87. Error
JESSICA SALÍA DE LA ESCUELA DE MÚSICA PENSANDO QUE HABÍA ANOCHECIDO, mirando el cielo con el ceño fruncido, recapacitando si es que había perdido la noción del tiempo.
Una vez más, no había recogido sus cosas como era debido antes de decidir salir. Su carpeta de partituras estaba a rebosar, tenía al bolso deslizándose constantemente por su brazo derecho y para colmo, esta vez intentaba mantener una conversación de teléfono.
—No, no pasa nada. Podemos ir mañana.
—Sí que pasa, Jessie. Sé lo que te cuesta pedir permiso para llegar tarde a casa, lo siento.
—No creo que cuente si hoy llego a la hora —apuntó ella ladeando la cabeza para poder sujetar el móvil en el hombro y colocarse el bolso de nuevo, con cuidado de no tirar las partituras—. De verdad, Charlie, no me importa.
—Es que me siento mal, ojalá lo hubiera sabido antes —gimoteó su amiga al otro lado de la línea. Escuchando el sonido del tráfico de fondo podía intuir que estaba conduciendo.
—Mañana te veo, ¿vale? Adiós —se despidió con una dulce sonrisa de aceptación. Tomó el móvil con dificultad ya que volvía a tener que aguantar el archivador con una mano. Se fue a dar la vuelta, pero alguien apareció delante de ella casi por arte de magia.
—Yo puedo acompañarte —dijo con una sonrisa ladeada, haciendo que ella ahogase un grito y casi tirase el archivador al suelo. Afortunadamente, Casey tenía buenos reflejos y pudo impedirlo casi sólo extendiendo un poco las manos.
—¿Acostumbras a asustar a la gente? —suspiró ella después de reconocer al chico y habiéndose llevado una mano a la cara para apartar un mechón de pelo de manera casual.
—La gente a la que saludo no suele ser tan asustadiza —respondió aumentando esa sonrisa.
Se ofreció a sujetar el archivador para que Jessica pudiese recolocarlo todo mejor y minimizar las probabilidades de que se le caiga algo más. Ella sonrió tímidamente, pero asintió. Eso de salir con las cosas hechas un desastre era una manía que tenía que erradicar.
—¿Qué me dices entonces? —preguntó cuando ya cerraba las anillas, recibiendo una ceja arqueada con diversión—. Ibas a la tetería, ¿no?
—Había quedado con Charlie —admitió ladeando la cabeza con resignación—. Pero su madre le ha pedido que vaya a pasar la noche con su abuela. Creo que se había roto la cadera.
—Mm, qué faena —murmuró él con incomodidad, pensando en lo mal que lo estaría pasando la pobre anciana—. Aun así, sería una pena no aprovechar. Venga, te invito yo —le dijo señalando el camino con un gesto de cabeza.
Jessica se le quedó mirando, pero le estaba costando contener una pequeña y entreabierta sonrisa incrédula. Miró al suelo para pensárselo, se lamió los labios indecisa pero... asintió de nuevo.
No sabía qué era lo que la empujaba a decir que sí. Había algo en el chico que le hacía querer pasar tiempo a su lado. Incluso aquella vez en la que se vio forzada a permitirle que la acompañase a la escuela de música pese a no saber nada de él. Alguna vez lo había pensado, y le recordaba a algún libro o película de romance adolescente en el que doña perfecta se enamora del camorrista del instituto.
No era su caso. Ella no estaba enamorada, o al menos no lo creía. Su cabeza le seguía diciendo que quizás se estaba dejando llevar por un camino peligroso, pero no quería pensar que el aspecto de pandillero de Casey fuera lo que la impida conocer a una persona maravillosa. Era todo un caballero con ella.
Casey se quedó con el archivador para que Jessica no cargase con él en el camino a la tetería, y no sólo eso, se esforzaba por interesarse en ella. Cosa que muchas apreciarían por parte de un chico, o de su propia pareja. Sería por eso mismo, pero se sentía muy cómoda con él, contándole cómo fue su día y escuchando alguna anécdota de él.
*
Ya en la tetería, Casey y Jessica estaban sentados en una mesa circular.
