BONUS TC - p1 (💋)
Tras finalizar los hechos del ep. 05x04, el fin de los tiempos.
AL CAER LA NOCHE
SOLEDAD
TIGER CLAW RESOPLÓ CON PESADEZ.
Miró detenidamente el suelo de mosaico estrellado por el que Kavaxas y Shredder habían sido devueltos al inframundo. Resultaba frustrante que sus planes se hubieran ido al traste de esa manera, pero acabar con ellos fue lo mejor que podía pasar.
Aunque hubiera tenido que luchar con las tortugas.
Es por eso que prefirió dejar de lado los motivos personales que le alentaban a continuar luchando contra ellos. Cualquiera querría vengarse de aquellos que le hicieron acabar en la barriga de un gusano gigante, viajar entre dimensiones horribles y haberle costado un ojo de la cara.
La destrucción del mundo que conocían era una fuerza mayor, no podía compararse con una simple vendetta.
Guardó el machete y dio un paso atrás, dándose la vuelta dispuesto a marcharse. Miró de reojo a Leonardo y Karai, y soltó un suspiro de desaprobación con un ligero gruñido retumbando en lo más profundo de su tráquea.
Murmuró algo acerca de mantener una tregua. Un pequeño contrato oral por el que no los atacaría de nuevo.
Entonces despegó saliendo de ese macabro templo acondicionado para Shredder y ese monstruo, por esa secta de minions mutados.
Leonardo y Karai se miraron entre ellos extrañados, encogiéndose de hombros, pero guardando sus armas, confiando en la palabra del tigre. Luego buscaron a Michelangelo y Leatherhead para volver a la superficie a reunirse con el resto del equipo.
Los demás no se creían del todo lo de la tregua cuando se lo contaron, y no era para menos después de ver lo cegados que parecían los esbirros de Shredder en ocasiones. Pero también es cierto que una vez muerto el líder del Clan del Pie, no había motivo para continuar con esa guerra sin sentido.
Era algo que Tiger Claw parecía haber comprendido por fin.
Lo cierto es que echaba de menos su vida como mercenario. Recibía un encargo, cumplía y cobraba. Además, viajaba mucho, haberse quedado en la misma ciudad durante tanto tiempo, le aburrió enseguida.
Y esa misión que en principio le pareció tan fácil, resultó de lo más absorbente. ¿Cuánto podría tardar en deshacerse de una rata y cuatro tortugas? Al parecer nunca daría por cumplida esa misión.
Eran las cosas que le pasaban por la cabeza una y otra vez mientras recogía sus pertenencias de la mansión del bosque de Shredder. Aunque quiso llevarse consigo algunas cosas que no podría cargar en una mochila de deporte.
Recoger le llevó todo el día.
Cuando acabó con las cajas, estableció contacto con un confidente que le ayudaba con sus traslados. Habló con él sobre recoger unos paquetes y estar pendiente del destino al que enviarlos más adelante.
Al finalizar la llamada, Tiger Claw suspiró profundamente y se sentó un rato en el todoterreno con el que se había hecho, pensando dónde podría ir.
¿Volvería a Japón o le daría una segunda oportunidad a otro país en el que tenía otra vivienda? O podría ir a alguno en el que no había estado antes.
Claro que, se le haría raro volver a vivir solo después de tantos años.
No se había olvidado de su muñequita, no.
Mentiría si dijera que había dejado de pensar en ella, pero lo intentó. Quiso pasar página.
Hasta el momento, consiguió resistirse a pasar por el apartamento por dos razones. La primera es que sabía que resultaría demasiado tentador entrar e intentar establecer una conversación con ella después de todo. La segunda es que se negaba a verla con un bebé en brazos, y puede que con su amante.
No quería admitirlo porque ante todo era orgulloso, pero había algo en ella que le hacía débil. Y no quería olvidarse de lo que había pasado entre ellos sólo por tenerla delante.
✶
Ya atardeciendo, Tiger Claw se vio en la azotea del edificio enfrentado al apartamento en el que había dejado a Laeticia. No pudo resistirse, no podía abandonar la ciudad sin saber cómo le iba a ella.
Le pareció raro que las luces estuvieran apagadas a esas horas. Comenzaba a notarse cómo el sol se escondía entre los edificios, y sabía que Laeticia solía olvidarse de bajar las persianas, no debía de estar en casa.
Por mucho que se hubiera negado a ello, acabó entrando.
