un alfa era una falta grave. Autocomplacerse era un pecado mortal porque el goce a través de un impulso natural sin sentido era ir en contra de lo divino. Incluso en celo, castigo del cielo por los errores primigenios de los primeros padres, tenía que pasarse en la conducta más pura. Si los había aguantado toda su vida, sin supresores porque eran igualmente una falta, podía contenerse ahora y no dejar que la emoción lo dominase. Tenía que ser un buen omega, como siempre le pidieron, por él, por la misión, por Batman, su alfa. No viviría en pecado nunca más.
Batman, su alfa.
Las palabras se repitieron en su mente como la respuesta al acertijo que estuvo buscando toda su vida. Le trajo calma pensar que pertenecía a alguien.
Le pertenecía a alguien. Lo supo cuando en su muñeca apareció la marca de destinado que la vida le ofreció: El símbolo de un murciélago a medio terminar cuya otra parte tendría su alfa. Imaginó por mucho tiempo que jamás lograría encontrarlo, pero ahí estaba: El hombre murciélago surcando los cielos, deseando purificar Gotham de la maldad, cumpliendo el deseo que la mente de Edward siempre había soñado, utilizando el símbolo que los unía y que nadie más conocía como rostro ante el mundo indolente. El alfa, su alfa, había salido de entre las sombras de la podredumbre y lo llamaba con una señal encriptada que solo él podía leer y resolver. Por eso se había convertido en Riddler, era su forma de decirle que había entendido su enigma del murciélago, de la purificación y que estaba totalmente dispuesto a unirse a él en su cruzada para liberar a todos de las mentiras sobre las que habían cimentado sus vidas.
Batman no mataba, pero Edward no se lo tomó mal. Es más, le encantó. Lo entendió como un mensaje de que él tenía que terminar la tarea, que Batman arrastraba a la luz la putrefacción y él, como su fiel compañero, se encargaba de eliminarla. Todo un trabajo en equipo que funcionaba perversamente en su mente como un rompecabezas cínico y divertido que tenía que completar. Pero hacía un tiempo que su alfa no cruzaba las calles y estaba desesperado pensando que, tal vez, no había respondido lo suficientemente rápido. Por eso se coló en la casa de Mitchell e hizo lo que hizo, porque ese sería el primer paso de su plan maestro que funcionaría como la respuesta directa y magnificente que Batman esperaba de él; el primer paso para hacer tambalear el suelo de Gotham y liberarlo de una vez por todas como ambos habían soñado siempre.
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—De tu amigo secreto. —Gordon abrió la carta y comenzó a leer. — ¿Tienes una pista? Juguemos un juego solos tú y yo. —Hizo una mueca al leer la tarjeta. —¿Qué hace un mentiroso cuando muere?
Batman se acercó a paso lento. La tensión en la escena del crimen podía cortarse con un cuchillo si lo intentaba. Miró con detenimiento la tarjeta en las manos del inspector y, por un breve instante, se sintió como si alguien le hablara directamente. La carta ponía 'Para Batman', así que, tecnicamente, era una pregunta a su persona.
—Continúa mintiendo —contestó.
Tuvo que detenerse cerca. Había un leve olor en el ambiente mezclado con la sangre y lo demás que puso en blanco su organismo por un momento. Le pico detrás de las fosas nasales de forma agradable. Se vio en la obligación de suspirar con fuerza, pero el aroma se perdía dejándolo con ganas de más.
—¿Sucede algo?
—No.
Desechó sus pensamientos. Hacía mucho tiempo que era consciente lo mucho que el olor a sangre y el sentimiento de violencia le gustaba. Había justificado a Alfred, la policía y a sí mismo que Batman existía por y para proteger la justicia y el bien en la ciudad, pero no era así. Siempre supo que hubo algo mal en él, un gusto por lo brutal y lo inhumano desde el día que vio morir a sus padres que no podía arrancar de su persona. La crueldad lo excitó de alguna manera y tenía que decir que Riddler supo cómo despertar un ardor dentro de él que no había sentido antes. Lo brutal de su asesinato no le molestó en absoluto, era un corrupto, lo merecía. Aunque admitía que jamás se hubiera atrevido a tanto, reconocía que estaba ante un trabaja bien hecho. Tal vez un poco emocional, pero eficaz.
Sin embargo, había visto muchas cosas para saber que no solo había sangre y muerte en el ambiente, había algo más, algo que lo estaba poniendo nervioso y en un estado de deseo que jamás había experimentado. No todo lo inundaba el olor a un cadáver en plena descomposición, muy tenue y sutil estaba impregnado en el aire el aroma de alguien. No, no era Mitchell, ni su esposa y menos el cachorro, por supuesto que no a ninguno de los policías alfas que exudaban miedo, cansancio y aburrimiento. Era otra cosa, un toque de calabaza azucarado con entusiasmo, deseos y excitación apenas perceptible.
