Capítulo 2
Pasaban las dos de la madrugada en la ciudad de Manhattan. La temperatura ya había descendido convirtiendo la ciudad en un auténtico refrigerador y parecía ser una de las razones por las cuales sus calles daban la apariencia de encontrarse desoladas, solo albergando a la peor calaña que salía a hacer de las suyas resguardados bajo el manto nocturno. Las tortugas patrullaban desde las alturas, usando las azoteas de los edificios para practicar parkour, a la vez que trataban de encontrar a estos especímenes para darles su merecido.
—¡Ey, Rafa, mira esto, un triple salto mortal en reverso! —exclamó Mikey alegre mientras se impulsaba en el aire para hacer una impresionante acrobacia. Sin embargo, no calculó bien el aterrizaje y terminó golpeándose contra la entrada de un ducto de ventilación.
—Aterrizaje perfecto, Mikey —se burló el de antifaz rojo deteniéndose de su carrera para ayudar al menor a levantarse.
—Todavía faltan detalles por pulir —respondió Mikey aceptando la mano que Rafa le extendía.
—Noche tranquila, ¿eh, Leo?
La voz del más inteligente del grupo extrajo de sus pensamientos al líder. A él también se lo parecía. Ya habían pasado varios días desde su vuelta a la ciudad y solo habían encontrado crímenes pequeños para detener. No parecía haber señal alguna del clan del pie.
—Donnie, ¿cuándo regresaba Abril de sus vacaciones? —preguntó la tortuga de orbes zafiro mirando al joven de lentes detrás de él—. Esta calma me parece ficticia. No voy a confiarme... No de nuevo.
Un golpecito constante contra el vidrio de su ventana fue sacándola del profundo sueño en el que estaba sumergida. La castaña bostezó mientras revisaba su celular para ver la hora y soltó un gruñido mientras se ponía de pie. Solo conocía a un grupo de mutantes que se presentaban por la madrugada llamando su atención desde la ventana que llevaba a las escaleras de emergencia.
Se colocó encima de su pijama una bata de seda y salió al encuentro de los chicos. Una parte de ella estaba feliz por verlos nuevamente después de la temporada tan difícil que habían atravesado, pero en esos momentos su enojo por haberla despertado era más fuerte. Sin embargo, apenas sus ojos se encontraron con los de Leo su rostro no pudo evitar iluminarse en una sonrisa y se lanzó hacia él. Todos los hermanos se unieron enseguida, envolviendo a Abril en un abrazo grupal. También la habían extrañado.
—¡Chicos! ¿Cómo se les ocurre despertarme a esta hora? —preguntó dándole un golpe a Leo en el brazo una vez la soltaron—. Tengo que ir a clases dentro de tres horas. La universidad es agotadora... Envejezco con cada día que pasa y no me ayudan con sus hábitos.
Las cuatro tortugas miraron con incredulidad a la joven. Incluso con las bolsas debajo de sus azules ojos por falta de sueño, su semblante cansado y su cabello castaño rojizo alborotado, Abril seguía manteniendo su belleza intacta.
—Si te hace sentir mejor, todos nosotros envejecemos cada día. Tú sabes, por el ciclo de vida de las células y su regeneración...
—Gracias, Donnie, no me ayudas —dijo Abril con sinceridad riendo levemente al ver que el chico se tomaba tan literal sus palabras.
—Eh... sí, perdón por la hora, es que... Me gustó mucho tu sopa con brotes de soya y quería venir a decírtelo y a traer el envase que nos prestaste —intentó explicar Leo con una pizca de nerviosismo en sus palabras.
—¿Ah, sí? ¿Y dónde está el envase? —indagó Abril mirando con curiosidad al líder de las tortugas, dándose cuenta de que no era la única intención que había detrás de esa inoportuna visita.
—Ah, en la guarida. Se nos olvidó traerlo, pero puedes pasar por él mañana...
—Ey, Abril, mañana tengo que mostrarte mi nueva rutina de ejercicio. Mira estos músculos que he estado desarrollando solo para ti —interrumpió Mikey interponiéndose entre Leo y Abril para ver de más cerca a la chica y enseñando los músculos de su brazo.
—Claro, Mikey, lo veré —afirmó con una sonrisa la castaña y se volvió a Leo, viendo que todavía parecía ansioso por hacerle preguntas—. ¿Entonces, el envase es lo único que vienen a decirme? ¿No hay nada más?