Se deslizó hasta la terraza y utilizó las garras de los meñiques para abrir la puerta por la que acceder a la habitación principal.
Una vez estuvo dentro, suspiró profundamente.
Enseguida notó que Laeticia había estado durmiendo en su cama porque su aroma se hacía presente, reciente.
Cogió la almohada y lo supo con certeza, el olor a manzana de su champú era inconfundible. Casi le apenaba no haberlo podido oler con más frecuencia esos últimos meses.
Dejó la almohada en su sitio con desgana y salió al salón para ver que no había nada fuera de lugar. Parecía que nada hubiera cambiado.
No era un escenario propio de un apartamento en el que se supone que había un bebé. Un pensamiento que le tranquilizó bastante, para ser honestos.
¿Es posible que se hubiese deshecho del bebé? ¿Lo habría dado en adopción? Estaba claro que se le hizo tarde para abortar, además, se acordó de que le llamó en algún momento, y estaba seguro de que tenía algo que ver con el embarazo. Nacer había tenido que nacer, seguro.
Suspiró cansado por lo que había pasado esa última semana, y el día tan largo que se presentó, por no mencionar que aún no había dormido. Se empezó a quitar la ropa y se metió en el baño, deseando darse una ducha fría.
✶
No mucho después, el tigre estaba sentado en la cama con unos pantalones limpios, terminando de secarse el pelaje del pecho y los brazos con la toalla. Se la pasó una vez más por la cabeza cuando miró inconscientemente por la terraza.
Vio a Laeticia doblar la esquina y aproximarse al edificio. Llevaba un par de bolsas de papel entre los brazos, pero, pese a parecer cargada, pudo pasar un mechón de pelo tras su oreja izquierda.
Tiger Claw se acercó al cristal ladeando la cabeza y apartando un poco la cortina, pero sin exagerar. La observó con nostalgia y detenimiento. En ese momento supo que quería llevársela con él.
Suspiró. La verdad es que no se había planteado siquiera qué decirle sobre su regreso. ¿Cómo convencerla de que se fuese con él después de lo que había pasado entre ellos?
Puede que lo mejor fuese no decir nada, nunca antes lo hizo. Simplemente haría la maleta por ella y le indicaría que se subiese al coche con un tono serio, como siempre había hecho.
Laeticia nunca se atrevió a negarse. ¿Por qué lo haría esta vez?
La puerta principal se abrió, seguida de la segunda puerta, esa por la que se accedía al salón. Laeticia resopló dejando la compra en la encimera, preocupándose de guardar al menos los congelados.
Después, Laeticia fue con cautela hasta su habitación. Se preocupó de abrir la puerta con cuidado, esperando que los cachorros continuasen durmiendo.
Resultaba difícil ser madre soltera de tres cachorros que no podían ser vistos en el mundo exterior, por lo que el horario de tan pintoresca familia consistía en aprovechar que estuviesen dormidos para hacer los recados. Aunque resultaba todo un alivio que Arlet le echase una mano de vez en cuando.
Suspiró aliviada al ver que no se habían movido, cerró la puerta de nuevo, y se metió en el baño. Estaba tan cansada que ignoró por completo que el espejo y los azulejos estaban ya húmedos. Sólo quería una reconfortante ducha después de haber ido y vuelto del supermercado en un tiempo récord.
Tiger Claw se asomó cuando sintió la puerta del baño cerrarse, pero pensó que podría utilizar el tiempo que Laeticia tardara en ducharse para hacer su maleta. Después, sólo tendría que subirla al coche que había dejado en el callejón.
✶
Después de una ducha rápida, Laeticia salió del cuarto de baño terminando de atarse el albornoz para luego pasar los dedos por su pelo.
Entró en la habitación con la cabeza gacha, resoplando y deseando que ese día llegase a su fin. Fue a abrir el armario en busca del pijama, pero una gran garra metálica pasó junto a su cabeza para impedírselo.
Laeticia dio un respingo sin haber sabido cómo coger aire, provocando que esos dos segundos le pareciesen de lo más angustiantes al no poder respirar. Fue a darse la vuelta, chocando su hombro contra la superficie, y vio al tigre inclinado sobre ella.
Suspiró de manera temblorosa, no sabiendo si debería estar asustada por la visita. Su espalda quedó rápidamente contra el armario, viéndose acorralada por el tamaño del felino.
