Digno
La alcaldesa no paraba de charlar a su lado. A penas y prestó atención a lo que estaba diciendo. Esperaba que Riddler no malinterpretara que fuera al homenaje en honor a alguien que no lo merecía, pero estaba seguro que ni siquiera sabía que era Bruce Wayne bajo la máscara. Solo había salido de su cueva para estar alerta de cualquier anomalía que pudiera suceder, se lo había dicho a Alfred: 'A los asesinos les gusta ver lo que provocan sus crímenes'. Estaba seguro que el omega aparecería por cualquier lado, provocando algún revuelo, un desastre o quizá trajera una nueva pista para llegar a él. Sea lo que fuera, estaba allí para ser testigo de cualquiera de ellas.
No quería admitirlo, pero desde la llamada de esa noche no podía sacárselo de la cabeza. Su pequeño encuentro lo hizo incluso pensar en su destinado. Nunca había sido exactamente un gran fan de las leyendas de amor ni nada que se le parezca, pero el estado turbado en que lo mantenía pensar en Riddler y todo lo que lo rodeaba lo estaba haciendo cavilar sobre el asunto. En realidad, Batman nunca fue un símbolo fortuito, desde que en su adolescencia había aparecido la mitad de uno en su muñeca se había obsesionado de una manera enfermiza con el animal. Alfred estuvo preocupado gran parte de ese tiempo cuando lo vio enjaularlos, observarlos y cuidar de ellos como si fueran una especie de mascota; al final, no pareció ver algo tan raro en él porque nunca hizo nada más allá de una mirada reprobatoria y expresar un 'Tenga cuidado, Señorito. Podrían tener rabia'.
Sí, Batman tenía mucha rabia.
—Es una pena —Bella Reál habló, finalmente sacándolo de sus pensamientos, mientras miraba al hijo del difunto alcalde sentado más allá.
No, Bruce no sentía pena. El cachorro conservaba a su madre, eso fue un alivio. Bruce perdió a ambos. Ese niño tenía un montón de gente a su alrededor mimándolo y queriéndolo. Bruce jamás tuvo a nadie cerca, solo Alfred, pero incluso el hombre era solo su mayordomo. Su tragedia no fue tan grave, no fue tan grande, no dolía tanto.
—Iré a darle el pésame. Pero quiero seguir esta conversación.
Su mano se puso sobre el hombro de Bruce en una seña de despedida y no pudo evitar su mirada de molestia. Sin embargo, también se fijó en su marca en la muñeca: una corona a la mitad. Nunca sabría que hacer si el destino lo emparejaba con alguien como ella. Jamás tuvo tanto pánico de la persona que tuviera su otro murciélago. Ojalá fuera Riddler. Ojalá que sus cartas fueran porque también le obsesionaban los murciélagos y estaba unido a ellos de una manera especial. Ella se retiró y de pronto captó otra conversación cerca suyo.
—No vemos a Coulson desde anoche.
Bruce miró a los policías que conversaban más allá. Escuchó sin querer un par de cosas y tuvo que tragarse la sonrisa porque un desaparecido solo significó que su chico estaba tramando algo más y eso solo desembocó en estar un paso más cerca de su omega. Y tenía tanta razón.
Tuvo que tranquilizarse cuando entró de nuevo al recinto en su traje de Batman, con el corazón a mil porque estaba seguro que su omega estaría viendo desde cualquier sitio donde se encontrara. Se preguntó por un breve instante si fue ese mismo sentimiento que tuvo el otro cuando se presentó al mundo como Riddler.
Quería apresurarse, tomar la llamada que no paraba de sonar desde que el coche se estrelló en el podio y escucharlo otra vez. Ver suplicar a Coulson por su vida cuando entró no le dio ninguna pena, pero disimuló lo suficiente para no parecer el malo, para no perder su oportunidad de otra pista. Le arrancó la tarjeta con cuidado, un detalle de su amado tenía que ser tratado con delicadeza. Casi que la sacudió para quitar el olor de pánico que Coulson le había impregnado, pero aún cuando se acercó lo suficiente para leerla, había un fuerte aroma a calabazas y azúcar que ya le empezaba a parecer familiar.
Aún en nuestros tiempos difíciles, nunca lo olvides... Estoy a una llamada telefónica.
Contesta.
