Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

94. Culpa mía

JESSICA SALÍA UNA VEZ MÁS DE LA ESCUELA DE MÚSICA, ya habiendo cogido el hábito de tenerlo todo bien guardado antes de atravesar la puerta. Sólo terminaba de colocarse el bolso en su hombro derecho cuando escuchó un largo silbido de fascinación.

—No entiendo por qué sigues yendo a clase de piano, eres un prodigio —sonrió Casey cuando la joven se volvió con una sonrisa, asumiendo que se trataba de él.

—Siempre se puede mejorar —respondió ella encogiéndose de hombros con inocencia—. Además, me gusta venir —suspiró contemplando la fachada del establecimiento.

—Creo que lo entiendo —asintió Casey con una pequeña sonrisa—. Venga, te invito a una tarta de zanahoria.

—Mis cartucheras te lo agradecerán, sin duda —le contestó arrugando la nariz. Casey avanzó hasta situarse a su lado para que pudieran caminar juntos, entonces tomó su mano.

—No seas tonta, eres todo un monumento —le sonrió con gallardía, haciendo que ella no supiera qué responder. Sólo apretó los labios suprimiendo una sonrisa vergonzosa y se sonrojó, como solía hacer.

*

Al llegar a la tetería, Casey abrió la puerta para la señorita, naturalmente, y mientras sujetaba la puerta se fijó en que Naiara estaba atendiendo la barra. Frunció el ceño, pero no dijo nada.

Jessica le pidió que le sujetase el bolso en lo que ella iba al baño, así aprovechó la oportunidad de preguntarle a la rubia qué hacía ahí. Siendo sinceros, resultaba sospechoso que hubieran coincidido después de que hacía una semana las chicas se enterasen de que tenía novia.

—¿Cómo tú por aquí? —insinuó apoyándose en el mostrador. Naiara se volvió después de guardar el dinero que le dio el último cliente, permaneciendo en silencio durante un instante.

—Es exactamente lo que crees. Aunque me vienen bien los turnos extra —sonrió conteniendo una risilla, provocando un bufido por parte del vigilante—. Mira el lado bueno, no han venido las demás. Sólo con que no esté Kim, deberías celebrarlo —le dijo pasando un paño por el mostrador.

—O sea, que lo teníais hablado —suspiró tomando asiento en el taburete de su izquierda, pidiéndole un par de cafés y la tarta de su novia—. ¿Qué ha cambiado en el plan?

—Bueno... Kimani ha bajado para cuidar de Gino con Mikey. April creo que tiene un examen mañana. Y Arlet... —murmuró ladeando la vista, no sabiendo cómo explicarse. Casey se llevó las manos a la cara con realización.

—No me lo digas. No han podido aguantarse —balbuceó contra la palma de sus manos, esforzándose por no reírse—. De aquí en nueve meses otro bebé, ya verás —soltó con una sonrisa incontenible.

—Qué dices, a Arlet le da un infarto —murmuró sirviendo el trozo de tarta—. Aunque lo está haciendo estupendamente para el drama que montó —añadió. Casey sólo asintió teniendo que darle la razón.

Jessica apareció por el pasillo cerrando cuidadosamente la puerta del baño. Se acercó con una sonrisa pasando la mano por el hombro de Casey y se sentó a su lado.

Naiara se volvió con la más encantadora de sus sonrisas, de esas que escasean en atención al cliente por lo general. Le sirvió a cada uno su taza de café y aprovechó para extenderle la mano a Jessica.

—Hola, Jessica, soy Naiara —se presentó. Jessica aceptó el apretón con media sonrisa incrédula, echándole un vistazo a Casey también.

—Es una amiga —aclaró él—. Y si tuviera que presentarte a alguien para dar buena impresión; sí, sería ella —le sonrió—. Luego Arlet, supongo.

—Arlet era la mamá, ¿no? —preguntó ladeando la cabeza.

—¿Se lo has contado? —se cuestionó Naiara frunciendo el ceño.

—Me puso en un compromiso cuando mencionó al perro delante de mi padre —admitió soltando una pequeña risa antes de tomar un trago de su café.

—Ya... —murmuró Jessica poniendo las manos sobre el regazo—. Lo siento —dijo arrugando la nariz con incomodidad. Él negó con la cabeza dedicándole una sonrisa, restándole importancia al asunto.

*

Por suerte para Casey, Naiara no le iba a hacer pasar un mal rato. Lo había dicho en serio, de tener que escoger a una persona de entre todas sus amistades para que conozca a Jessica antes, la hubiera elegido a ella.

Jessica seguía siendo demasiado introvertida, si le hubiera presentado por ejemplo a April o Kimani a lo mejor se hubiera puesto de los nervios. Por no mencionar que él también lo pasaría mal al verla sufrir con las preguntas de tremendas cotillas.