Era extraño ver que en la tetería había apenas tres personas aparte de ellos y el personal, pero por eso mismo hablaban en voz baja como si estuvieran en una biblioteca. Por raro que pareciese, era agradable.
Jessica mantenía las manos alrededor de su taza de café para mantenerlas calientes, mientras que Casey tenía los brazos cruzados sobre la mesa, ocasionalmente tomando un sorbo de su café.
—¿Entonces vas a dejar un trabajo? —le preguntó ella mirando las suaves hondas de su café con leche mientras daba toques en la taza con un dedo. Alzó la mirada para poder escuchar su respuesta.
—Bueno, sí. Creo que he ahorrado suficiente para pagar facturas una temporada, así que me lo puedo permitir. En fin... ¿para qué trabajar en un sitio que ni te gusta y en el que no te respetan? Adiós, comisaría —dijo.
—Pero vas a seguir entrenando a niños, ¿no? —preguntó con una sonrisa tierna.
—Mm-hum —murmuró tras tomar otro sorbo, posando la taza en la mesa de nuevo—. Me divierto mucho con esos chavales, y para qué mentir, así sigo entrenando yo. Me gustaría dedicarme a ello —añadió con una sonrisa.
—Pues que tengas suerte, es difícil triunfar en ese mundillo —asintió ella volviendo a mirar su taza—. Yo ahora mismo me conformo con acabar la semana de evaluación y que llegue la Navidad —suspiró mirando inconscientemente a una pared aleatoria—. Qué estrés...
Casey se mantuvo en silencio, pero por su sonrisilla se podía intuir que tenía algo en mente. Una pena que Jessica estuviese con la mente en otra parte, pensando en lo absorbente que estaba siendo la universidad en los últimos días y los exámenes y trabajos que se le echaban encima.
Cuando Jessica se dio cuenta de que estaba siendo muy grosera al hacerle el vacío de esa manera, se dio cuenta de que se había terminado de tomar el café de un solo trago y se levantó cogiendo el abrigo, y su bolso y su archivador en un brazo. Por un momento, se alarmó, pensando que iba a tener que salir corriendo detrás de él para que se lo devolviese, pero la tomó del brazo para que se levantase.
—Venga, tengo una idea —le dijo con una sonrisa.
Ella se vio obligada a levantarse casi con la misma prisa, intentando tomarse lo poco que quedaba de su taza y cogiendo su gabardina del respaldo de la silla en la que estaba sentada. Se la puso mientras atravesaban la puerta de la tetería y, quiso coger sus cosas para que él se pudiese poner su abrigo también, pero cuando le extendió la mano para tomar el archivador, él tomó su mano y se la llevó corriendo calle abajo.
*
Jessica quería preguntar por qué corrían, a dónde iban, pero lo más importante; por qué no puedo dejar de reírme como una niña. Seguramente fuese por los nervios, pero cada vez que Casey la miraba, se sentía mejor sabiendo que no era la única que sonreía y se reía de la misma manera.
Al menos Casey tuvo la consideración de no correr tanto como verdaderamente hubiera podido, después de todo ella llevaba tacones. No era plan de que se hiciese un esguince sólo por querer hacer el tonto un rato. También aflojó el ritmo cuando sintió que la mano de Jessica se le quedaba atrás, sabiendo por ello y por sus jadeos que se estaba cansando.
Doblaron una esquina y soltó la mano de la joven, permitiéndola caminar de nuevo.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó aún intentando controlar su respiración, llevándose ambas manos a las caderas y tomando grandes bocanadas de aire. Vio que Casey buscaba algo en su bolsillo, pero no tardó en sacar una llave. Se la enseñó con una sonrisilla y abrió una puerta de servicio.
Fue en ese momento en el que Jessica echó un vistazo al edificio junto al que se encontraban, viendo que se trataba de la pista de hielo. Frunció el ceño intrigada, pero Casey la esperaba con la puerta abierta, señaló el interior con la cabeza para que pasase delante de él.
—¿Esto es legal? —quiso saber ella aproximándose, dedicándole una sonrisa insegura.
—Si es con llave, sí. Además, no vamos a robar nada, ángel —respondió entrando tras ella.