El corazón se le aceleró. Era una declaración de amor en toda regla. Oh, Dios. La cabeza le daba vueltas. Riddler, él estaba obsequiando su compañía y su apoyo, ser su pilar como debía serlo todo omega para un alfa. Qué buen omega, él recompensaría ese acto cuando pudiera.
Contestó.
El mismo fondo verde y el símbolo empoderado estaba de nuevo allí, un perfil tímido se asomó por la izquierda. Mantuvo la serenidad, no podía parecer desesperado por preguntar por él, así no era el juego, así no eran las reglas que su omega quería seguir.
—Viniste.
En su mente sonó como a un suspiro de alivio. No debía ser un tramposo, pero aún así lo intentó, porque solo verlo tan cerca de esa pantalla, dejando que sus ojos brillaran a través de la lente y asomándose así como si quisiera seguir oculto, pero a la vez descubrirse, le daban unas intensas ganas de usar todo a su alcance para rastrearlo y hacerlo suyo de una vez por todas.
—¿Quién eres?
—No soy nadie. —Por supuesto que no era nadie. Era Riddler, su omega. Pero lo tomó como parte del juego. —Solo un instrumento para desenmascarar esta cloaca a la que llamamos ciudad.
—¿Desenmascarar?
—Sí. Hagámoslo juntos, ¿Sí?
Su labio superior tembló, no dijo nada, pero la forma en como lo miró a través de la pantalla se lo decía todo. No hubo nada en ese momento que lo hiciera sentir más orgulloso que esa invitación a trabajar juntos. Sí, sí, todo lo que su omega quisiera. Y luego, la timidez desapareció tras ese permiso que le dio con un leve asentimiento de cabeza. La introversión fue reemplazada por una personalidad más directa, confiada. A Batman le gustó verlo moverse por la cámara, viéndose tan seguro en su pequeño espacio, en sus movimientos y en sus palabras. Una mente superior trabajando perfectamente en un plan superior, todo pensado y calculado especialmente para él. Se sintió tan orgulloso.
Vio un cóctel de emociones en su omega, la tranquilidad, abrumada por Coulson y su bocota haciéndolo perder los estribos y, luego, su risa despreocupada cuando el alfa idiota tuvo que asentir a sus demandas. Fue la risa más cautivadora que había escuchado nunca. Y luego ese deje de tristeza cuando admitió que le estaba dando la oportunidad que a él no le dieron. Eso lo hizo enojar por dentro. Iba a buscar a todos aquellos que hubieran rechazado a su omega, que hubieran quitado de sus manos las buenas oportunidades y acabaría con ellos. Ya no tenía de qué preocuparse, para eso estaba él: Le daría todas las oportunidades del mundo y las triplicaría las veces que fueran necesaria para que no tuviera que sufrir nunca más. Bajo su capa y su cuidado nunca tendría que volver a sentir el rechazo.
Pero dejando eso a un lado, le gustó su forma de trabajar. Un acertijo, Batman respondía y Coulson confesaba un crimen. Era como si lo hubiesen practicado, cada palabra, cada movimiento, era una danza perfecta que estaba dentro de sus cabezas y ambos sabían la coreografía a la perfección. Lo presionó, lo presionó y lo presionó hasta que el contador llegó a cero. Dio varios pasos atrás, envolviéndose en su capa y sintiendo como todo a su alrededor quemaba, pero no lo alcanzaba. Y a pesar de todo, aún tenía que descubrir quién era la rata para arrastrarlo a luz como Riddler quería.
Coulson solo fue un pequeño regalo para avivar el juego.
Tenía que descifrar la identidad de la rata lo más pronto posible, porque ya se había tomado demasiadas molestias para ayudarlo a resolver el acertijo. Sin embargo, pese a todo lo que podría haber pensado, la siguiente víctima en la lista fue Bruce Wayne. Y no se atrevió a culparlo. No cuando supo todo el legado maldito que sus padres le había dejado y no solo el dinero. No, sabía que la misma afección mental que Martha había padecido, se había instaurado en su alma como una locura incontrolable. No podía culpar a Riddler por culparlo de eso. Tenía razón, ser Bruce Wayne fue decepcionante de muchas maneras.
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'No estoy haciendo trampa'.
Fue lo primero que escribió desde su otro usuario la misma noche que llegó de charlar con Falconi. La búsqueda de la rata había sido infructuosa, ni Gordon ni él habían llegado a ningún lado todavía. Al final, lo único que había sacado de esa charla y el fracaso era una culpabilidad magnánima. Tal vez Riddler tenía razón, por un lado, era culpable de cierta manera porque su vida se había cimentado sobre el sufrimiento ajeno gracias a su padre que no cumplió sus promesas, no podía llamarse héroe cuando estaba tan corrupto como los demás desde sus genes; por otro, no era capaz de resolver un simple acertijo y hacer un esfuerzo por ganar el juego. Riddler no se merecía un alfa como él.
'Tómalo como un descanso hasta que tenga tiempo de ocuparme de ti'.
Aunque tampoco le diría que no pudo resolverlo. Tan solo le dejaría saber que había más cosas importantes de momento que su pequeño juego. No podía dejarle controlar toda la situación, después de todo. Así que le envió una coordenada.
'No volveré a ese sitio. Así que solo ve por tu regalo'.
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Edward se echó agua en la cara. Había estado derrochando mucha energía los últimos días. Desde el secuestro de Coulson que fue más físico, hasta su muerte que fue un esfuerzo mental y anímico. Le había hecho recordar lo miserable que era su vida y eso lo había golpeado bajo toda la noche. Lo único agradable del asunto fue poder trabajar junto al alfa de alguna manera, eso fue lo que reconfortó su corazón y lo empujó a seguir adelante.
Luego, su regalo también lo había descompuesto. Fue culpa de eso que se haya pasado toda la noche despierto dando vueltas en su nido. Una caja verde, con pequeños símbolos suyos dibujado a bolígrafo como un estuche personalizado. Adentro había un trozo de pastel de calabaza, de los mejores de la ciudad y, a su lado... Volvió a echarse agua en la cara desesperadamente. No es que nunca haya visto en su vida un vibrador de esos que se controlaban a distancia, solo que era raro que se lo enviara a él. Además, el control no estaba por ningún lado de la caja y no fue difícil imaginar quién lo tendría. Estúpido alfa calenturriento. Que se haya masturbado delante suyo no significaba que podía enviarle ese tipo de regalos obscenos. El pastel estuvo bien, aunque fue un poco siniestro que Batman supiera cuál era su favorito.
—Eddie.
El susodicho abrió los ojos, el agua escurría aún por su rostro, las gotas cayeron hasta su camisa mojándola. Hizo una mueca de disgusto cuando vio a uno de sus compañeros de trabajo entrar al baño.
—Los otros baños están al frente —contestó con molestia mientras apretaba la llave para cerrar el grifo.
—Lo sé. He hablado con el jefe. —El alfa se movió por detrás de él y Edward no se vio con otra opción de dar un paso a un lado para evitar que entrara en su espacio personal. —Dice que necesitas un alfa, que estás causando muchos problemas, Ed. —Se dio la vuelta y lo enfrentó. Edward pegó su espalda a la pared, acorralado entre la gran montaña que era el tipo y las baldosas sucias del baño público. —Yo podría solucionarlo, solo tienes que decirlo, ¿Qué dices, Eddie? Estoy dispuesto, bastante dispuesto a quedarme contigo. —La mano ajena se estrelló a un lado de su rostro en las baldosas. Se inclinó demasiado cerca.
—Vete a la mierda.
—Deberías ser más amable, nadie más quería aceptar quedarse contigo, pero ya sabes... A mi edad... cualquier omega me viene bien.
—No, gracias.
Intentó encontrar su zona Zen para no caer en la ira descontrolada. Apretó los dientes con molestia, ¿Cómo se atrevía la gente? Creyéndose dueños de sus decisiones, de las riendas de su vida. No. Se agachó, para pasar debajo del tipo y alejarse con calma, hasta que una mano lo devolvió con fuerza y lo estrelló de nuevo contra las baldosas. Un dolor agudo pasó por toda su cabeza, como si hubieran tocado una campana eclesiástica cerca de sus oídos. Parpadeó varias veces antes de enfocar de nuevo al alfa que lo tenía asido por el brazo y que movía sus labios con furia diciendo a saber cuánta sarta de insultos.
Nadie iba a ponerle una mano encima.
Fue Riddler en ese momento, harto de todo, que levantó una mano y le dio un puñetazo tan fuerte que sintió en sus nudillos el tabique ajeno fracturarse. Hubo un momento en que se agarró su propia mano y de sus labios salió un quejido de dolor por el golpe que ni el mismo esperaba dar. Después, solo sabe que lo estaba pateando con furia en el suelo y varias manos lo estaban jalando hacia atrás mientras el puño de su mano derecha estaba ensangrentada. Para cuando volvió a la realidad, estaba sentado en uno de los asientos de la estación de policía, con las manos sobre sus rodillas, respirando débilmente mientras el sonido de las teclas escribiendo un reporte policial lo acompañaban como banda sonora.
—El Sr. Johnson ha sido muy amable. —La beta que estaba encargándose del caso lo miró como si fuera un bicho raro. —No quiso poner una demanda. Debería estar agradecido.
Edward resopló. Ella detuvo un momento el tecleo para mirarlo mal. —Es una suerte, por eso habría podido pasar un par de días en prisión o una multa que dudo hayas podido pagar. —El omega volvió a mirarla, ella qué sabía.
Qué sabía nadie en esa maldita ciudad de los problemas de Edward Nashton y sus necesidades. Bastardos todos. Creyéndose superiores por un poco más de dinero, por una miserable casta.
—El Sr. Johnson intentó atacarme en el baño —dijo con molestia. —Pero eso no lo estás escribiendo.
—El testigo dijo que esta no es la primera vez que incitas a los alfas con tus hormonas. —Ella lo recriminó con la mirada y no pudo más que sentirse indignado.
—¿Es un pecado tener aroma?
Lo era. Las monjas se lo habían repetido varias veces: Era el llamado del pecado para los alfas. Por eso tenía que usar parches de olor, para neutralizar esa llamada infernal que llamaba a todos a cometer actos indebidos. Bajó la cabeza. Si la superiora Margarita estuviera allí le recordaría que era su culpa por ser un omega, la misma encarnación de la lujuria.
—Para eso existen los parches de olor, ¿Es que no te lo han dicho? Según el testigo, que es también tu jefe, dijo que varias veces te lo han dicho, pero sigues sin hacer caso.
Ni siquiera olía demasiado, no lo hacía. De haber sido tan eufórico con su olor, dejándolo por todos lados, la policía lo hubiera encontrado con esa pista hace tiempo y no lo hicieron. Así que no fue tan evidente como todos querían señalar.
—Toma. —La chica tiró un paquete de parches sobre la mesa, casi con asco. Tenían en el empaque la marca de las fundaciones benéficas que repartían en los barrios bajos. Fue humillante y lo llenó aún más de rabia. —Ponte uno para ir a casa y puedes llevarte los demás. No vuelvas a salir sin ellos, quizá la próxima no te encuentres con alguien tan amable.
Se levantó del asiento y apretó el paquete con molestia. Sacó uno con desagrado y se puso el mismo delante de la chica, como recalcando sus palabras, pero de mala gana.
—¿Y a qué huelo? Según todos ustedes. — Ella lo miró, pero no respondió.
Y cómo que si su día no pudiera ir a peor, cuando salió de la estación de policía el cielo de Gotham lo recibió con una tormenta que lo dejó mojado en poco tiempo. Maldijo por lo bajo todo lo que quiso, a sus malditos compañeros de trabajo, su jodido jefe, su estúpida casta y aquella desagradable ciudad que todo lo corrompía.
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Para cuando comenzó a llover esa noche, Batman se negó a dejar de patrullar por la ciudad. Nadie lo esperaba en casa, Alfred seguía en el hospital y no quería caer en la tentación de hablarle a Riddler de nuevo. Ya ni siquiera estaba seguro de querer encontrar al omega. Había estado cayendo en un pozo de angustia al darse cuenta que no era tan diferente de la maldad de esa ciudad como él creía; llevaba todo lo malo en los genes, la corrupción era ese legado del que hablaba Alfred y no lo quería. Ya no sabía quién era. Y, siendo sinceros, si fuera Riddler y descubriera su identidad, estaría decepcionado al saber que el alfa que había elegido no era más que parte de la miseria de la alcantarilla podrida que era esa ciudad.
Dejó que el agua resbalara por su traje mientras que sus ojos se movían de aquí allá buscando algo fuera de lo normal. Bajó de las alturas solo para ayudar a una señora a no ser atracada y vigilar que un par de cachorros que todavía deambularan a esas horas llegaran bien a casa. Dio un último vistazo, antes de decidir que ya era hora de regresar, aunque vio a un hombre joven por la acerca, abrazado a una mochila, caminar arrastrándose calle abajo.