No sería su mejor plan para pasar el rato juntos, pero Jessica tenía que ir al centro comercial y Casey quiso acompañarla. Desde el principio supuso que la tarde se iba a tornar cuanto más aburrida, pero le reconfortó averiguar que Jessica no perdía el tiempo.

—Creo que son las compras más rápidas que he visto nunca —dijo cuando vio que su chica se dirigía a los probadores de la primera tienda a la que entraron, llevando tres vestidos. Jessica se volvió para mirarle con una sonrisa ladeada.

—Voy a lo que voy, Casey.

—¿Y puedo preguntar para qué son los vestidos? —murmuró tomando el bolso de su novia en lo que ella entraba a probárselos. Sacó el teléfono para distraerse un poco, pensando que el pase de modelos a lo mejor le llevaba unos minutos.

—Mi padre quiere que le acompañe a la inauguración de un par de hoteles. Supongo que estaré fuera una semana.

—Vaya, hombre —resopló él.

—¿Qué?

—No, nada. Es que hubiera gustado que vinieras al partido del sábado. Estaría bien verte entre el público —dijo sin poder evitar sonreír ante esa imagen.

—Oh. Lo siento —gimoteó abriendo las cortinas. Su primera opción era un vestido plateado de tirantes que le llegaba por encima de las rodillas. Casey la miró de arriba abajo, pensándose detenidamente lo que debería decir.

—No importa, otro día será. Emm... Creo que no es tu color —apuntó esperando no sonar ofensivo.

—Me hace muy pálida, ¿verdad? —le dijo llevándose las manos a las mejillas. Él ladeó la cabeza apretando los dientes con incomodidad, no quería ser él quien le señalase los defectos—. Si es obvio puedes decirlo —se rió ella—. No me dejes salir por ahí pareciendo un payaso —añadió volviendo al vestidor.

—No hace un mes que estamos saliendo, quedaría muy feo ser el dedo acusador —respondió, pudiendo escuchar como respuesta una risilla desde el interior del probador. Unos minutos después, Jessica salió con otro vestido.

—¿Qué tal este? —preguntó dando una vuelta sobre sí misma. Tenía el mismo largo y una forma similar, solo que éste tenía un escote de corazón y era de un morado oscuro.

—Mucho mejor.

—¿Puede que con las medias que tenía? —se cuestionó echando un vistazo al reflejo que el espejo del probador le ofrecía.

Estaba claro que Casey no tenía mucha idea a la hora de escoger conjuntos, por lo que se limitó a asentir sin saber realmente a qué. Jessica rodó la vista con diversión y volvió para probarse el último vestido.

Cuando salió con su última opción, Casey no pudo contenerse.

—Vale, ahora pareces una princesa —suspiró asintiendo.

Jessica ahora llevaba un vestido algo más largo, con un tirante que rodeaba su cuello y de un tono rosa palo. Cualquiera lo relacionaría con un vestido digno de una antigua deidad romana.

—¿Sí? —se cuestionó con un sonrojo, tratando de restarle importancia al comentario—. ¿Mejor que el morado entonces?

—Totalmente. ¿Necesitas también zapatos?

—No, tengo unos que combinan bien —dijo entrando al probador para volver a ponerse su ropa.

*

Ya saliendo del centro comercial, Casey y Jessica caminaban de la mano, balanceándolas a cada paso que daban. Debía de ser la primera vez que Casey salía medianamente contento después de haber acompañado a alguien de compras, la mayoría de las ocasiones volvía a casa refunfuñando por haber perdido la tarde.

Era un detalle en el que Jessica se fijó por el comentario que dejó caer antes, aunque ahora tenía curiosidad.

—¿Entonces has ido de compras con chicas antes? —preguntó Jessica de la nada.

—Tengo una hermana, ¿recuerdas, ángel? —le sonrió con ironía.

—No me refería a Ris —le dijo negando con la cabeza.

—Me lo temía —suspiró mirando al frente. Carraspeó—. Vale. Mi ex podía pasarse ahí dentro todo el día. Y era un despropósito, siempre acababa llevando lo mismo; o peor, salía sin haber comprado nada. Y ni te cuento cuando su hermana venía con nosotros, joder... —resopló.

Jessica se rió porque podía notar la frustración en su forma de hablar.

—Bueno, ¿y cuándo es la inauguración? —le preguntó.

—El domingo. Pero es en Seattle —respondió encogiéndose de hombros con lástima—. ¿No juegas la semana que viene? A lo mejor puedo ir a ese.

—Imagino, pero no te lo sé decir de fijo.

—Te tengo que confesar que no tengo mucha idea de hockey... —añadió en un inocente murmullo. Casey la miró arqueando una ceja, aunque quiso también falsear una cara de sorpresa.