Unos minutos después, Casey caminaba con Jessica de la mano para asegurarse que no perdiese el equilibrio con los patines antes de entrar al hielo. Abrió la puerta y entró de espaldas, esperando que no fuera un cambio muy brusco para la joven. En ningún momento le había preguntado si sabía patinar, por lo que era mejor prevenir.
Jessica se dejó llevar por la fluidez del propio hielo hasta casi el centro de la pista en el momento en el que Casey soltó su mano para cerrar la puerta. Se dio la vuelta casi sin haber movido las piernas, como si fuese una brisa la que la dirigiese.
Casey se dio la vuelta a tiempo para verla girar y, sabiendo que quizás era algo complicado para los principiantes. Arqueó una ceja y con una sonrisa se acercó a ella, guardando las manos en los bolsillos.
—Supongo que no necesitas mi ayuda. ¿Ya has patinado antes?
—Hace mucho tiempo de eso —admitió ella agachando la mirada para observar con nostalgia los patines que llevaba—. Pero agradecería que no me dejes caer —dijo alzando la vista con una sonrisa vergonzosa, sonrojándose porque no se podía creer que lo hubiera dicho en voz alta.
Casey sacó la mano derecha del bolsillo y se situó a su izquierda, ofreciéndole la mano para poder empezar a patinar y, eliminar el estrés de su pobre mente de universitaria. Jessica tomó su mano aún sin atreverse a establecer contacto visual, pero no por eso dejó de sonreír.
*
Pasado un rato, Casey dejó marchar la mano de Jessica cuando estuvo seguro de que no se iba a caer. Tampoco faltó el momento en el que se vio en la posibilidad de vacilar un poco de su gran dominio sobre el hielo y la adelantó yendo de espaldas, dedicándole una sonrisa ladeada y guiñando un ojo.
Aunque como en cualquier comedia romántica ocurriría, se presentó una oportunidad.
Jessica apartó la mirada avergonzándose por el guiño, sintiendo una vez más cómo sus mejillas se sonrosaban y ardían. Podría ser por eso o por su naturaleza torpe, pero sus pies se cruzaron y estuvo a punto de perder el equilibrio. Lo vio venir lo suficientemente rápido como para extender los brazos para mantenerse recta y que la expresión de su cara cambiase por una de pánico.
Qué suerte que Casey aún estuviese a su lado. En su cara también se vio que temía que la chica acabase en el suelo, pero supo tomar sus brazos a tiempo para acercarla a él y utilizar su propio cuerpo como soporte.
Fue un gesto rápido con un final extraño. Después de ese pequeño susto que los dejó con el corazón en un puño, sus ojos se encontraron y les robaron las palabas. Los de Casey estaban fijos en los de Jessica, mientras que los de ella zigzagueaban con vergüenza, dándose cuenta de cómo estaban.
Al parecer Jessica había acabado con las manos en el pecho de Casey, pero no guardaban ningún tipo de distancia, estaban prácticamente abrazados. Las manos de Casey permanecían en los codos de ella, que fue por donde la tomó segundos antes para evitar su caída.
Jessica tragó saliva nerviosa, queriendo mantener los ojos quietos pero a la vez encontrando ligeramente incómodo el quedarse inmersa en esos ojazos castaños. Por otro lado, no podía entender cómo el ritmo del corazón de Casey volvía a la normalidad, el suyo se estaba volviendo loco.
Cuando quiso darse cuenta, Casey colocó una mano en su mejilla para acariciarla dulcemente con el pulgar y, le pareció que se inclinaba sobre ella.
Una parte de ella lo estaba deseando, pero su mente dudó. La obligó a girar la cabeza e intentar separarse de él. Se quedó mirando a un lado dejando que fueran sus patines los que por la inercia la separasen un poco de él, pero no quería que la soltase. Se llevó una mano a la boca, manteniéndola cerrada con el dedo índice, pensando si había cometido un error.
—Lo siento, ¿muy pronto? —se disculpó él buscando sus ojos, no queriendo invadir más su espacio personal pero a la vez no queriendo dejar de sostenerla.