Edward estaba hecho una sopa. Apenas veía nada, cuando las gafas habían empezado a ser un problema para ver, se las guardó intentando aclarar un poco el camino, pero eso pareció una idea peor. Ahora solo veía manchas del mismo tono de gris a su alrededor. Tendría que estar en casa, haciendo algún stream, hablando con sus muchos seguidores sobre los planes que tenía para esa ciudad. En cambio, estaba allí, a un par de cuadras de su casa después de haber tenido un día terrible. Oh, la ira que tenía por dentro iban a sentirla cada uno de los que se habían atrevido a hacerle algún daño a él y a cualquier otro inocente.
Estornudó miserablemente por culpa del frío que le llegaba hasta el alma.
La lluvia se detuvo. No porque de pronto hubiera decidido dejar de llover, más bien porque alguien estaba sosteniendo algo sobre su cabeza. Miró a un lado. Batman tenía su brazo sobre él mientras levantaba su enorme capa sobre su cabeza y lo protegía de las gotas salvajes de la nocturna tormenta. Por un momento, el miedo de haber sido descubierto antes de lo debido cruzó su mente, pero, por otro, se sintió bien pensar que su alfa lo había encontrado por fin.
—No deberías mojarte.
Su voz sonaba poco humana, pero Edward no dijo nada. No era lo primero que imaginaba que el otro diría cuando lo descubriera, pero estaba bien. Era un consejo de cariño, un interés preocupado por su salud que nadie nunca antes tuvo por él. Se sintió cálido de alguna manera, aunque triste a la vez. No era como quería que Batman lo viese, tan miserable, se decepcionaría de él. Lo abandonaría, como siempre hacían todos.
Con calma, olisqueó el ambiente, al menos quería quedarse con eso cuando Batman decidiera que no era el omega que esperaba. Sin embargo, no podía distinguir nada más allá de la tierra mojada, la lluvia y el olor a parches de olores baratos que emanaba de sí. Así que el aroma de su amado siguió siendo un misterio a pesar de que estaba solo a un par de pasos. Apretó más su mochila contra su cuerpo mientras que sus ojos seguían totalmente pegados a la figura delante de él.
—No voy a hacerte daño. Solo camina.
Oh, Edward lo hizo. Dio un par de pasos incómodos seguidos por el enorme alfa y cubierto por su capa. No era que sirviera de mucho, pero fue una acción agradable. Así, en silencio, solo acompañados por las gotas de lluvia, llegaron hasta el edificio. Inmediatamente, Batman se dio cuenta que no era una buena zona, es más, podría decir que era una de las más horrible de todo Gotham. Se prometió a sí mismo cambiar eso cuando encontrara a su omega. De solo pensar que su omega debía de vivir en uno de esos barrios horribles se le heló la sangre.
—Gracias.
El omega debajo de él se acomodó el pelo mojado por detrás. Podría haber admitido que era lindo, pero estaba tan enajenado por Riddler, que no le prestó demasiado atención a sus facciones. Casi fue incómodo, él lo miraba demasiado curioso e intensamente y lo había acompañado demasiado confiado. Batman pensó que solo sería un fan más. Hubo un momento de silencio, mientras que el alfa esperaba a que entrara y Edward que este dijera algo, que confesara que hizo trampa y lo descubrió al fin.
—¿Por qué...?
Iba a preguntar las razones por las que se había saltado todos los pasos posibles, que había desechado sus pistas y su plan en pos de encontrarlo de una manera fácil en lugar de jugar con él. Era triste en cierta parte, que no hubiera valorado el esfuerzo que puso en todos esos regalos para él cuando apenas iban a la mitad, pero suponía que estaba bien así también. Ya se lo había dicho: No tengo mucho tiempo para ocuparme de ti. Había cosas más importantes, por supuesto. Lo entendió. Cualquier cosa fue más importante que el pobre omega de Edward Nashton.
—Porque nadie debería tener miedo de regreso a casa.
Entonces lo entendió. Batman todavía no lo sabía, todavía estaba jugando y eso lo hizo sonreír. Asintió, dándose la vuelta y entrando. Para cuando volvió la vista al cerrar la puerta del rellano, el hombre murciélago había desaparecido bajo la espesura de la noche.
.-.-.-.-.-
¡Muchas gracias a todos por sus comentarios! Me han hecho sentir muy bonito 🤧
En el próximo capítulo Edward usará el regalo de Bats.
¡No olvides dejarme saber qué te pareció!
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