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🥀... O2

꧁𝖙𝖍𝖊 𝖍𝖚𝖓𝖙𝖊𝖗 𝖔𝖗 𝖙𝖍𝖊 𝖕𝖗𝖊𝖞꧂

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LOS PASOS del rey Lysander trazaron un camino sobre el suelo de la habitación, dando vueltas en círculos con una expresión seria, distante y pensativa. La sombra que pareció ceñirse a su rostro durante la celebración de la noche antes no lo había abandonado desde que se percató que la ausencia de su esposa se había extendido por más tiempo del que creyó necesario.

No le pasó ni por un segundo por la cabeza que la imagen que encontrarían él y sus guardias al llegar a las caballerizas sería la de un charco de sangre, pequeñas estrellas escarlata manchando el suelo que pisaban sus botas, las paredes a su alrededor, y las ropas de su esposa.

Por una pequeña fracción de segundos creyó sentir el leve salto de su corazón al detenerse de forma abrupta, reanudando la frecuencia de sus latidos después de caer en cuenta que seguía respirando.

Ahora ambos estaban en la habitación principal. La corona yacía olvidada sobre los almohadones del sofá del centro, con las pequeñas incrustaciones de zafiros destilando un brillo leve, poco visible, pero que la hizo estremecer con solo recordar.

En medio del silencio, Astrid desvió su mirada disimuladamente hacia el hombre. Muy pocas habían sido las ocasiones en las que tuvo oportunidad de ver el lado más desasosegado de su marido. Una fue durante la época de la peste, cuando perdieron a más de la mitad del pueblo, y otra cuando su primera esposa, la reina Vespera, cayó enferma.

Ella había estado allí cuando todo sucedió y, de cierta forma, justificaba la reacción inquieta de Lysander ante la posibilidad de perder a alguien importante otra vez.

Un súbito ardor en el brazo la hizo soltar un quejido lastimero cuando el curandero colocó la gaza alrededor de la herida. El dolor no era muy fuerte, ella misma había tenido que experimentar peores, pero en ese momento, las sensaciones en su cuerpo se encontraban a flor de piel, y ni hablar de los nervios. Sentía que de solo provocarla estallaría. Su ropa aún estaba cubierta con la sangre de la bestia que aquella chica había matado ya seca, pero sin dejar de desprender un edor desagradable.

━¿Qué les hiciste creer? ━cuestionó hacia su marido, provocando que este detuviera sus pasos en medio del trance en el que se había sumido.

La castaña se puso en pie, despidiendo al curandero con una seña. Este hizo una reverencia y se retiró rápidamente para dejarlos a ambos solos en el silencio de aquellas cuatro paredes.

El rey exhaló, una respiración fuerte que parecía salida de lo más profundo de sí.

━Un animal salvaje entró a los establos y te atacó. Sir Oward dio su vida protegiéndote.

Los labios de Astrid se apretaron en una fina línea. Apenas podía experimentar pequeños retazos de memoria sobre lo que había acontecido la noche anterior. El color gris tormenta en los ojos de la bestia y su peculiar aspecto eran el tipo de cosa que esperó no tener que volver a ver en su vida, pero bien que se había equivocado.

Ahora solo le quedaba descifrar la interrogante que venía martilleándole en el cerebro desde que recobró la consciencia. La que continuaba robando su concentración de tal forma que parecía ausente a su entorno. Así como en ese momento...

El monarca observó la forma en la que su entrecejo se arrugaba ligeramente, con los ojos perdidos mirando hacia un punto fijo.

━Querida... ━la llamó, y automáticamente Astrid clavó su vista en él como un águila.

━No fue un accidente que sucediera y lo sabes, Lysander. Alguien trajo a ese monstruo a Palacio intencionalmente.

━¿Con qué objetivo?

━Matarme ━le dijo, pero al instante, algo más llegó de golpe a su cabeza. El recuerdo de aquella chica que la salvó de una muerte segura en los establos.

Ella se quedó pensativa. Los rasgos de su rostro tan afilados que podrían atemorizar con solo verla, una expresión que se ganó la curiosidad de su esposo.

━¿Astrid?

━¿Qué pasó con la joven? ━Lo interrumpió━ Una encapuchada. Tenía cabellos del color de la plata, ojos tormentosos, y un porte tan fino como el de una princesa...