—No, es que... puede —admitió finalmente en un murmullo—. Perdona, me he puesto nerviosa —dijo con una expresión incómoda, intentando distraerse jugando con la punta de sus dedos.
Mantuvieron silencio porque estaba claro que los dos se sentían muy incómodos sobre lo que había pasado. O casi...
Ya sentados en un banco del vestuario quitándose los patines, Casey miró a Jessica, que estaba centrada en deshacer el nudo de su patín pero, a la vez parecía muy perdida en su mente.
—¿Sería inapropiado ofrecerme para acompañarte hasta casa? —murmuró con un nudo en la garganta, temiendo haber arruinado las pocas posibilidades que creía que tenía con ella. De todas formas, esperaba que dijese que no, él también había notado que se sentía cómoda con él, incluso habiendo coincidido tan pocas veces.
—No —dijo ella sin haberle mirado, pero aun así pudo vez que sonreía tímidamente—. Te lo agradecería —añadió mirándole a los ojos.
*
Quizás el detenerse junto a un hotel de lujo era lo último que Casey Jones se esperaba. ¿No iría a mudarse, verdad? Sería una pena que la chica por la que se había colado se fuese en seguida de la ciudad.
Jessica miraba con diversión la cara del joven mientras admiraba anonado la fachada del edificio.
—¿Vives aquí? —preguntó volviéndose hacia ella, señalando el hotel con el pulgar.
—Mi padre es el dueño —respondió tras asentir.
—Menos mal, por un momento pensé que te volvías a Canadá —suspiró aliviado. Jessica ladeó la cabeza frunciendo una ceja con confusión, pero aún conservaba parte de la sonrisa—. Lo de antes... ¿no lo habré fastidiado, no?
—N-no —murmuró agachando ligeramente la cabeza—. Es sólo que... soy nueva en todo esto de salir por ahí y... colarme en sitios cerrados —añadió con un tono de diversión.
Casey frunció el ceño al pensar que la mejor anécdota de Jessica a día de hoy sería poder contar que había entrado en la pista de hielo por la noche, casi sonaba triste. A lo mejor es que sólo se había divertido con él como nunca antes, quizás malinterpretó esas sonrisas.
—Gracias por acompañarme —sonrió ella caminando hasta la puerta.
Casey asintió conteniendo una sonrisa incómoda, pero no pudo evitar ver cómo se alejaba. Claro que, frunció el ceño otra vez al ver que se detenía un instante. Jessica volvió la cabeza para echarle un vistazo por encima del hombro y volvió sobre sus pasos para acariciar su mejilla y darle un dulce beso en la otra.
—Hasta otra —dijo antes de volver hasta el hotel y, dedicándole una sonrisa más antes de cruzar la puerta.
Casey se quedó perplejo, pero el sonido de la puerta cerrándose es lo que le hizo pestañear y volver al mundo real. Se llevó una mano a la cara y rozó con la yema de dos dedos el lugar exacto en el que le besó.
No era el beso que se esperaba esa noche, pero casi resultó ser mejor. Si Jessica se había puesto nerviosa, quizás era porque le gustaba él.
Sonrió y guardó las manos en los bolsillos para volver a casa.
* * *
Al día siguiente Casey tenía que pasarse por el apartamento de Arlet. La idea que tenía la morena era que se pasase la noche anterior, pero al parecer estaba ocupado como para haberle cogido el teléfono y sólo vio las llamadas perdidas cuando llegó a casa. Sí, también tenía llamadas de Raphael.
Estaban seguros de que había estado en la pista de hielo, aunque no supiesen de más detalles.
La cosa es que la razón por la que le querían allí se había mantenido en total misterio, por lo que cuando Arlet le abrió la puerta y vio un perro asomándose por una esquina se lo empezó a temer.
Arqueó una ceja no queriendo darlo por hecho, pero no tenía pinta de que Arlet estuviese en condiciones de pasearle muy cómodamente.
—¿Para qué me queríais...? —preguntó cruzando la puerta, esperando que la respuesta no fuera esa.
—Si hubieras cogido el móvil anoche, te lo habríamos contado —dijo Raphael desde la cocina, comiéndose una naranja recostado en la encimera—. ¿Te gustan los perros, Jones? —sonrió con ironía.