—Eh... Bueno... A preguntarte cómo está tu mamá y eso... Pasaste días con ella en la granja que tiene a las afueras, ¿no? —siguió indagando el líder sin ser eso realmente el tema que quería tratar. No obstante, intentaba encontrar las palabras adecuadas para introducirlo sin que fuera tan de golpe.
Rafael, que había estado escuchando todo unos metros apartado, lanzó un suspiro de molestia al percatarse de que se estaban extendiendo demasiado en trivialidades cuando podían ir a patear traseros como tanto le gustaba a él.
—¿Podemos ir al grano? Seguro que Leo quiere saber si Casey y tú averiguaron algo del clan del pie en lo que estuvimos lejos de las calles tal como les pedimos —informó Rafa y se encogió de hombros de forma agresiva ante la mirada amenazante que Leo le dirigió.
Abril observó por un instante a Rafa y luego a Leo, quien no había negado eso. Entonces al final era lo que le interesaba. La chica exhaló un suspiro cruzándose de brazos mientras reposaba su espalda contra la pared detrás de ella.
—Pues, resulta que en lo que se han visto envueltos el clan del pie más recientemente es en el atraco a tiendas de mascotas. Casey se enteró que varios novatos aspirantes a Dragones púrpura estuvieron robando conejos como prueba de iniciación y gracias a Ángel supimos que los estaban entregando al Pie. Se llevaron más de veinte especímenes en los últimos meses...
—¿Conejos? —preguntaron las tortugas al unisono demostrando total desconcierto a lo que les estaba contando Abril. La noticia de los robos a las tiendas ya había sido cubierta por varios medios de comunicación, incluso saliendo en noticieros reconocidos, pero nunca se habrían imaginado quien estaba detrás de lo que aparentaba ser un absurdo crímen.
—¿Para qué quieren conejos? —interrogó Rafael sin esperar ninguna respuesta.
—Oh... debe ser que se cansaron de hacer el mal, decidieron poner una granja de conejos y todos volverse conicultores —dedujo Mickey con una enorme sonrisa inocente—. Pero están tan acostumbrados a la maldad que no saben que deben pagar por los conejos.
—Tarado —contestó Rafael dándole un golpe en la nuca al llegar al límite de su paciencia. No desaprovechaba ni un instante para desquitarse del calvario que lo hizo soportar su hermano menor cuando tuvieron que quedarse encerrados por tantos días en la guarida.
—¡Ay! ¿Por qué no? A mí me gustan los conejos... Son esponjosos y tienen una colita adorable que parece hecha de algodón.
—Eh... Me parece que Destructor no está muy interesado en cuidar animales, así que mejor hay que buscar más indicios de su propósito —decidió Leo. Él no era tan positivo en las situaciones como lo era Mikey, el cual tenía la facilidad de ver el lado bueno de todo.
—De hecho, puede que sea Baxter Stockman quien esté detrás de esto en realidad —informó Donnie después de pensarlo por unos segundos—. Los conejos son animales que comúnmente sirven para experimentos debido a que son fáciles de conseguir y se reproducen con facilidad, ya varios de sus laboratorios han sido denunciados a protectoras de animales antes. Tiene historial.
—Vaya, que experimenten con ellos no suena para nada bonito —admitió Mikey con gesto triste al pensar en el destino que les aguardaba a esas criaturas al ser capturadas por el Pie. Con ellas también se iba la posibilidad de encontrar una familia que los cuidara y quisiera.
—Sí, puede que sean para avances científicos, pero a mí tampoco me parece muy correcto... Aunque, gracias a esos experimentos pudimos conocernos y Nueva York tiene a sus vigilantes nocturnos —reconoció Abril sintiendo en sus labios dibujarse una suave sonrisa mientras observaba a las tortugas delante de ella.
Leo se sobresaltó al escuchar las palabras de Abril y miró a su hermano Donnie, que también parecía haber pensado lo mismo que él, pues sus ojos tampoco tardaron en buscarlo, como si una bombilla hubiera prendido en su cabeza.
—Oye, ¿crees que sea posible que los experimentos sean sobre...? —empezaba a preguntar el de bandana azul cuando uno de los aparatos que cargaba Donnie comenzó a interceptar la señal de la radio de la policía, que informaba sobre un atraco hacia una tienda de electrónicos a pocas cuadras de ahí.
—¡Por fin un poco de acción! —exclamó Rafael siendo el primero en subir nuevamente a la azotea para dirigirse al lugar del crímen para detener a los perpetradores.