Tiger Claw la miró de reojo, acordándose de la joven asustadiza que acogió bajo su techo hacía años. Eran buenos tiempos, o eso consideraba él.
Esa nostalgia le llevó a dirigir la otra garra a su cintura para levantarla del suelo con sus piernas rodeándole la cadera. Recorrió el cuello de Laeticia con el hocico, haciendo que ella respirase de manera entrecortada.
—Sabía que lo harías... que entrarías en razón... —suspiró él mientras intentaba abrir su albornoz, acariciando sus piernas y buscando bajarse un poco los pantalones.
Laeticia soltó un silencioso gemido al sentir cómo el tigre entraba, tensándose por un instante.
—¿A qué te refieres? —quiso saber ella evitando su mirada, ladeando la cabeza o echándola hacia atrás, cerrando los ojos.
En ese momento, a Laeticia le pareció haber viajado al pasado. Por esa sensación tan familiar de resignación, de no poder negarse a lo que el tigre quisiese hacer con ella.
Tiger Claw ignoró la pregunta de Laeticia por un rato. Sus necesidades primarias le obligaron a establecer una prioridad, a aumentar el ritmo y acabar cuanto antes. Hacía tiempo de la última vez, no le llevaría mucho.
Al cabo de un rato, soltó un gruñido de satisfacción.
Soltó a Laeticia para que cayese sobre sus pies deslizándose por la pared, y se volvió a colocar los pantalones.
—Vístete. Ya te he hecho la maleta —dijo antes de intentar salir de la habitación.
—¿Qué? —preguntó ella frunciendo el ceño, jadeando. Tomó los extremos del albornoz para volver a cerrarlo.
—Nos vamos. Tú y yo. Como antes.
—Pero, ¿qué hay de...? —Laeticia no supo acabar la frase, supo lo que estaba pasando. Tiger Claw no había contado en absoluto con los cachorros, no debía de saber siquiera que existían.
—¿De quién? —se cuestionó el tigre volviéndose hacia ella, confuso por su pregunta a medias.
—No los has visto... —suspiró Laeticia con realización—. Has venido porque creías ya no había bebé...
—¿Te lo quedaste? —insistió el tigre, acercándose a la humana y provocando que ella se acorralase contra la pared de nuevo. Lo cierto es que Tiger Claw resultaba amenazante incluso sin intención. La estaba interrogando, vaya.
Ver que Laeticia estaba tan atemorizada como para no acertar a responder a esa pregunta tan evidente, le mosqueó lo suficiente como para darle un puñetazo al armario, haciendo un agujero.
Laeticia soltó un grito ahogado y se tapó los oídos agachando la cabeza y encogiéndose por completo. Alzó la cabeza por un instante, notando lo encerrado en sus pensamientos que estaba el tigre.
Naturalmente, los cachorros se sobresaltaron al escuchar el golpe y el grito —como seguramente algún vecino—, Laeticia aprovechó a salir de la habitación al ver que Tiger Claw parecía haberse congelado.
Escuchar los lloriqueos sacó al felino de su trance, y pudo ver por el rabillo del ojo que Laeticia desaparecía por la puerta, escuchando después cómo la otra se cerraba.
Se sentó en la cama enterrando la cabeza entre las manos, pensando que había sido un estúpido por haber pensado que Laeticia hubiera tenido el estómago de librarse del bebé. Claro que, prestando más atención, sí que podía decir que había más de uno. Resopló con rabia y se dirigió a la cocina para enfriar las ideas con algo de beber.
Laeticia procuró tranquilizar a los cachorros, pero Kai parecía haberse asustado especialmente por el golpe, casi como si sintiese la inquietud de su madre. Ella le estrechó contra el pecho, sabiendo que el sonido de su corazón le calmaba y ayudaba a dormir. Venía a ser el cachorrito de mamá, porque de alguna manera, Caesar y Chiara se veían más independientes.
Laeticia suspiró profundamente, y no pudo evitar prestar atención a lo que podría estar pasando al otro lado de la puerta.
¿Se habría ido?, pensó. Fue a dejar a Kai con sus hermanos sobre esa suave alfombra, mantas y cojines que había apañado como cama y zona de juegos, pero él se quejó y agarró con fuerza el albornoz.
—Vale. Vale, tranquilo —susurró ella acariciando su cabeza, justo entre las orejas. Besó su frente.