━Está en los calabozos, donde se supone. No sabemos cómo pudo acceder al castillo sin ser vista, mucho menos si usó magia para ello. Podría ser una espía, una asesina enviada por el rey de Svenja...

━Si su misión hubiese sido matarme me habría dejado a merced de aquella criatura. En cambio, gracias a ella es que aún sigo con vida, que tu hijo aún sigue vivo.

Se llevó una mano al vientre abultado y la otra a su espalda, dándose apoyo a la vez que comenzaba a caminar en dirección al sofá para dejarse caer como un peso muerto. Vencida por el cansancio.

━Astrid tienes que calmarte. Todo ese estrés puede afectar en el desarrollo del bebé ━advirtió Lysander, lo que provocó que esta le dirigiera una mirada cansina.

━Lo dices como si fuera sencillo.

━¿Y qué quieres que haga? ¡No puedo hacer nada más que esto! ¡No puedo regresar el tiempo atrás!

━¡Alguien trajo un monstruo que casi termina con la vida de tu esposa y tu hijo! Inicia una búsqueda, pídeles que interroguen a los sirvientes, contrata un cazador de bestias ¡Eres el rey! ¡Haz algo!

Su voz se elevó más de lo previsto, hecho que terminó con ella misma reprendiéndose internamente por no haberse medido en el instante que dejó salir toda aquella verborrea sin control. Pero no iba a disculparse por ello, pues el temor a lo desconocido y lo que pudiera sucederle era ahora mucho más grande que su temor hacia el monarca o hacia cualquier otro hombre que osara discrepar con ella en su estado. No obstante, también sabía que él tenía poder suficiente para hacerla caer tan rápido como la elevó, y era a quien, además, debía respeto.

Lysander de Athelstan era más que solo su esposo, también era el único ser que a quien más temía en el mundo, más que a las propias bestias... porque cuando veía ese característico brillo en sus ojos que destilaba cierto peligro, Astrid sabía que debía echarse para atrás.

Porque el humor del Rey cambiaba tan fácilmente como el pellejo de un lagarto.

Arrepentida, cerró sus ojos y esperó una fuerte respuesta por su parte. Pero en su lugar, solo recibió una suave caricia en la mejilla, seguida de un fugaz beso entre ceja y ceja que la hizo estremecer de miedo.

━Sé más cuidadosa con tus palabras a partir de ahora ━él murmuró entre dientes, cerrando la conversación y apartándose de ella con frialdad para dirigirse al balcón━ Ahora descansa un poco. Lo necesitarás. Pero antes, me gustaría designarte un nuevo guarda ¡Ser Harland!

Uno de los guardias que patrullaban las puertas abandonó su posición y caminó hasta quedar a una distancia considerable de sus soberanos. Este era alto como un roble, de abundantes rizos entre castaños y rojizos. Un álamo solitario contra el cielo de la pradera. Pero incluso mostrándose todo lo inexpresivo que podía, la castaña creyó alcanzar a ver un vestigio de nobleza en sus facciones.

━¿Majestad?

━Quiero que a partir de ahora acompañes a la reina y la protejas de cualquiera que ose dañarla, tanto física como emocionalmente ━Lysander se giró entonces hacia ella, mirándola por encima de su hombro desde cierta distancia━ Nos veremos luego, querida.

Sin emitir quejas, Astrid se puso en pie con toda la velocidad que su actual peso le permitió, dejó una suave caricia en las manos del rey a modo de disculpa y dirigió sus pasos hacia las puertas. Bastó solo un ligero toque para que estas fueran abiertas por los guardias.

Sir Harland la siguió de cerca cuando abandonó los aposentos para emprender camino hacia los propios. Convencida de que no se equivocaba con respecto al monstruo de los establos. Pues si bien rara vez se equivocaba en cuanto sus suposiciones, mucho menos lo haría con ese asunto. Había pasado varios años aprendiendo sobre los monstruos en el lugar donde creció, estudiándolos desde que era una niña atascada un mundo de hombres. Nadie podría cuestionarle jamás la procedencia de una criatura así a menos que fuera una de las personas que la enseñaron, conocedor de los seres que habitan las tierras de los Reinos del Norte desde la Conjunción de las Esferas. Pero era prácticamente imposible que estos pudieran llegar hasta Athelstan sin antes enfrentarse a los bandidos y asesinos que abundaban en el Bosque Tenebris, cosa que evitaban a toda costa por temor a perder sus elixires.

No, tenía que ser algo más.

El recuerdo de aquella chica continuaba perturbando sus pensamientos a medida que avanzaba. Trayendo consigo una fuerte sospecha que se negaba a creer, pero que no podía descartar tan fácilmente.

Sus pasos aumentaron la velocidad hasta llegar al balcón que daba una vista amplia al patio.

Estaba decidido. Si el rey no hacía lo debido para llegar al fondo de aquel misterio, sería ella quien tomara la iniciativa sacando la primera baraja.

━Ser Harland.

El hombre de rizos pelirrojos se atrevió a elevar su semblante, y cuando ella le hizo una seña, se acercó.

━¿Si, Alteza?

━Necesito un favor suyo, pero nada de lo que hablemos aquí puede ser comentado con el rey ━murmuró en tono bajo, recibiendo un asentimiento por su parte.

━Como usted así lo desee, mi reina.

━Entonces ¿Cree que pueda contar con su silencio?

━Absolutamente.

━Muy bien ━suspiró━ Porque necesito que esta noche nos veamos delante de las escaleras de los servicios. Quiero que vaya conmigo a los calabozos.

━¿No será eso demasiado arriesgado para su condición, milady?

Astrid apartó la vista del muro para mirar al caballero. Su preocupación no la molestaba, pero en momentos como esos, prefería que no pusieran a prueba su paciencia.

━No pregunté por opiniones, ser. Tan solo le dí una orden. Ahora pues, puede retirarse.

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Poner un pie en la alcoba fue ser recibida por las expresiones de horror y espanto de parte de las damas de compañía cuando la vieron llegar en aquellas fachas. Y no tenía como culparlas, ella también se sentía asquerosa y suponía que su aspecto debía ser horrible a ojos ajenos. Aunque esto no era nada que un buen baño con agua de lavanda y flor de naranjo no pudiera eliminar.

Respondió todas sus preguntas basada en la misma mentira que se había inventado su marido para contarle al resto de la Guardia Real, porque si lo pensaba bien, Astrid sabía que las chicas podían hablar entre ellas y con otros sirvientes del castillo, preocuparse más por un chisme que por hacer desaparecer las manchas de su vestido de fiesta. Por eso, era mejor comportarse como la mujer embarazada que casi pierde la vida siendo alimento para lobos. Sería mucho más fácil de creer que lo que realmente sucedió.

Después de esto, pasó toda la mañana y parte del atardecer observando a su hija ser entrenada por Eadric. El príncipe heredero era muy hábil con la espada, y al ser mayor de edad y más experto, le sacaba cierta ventaja a los movimientos aún torpes de la menor, quien absorbía todo cuanto podía de cada uno de sus encuentros como buena aprendiz que era, poseedora de un sentido del aprendizaje bastante agudo.

La reina nunca entendería de dónde había sacado Helga aquella pasión por el campo de batalla. La adrenalina de la lucha parecía extasiarla y, contrario a cualquier otra doncella del reino, disfrutaba de esto inmensamente. Haciendo que su madre se preguntara más de una vez por qué no podría fijarse en cualquier otro pasatiempo menos violento, como el de tocar un instrumento o leer novelas de romance.

A veces suponía que era cosa de sangre. La reina Vespera una vez le llegó a contar que los antiguos reyes de Athelstan vivían hasta su muerte en la batalla, con sus espadas de hierro en alto y sus famosos corceles de pura sangre. Generaciones y generaciones de familias reales que compartían el mismo cabello negro y los ojos tan azules como el mar en tormenta. Helga había heredado esos rasgos de sus antepasados, por lo que no era de extrañarse que el espíritu guerrero corriera por sus venas de igual forma.

Por esa parte, era una fortuna que no se pareciera a ella en lo absoluto.

Poco después de la medianoche, Astrid logró escabullirse de sus habitaciones con la ayuda de Griette, quien se encargó de distraer a los guardias para que ella pudiera reunirse con su protector designado delante de las puertas de los servicios.

Como había jurado, ser Harland ya la estaba esperando cuando arribó. Sus ojos felinos lograron divisarla a través del espejo de la noche, y juntos, se dirigieron con un antorcha hacia los calabozos.

Astrid comparó aquel hueco profundo con las pupilas de un basilisco, un pasaje delgado, pero del que no se alcanzaba a ver un final a simple vista. Apenas alcanzó a moverse en un primer momento, pues sus pies se mantuvieron fijos en el suelo hasta que ser Harland la asió por el brazo, llamándola para hacerla reaccionar y metiéndola en el pasillo antes de que algún guardia los encontrara.

