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🥀... O1

꧁𝖆 𝖇𝖔𝖑𝖙 𝖋𝖗𝖔𝖒 𝖙𝖍𝖊 𝖇𝖑𝖚𝖊꧂

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ASTRID miró a través del ventanal, hacia las calles que ese día se habían llenado de nieve, la cual cubría la mayor parte de la ciudad y hasta los alrededores del páramo que la rodeaba. Desde aquella posición le era imposible detectar el brillo de las antorchas o las velas en los interiores de las casas o las posadas, pero sabía que estaban allí, así como las vidas que se refugiaban dentro de cada una.

El Invierno había golpeado Athelstan como un puño de hierro, tomándolos desprevenidos y obligando a los ciudadanos a recurrir a la ayuda del rey, quien cada día parecía dejarse llevar por la frustración que aquel trabajo le provocaba y que, ligado al peso de la edad, iban demacrando su humor cada vez más.

Si bien para el resto de los lores, miembros de la camarilla del Consejo y sus súbditos continuaba siendo el motivo de sus alabanzas y una figura representativa de poder y gloria, para Astrid no era más que el hombre al que debía brindar atención cada noche. Y temía, por instantes en los que se permitía pensar en ello, que llegara el día en el que se viera sin su protección. O peor... sin su favor.

Mientras apretaba el collar de plata con la figura de un corcel contra su pecho, la mujer pensó en la celebración de esa noche. Tratando de no desviar sus pensamientos hacia nada más.

A veces, la mente era mucho más eficiente manteniéndose en silencio.

━Mi señora... ━suavemente, se giró sobre sus propios talones hasta regresar al interior de la habitación. Una de sus damas la esperaba pacientemente junto a la puerta━ El baño está listo.

Ella asintió, liberando un suspiro pesado a la vez que pasaba por su lado para llegar hasta donde se encontraban el resto de las doncellas, permitiéndoles retirar la capa de sus hombros y luego la bata. Sus manos fueron instintivamente hacia la zona bajo sus senos, allí donde su vientre estaba hinchado y firme, acariciando la redondez que llevaba molestando a su espalda desde hacía días.

Las últimas semanas estaban siendo las más difíciles. Sus pies se hincharon más de lo normal, al igual que su rostro, marcas algo desagradables ahora adornaban la blanquecina piel de su cintura, haciéndola repudiar su imagen cuando pasaba por delante del espejo, y su espalda ¡Oh cuanto dolía en las noches! Se suponía que después de la primera vez debía estar acostumbrada, pero la verdad del embarazo era que nunca habría uno igual a otro. El sufrimiento y los cambios se manifestaban en mayor medida con la edad, y claro, con la disposición que albergaba el cuerpo que recibía al heredero.

Cuando la estaban preparando, una de las chicas llegó con un frasco de cristal transparente, lleno hasta el tope de un extraño líquido amarillento. Pero no fue hasta que lo probó, que se dio cuenta que su sabor era incluso más amargo que los anteriores.

━¿Qué es esto?

━Aníz y tomillo, majestad ━respondió la muchacha con el rostro salpicado de pecas━ El curandero dijo que sería bueno para acompañar las últimas semanas.

━No bebí nada parecido la primera vez.

━Evitará problemas durante el parto.

Comprendiendo cual era su punto, la castaña dejó escapar una risa amarga.

━Es el miedo que enfrenta cada mujer en mi delicada condición ¿No es así? ━inquirió, volviendo a depositar el frasco en sus manos━ Aunque en estos casos... la criatura tiene mayor importancia que el horno que la cocina.

Ella se enderezó, moviendo sus manos para indicarles que se dispersaran y le dieran algo de espacio.

━Mi señora...

━Estoy bien ━la tranquilizó, a veces sentía como que el aire se le hacía escaso━ Ya casi comienza el banquete. Debo ir a buscar a mis hijos antes de reunirme con su majestad el rey.

━Déjenos ayudarla a vestir.

━Con todo placer...

El vestido que le colocaron era pesado, de tela suave, pero demasiado larga en las mangas; y si así se sentía incómoda, fue mucho peor cuando pusieron la corona sobre su cabeza. Sin embargo, cuando sus ojos chocaron con la imagen que le regalaba el espejo de sí misma, Astrid elevó el mentón y trató de convencerse de que esa noche haría lo que fuera necesario para que sus invitados no subestimaran la fortaleza de su reina, incluso en ese estado, cuando debería ser más vulnerable.

