86. Cuida de ella
ARLET SE DESPERTABA BOSTEZANDO Y, GIMIENDO POR LA LUZ QUE ENTRABA POR LA VENTANA. Alargó una mano para que no le llorasen los ojos ya que, el día era nublado y los rayos de sol eran aún más molestos al esparcirse entre las nubes.
—Raph... —bostezó apoyando la mejilla en su pecho, aún con la mano en alto—. Raph, te tienes que ir...
—No me voy a ninguna parte —murmuró él con los ojos aún cerrados, como si hablase en sueños.
—Es casi de día —replicó ella.
—No te voy a dejar sola.
—No voy a estar sola —refunfuñó Arlet cerrando los ojos de nuevo.
—Parecéis los padres del Rey León —habló otra voz en un suave susurro mañanero.
Raphael y Arlet abrieron los ojos para mirarse, pero ella rodó la vista al ver la sonrisilla de diversión de su prometido. En algún momento de la noche, Arlet había conseguido girarse para abrazar el caparazón de la tortuga, quitándose a su hermana de encima y dándole la espalda. Se volvió para quedar sentada en medio de la cama y se frotó los ojos.
—¿Desayunamos? Son casi las 09:00 —dijo la joven mirando la hora en su móvil.
—Buena idea —apuntó Raphael quitándose las sábanas de encima para levantarse. Se volvió para extenderle las manos a Arlet y ayudarla así a deslizarse hasta el borde. Ella arqueó la espalda cuando sus pies pudieron tocar el suelo produciendo un chasquido en el centro de su columna.
Los tres caminaron hasta el piso de abajo con pasos perezosos y cautela, Raphael terminando de atarse la bandana ya que fue el único en vestirse. Antes siquiera de terminar de bajar las escaleras, el perro apareció doblando la esquina para saludarles con entusiasmo.
Arlet bajaba la primera, y se apresuró en llevarse un dedo delante de los labios para que no ladrase. Recordaba que un antiguo vecino tuvo un perro y la señora del segundo piso le llamó la atención más de una vez. Ese perro era pequeño, imagina la diferencia con un rottweiler.
—No le habréis traído comida a él, ¿no? —preguntó volviéndose un momento para mirar a su hermana, tomando las mejillas de su perro para saludarle ella también.
—Mm... Tengo sus chuches en la mochila —murmuró Skylar rascándose el cuero cabelludo de la sien derecha. Danger se emocionó y empezó a babear y agitar la cola sólo con escuchar la palabra «chuches». Ladró un par de veces demandando ese premio.
—Shh —le siseó Arlet, inmovilizando su cara—. Hala, mira como me has puesto —se quejó mirando sus ahora humedecidas manos, frotándoselas en el pantalón—. La cosa es que eso no es comida.
—Y lo que tienes por aquí creo que tampoco —se escuchó la voz de Christian. Las chicas y la tortuga doblaron la esquina para ver que el chico estaba en la cocina fisgoneando en la nevera y los armarios, con una manzana ahora en la boca—. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste la compra? —murmuró después de dar un bocado.
—¿Ha caducado todo? —suspiró Skylar con curiosidad.
—Bueno, llevo un par de meses viviendo con Raph y su familia. No es plan de que Roger me vea, ¿sabes? Puede chivarse —informó encogiéndose de hombros.
—¿Naiara tampoco ha hecho la compra? —se cuestionó Raphael mirando un armario también. Abrió la nevera para comprobar la leche, abrió el tapón y la olió, retirándose rápidamente asqueado—. Me da que hay que tirarlo todo, nena —dijo guardándolo en el frigorífico de nuevo.
—Entonces no lo vuelvas a meter en la nevera —le dijo frunciendo el ceño.
—¿Podemos ir a la tetería en la que trabaja Naiara? Podemos traer chocolate caliente o algo —apuntó Skylar encogiéndose de hombros. Los demás se miraron entre ellos, pero estaba claro que la opinión que al final contaba era la de Arlet.
La morena suspiró sintiendo la presión de las miradas que recaían sobre ella. Tampoco era mala idea, y sabía que el bebé agradecía eternamente el dulce al que no le iba a dejar resistirse una vez entrase al establecimiento.
El perro también la miraba, manteniéndose sentado pero, esperando que eso significase salir de paseo. Soltó un suave ladrido que casi parecía un susurro o una súplica.
—Vale... Aprovechamos para comprar algo para Danger también, ya que se va a quedar. Vosotros dos podéis limpiar los armarios mientras —sonrió señalando a Raphael y Christian con ironía mientras dirigía a su hermana de vuelta al piso de arriba. Los chicos compartieron una mirada extrañados, pero ya no podían replicar.
*
—Ponte esto —dijo Skylar saliendo del vestidor con una sonrisa, cargando con dos perchas. En una llevaba un vestido negro ajustado y corto, y en la otra una camisa de franela de cuadros rojos.