—Oh, me encantaría acompañarlos. Podría sacar una nota para mi proyecto de periodismo siendo testigo —se ofreció Abril con una sonrisa. Ella también había extrañado ir con las tortugas en sus misiones, como acostumbraban antes.
—Eh... Yo creo que será mejor que te quedes —comentó Leo al ver que ya corría adentro del apartamento por su cámara fotográfica y su grabadora—. Estamos un poco oxidados apenas volviendo a la acción y no queremos exponerte...
—Sí y el 93% de las veces que vienes con nosotros casi terminas muriendo —le recordó Mikey con una sonrisa siendo el segundo en subir hacia la azotea para acompañar a Rafael.
—¡Ey! —exclamó Abril indignada al escucharlo, pero el chico ya no prestaba atención a su molestia.
—Mikey solo está exagerando. Si somos exactos y contamos los enfrentamientos que hemos tenido estando contigo y las veces que casi han estado por matarte nos daremos cuenta de que... —Donnie hizo los cálculos mentales antes de proseguir—. Ha sido el 88% de las veces las que has expuesto tu vida o has estado en un verdadero riesgo de morir.
—Sí, bueno, ya entendí. Nos vemos después —se despidió la joven cruzándose de brazos mientras veía a los chicos que faltaban dirigirse a la azotea para desaparecer en la oscuridad de la noche.
Los dos jóvenes no tardaron en alcanzar a sus hermanos que habían tomado ventaja, siendo Rafael el que iba a la cabeza del grupo, fascinado con la idea de conseguir un poco de acción esa noche que aparentaba ser tan tranquila. Por fin se acaban las redadas eternas donde no había nada que detener... O mejor dicho a nadie a quien golpear.
—Con cautela —ordenó Leo una vez alcanzó al par que le llevaba ventaja—. Recuerden que no debemos ser vistos.
Debajo de ellos se podía percibir la entrada hacia la tienda totalmente destrozada. Trozos de cristales decoraban varios metros de la acera frente a ella. Debían apurarse con eso, la policía no tardaba en aparecer. Los cuatro hermanos se deslizaron bajando con cuidado por los laterales. Al estar cada vez más cerca podían escuchar las risotadas que soltaban los malhechores.
—A ver si puedes con esto, Rocksteady —incitó una voz que no les sonó para nada desconocida a las tortugas. Era el par de mutantes del Clan del pie el que estaba terminando con todo lo que encontraban a su paso.
—Bien, no nos confiemos, no sabemos qué buscan, así que hay que trazar un plan de ataque —sugirió Leo girándose a sus hermanos, que estaban a sus espaldas. Al ver que solo se encontraban Mikey y Donnie esperando por sus instrucciones abrió más sus ojos azules—. ¿Y Rafael?
La tortuga de bandana roja ya corría a enfrentar al par de mutantes que yacían dentro del establecimiento jugando a lanzarse a la cabeza todo lo que encontraran a la mano. Leo se dio una palmada en la frente al percatarse, hasta ahí llegaba su plan de ser cauteloso, atacando por sorpresa.
—Mira, Bebop, las tortugas llegaron a unirse a la fiesta.
—¿No saben que es de mala educación hacer esperar a los anfitriones? —preguntó Rocksteady sonriendo mientras se iba contra Rafael, tratando de encajarle su pronunciado cuerno de rinoceronte.
El temperamental, haciendo uso de su gran agilidad, logró evadir al maleante de un salto y le dio una patada en la espalda que lo hizo dar de lleno contra la pared, encajando su cabeza y parte de sus hombros dentro del muro, dejándolo atrapado.
—¡Ahora sigues tú! —exclamó Rafael girándose hacia Bebop una vez se aseguró que Rocksteady estaba inmovilizado por un rato.
El jabalí se limitó a sonreír divertido al ver que Rafael se iba contra él y le lanzó un televisor que estaba clavado en la pared. La tortuga nuevamente se escabulló del ataque, sin darse cuenta de que no era más que una distracción para permitirle al mutante acortar distancia entre ambos. Apenas Bebop se acercó lo suficiente a Rafa sacó del brazalete que llevaba una jeringa la cual procedió a clavar en el brazo del chico tan solo por unos segundos.
—¿Qué demonios...? —exclamó Rafael al sentir el pinchazo. ¿Le habían inyectado algo? Miró hacia Bebop, quien estaba guardando algo en una pequeña cápsula escondida en su brazalete.