Se levantó con Kai acurrucado en su pecho, de todas formas, quería que Tiger Claw supiese que nunca hubo ningún amante. Tenía que salir de esa habitación y, por una vez, que el felino aceptase que había cometido un error.
Abrió la puerta con cuidado, no queriendo hacer ruido, y la empujó para que quedase cuanto más cerrada de nuevo. Se asomó por el pasillo y vio al tigre apoyado en la encimera, dándole la espalda con una cerveza en la mano.
—Takeshi —murmuró Laeticia con un nudo en la garganta, agachando la mirada.
—¿Por qué no te fuiste, Laeticia? —preguntó enderezando el cuello, sin la más mínima intención de mirarla. Laeticia suspiró pestañeando repetidas veces.
—Quise, pero no podía —respondió encogiéndose de hombros—. ¿Y a dónde?
El tigre resopló negando con la cabeza. Casi que hubiera sido lo mejor que Laeticia se hubiera ido de la ciudad, aunque habría sabido encontrarla por la tarjeta de crédito. No se hubiera resistido a ir a verla, saber qué era de su "nueva" vida.
Una pena que Laeticia no dispusiese de coche, o carné de conducir. ¿Y qué la hubiera parado para coger un taxi?
—No podías, ¿o no querías?
—No podía —se quejó ella—. No puedo salir a la calle con ellos. No son-
—¿Sigues con eso? —se cuestionó Tiger Claw, y Laeticia podía saber que estaba arqueando una ceja con poca sorpresa.
—Takeshi, míralo —demandó Laeticia acercándose a él, rodeando la encimera. ¿La respuesta del tigre? Girarse para continuar dándole la espalda, colocando las manos en la encimera—. Takeshi.
El tigre empezaba a cabrearse por la insistencia de la humana. Y así todo, en su interior se negaba a irse sin ella, por mucha rabia que le estuviese dando toda esa situación que daba por acabada antes de entrar al apartamento.
De repente, se hartó y dio un manotazo contra la encimera, haciendo que la botella de la que estaba bebiendo se cayese al suelo. Se volvió, gritando que parase, pero se encontró cara a cara con un cachorro de tigre dorado, que le miraba ladeando la cabeza con curiosidad.
La realidad le golpeó en la cara. O más bien el cachorrito que Laeticia tenía cogido por los sobacos para enseñarle que estaba equivocado. El pequeño soltó un adorable bufido felino y alargó la mano para pasarla por el hocico de su padre, como si le saludase. Era la primera vez que veía a nadie que no fuesen sus hermanos, su madre o Arlet.
Tiger Claw miró a Laeticia, sabiendo que se estaba aguantando las lágrimas.
—Son tres —dijo antes de abrazar al cachorro y volver a encerrarse en la habitación.
Sí, ese día estaba resultando de lo más frustrante para el tigre. Rodó la vista con cansancio, pensando qué más podía pasarle en lo que quedaba de día.
Se sentó en el sofá y echó la cabeza hacia atrás cuanto pudo antes de llevarse las manos sobre la cara. Pensó en qué hacer. No sería muy buena jugada dejar a Laeticia a su suerte con tres mutantes que debían esconderse del mundo que los rodeaba.
Recordaba lo complicada que fue su infancia, cómo le hacía sentir cada vez que le miraban y llamaban monstruo. Casi le daba envidia que esos cachorros tuviesen una madre que cuidase de ellos, pero entendía que Laeticia no quisiese dejarlos tirados. Ella era buena persona, y sabía lo que el tigre vivió antes de ser mercenario, aunque él apenas se daba cuenta de habérselo contado.
Sacó el teléfono y llamó otra vez a su contacto, para añadir alguna petición más a su nuevo piso franco. Puede que se le ocurriese dónde le apetecía ir ahora.
Resultaba irónico, de repente parecía que iba a acabar viviendo la vida de Splinter con sus tortugas. Aunque lo de vivir bajo tierra lo tenía más que descartado.
Una vez ultimó unos detalles más, tuvo que esperar un poco. No sabía muy bien qué hacer, pero Laeticia salió de la habitación pasándose el dorso de la mano derecha por la punta de la nariz. Miró un momento al tigre, pero se aproximó a la nevera para sacar tres botes de leche y preparar los biberones de los cachorros.
Ambos evitaron cruzar miradas, pero, aun así, Tiger Claw observó cómo ella se preocupaba de que la leche no se calentase demasiado. Con el timbre del microondas dando por concluido el tiempo de espera, un par de cachorros salieron de la habitación trotando torpemente y soltando algún suave rugido.