—¿No crees que hace un poco de frío para llevar eso ahora? Además, creo que me va a quedar como una camiseta.
—Vale —añadió dejándolo sobre la cama. Volvió a entrar en el vestidor y al cabo de unos instantes en los que a Arlet sólo le dio tiempo a quitarse la camiseta, Skylar salió con unas medias translúcidas y unas botas negras—. ¿Qué tal ahora? Es que con leggings y esa sudadera parece que vas en pijama —murmuró señalando la ropa que había dejado en la silla del escritorio. Cogió su ropa y se la empezó a poner.
Arlet resopló. Sabía que no iba a poder salir de la habitación sin recibir ningún tipo de réplica o reproche que durase hasta el mismo momento en el que la dejase en el aeropuerto. Y el avión salía por la noche...
Cogió el vestido rodando la vista y se sentó en la cama para poder quitarse los pantalones cómodamente. Cierto es que para ponerse las medias necesitó una ayudita que su hermana no dudó en ofrecer. Skylar se arrodilló delante de ella y, mientras introducía uno de los pies, se fijó en que se había tatuado el otro muslo.
—¿Te has hecho otro tatuaje? Mamá te va a matar.
—Por eso y muchas cosas —suspiró Arlet—. Pero ahora ni vivo bajo su techo ni soy menor de edad. Y estoy creando mi propia familia, así que... no me puede dar órdenes. Deja, ya puedo sola —le dijo una vez las medias le llegaron hasta las rodillas, poniéndose en pie para terminar de colocarlas.
—Mola cómo se te ven —dijo señalándole las piernas.
Arlet agachó la mirada, pero no pudo verlo puesto que la barriga se lo impedía. Caminó hasta el espejo que tenía en el vestidor y sonrió viendo cómo ese vestido le quedaba como un guante. Skylar tenía razón, esas medias que le otorgaban varios tonos más de bronceado dejaban ver sus tatuajes, o la mitad, ya que ese vestido le llegaba hasta medio muslo.
—Bueno, ahora veamos si no cojo un resfriado —dijo Arlet tomando las botas de encima de la cama y poniéndoselas flexionando las rodillas hacia atrás. Se puso la camisa y bajaron al piso de abajo.
Sin siquiera pasar por la cocina, se despidieron de los chicos pidiéndoles que les mandasen en un mensaje de texto lo que les apetecía desayunar. Nada más coger la correa de la silla de la entrada, Danger ladró y las siguió a paso ligero.
*
Evidentemente, no iban a poder cargar con las cosas que el perro necesitaba. Sólo el saco de pienso pesaba unos treinta kilos; Skylar no tenía fuerza como para cargar con ello todo el viaje, y Arlet no estaba en condiciones.
Fue un detalle que el dependiente se ofreciese a llevar el saco de pienso hasta el coche mientras Arlet llevaba la cama y Skylar los cuencos y ambas cargando con algunos juguetes y más premios ocasionales. Era hasta divertido de ver el agradecimiento del perro caminando a su lado meciendo la cola sin parar, tampoco pudo evitar llevar consigo un juguete de cuerda.
Arlet agradeció con una sonrisa al hombre mientras cerraba el coche y él volvió al establecimiento. Arlet se volvió hacia su hermana, que ahora tiraba del juguete de Danger riéndose.
—Podemos ir andando hasta la tetería —sugirió encogiéndose de hombros. Skylar se volvió hacia ella con una sonrisa, se inclinó para coger la correa del perro soltando el juguete—. Vamos —dijo ladeando la cabeza en la dirección que seguir.
*
Naiara terminaba de servir unas tazas para una pareja cuando Arlet, Skylar y el perro entraron al local. Arlet prefirió quedarse en la barra cuanto más cerca de la puerta en caso de que a alguien —los propios dueños— se quejasen de la presencia de Danger.
—Ya lo sabes, aquí te tienes que portar bien —le susurró Arlet al perro, asegurándose de que se sentaba. De hecho, se tumbó mordisqueando su nuevo juguete. Naiara se acercó con una sonrisa, echando un vistazo a su teléfono.
—Deja que lo adivine, queréis desayunar —sonrió—. Raphael me pidió una foto del menú hace unos diez minutos.
—Genial, supongo que ya te habrán dicho lo que quieren —asintió Arlet—. Yo un chocolate caliente y una red velvet. ¿Tú? —preguntó volviéndose hacia su hermana. Skylar se subió al taburete quedando de rodillas para poder asomarse a la pizarra en la que había escritos varios postres.
—Brownie relleno de crema y un chocolate caliente también —pidió ofreciendo una gran sonrisa. Naiara asintió y se puso con las bebidas y adjuntar los postres a los de los chicos.
Mientras esperaban Arlet y Skylar hablaban un poco para ponerse al día, recostadas en el mostrador. Estaban tranquilas esperando como cualquier otro cliente, hasta que un chico pasó junto a Arlet acariciando su espalda, puede que un poco más abajo de lo que le gustaría a ella.