Leo, quien había analizado la escena un poco apartado, se giró a Mikey y Donnie. Era anormal ver a esos secuaces de Destructor pelear cuerpo a cuerpo. Usualmente lo hacían con armas, ya fueran blancas o de fuego. Algo no estaba bien y tenían que ser más discretos que Rafael para acercarse. Era mejor el elemento sorpresa.
—¡Cowabunga! —exclamó Mikey agitando sus nunchakus en el aire mientras saltaba a la acción, listo para auxiliar a su hermano.
Bebop se giró justo en el momento exacto y con unos impresionantes reflejos que el jabalí casi nunca demostraba, lo lanzó hacia su hermano Rafael, tirando a ambos al piso por la velocidad que Mikey llevaba. Al ver a los dos heridos, tanto Leo como Donnie, se apresuraron a intervenir, las cosas se le salían de las manos. No podían seguir quedándose con los brazos cruzados, por muy inusual que fuera la situación y desearan estudiarla antes de pasar al ataque.
—Cuando digo elemento sorpresa, Mikey, no es para que lo grites —le reclamó el líder con molestia una vez que llegó al enfrentamiento.
—Tú sabes, me gusta tener mi marca personal a la hora de hacer mis movimientos —se defendió el bromista dedicando una inocente sonrisa a su hermano mayor, sin darle más importancia al asunto.
—Sí, bueno, quítate de encima —ordenó Rafael dándole un empujón para salir de debajo de su cuerpo y volver a la acción.
Rocksteady, por su parte, había aprovechado la distracción para desatorar su cabeza del muro que lo contenía. Se sacudió el escombro de encima y se giró a los hermanos, dando con su pie al suelo varias veces antes de lanzarse a ellos, listo para atacar.
—¡Olé! —exclamó Mikey imitando el movimiento de un torero mientras lo evadía al igual que sus hermanos. ¿Exactamente qué pretendían esos idiotas?
Donnie se acercaba para atacar a Bebop cuando este se dio cuenta y se giró, corriendo hacia él para encontrarlo. Evadió el bo con el que la tortuga pensaba neutralizarlo y lo inmovilizó cubriendo su boca con su mano mientras azotaba su cuerpo contra el muro. No le dio tiempo a más, el chico de lentes sintió una punzada en su lengua como si una aguja estuviera penetrando su extremidad y lo único que atinó fue a retroceder usando todas sus fuerzas, deshaciendo el amarre en el que Bebop lo mantenía. Donnie cayó de espaldas al suelo y tosió varias veces, percatándose del metalizado sabor a sangre que invadían sus papilas gustativas.
—¡Qué asco! ¿Qué me metiste? —gimoteó Donnie sacando la lengua intentando percibir algún rastro de líquido extraño que lo hubieran obligado a ingerir—. Habría preferido lamer las axilas de Mikey.
—Dos más, Rocksteady —informó Bebop imitando el mismo gesto que había tenido antes con Rafa. Algo guardaba en los compartimientos que tenía su brazalete una vez se producía el pinchazo—. Ve tras el idiota de cinta naranja.
—Primero, esto es un antifaz, no una cinta —se defendió Mikey casi indignado al ver que se referían a él—. Segundo, ¿a quién llamas idiota? Soy tan veloz que no podrás verme, soy como un fantasma, invisible...
Rocksteady no lo dejó terminar. Lo tomó del cuello y lo lanzó hacia el otro lado del establecimiento donde Bebop ya lo esperaba para sentarse sobre él. Al percatarse de lo que estaban haciendo, Donnie trató auxiliar a su hermano menor. A Rafael y Leo el rinoceronte los retenía, dándoles pelea en un intento porque no obstaculizaran la tarea de su amigo.
El chico del bo sostuvo su arma y la apuntó para atacar con ella al jabalí. Sin embargo, antes de poder evitarlo, este ya repetía el mismo procedimiento de aferrar un miembro del cuerpo de la víctima y sacar de su brazalete una jeringa que procedía a clavarle en la piel.
—¡Agh, no! ¡Me están matando! —gritó Mikey al sentir el pinchazo atravesarlo.
Donnie se apresuró a golpear a Bebop con su bo y a generarle una descarga eléctrica para quitarlo de encima de su hermano. Quería saber qué era lo que contenía esa muñequera. Estaba fabricada con algún metal brillante y la tortuga de lentes casi podía asegurar que se trataba de un artilugio creado por Baxter Stockman, pero ¿cuál era realmente su función?
—Bien, par de imbéciles, ustedes lo pidieron —gruñó Rafael harto cuando unas bocinas se estrellaron contra su rostro, lanzadas por Rocksteady. Se aproximó a él y le dio una patada en el abdomen con tanta fuerza que logró arrastrarlo varios metros por el suelo.
Afuera el sonido de las patrullas iba apoderándose de las calles, resonando con fuerza a su paso. Tenían poco tiempo para terminar su labor.
—Vámonos —ordenó Leo a sus hermanos, preparando sus bombas de humo para salir de ahí sin dejar rastro.
Dándose cuenta de que planeaban huir y todavía faltaba el líder, Bebop se arrojó contra él, dispuesto a poner sus manos sobre sus músculos verdes para repetir el procedimiento que había llevado acabo con las demás tortugas. Tenía órdenes específicas, debía llevar toda la sangre que le fuera posible. Leonardo se percató de sus intenciones, de un rápido movimiento logró evadirlo, pero apenas se giraba para volverlo a ver a la cara y golpearlo cuando la enorme masa corporal de Rocksteady lo embistió por sorpresa. Los dos se habían lanzado contra él y Leo solo se había encargado de huir de quien le parecía más peligroso.
La tortuga líder sintió una penetrante punzada de dolor en el hombro izquierdo antes de que su cuerpo se estrellara con violencia contra uno de los muros, siendo sepultado entre una estantería de aparatos eléctricos que se desplomó sobre él.
—¡Misión cumplida! —exclamó Rocksteady mostrando orgulloso su cuerno de rinoceronte ensangrentado a su compañero.
Los dos mutantes chocaron puños orgullosos y ahora sí emprendieron la retirada habiendo cumplido con su misión. Las luces de las patrullas ya iluminaban el interior de la tienda donde se había llevado acabo la pelea. Tenían poco tiempo para ocultarse. Rafael apretó con fuerza el mango de sus sais a su vez que hacía lo propio con sus dientes, trabando su mandíbula por el coraje que lo recorría.
—¡No podemos dejarlos escapar! —exclamó girando a sus hermanos para ver quien estaba dispuesto a secundarlo.
No obstante, tanto Donnie como Mikey priorizaban el sacar a Leo del lugar donde estaba enterrado y analizar el daño que le habían causado. La piel de su hombro se encontraba abierta en un desgarre provocado por el cuerno del rinoceronte.
—¡No, Leo! Nos volverán a encerrar en la guarida otra vez —se quejó Mikey al ver la herida que este ostentaba.
—Hay cosas más importantes, Mikey —regañó Donnie sosteniendo a Leo de su brazo sano y luego se volvió a Rafael, que ya regresaba al ver a su hermano lastimado—. Dejemos la venganza para después. Tenemos poco tiempo para irnos.
La tortuga de bandana azul tomó aire y se puso de pie, intentando demostrar más fortaleza que la última vez que le había tocado ser apuñalado y salvado por sus hermanos. Aunque el dolor que sentía lo agobiaba, no había sido en un lugar tan vital como la puñalada de Karai. Podía sostenerse en sus dos pies.
—Donnie tiene razón, salgamos de aquí. Luego los buscaremos.
Las cuatro tortugas desaparecieron sin dejar rastro justo en el momento que las patrullas se estacionaban frente al lugar y varios oficiales descendían para analizar lo que había sucedido. Los chicos caminaron en silencio por las alcantarillas, cada uno sumergido en sus propios pensamientos. Leo, que caminaba a la par de Donnie sujetándose el hombro, intentaba entender qué había sido todo eso.
—No fue un atraco, ¿verdad? —preguntó el líder para confirmar sus sospechas.
Donnie meneó la cabeza y se llevó un pulgar a la lengua, acariciando la herida que le había provocado la aguja de Bebop al inyectarlo. Los mutantes no se habían llevado nada. Solo se habían dedicado a destruir su alrededor y a atacarlos.
—¿Les administraron algo? —volvió a indagar Leo, queriendo que su hermano el más inteligente compartiera con él sus observaciones. Seguro que ya contaba con una hipótesis más acertada de lo que él podría armar.
Donnie repitió el acto de negar con la cabeza y finalmente levantó la mirada a su líder.
—Creo que esto fue un cebo que mordimos —explicó la tortuga de lentes—. No nos inyectaron nada... Nos sacaron sangre.
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