—Tampoco espero que mi pasión se convierta en la tuya —dijo volviendo a la normalidad—. Simplemente me haría ilusión saber que vas a verme jugar —añadió encogiéndose de hombros.

—Todo no puede ser. Yo creo que me pondría nerviosa si alguien de entre el público me conociese —admitió encogiéndose.

—Yo te escucho siempre que paso a recogerte.

—Qué va —sonrió ella no queriendo creérselo, rodando el hombro para volver a colocar el bolso.

—¿Por qué crees que espero apoyado en la misma esquina? —sugirió arqueando una ceja sin poder contener la sonrisilla—. Te oigo a través del respiradero, ángel —susurró guiñándole un ojo.

—Oh...

—Eh, no pasa nada —le aseguró esperando poder reconfortarla—. Tocas genial, no tienes nada de lo que avergonzarte. Cuánta gente vendería su alma por tener tu talento —la rodeó con un brazo y besó lo alto de su cabeza.

—Gracias, Casey —suspiró ella inclinando la cabeza para reposarla en su hombro.

* * *

Jessica mintió cuando dijo que intentaría ir al siguiente partido. Y al siguiente, y al siguiente. A lo tonto pasaron cinco semanas.

Casey empezó a mosquearse porque notó que las excusas de su novia se volvían cada vez más flojas o se repetían. No podía ser que tuviese todos los fines de semana ocupados o que su padre se la llevase a otra inauguración, los hoteles de lujo no se construyen en una semana. Y menos con esos adornos de las fachadas, parecían malditas catedrales o templos griegos.

Tampoco quería presionarla, de alguna manera podía notar cierto tono de preocupación cada vez que le ponía una de sus excusas.

Llegados a cierto punto, hasta creyó que podría estar engañándole. Desechó la idea rápidamente porque recordaba lo tímida y nerviosa que era antes de empezar a salir; no podría compaginar dos relaciones a la vez sin tartamudear.

Lo más extraño fue que un día se cruzó con Charlotte, y hasta ella actuaba raro.

Hubo veces en las que Casey se pasaba por la universidad para ir luego a la tetería o algún otro lugar, y esta vez fue igual, solo que Jessica no apareció. Frunció el ceño al ver que Charlotte parecía bastante perdida en sus pensamientos, preocupada a la vez que miraba el móvil.

La tomó del brazo esperando poder preguntarle sobre Jessica, y hasta pensó que se había equivocado de persona. No actuaba como la Charlotte de siempre, ésta era callada, nerviosa y huidiza; bastante distinta a la descarada, escandalosa y entrometida que conocía.

Ella trató de disimular, pero no tenía caso. Estaban preocupados por la misma persona, por lo que no tenía sentido escondérselo más. Suspiró y le hizo una señal con la cabeza para hablarlo en un lugar más adecuado.

Esta vez no fueron a la tetería, sino al apartamento de Charlotte. Lo compartía con otras dos chicas que iban a la universidad también y, que sabía que no llegarían hasta más tarde.

—Perdona, ¿cómo dices? —exigió el vigilante al haber escuchado la pequeña explicación de una frase que Charlotte le soltó mientras se sentaba delante de él con una tacita de café.

—Lo que has oído —resopló ella echando el azúcar.

—¿Y cómo puedes estar ahí sentada sin hacer nada? —se quejó sin saber qué hacer con las manos.

—¿Crees que no he intentado nada? La he rogado que se vaya de ahí, que viva conmigo. He mandado a la policía incluso, pero no hay manera —refunfuñó.

—Es que no lo entiendo. ¿Por qué no quiere irse? ¿Y cómo es que la policía no le detiene? —vociferó.

—Es un hombre con una reputación y mucho dinero para sus abogados. La policía aparece, no ve nada a simple vista, y se pira. Y que Jessica no diga nada no es que ayude mucho —suspiró Charlotte, desanimada.

—¿Qué le puede pasar a un hombre por la cabeza para pegar a su hija? —resopló pasándose las manos por la cara.

—No lo sé. Pero me preocupa más que Jessie siga pensando que se lo ha buscado, por lo que sea —añadió ella encogiéndose de hombros y negando con la cabeza.

Después de hablar con Charlotte, Casey empezó a replantearse las excusas que Jessica le había estado poniendo últimamente. Aunque también le vino a la cabeza aquél moratón que vio en su brazo la noche en la que se la presentó a su familia.

Aquella excusa no estaba mal, era creíble pero, ahora que conocía la cara oscura de ese hombre... También veía por qué siempre evitaba la conversación sobre presentarle a su padre.