El camino los guió por unas escaleras de bajada, donde apenas se le hizo posible ver por donde pisaba, luego llegaron a una parte donde las paredes se hicieron más estrechas, del techo sobresalieron toneladas de desagradables telarañas y el suelo polvoriento ensució los bordes de su vestido de raso azul.

Antes de llegar, escucharon el grito de una chica y Astrid, abandonando toda discreción, echó a correr pasillo abajo y empujó la puerta metálica con todas sus fuerzas, encontrándose con una escena que le erizó los bellos de la nuca:

El guardia tenía inmovilizada a la chica contra el suelo. Sus cabellos blancos yacían desparramados como los rayos del Sol sobre la tierra. La habían golpeado hasta el cansancio, pero esta aún pataleaba, tratando de apartarlo y deshacer el agarre que este ejercía alrededor de su cuello, presionando y presionando hasta debilitarla de a poco.

━¡Deténgase de inmediato! ━gritó la reina, y ser Harland atravesó la puerta en ese momento con la espada desenvainada.

━¡Su Alteza! ━exclamó el guardia, apartándose rápidamente de la joven, quien empezó a toser como si la vida se le fuera en ello━ Mi señora, su Majestad nos ordenó que le sacaramos información a esta muchacha del modo que fuera...

━¿Y eso lo autoriza a asfixiarla? ━preguntó la castaña, deshaciéndose de su capa para cubrir con ella los brazos desnudos de la joven, quien gemía dolorosamente mientras se sujetaba el cuello lleno de cardenales━ Tranquila, querida, ya estás a salvo.

━Mi señora, esto es un ultraje. El rey personalmente nos dijo que debíamos hacerla hablar, así fuera usando la fuerza. Usted no sabe quien es ella... podría ser una asesina.

━No lo sé, y no me importa. Ella se va conmigo.

━Lo siento. Pero eso no puedo permitirlo.

Antes de que el verdugo se atreviera a alzar su espada, ser Harland se interpuso entre este y su soberana━ ¡¿Te atreves a amenazar a tu propia reina?!

━Aléjate, Lobo de bronce. Sabes que el rey te hará colgar por esto.

━No, no lo hará ━dijo Astrid, tocando el hombro de su protector para que se volteara a mirarla.

En sus ojos decretaba una orden implícita hacia el díscolo carcelero, y tras un asentimiento y mucho antes de que su compañero fuera consciente de lo que sucedería, ser Harland asestó un brutal mandoble en su dirección que lo desarmó, y con la velocidad de un pestañazo, atravesó su cuerpo de punta a punta. Ni siquiera tuvo tiempo de girar o pedir ayuda.

El silencio se hizo absoluto dentro de los calabozos, roto solo por el sonido del cuerpo inerte al caer al piso. Astrid se dedicó a observarlo desde su posición, fantaseando en su cabeza las disímiles formas en las que su esposo podría morir de la misma manera. Los abusadores no merecían menos que eso.

Acto seguido, se volteó hacia donde la desconocida continuaba arrebujada con su capa, sentada, mirando hacia el cadáver con el mismo desdén que ella lo hacía.

━No tengas miedo ━le dijo en un murmullo y la peliblanca asintió débilmente━ ¿Te han hecho mucho daño? ¿Alguno de ellos te... tocó?

Quiso responder, pero a la hora de hacerlo su garganta la lastimó tanto que terminó haciendo una mueca. Al final, tan solo se dedicó a mover la cabeza en señal de negación, lo cual fue un alivio para Astrid.

━No puedes hablar ━dedujo━ Necesitarás que te vea un médico. Ser Harland, ayúdame a levantarla.

El pelirrojo acotó la orden rápidamente, sujetando a la muchacha por la cintura hasta darse cuenta de que pesaba menos que un sabueso de caza. Astrid le acarició la mejilla bondadosamente, apartándole unos cuantos mechones del rostro para tener un mejor perfil.

━Falka... ese es tu nombre ¿No es así? ━dijo en un susurro, dedicándole una sonrisa débil━ Es un gusto conocerte, Falka. Soy la reina Astrid, del lejano Athelstan. Y tú, vas a quedarte conmigo.

Más tarde se daría cuenta que esta había sido una pésima decisión.

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