Esperar el calor en un espacio helado es como esperar en las horas el paso de un transeúnte. Es extraño, las maneras de esperar que tiene una persona, y mucho más, lo que puede esperar. Hacía tanto frío, que parecía un crimen para la tibia figura de Annik, estar bajo ese aguacero, bajo esa trenza de lluvia, hebra con hebra los mechones del frío, haciendo una trenza a los tejados. Hacía tanto helor, que el vaho se escapaba de los labios como el humo de un cigarro, se negaba a afirmarse en el rostro de cualquiera, e iba de una pared a otra. Annik, sentía su cabello, suavemente enganchado en una bufanda térmica, un instante mojado, como si la nieve fuera ella, como si ella fuera el resultado del invierno, y tal vez lo era, dados los acontecimientos recientes. Sus labios tiritaban, sus piernas desquiciadas temblaban, y eso que ese día no llevaba vestido, sino unos pantalones negros, y encima su abrigo favorito, también negro. Su rostro enclaustrado en el hielo, aspecto azulado del aire, podía descompensarse de temperatura, solo podía rezar por no haber cogido una hipotermia. Parecía que el asfalto se había congelado en sus zapatos. Había leído la carta de Ian, y no podía dejar de sentirse extraña. ¿ de verdad le pertenecían esos sentimientos?

 Hay veces que la lluvia marcha demasiado bien para se real, y otras que no cae, como si nunca hubiera sido cierto lo que decían en el telediario. A veces, los coches circulaban por esa calle más oscura que el resto, dando esa especie de luz anecdótica a una oscuridad tan perpetua. Se puso el walkman en los oídos, como si estuviera en la estación de tren, y dejó que la calle, la carretera, las aceras se llenaran de música. Que los Sex Pistols la hicieran bailar bajo la lluvia, y que el asfalto bailara con ella. Probablemente la lluvia era el único compañero que la castaña tenía en aquel momento. Tal vez las farolas se convirtieron en una pista de baile, y quizá las dudas se pasearan como los horizontes de las pupilas dilatadas de los gatos en los tejados. Cada minuto que pasara era una excusa para pensar en Ian, y que tal vez las cosas cambiaran para ellos. Por lo pronto, lo que tenía era esa lluvia, las ventanas cerradas y nieve en su corazón. Pero aun así, su forma de mirar la calle empapada, al rostro triste del aguacero, era arte, era como el crepúsculo. Porque hay intermedios que son el comienzo de algo nuevo. 

Nota: Este capítulo es quizá algo corto,  pero es bastante profundo y a mí me gusta mucho. En multimedia tenéis a James Dean, walking in New York City, in the heels of rain. Aprovecho, ahora para contaros algunas cositas sobre mí. Bueno, estoy estudiando historia del arte en la universidad, y en segundo dimos cine, y creo que uno de los momentos más bonitos de la carrera fue cuando el profesor de cine nos puso a ver bailando bajo la lluvia. Fue algo que apenas, a día de hoy alcanzo a explicar con palabras. Creo que a todos los amantes del cine, eso les encantaría. Pasear bajo la lluvia me encanta, es como tener la sensación de que caminas por una corriente en blanco y negro. Y uno de mis actores favoritos del cine clásico es James Dean. También me gusta mucho Cary Grant y Humphrey Boggart. Pero para mí, James Dean siempre será el clásico de los clásicos.

Espero que tengáis un buen día, os quiero mucho.