—No puede ser verdad —refunfuñó rodando la cabeza tanto como su cuello le permitió—. ¿En serio? —se cuestionó volviéndose hacia Arlet.
—Nadie te va a obligar —dijo ella acercándose—. Pero no puedo pasearle sola, es la primera vez que está en el centro de una ciudad. Y no me fío de tenerle en la guarida con Gatito-Helado por ahí.
—Y me lo tengo que llevar a mi apartamento.
—Porfi... —suplicó ella juntando las manos, entrelazando los dedos.
Casey quería mantenerse firme, pero Raphael tenía razón, le gustaban los perros. Puede que por eso mismo habían pensado en él —aunque era tener demasiadas confianzas, la verdad—. ¿Sería para que fuese haciéndose a la idea de tener su propio perro? Qué graciosos...
La cosa es que echó un vistazo al animal y, parecía bastante formal. Incluso adorable pese a su tamaño y mala fama. Al notar Danger que le estaba mirando, cogió su juguete de cuerda y se acercó para jugar al tira y afloja. El humano no pudo resistirse.
—Está enseñado, ¿no? —preguntó pretendiendo no darle importancia al juego.
—Iba a entrenarle para ser perro policía, está más que enseñado —apuntó ella cruzándose de brazos—. Tendrás que llevarte algunas cosas —murmuró echando un vistazo a la esquina del salón en la que había puesto su cama, pensando en todos los bártulos del perro.
—Pero sólo un mes —dijo alzando la cabeza para mirarla.
—A lo mejor una o dos semanas después de que nazca el bebé —apuntó Raphael—. Déjala descansar.
—Está bien... Supongo que pasará rápido —suspiró Casey encogiéndose de hombros.
—Pues ya tienes un compañero de piso, ahora a ayudar con la mudanza —dijo Arlet dando un par de palmadas.
*
Raphael volvió a la guarida después de insistir en que Arlet se fuese derechita a la alcantarilla tan pronto como instalasen a Danger. Casey tenía una habitación vacía en la que colocó todas sus cosas salvo el saco de pienso, por si le daba por romperlo y darse un atracón.
Ahora Casey estaba un perro por primera vez en su vida, bajo la supervisión de Arlet. Al fin y al cabo, era a ella a quien iba a obedecer, a Casey acababa de conocerle, mucho respeto no le iba a tener.
Arlet creyó oportuno reforzar la autoridad de Casey sobre Danger ya que se iba a encargar de él una temporada, por lo que se dirigieron a la tienda de mascotas más cercana. Comprarían algunos premios para hacer unos ejercicios de obediencia en el parque.
Al doblar una esquina, los jóvenes se encontraron con la que fue la profesora de Latín de ella. Estaba claro que ver a una ex-alumna embarazada sería un tema de conversación bastante animado en la mayoría de los casos, pero estaba claro que en el de Arlet resultaría extraño.
—Madre mía, Arlet. Felicidades —dijo con una sonrisa de sorpresa. Probablemente hubiera resultado forzado, no era normal que alguien buscase quedarse embarazada de tan joven.
—Gracias —sonrió ella con incomodidad, tratando de apreciar el gesto—. Emm, ¿qué tal todo?
—Oh, bueno, no hay mucho que contar. Mi... marido volvió y, he tenido que dejar de trabajar este año —murmuró odiándose a sí misma por lo desesperada y falsa que había sonado esa palabra, «marido». De hecho, sonaba extraña, ajena... Era raro.
—Qué pena —murmuró Arlet.
—Tranquila, espero que al año siguiente pueda retomar las clases —sonrió restándole importancia—. Que os vaya bien, adiós.
—Adiós, Srta. Morelli —sonrió Arlet también, aunque le había parecido que su profesora había actuado raro. Como si estuviese nerviosa...
Compartió una mirada con Casey y supo que había pensado exactamente lo mismo que ella. Se encogieron de hombros y retomaron su tarea, básicamente porque Danger empezó a tirar de la correa.
▽ △ ▽
Cometí el error de introducir otro personaje tarde, sorry. Imaginad que Casey y Jessica se han visto otro par de veces o así desde el último capítulo, porfi.
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