Charlotte le dijo que no había aparecido por clase en un par de días, lo que podía significar —sabiéndolo ella de ocasiones anteriores—, que a lo mejor tenía que esperar a que alguno de sus golpes se curase un poco antes de salir de casa.

Casey le mandó un montón de mensajes aquel día, pero ninguno fue respondido. De hecho, ni los había leído.

Necesitaba hablar con ella, tratar de hacerle entrar en razón, y esa incertidumbre le estaba matando. ¿Y si estaba inconsciente en su cuarto después de que su padre le hubiese dado un golpe en la cabeza?

*

Al día siguiente fue a la universidad para poder hablar con ella. Charlotte le mandó un mensaje diciéndole que había ido pero, que no esperase en la calle, sino en el pasillo. Al parecer iban a buscarla en coche.

Sí, Charlotte le mencionó vagamente que a lo mejor al padre de Jessica no le hacía mucha gracia descubrir que su hija tenía novio. Prevenir no estaba de más.

Tan pronto como la vio pasar, abrazada a su enorme carpeta como si de un escudo se tratase, la tomó del brazo y la levó con él al interior de un aula ya vacía.

—Casey, ¿qué haces aquí? —se sorprendió después de recuperar el aliento y reconocerle.

—La verdad —anunció él tomándola de los hombros—. ¿Qué puñetas le pasa a tu padre en la cabeza?

Jessica le miró atónica sin saber qué decir, de todas formas el nudo de su garganta le impedía decir nada. Casey soltó sus hombros y volvió una manga de su suéter esperando poder encontrar alguna prueba. Encontró un moratón en el antebrazo, muy cerca del codo.

Jessica tragó saliva intentando apartar la mirada. Empezó a sollozar.

—Jess, tienes veinte años, no eres una niña a la que haya que dar un azote por cualquier trastada —suspiró pasando el pulgar dulcemente por el golpe.

—No, fue culpa mía, es que-

—Ni se te ocurra acabar la frase, Jessica —la interrumpió, enfatizando cada una de las palabras que salieron de entre sus labios. Se notaba que estaba enfadado, pero casi lo que más la sorprendió es que la llamase por su nombre completo—. No puedes tener la culpa de... de nada —siseó.

Mantuvieron silencio. Ella tratando de no derramar más lágrimas, y él buscando un poco de calma.

—Entonces... por eso no nos presentabas —murmuró Casey tomando las manos de Jessica con delicadeza—. Era por él, no por mí.

—Claro que era por él —respondió ella mirándole a los ojos a través de una cortina de lágrimas—. ¿Qué pensabas?

—No lo sé, ponías tantas excusas que ya creí que... A lo mejor te avergonzabas de mí.

—Casey, si eso fuera cierto no estaríamos aquí ahora —le dijo negando con la cabeza—. Y es extraño, pero estoy segura de que te quiero.

—¿Me...? ¿Por qué es extraño? —preguntó tratando de ignorar la primera parte.

—Porque sigo pensando que somos muy diferentes, pero supongo que es lo que lo hace más emocionante.

—Mi ángel —susurró acariciando sus mejillas con ternura. Se inclinó sobre ella y besó su frente antes de acogerla en un cálido abrazo. Estuvieron así unos reconfortantes minutos hasta que Casey tuvo que preguntar—. ¿Y ahora qué?

—Yo no quiero dejar de verte —respondió ella a la vez que deshacían el abrazo—. Creí que te gustaba correr riesgos.

—Me encanta que te estés volviendo más aventurera, pero no sé si este merece la pena —murmuró acariciando su mejilla—. Que yo me haga daño es una cosa, pero que te pueda pasar a ti...

Jessica no dijo nada.

—¿Puedo pedirte una cosa más? —suspiró ya más calmada, segura de que no iba a derramar una sola lágrima más. Casey asintió, mirándola con expectación—. ¿Puedes guardarla por mí? Mi padre no soporta que aún la guarde —murmuró tomando su mano para depositar la pulsera con el nombre de su madre, Rebecca.

—Claro —respondió mirando el accesorio, con un nudo en la garganta—. Yo también quiero pedirte algo. Vente a vivir conmigo —soltó.

—¿No es un poco pronto para eso? —se cuestionó Jessica arqueando una ceja.

—Pues vete con Charlie. Por favor, aléjate de él —le suplicó tomando sus manos, acercándolas a su boca para poder besar sus nudillos.

—E- es-, n-o, no puedo —gimoteó ella negando con la cabeza.

—Jess. ¿Cómo puedes no marcharte cuando te hace daño? Aunque sea tu padre, no es excusa.

—¿Puedes tener un poco de paciencia? ¿Por favor...? —le pidió volviendo a tener los ojos acristalados por las lágrimas.

▽ △ ▽

Demasiado diálogo para mi gusto, pero bueno.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro