Cabaret Voltaire.
Las llamadas desde el extranjero no eran muy usuales en la vida de Annik, por eso se sorprendió de que el buzón de voz de su teléfono saltara como trampolín o un paracaidista. Se había encargado de revisar todos los buzones y no había ninguna carta, ninguna postal. Y no es que esperara nada o tal vez, si esperaba algo. Sentía que su garganta temblaba al borde del surrealismo. Tenía miedo, tal vez había hecho algo mal, o tal vez había hecho todo bien. Muchas veces ese es el problema. Haces todo bien, y un escape de gas es como un error garrafal o un terremoto sin precedentes. Llamó al número que había llamado cinco veces a lo largo del día. Sintió varios silencios eternos en los que su garganta se magullaba más, y sentía que tal vez se trabaría o se le cerraría la laringe y no podría hablar. Se tocó la frente, tal vez había cogido un enfriamiento, pero sólo notó el sudor de los nervios. Los nervios de saber que estaba llamando a un teléfono con equipaje. Tal vez, un número que se habría equivocado de línea, y la había dejado a ella con las esperanzas como hojas muertas en el suelo. Es triste como algo puede hacerte perder la esperanza hasta el punto de convertirla en hojas secas. Después de un silencio transatlántico, o de milenios, Annik notó el sonido del viento de la otra línea. Las ráfagas parecían el sonido de una radio vieja descolgándose de sus emisoras. Todo era gris.
-¿Diga? – intentaba descubrir la voz entre los cruces de palabras, pero sólo oía el sonido del viento, que nunca le había parecido innecesario.
-¿Hola? – notó que por fin la voz de la otra línea emergía de las cenizas del viento. La voz parecía un espejismo hecho realidad.
-¿Ian? - inquirió Annik, para darse con el muelle de la desilusión lo antes posible. Si era Bernard o Stephen gastándole una broma no tenía gracia.
- Annik, no tengo mucho tiempo, estoy en la casa de los padres de Debbie, perdona que no te haya llamado a la Embajada, es sólo que Hook me dio tu teléfono, y créeme que iba a llamarte, que llevaba tiempo queriendo llamarte, pero, bueno, ya sabes, soy un preso de mi mujer y mi vida matrimonial – Annik lo interrumpió.
-¿Desde dónde llamas?-
-Desde casa de los padres de Debbie, ellos están en el porche, con suerte, están algo inconscientes de la realidad, porque han bebido demasiado vino – Ian sabía que si Annik estuviera ahí, le habría golpeado ligeramente el hombro, se habría dado la vuelta, se habría cruzado de brazos, y se habría negado a hablarle en un buen rato. Entonces él, la habría agarrado por la espalda, habría eliminado los puntos de flaqueza de su enfado, y le habría robado un beso en la mejilla, hasta insistir que ella le dejase robar sus labios aunque fuera unos segundos. –No sabes lo que te echo de menos, Annik. Bueno, el punto de la llamada era si querías venir a un concierto de Cabaret Voltaire. Probablemente te pueda conseguir una entrevista, y podríamos pillarnos un motel algo dadá y surrealista, pero suficiente para retomar lo que interrumpimos. Te prometo que seremos tú y yo un par de días.
-Ian, sabes que para mí, prometer es como decir que vas a echar a volar la Torre Eiffel.
- Lo sé – Ian suspiró.
-No puedo prometerte nada porque vivo en la incertidumbre, Annik, pero deseo con todas mis fuerzas poder prometerte algo más que una fecha incierta de un concierto de Cabaret Voltaire, o que una nueva parada en una estación de tren, o el farol de que seré quien te espere tras la luz de una farola. El punto es que te prometería una flor entre las sombras, un ramo con flores dadaístas que es lo que se nos da bien a nosotros. Tengo que colgar Annik, oigo los pasos de Debbie.
-¿Con quién hablabas, cariño? – preguntó Debbie agarrándose al cuello de la camisa de su joven esposo, haciendo un desastre rugoso en ella, a pesar de que ella se la había planchado esa mañana.
-Rob – contestó Ian – próximas fechas para Joy Division. Eso es todo. ¿Qué tal tus padres?
-Profundamente dormidos - Ian sonrió.
-Iré a echarle un vistazo a Natalie – Ian se inclinó para darle un pequeño beso en los labios a su mujer.
-Vale, te espero en la cama – dijo Debbie cruzando el salón.
Nota: esta escena de Control me llamó muchísimo la atención y he de decir que me gusta mucho el estilo de Cabaret Voltaire. Es diferente, surrealista, dadá.
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