Un omega.
Era el olor de un omega: el justiciero, pensó.
Tuvo que morder su mejilla por dentro para no sonreir ante la invitación al juego macabro. Un cuerpo, el olor, una carta especialmente para él. Un omega que sabía ser tan explícito y descarado, pero a la vez pasar tan desapercibido ante los ojos de los demás tenía que ser suyo. Su mente comenzó a funcionar a toda velocidad imaginando las posibilidades que tenía frente a él. Suspiró un momento, llevándose con eso los últimos vestigios del aroma ajeno y un pensamiento fugaz, pero que se solidificaría en los siguientes días, cruzó su mente:
Juguemos.
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Un omega. Sí. Uno capaz de hacer lo que sus manos no se atrevían. La valentía suficiente para desafiar su autoridad sobre la corrupción de Gotham, matando, cuando él no lo hizo, tocando a las altas esferas, cuando nunca se atrevió. Oh, ¿Quién era? Tenía que saberlo, tenía que tenerlo entre sus manos y doblegarlo ante él. Comenzó a dar vueltas imaginándose los aleatorios rasgos que podrían ser suyos: El cabello rubio o quizá castaño, largo o corto, ¿estaría en forma? Uh, debía estarlo para poder haber hecho eso; aunque no hubo muchos signos de lucha, tuvo que haberlo tomado por sopresa y hacerlo con algo que le diera ventaja, Mitchell era un alfa, pudo haber doblegado a cualquier omega tan solo usando su voz de mando. Bruce tuvo que felicitarlo: Era inteligente ¡Señor! Era muy inteligente.
Cerró los ojos. En algún momento su mano de deslizó por debajo de su sudadera y había comenzado un toqueteo tonto mientras evocaba el apenas aroma a calabazas y azucar que había dejado para él en la escena. Tragó saliva, tenía que tener más, mucho más. Abrió los ojos respirando con dificultad tras su orgasmo despreocupado. Necesitaba resolver ese acertijo.
Entonces, tres días después del asesinato de Mitchell, tras intentar escabullirse en el Iceberg Lounge donde lo había guiado su investigación, encontró el Pen Drive, a Selina y una víctima inocente llamada Anikka que había desaparecido, también había evidencia de toda la corrupción en los medios. Y terminó en ese horrible apartamento, lleno de gatos, con Selina llorando por la desaparecida y un pequeño televisor donde lo único interesante fueron las noticias.
Riddler.
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Edward Nashton. Tenía gracia como un montón de fonemas ordenados en una suerte de palabra que no aparecía en el diccionario tenía la capacidad de conferir tanto poder o no. Cuando picaba su tarjeta de trabajador para contabilizar su asistencia en el TKMJ, su nombre alumbraba en una pantallita junto a su género, su casta, su edad, su tipo de sangre y su número de identidad. El guarda que controlaba la entrada al edificio lo miró con una ceja alzada y como si no lo conociera a pesar de que lo había visto entrar por la misma empresa por años.
—El jefe quiere verte.
Caminó por los pasillos con molestia, se sentó frente al escritorio del jefe con enojo, pero a la vez con una mezcla de miedo y terror. Odiaba las figuras de autoridad, siempre estuvo sometido a ellas, por su casta, por su condición de huérfano, por su clase social que rozaba más abajo de la miseria.
—Nashton. —Ni siquiera tenía el derecho de tener un 'Señor' delante, como cualquier alfa se merecía. Solo era 'Eddie' o 'Nashton' o 'Tú, omega' o algún otro piropo mal intencionado y desagradable. —Llevas tres días sin venir.
—Estaba en...
—Todos los meses es lo mismo. Un celo no es una excusa para faltar al trabajo. Toma supresores como la gente normal. —El alfa, su jefe, lo miró con algo de asco. Edward apretó la mochila que llevaba entre sus brazos, como si eso pudiera salvarlo de la mirada repulsiva. — O consíguete un alfa que pueda encargarse de eso por ti. Es evidente que no puedes.
Apretó los dientes, intentando que su aroma de molestia no lo superara. Como que si los supresores fueran tan accesibles o saludables. Además, en el orfanato siempre le enseñaron que era pecado, que su celo solo le pertenecía a su alfa. No tenía derecho a pasar por encima del regalo divino que fueron tres días tortuosos de fiebre, hambre y sed mientras tu cuerpo expulsaba cantidades ilegales de lubricante solo para el disfrute de un ente ajeno a ti con ganas de follar.
—Es...
—Tras de que me veo en la obligación de contratar un omega por culpa de los progresistas molestos ¡También tengo que soportar tus problemas! Lo único rescatable es que eres bueno con lo que haces, pero estás advertido, Edward... Si vuelve a pasar, te vas.
Se sentó en su sitio molesto, mirando la cantidad de trabajo acumulado y sintiendo las miradas de algunos posarse en su nuca. Apretó más su mochila. Al menos su querido Alfa lo entendía. Bastó con encender la computadora y buscar las últimas noticias. En los últimos tres días que estuvo en celo, toda la información que reunió para que Batman la sacara a la luz daba vueltas por las redes con mil y un artículos que dejaban por los suelos al difunto exalcalde. Al menos había un alfa que era capaz de escucharlo y valorar su esfuerzo. Aquello fue una respuesta de amor positiva para Eduard.
Eso encendió la chispa de Riddler. Y por eso, esa mismo noche tras salir del trabajo, había disfrutado tanto ver a Savage morir tras grabarse para el mundo por primera. Al fin verían su rostro, conocerían su nombre, tendrían la oportunidad de disfrutar de su verdadero él; estaba emocionado porque Batman lo viera y descifrara su próxima pista.
Dejó la cámara a un lado sin si quiera mirar el cuerpo inerte del Inspector Savage, tomó la carta entre sus manos y frotó su mejilla contra las letras torcidas que leían To the Batman. Era demasiado sutil para que ningún alfa lo oliera, tal como lo hizo la última vez, pero suficiente fuerte para que su destinado pudiera sentirlo. Era su detalle por haberlo escuchado.
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Batman fue tan feliz en el departamento de Selina, no por la chica ni por los gatos. Ahora tenía un nombre ¡un jodido nombre! Enigmático, curioso, seguramente divino de pronunciar mientras llegara a un orgasmo: Riddler. Y era todo suyo. Podía imaginarlo un poco mejor desde entonces, no tan fornido, quizá un poco rellenito, con buenas caderas, tenía los ojos verdes tras esos lentes, lo supo cuando descargó el video en su computadora y lo miró con detenimiento y varias herramientas para hacerlo menos borroso. Lo único que le disgustó era no saber cómo se escuchaba su voz real, necesitaba escucharlo.
Se conformó con poder acercarse a la escena del crimen esa misma noche. Savage no le importaba tanto como Gordon podía creer. La carta, su carta, eso era lo que quería, solo por eso estaba allí esa noche.
—Estoy loco por ti. ¿Quieres saber mi nombre? Mira dentro y lo sabrás.
Abrió la carta, esta vez fue él quien la tomó impidiéndole a Gordon hacerlo. Tenía unas ganas insanas de oler el papel viejo para ver si podía encontrar algo del omega porque la escena estaba limpia de ningún aroma. Aquello solo lo hizo sonreír. Tuvo que haber estado en celo hace tres días, por eso olía sutilmente a calabazas, por eso estuvo tres días en las sombras. Oh, lo tenía tan pillado, pequeño y travieso omega.
—Sigue el laberinto hasta encontrar a la rata. Llévala a la luz y sabrás dónde estoy.
Alguien los interrumpió. Gordon salió por delante de él y el alfa aprovechó esos escasos segundos para pasar la hoja cerca de su nariz: Calabazas y azúcar. Se puso duro de solo imaginar a Riddler frotandose contra el papel para dejar su sutileza pegado en este.
Llegó a la cueva algo borracho por el aroma. Ansioso por el nuevo reto y el código 'El rata alada'. Pero lo único que daba vueltas en su cabeza era el video, el único que tenía de él. Tuvo que repetirlo de nuevo cuando llegó, percatándose de que estaba en una especie de transmisión en vivo, con algunos fans hablándole como si Riddler fuera su dios. Eso último se escuchó bien: Un omega superior para un alfa superior como lo era Batman.
Tuvo que buscar en la web profunda, meterse en lo más oscuro de internet hasta dar con él. Oh, Jesús. Tenía una red de entusiastas terroristas ofreciéndole de todo lo que deseaba, pero no pareció contestarle a ninguno y eso lo llenó de soberbia, porque a Batman sí le habló por medio de cartas y cuerpos destrozados. Era lo suficientemente importante como para captar su atención. Por un momento quiso escribirle al chat privado, pero eso sería muy fácil. Arruinaría la emoción de capturarlo como una presa que huía resistida a ser comida y engullida por su cazador. Incluso pensar en que podría rastrear su I.P le quitaba emoción al juego. No había nada divertido en la obligación ni en lo fácil; además, su pequeño Riddler se esforzó lo suficiente para hacer todas esas pistas para él, tenía que jugar su juego y ganarle en su terreno. Tenía que demostrar que era el alfa que se merecía.
Casi lo sintió como una danza de cortejo, demostrar su valía resolviendo los enigmas de Riddler para llegar a él y ser aceptado. Hacerlo de otra forma sería una falta de respeto.
'Tramposo'
Su chat se abrió de pronto. Bruce se inclinó hacia adelante mirando los puntos del chat moverse desesperados, detenerse y volver a moverse en la espera de otro mensaje.
'Estás haciendo trampa~'
Se abrió una videollamada en su chat. Tuvo que contestarle. Dios sabía que no podía rechazar la llamada de su omega, pero su cámara permaneció apagada, así que cuando le dio al botón verde, solo pudo divisar una figura incómoda sentada en alguna silla con una cortina verde con el símbolo de Riddler haciendo de fondo. No hubo saludo, ni nada por el estilo. Tan solo la cámara enfocando más abajo.
Riddler tenía una camisa de mangas largas verde oliva un par de tallas más grande que su figura. El dobladillo de la misma le llegaba hasta la mitad de los muslos y se estiraba suavemente justo en medio de los mismos, donde tenía una erección que parecía dolorosa. Su mano se deslizó por su pecho, moviendo la tela pero no dejando a Batman ver nada interesante. Se movió hasta llegar a su miembro, por encima de la tela, lo envolvió en sus dedos forrados por los guantes de cuero y comenzó a bajar y a subir difícilmente pareciendo inseguro de que era así la forma como la gente se masturbaba. Fue adorable y caliente a la vez y enigmático: Explícito, pero sin dejarlo ver más allá que las formas que causaba por encima de la tela.
Batman se recostó en su silla. Se movió un poco haciéndola girar a un lado y otro mientras mantenía su vista fija en el video de su ordenador intentando no perderse ningún detalle. Solo podía ver explícitamente sus muslos y ni siquiera tanto de ello, pero fue suficiente como para calentarlo.
Parecía que su pequeño admirador y acosador no era un experto manteniendo el ritmo y era algo desesperado. Además, sus movimientos eran avergonzados e inexpertos, como si fuera la primera vez que tanteaba su cuerpo. Parecía inseguro al principio sobre dónde tocar y le costó un par de segundos encontrar una buena forma para deslizar su mano de la manera correcta. Bruce supo en ese instante que fue la primera vez que Riddler hizo eso. Se sintió en éxtasis al saber que le estaba regalando su primera vez, que contestar su llamada fue como darle permiso para que lo hiciera. Ahora su mente estaba navegando en lo vírgen y puro que podría ser todo el cuerpo de Riddler, todo pulcro y guardado para el momento en que él llegase y profanara todo de sí.
Tenía tantas cosas por enseñarle.
Pero ahora, se conformó con imitar al omega, yendo arriba cuando él lo hacía y bajando cuando su mano se deslizaba hasta la base de su falo. Suspiró pesado después de un jadeo fuerte que provenía del otro lado y se removió en su silla cuando Riddler también lo hizo desesperado.Cambió el ritmo cuando vio el cuerpo del omega retorcerse sobre la silla y saltar sobre esta imaginando como estaría doblando los dedos de sus pies, como su cara se transformaba ante un orgasmo. Su nudo se hinchó en su mano tras explotar justo cuando el omega mojó la parte delantera de la camisa con el líquido blanco espeso producto de su orgasmo. La llamada acabó.
Tres míseros minutos. Nunca había sido tan rápido, pero tampoco jamás había sentido tal emoción recorrer su cuerpo.
'No seas tramposo'.
Lo bloqueó y su usuario quedó eliminado de su pequeña red. Tuvo que reírse. Sí, claro. Sin trampas. En una ciudad injusta y corrupta, donde ambos luchaban contra el mal que ahogaba la ciudad, jugar limpio fue lo justo, honorable y un acto de rebeldía contra el sistema.
Se dio una ducha y tuvo que masturbarse un par de veces más, hasta que la imagen apenas visible e encriptada de Riddler se difuminó en su cabeza como un recuerdo que apenas existía. Hacía tiempo que no dormía tan tranquilamente.
Por su parte, Edward se hizo bolita en un rincón de su nido. Se pasó las mangas de la camisa con fuerza limpiando las lágrimas que caía por allí, como que si esa acción alejara la culpa que lo invadía. Había pecado, un pecado horrible, mostrándose desesperado y necesitado frente a su alfa, faltando al respeto de esa manera a su cuerpo. Era un omega tan decepcionante. Se quedó allí, con la ropa sucia que le incomodaba por la humedad, los guantes que lo hacían sudar y desnudo por debajo a pesar del frío del sitio que tenía osadía de llamar habitación como castigo por su falta.
Se abrazó a sí mismo y allí se quedó dormido.
Despojado, pecador y sucio, pero satisfecho por que su alfa había respondido.
✨✨✨✨✨
Hey! Espero que les haya gustado. Déjame tu comentario para saber qué te pareció, me encanta leerlos a todos.
¡Que el universo sea siempre favorable para ti!~
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