El castillo del antiguo Jørun era una de las fortalezas más grandes del reino, habitada desde hacía siglos por todos los herederos del liberador de Athelstan. Ella había sido muy joven en el primer momento que puso un pie en ese sitio, pero por supuesto, por aquel entonces no había sabido que llegaría el día en el que caminaría por sus pasillos como algo más que solo una criada.

En un principio, el hecho de convertirse en la próxima reina consorte fue tan atemorizante como la idea de regresar a aquella que había sido su casa antes, cosa que empeoró cuando empezó a tener esas pesadillas donde veía al pueblo decapitarla. Pero bien sabía que entre los sueños y la realidad existía un gran abismo.

El sonido de sus pasos fue haciendo cada vez menos eco, y ni siquiera tuvo que ir muy lejos, puesto que al acercarse a la zona del patio, donde las estatuillas se vestían con una fina capa de hielo, descubrió risas y voces femeninas que iban de un lado a otro.

Helga estaba entre ellas. Su cabellera castaña rojiza se movía con el viento mientras trataba de huir de la guerra de bolas de nieve que ella y sus doncellas habían iniciado, con su vestido de fiesta humedecido en los bordes.

En otro momento, a Astrid le habría parecido una imagen agradable y hasta graciosa, de no ser porque ese día era realmente importante y no se encontraba de humor para lidiar con otra de las travesuras de la princesa.

Un solo carraspeo bastó para llamar la atención de las jóvenes, las cuales detuvieron su juego rápidamente y le dedicaron una rápida reverencia.

━Su Majestad...

━A sus deberes, niñas ━ordenó, girándose esta vez hacia su hija━ Helga...

La pelirroja sacudió los restos de nieve que cayeron sobre su cabello.

━Solo nos estábamos divirtiendo.

━Con tu vestido para el banquete ━la regañó, provocando que la niña de quince años agachara la cabeza y apretara los labios con molestia━ Este no es un comportamiento propio de...

━Una princesa. Lo sé, lo escucho todo el tiempo ━espetó fastidiada, y sin decir nada más, arrastró sus ropajes hacia el suelo de roca para emprender camino a su alcoba.

Antes de que pudiera escaparse, la mujer atrapó su brazo y la hizo detenerse en seco.

No le gustaba enojarse con ella, ni mucho menos pelear, pero tal parecía ser que eso se estaba convirtiendo en una costumbre. Una lucha de caracteres que podría durar toda la vida hasta que una decidiera echarse para atrás, lo cual no sucedería en ninguno de los casos. Su segunda criatura era tan obstinada como lo fue ella en el pasado, y eso era un rasgo que no podría acarrearle nada bueno, por eso tuvo que aprender a controlarlo y guardar silencio cuando se requería. No siempre se podía actuar con locura e intrepidez, pero definitivamente eso era algo que la juventud salvaje de Helga ignoraba.

━Piensa en lo que eres y en quienes te rodean. Si debo rectificarte, es más por tu bien que por otra cosa.

━¿Vas a comenzar a regañarme otra vez?

━Y las que sean necesarias ━la interrumpió con voz severa. Una a la que no estaba acostumbrada━ Mi deber es criar a una dama, y en días como este tienes que actuar como tal ¡Es la décima octava celebración por el día de luz de tu hermano! Tendrías que estar en el Gran Salón con él y tu padre.

━Tu no lo estás. No puedes llamarme la atención por eso.

━Tengo una razón lo suficientemente válida para justificar mi tardanza ━resaltó━Ahora vete, diles que te cambien ese vestido y preséntate en el banquete antes de que los invitados se percaten de tu ausencia.

━Pero...

━No te atrevas a pronunciar un pero conmigo, Helga Isabella.

Verla desaparecer hecha una furia no contentó a Astrid, pero le hizo saber que al menos había cumplido con su cometido. Después de todo, conocía a su hija y sabía que a pesar de su tozudez siempre cumplía con sus órdenes por muy inconforme que se mostrara en un inicio. A veces se reprendía a sí misma por comportarse de forma tan ruda con ella, pero sabía que si su padre no lo hacía, no habría nadie más que le enseñara a ser firme contra el mundo. Sin embargo, eso no quería decir que no fuera una madre amorosa. Simplemente estaba cumpliendo con su papel de criar a una princesa en toda su regla, y no era una tarea sencilla en lo absoluto.

Llegado el momento, se dirigió al salón donde se llevaba a cabo el banquete y el guardia anunció su llegada en alto para alertar a todos. Allí se hallaban reunidas las personas más importantes del reino, quienes se arrodillaron ante su presencia y le rindieron homenaje mientras el monarca la contemplaba con benignidad.