Caesar enseguida se abrazó a la pierna de su madre cuando estaba cerrando los biberones, pero Chiara se quedó mirando al extraño del sofá. O lo miraba hasta que Kai se chocó con ella pensando en su almuerzo, luego siguió a sus hermanos. Laeticia les dio el biberón, sabiendo que ya podían sujetarlo ellos solos.
Ella aprovechó a limpiar los trozos de cristal y cerveza que, por supuesto, Tiger Claw no se había molestado en recoger. Luego cogió un tupper de la nevera para cenar unas sobras de macarrones con queso. Le dio la espalda al salón, igual que hizo antes el tigre con ella.
—Pareces enfadada —apuntó Tiger Claw mirando a la nada. Laeticia negó con la cabeza encogiéndose de hombros, tratando de mostrarse indiferente—. ¿Cómo se llaman? —quiso saber.
—¿Ahora te importan? —preguntó ella después de tragar, mirando por encima de su hombro. Suspiró indecisa, pero escogió responder—: Kai es el cachorro dorado. Luego están Caesar y Chiara. La pequeña se parece a ti —murmuró.
—Ya. Ya veo... —suspiró al establecer un momentáneo contacto visual con la cachorrita en lo que ella mordisqueaba la silicona del biberón. No pudo evitar fijarse en el tono de su pelaje al ver cómo Caesar seguía su biberón vacío después de hacerlo rodar. Su color era más vivo, más rojizo.
—Entonces... ¿debo asumir que has cambiado de idea? ¿Te vas a ir solo?
—Seguramente —asintió Tiger Claw, aunque tenía la cabeza en otra parte.
✶
Le decepcionó ligeramente que Laeticia fuese a la que fue su habitación, con los cachorros, por no compartir la cama con él.
Fue extraño. Darse cuenta de que Laeticia podía no disfrutar de su compañía le invadió de una inexplicable sensación de amargura. De repente le daba miedo que ella no quisiese pasar más tiempo con él, quedarse solo.
La soledad era algo que apenas había experimentado, cuando Alopex desapareció de su vida, Laeticia no tardó en aparecer, como un reemplazo para que cuidase de él de una manera que no sabía que necesitaba. Claro que, no era lo mismo una hermana que una compañera...
Como Laeticia nunca se había atrevido a decirle lo contrario, dio por hecho que no le desagradaba del todo estar con él. El que le continuase teniendo pánico le dolió. Pero no le dolió tanto como el orgullo, o de eso quería convencerse.
—Todos estos años... y me temes como el primer día —siseó con rabia, ladeando la cabeza de lado a lado, molesto.
—Estuviste a punto de cortarme la mano poco antes de marcharte. Por tus cachorros... —murmuró tragando saliva con inquietud, sin volverse, sintiendo en su pecho el dolor por mantener la compostura y no echarse a llorar. Se le escapó una lágrima, pero agradeció que él no lo pudiese ver.
Cerró la puerta.
El tigre asintió para sí. Sabía que se lo merecía, pero le costaba hacerse a la idea de ser el que sobreactuó y se equivocó. Acabó levantando un muro que lo separó de la mujer que, ahora podía admitir —para sí—, no quería que desapareciese de su vida. La necesitaba, la quería con él.
Entró a su habitación, aunque no tenía intención de dormir. Aún no le habían mandado ninguna confirmación, pero le prometieron responder rápido. Como mucho tardarían un par de horas más.
Cuando recibió el mensaje, salió a la cocina. Tenía que asegurarse de una cosa, por mera comodidad.
Laeticia se despertó en unas circunstancias que le costaría describir, como si supiera que algo no iba como debería. A lo mejor un cachorro se había puesto malo, tenía una pesadilla, o algo por el estilo.
Cuando se giró para ver cómo estaban, se encontró cara a cara con el tigre, pero apenas supo reaccionar. Él dirigió una garra a su nuca para enderezarla un poco, con la otra colocó un pañuelo húmedo sobre su boca y nariz.
Laeticia se resistió, pero no tenía fuerza en los brazos como para apartar los de Tiger Claw, sólo le quedaba patalear.
De poco le sirvió, en menos de un minuto, cayó inconsciente.
* * * * *
Y una promesa es una promesa: Alis_Proxy-13a24z aquí lo tienes :)
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