Astrid se acercó para dejar un beso sobre su rasposa mejilla, dedicándole una sonrisa genuina que hizo que los ojos pardos de Lysander de Athelstan brillaran como dos estrellas.

━Mi amor ━lo saludó cálidamente, muy sujeta a su brazo. Acto seguido, desvió su vista hacia el joven que se encontraba a mano izquierda de su esposo, cuya melena castaña podría compararse con el oro y la tierra juntos━ Felicidades, hijo mío. Es una velada magnífica.

━Y lo es aún más contando con su maravillosa presencia, majestad ━el príncipe Eadric se levantó de su silla para darle un abrazo, separándose un segundo después━ ¿Cómo está mi hermano?

━Cada día más ansioso por conocer el mundo.

━Patea más que un caballo salvaje ━resaltó el rey con notable orgullo ━ No dudo que será un gran guerrero de los nuestros en el futuro.

━Ciertamente ━concordó Eadric y arrastró la silla para que la reina pudiera ocuparla mientras se daba inicio al baile.

Astrid pudo contemplar todo desde su sitio. El lugar estaba lleno de personas, habitantes de toda la corte disfrutando de la comida y la buena bebida, otros bailando al ritmo de la pequeña orquesta que tocaba en una de las esquinas. El sonido del laúd se mezclaba con el de los tambores y la flauta, haciendo que la armonía fuera incluso más contagiosa. La luz cálida de la noche, las antorchas y los candelabros encendidos eran suficientes para alumbrar cada rincón. Los vestidos de las mujeres giraban y se rozaban unos con otros, coloreando el espacio central y siguiendo una coreografía al pie de la letra.

La princesa llegó solo unos minutos después, sin apenas darle tiempo al guardia para anunciarla. Tenía las mejillas coloradas como dos rosas y la respiración agitada producto a la carrera. Las mujeres la habían vestido y adornado con la misma apariencia de una ninfa, haciendo que el brillo que desprendían sus orbes cafés fuera hermoso y el vestido en contraste tan profundo como un océano.

━¿Tarde de nuevo, Helga? ━preguntó el rey, estirándose sobre la mesa para verla tomar asiento junto a su madre.

Helga solo sonrió, apenada. El tipo de expresión que usaba para que él le perdonara todo.

━Un pequeño inconveniente, papá. No volverá a pasar.

━Esperemos ━carraspeó Astrid, dedicándole una mirada neutra que solo hizo que Helga apartara la suya para no hacer contacto.

El príncipe dejó escapar una leve risita, intercambiando una sonrisa cómplice con su hermana pequeña a sabiendas de que, por mucho que lo intentaran, nadie jamás lograría controlarla.

━Quizás deba ser yo quien saque a mi encantadora hermanita a bailar antes de que cualquier caballero se atreva a acercarse ━sugirió, extendiéndole su mano a la vez que intentaba reprimir la risa ante la mueca de fastidio que le dedicó la princesa rebelde.

━¡Oh. No otra vez Eadric!

Esta vez fue el turno del rey para echarse a reír, señalándoles el centro del salón.

━Ve.

Con un resoplido, Helga aceptó la invitación de su hermano de mala gana y ambos se unieron a la danza. Al principio con una cara larga, pero luego, sus padres los vieron saltar, mover los pies y aplaudir una y otra vez junto al resto de los invitados.

Una sonrisa inconsciente asomó por entre los labios de la reina, quien al cabo de un rato, se percató de que la mirada de su marido parecía haber sido robada hacia un lugar específico del salón.

Con pesar, vio como el centro de sus atenciones consistía en un remolino de cabellos rubios que se deslizaba por el lugar con una gracia sin igual, altiva, encantadora y llena de vida...

━¿Quién es ella?

El rey agachó la cabeza, saliendo de su ensimismamiento.

━Nadie.

━No miras de esa forma a alguien que no significa nada importante ━cuestionó Astrid, mordiendose la cara interna de la mejilla con molestia━ Has estado comportándote de forma muy extraña últimamente. Me ignoras cada vez que solicito tu compañía.

━Sabes que tengo un carácter complicado. A veces paso por estas recaídas...

━Tener una recaída es encerrarte en tu alcoba y no salir por días. Tú, en cambio, haz estado yendo de cacería con una excesiva cantidad de personas del Castillo. También deambulas por los aposentos de Helga más de lo normal, pero nunca pasas a visitarla ━espetó, recibiendo un gesto brusco por su parte para que dejara de preocuparse.

━Tu trabajo no es estar todo el día al pendiente de qué hago o dejo de hacer. Así que ya deja de crear escenarios locos en tu cabeza.

La castaña apretó los dientes, y su entrecejo se frunció un poco cuando su cara adoptó una expresión de clara molestia, casi desconfiada.

Su esposo había estado mostrando una actitud bastante cortante con su familia de un tiempo para acá, más específicamente desde que ella quedó encinta con su cuarto heredero. Astrid tenía una muy mala sensación en cuanto a eso.

━Me preocupas, Lysander ━agregó.

El rey la miró por primera vez desde que comenzaron a tener esa charla, pudiendo notar el temor en sus irises primaverales, por lo cual tomó su mano y la besó.

━No pienses en eso ahora, querida. Bebe tu jugo, degusta la cena... le hará bien al bebé.

Fue incapaz de apartar la vista cuando él volvió a depositar su atención en la comida, incómoda, sintiendo un nudo en el interior de su estómago que le robó el apetito por completo.

Claramente había algo más, solamente que Lysander era demasiado listo como para revelárselo, pero estaba claro que consistía en la razón por la cual mostraba tan poco en interés en ella como en el resto de su familia.

Astrid trató de volver a centrarse en el baile, en los candelabros de oro que esa noche resplandecían con una especial belleza, en las personas cuyas risas hacían sinfonía con la música, el olor de la comida, el ambiente... Pero nada de eso la calmó.

Era como si un sabor agridulce se hubiera estancado en su garganta.

━Necesito tomar un poco de aire fresco ━dijo, y su esposo apartó los ojos de su ganso para, esta vez, mirarla con exasperación.

━Hace frío afuera.

Astrid liberó una risita tranquilizadora.

━No te preocupes. Sabes que eso no es gran cosa para mí.

━Ten cuidado ━le advirtió, antes de que ella se levantara de su puesto y emprendiera camino hacia el jardín.

Le había hecho una seña a sus damas para que no la siguieran, salvo por la compañía de un soldado de la Guardia Real que insistió en seguirla en caso de que necesitara de su protección.

Afuera el viento helado le golpeó la cara nada más acercarse a una de las columnas que daban al patio, desde donde una fuente con la escultura de un caballo, símbolo de su reino, se alzaba imponente. Había parado de nevar hacía unas horas, por lo que los caminos estaban llenos de hielo y cualquiera podría resbalarse con solo colocar un pie en el lugar incorrecto.

Ella aprovechó ese momento de paz para exhalar y cerrar los ojos.

De pronto, a sus oídos llegó un ruido proveniente de las caballerizas que estaban al otro lado: los relinchos y el golpeteo de los cascos sobre la madera. Normalmente los corceles solían ser bastante tranquilos, a no ser que se colara algún animalillo del bosque para perturbar su territorio. De esa forma, solían espantarse a no ser que alguien fuera a calmarlos.

━¡Majestad! ━la voz del soldado se alzó en cuanto la vio correr hacia las caballerizas, sin siquiera ponerse botas para protegerse del frío de la nieve.

Ella ignoró olímpicamente sus advertencias y fue directamente hacia Pilgrim, el majestuoso corcel castaño que su marido le había regalado el día de su casamiento.

━Hey, hey. Tranquilo chico ━trató de calmarlo acariciando su crin, pero este continuó mostrándose inquieto y asustado.

Había algo que lo tenía así, indudablemente, y quizás eso tenía mucho que ver con aquel desagradable olor a podrido que abundaba en el aire. Proveniente del fondo de los establos.

Cuando ambos se voltearon en esa dirección, el guardia se colocó delante de ella como un escudo, desenvainando su espada ante aquel siseo mortífero que surcó el aire como una navaja, confundiendose con el sonido de sus respiraciones.

Al fondo, una figura encorvada se volteó hacia ellos en medio de la oscuridad. La reina contuvo la respiración por un segundo, aguzando la vista para identificarla bien, reconociéndola como una chica de abundante cabello pelirrojo que temblaba como una hoja, desnuda y con los labios manchados de sangre.

Al instante, supo que no se trataba de una chica cualquiera.

Astrid dio un paso atrás, muy lentamente, apenas dándose cuenta del cadáver abierto del caballo con las vísceras esparcidas por todos lados cuando escuchó el grito del guardia:

━¡Majestad corra!

La boca de la mujer se abrió de forma monstruosa para liberar un chillido ensordecedor que los mandó a volar a ambos, mostrando unos dientes afilados y los ojos blancos sin sustancia que la dejaron paralizada en su lugar desde el suelo, con los huesos adoloridos por la caída.

Hacía tantos años que no veía algo como eso.

Antes de que ninguno de los dos pudiera apartarse, la criatura se abalanzó sobre ellos y luchó con la armadura del guardia hasta deshacerla y clavar las garras en la carne tibia de su cuello, degollándolo de un extremo a otro para comenzar a beber de su sangre con salvaje desesperación.

Astrid sintió una sustancia desagradable acumulándose en su garganta, pero trató de controlarse mientras buscaba a tientas la espada por sobre la tierra llena de heno. Sus respiraciones erráticas mezclándose con los relinchos de los animales y el ruido que emitía aquella cosa. Antes de que pudiera agarrar la empuñadura, esta la empujó y la hizo caer de espaldas sin poder moverse. El edor putrefacto de aquel aliento a muerte se coló en su sistema como veneno, y sus ojos, aquellas cuencas vacías y carentes de humanidad, le atravesaron el alma como un cuchillo.

Debía hacer algo, su vida y la de su hijo dependían de ello.

━¡APÁRATSE! ━jadeó una voz desconocida, y una fuerza de cabellos de plata se abalanzó sobre el monstruo hasta arrastrarlo lejos de ella.

Automáticamente, millones de pensamientos cruzaron su mente en un lapsus corto de tiempo.

La imagen era borrosa, pero incluso a través de las brumas de su propia desesperación la reina fue capaz de reconocer a la muchachita de contusión delgada como una flor de anémona, hundida bajo ropajes de nieve, pero con una fuerza de lucha tan desbordante que sus ojos parecían antorchas flamantes en medio de la oscuridad que se comía el establo.

Y ella luchó contra el monstruo ¡Vaya si se enfrentó a él con la valentía que a ella le faltaba! Además de que los gritos que abandonaron su garganta le dieron a la reina el tiempo suficiente para reaccionar por su propia cuenta.

Arrastrándose, sus manos lograron cerrarse en torno a la espada del guardia con fuerza, buscando con los ojos muy abiertos para ver por donde se habrían ido. Otro chillido la alertó de una presencia ajena que se aproximaba, y cuando la criatura volvió a por ella, con una rapidez que, de no ser por su repentina reacción, no habría podido contraatacar. Astrid alzó la espada justo a tiempo para herirla por una extremidad, sin poder evitar que esta le arañara el hombro en el proceso.

Aguantando el dolor con una mueca, la reina alzó el semblante para ver a la desconocida acercarse antes de que el engendro pudiera recobrar su fuerza, pasando por encima del cuerpo sin vida del guardia hasta donde la bestia se retorcía entre quejidos y lloriqueos que, lejos de ablandarle el corazón, hicieron mucho más sencillo su cometido de cortarle la cabeza de tajo.

La sangre salpicó su ropa y su rostro, pintándola con un líquido viscoso escarlata. Astrid ahogó un grito de horror, soltó la espada y se dejó caer de espaldas contra la madera, su mano yendo a parar sobre su vientre a modo de protección.

La cabeza de la bestia continuaba mirándola directamente, como si todavía una parte suya estuviera consciente a pesar de que ya la había matado, por lo que se vio en la necesidad de elevar su vista hacia la joven que le había salvado la vida. El hada de cabellos de oro y plata.

━¿Se encuentra bien? ━fue lo único que logró formular la forastera, arrodillándose junto a ella.

Miles de preguntas corrían por la cabeza de Astrid en ese instante, unas yendo más rápido que otras ¿Cómo un monstruo que se caracterizaba por vivir en los bosques había podido llegar hasta Athelstan? ¿Más específicamente al castillo? ¿De dónde había salido? O más importante ¿De dónde había salido ella?

━¿Quién eres? ━murmuró cuando, exhausta, comenzó a dejarse llevar por el cansancio.

Las sienes le palpitaban y su cuerpo parecía no responder ante ninguna de sus órdenes, porque en menos tiempo del que pudo contar, había caído ante los brazos de la inconsciencia. No sin antes visualizar por completo el rostro angelical de su salvadora, cuya mirada cerúlea conectó con la suya incluso a través del espacio que los separaba, acompañado de un leve brillo en medio de la siniestra oscuridad putrefacta. Un brillo que antes no estaba allí y que resaltaba entre toda la muerte y el caos...

━Llámeme Falka.

Este capítulo ha sido editado debido a los cambios que sufrió la trama de la historia 😘

...

Bueno, sé que no soy muy buena narrando este género porque es mi primera vez (podría decirse) escribiendo una historia de fantasía medieval. Please, no sean muy rudos conmigo. 🙏

Espero de todo corazón que les gustara este cap. Les prometo que en el próximo comenzarán a responderse ciertas interrogantes sobre mis personajes y su introducción en el universo de The Witcher.

Saludos a todos,

Debbie ♡

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