—¿Sabes? Si ser sexy fuera un delito, te pasarías la vida en la cárcel —ronroneó por encima de su hombro con disimulo.
—¿Perdón? —se cuestionó frunciendo el ceño sin creer haberle oído bien, volviéndose hasta que sólo un codo quedó sobre el mostrador. Claro, proporcionándole una visión que le hizo pensarse mejor su frasecilla.
—Emm, lo siento, te había confundido con... Es igual, adiós —titubeó antes de salir espantado por la puerta.
—Qué cara —murmuró Skylar con una mueca para contener la sonrisa, tal como la de Arlet. Compartieron una mirada incrédula antes de reírse, claro que intentaban disimular poniéndose una mano en la boca, por el resto de clientes.
—Bonito conjunto, por cierto —dijo Naiara acercándose con una caja de cartón rosada y un soporte para cuatro bebidas calientes—. A ver, un par de croissants rellenos de chocolate para Raph y una magdalena de frutas del bosque para Christian, el brownie relleno de crema y red velvet. Dos cafés con leche y dos chocolates calientes —anunció poniéndolo todo en la barra.
—El vicio sale caro, ¿no? —sonrió Arlet dándole su tarjeta de crédito. Naiara compartió esa sonrisa y fue a cobrar.
—Mm... —Skylar abrió la caja para echar un vistazo a esas delicias, pero cerró rápidamente porque sabía que no iba a poder resistirse hasta llegar al apartamento, o para que a Danger no le entrase curiosidad—. Emm... Nada para ti —murmuró viendo los ojitos que la ponía, ladeando la cabeza.
—Bueno, pues que os aproveche —dijo Naiara devolviéndole la tarjeta a su amiga—. Te veré a fin de año, ¿no, Skylar?
—Sí —respondió ella al momento.
—Muy bien —anunció Arlet dándole las bebidas a su hermana, tomando ella la caja y utilizando su cadera como apoyo adicional. Tomó la correa del perro y se le quedó mirando—. Como me hagas tirar esto, vas a tener un problema grave. Advertido estás —le dijo señalándole con un dedo.
*
—Sinceramente, espero que sea la última vez que tenga que hacer esto —resopló Raphael dejándose caer en el sofá.
—Esto no es nada. Una vez me pasé todo el fin de semana limpiando el desván de la casa de mi ex. Al menos hemos acabado y nos van a traer el desayuno —bufó sentándose también.
Los chicos habían estado hablando mientras limpiaban los armarios y el frigorífico. En un principio resultó incómodo, pero eran las situaciones incómodas las que hacían que Christian hablasen más. Después de eso fue inevitable mantener una conversación.
Raphael no se había olvidado del episodio de celos que tuvo cuando Christian vino a ver a su novia hace un par de años, pero empezaba a comprender que no tenía nada de lo que preocuparse.
En algún momento le entró curiosidad y pensó en hacerle picar el anzuelo, pero sólo consiguió una pequeña anécdota de sus travesuras de adolescentes. La cuestión es que solo se refería a Arlet como una amiga, a veces con ese típico asco al que uno se refiere a sus amigos o hermanos.
No tardaron en caerse bien, aunque Raphael aún le notaba un poco nervioso con el asunto de la tortuga mutante.
Unos minutos después, el teléfono de Christian empezó a sonar.
—¿Dónde estáis?
—Abajo. ¿Nos ayudas? No podemos con el desayuno y todo lo del perro a la vez.
—Vale, voy —suspiró buscando la voluntad necesaria para levantarse. Colgó—. Supongo que no puedes dejarte ver —dijo dándole a Raphael una palmada en el hombro. Se puso el abrigo sabiendo que fuera a lo mejor lo pasaba un poco mal si seguía en pijama, pero volvió un momento a la cocina para bajar la basura ya de paso.
Raphael rodó la vista con pereza, pero supuso que Christian bajó a ayudarlas. Se levantó para ir poniendo cubiertos en la encimera.
Pasado un rato, la puerta se abrió y Christian entró delante gimiendo por el peso del pienso con el que cargaba mas la cama. Lo dejó caer una vez dobló la esquina, en el salón pero evitando la alfombra.
Arlet pasó tras él y dejó las bebidas en la encimera, posando en el suelo una bolsa de tela que tenía en el coche en la que había guardado los juguetes y dulces del perro. Skylar dejó la caja de dulces y posó los cuencos en otra encimera.
—¿Cómo ha ido? —preguntó Raphael.
—Un tío ha intentado ligar con Arlet —dijo Skylar mientras llenaba uno de los cuencos bajo el grifo—. Tenías que haber visto su cara —le sonrió cuando se dio la vuelta para dejar el cuenco en el suelo.
Raphael se volvió para mirar a Arlet con el ceño fruncido, pero ella le dedicó una sonrisa burlona ante el recuerdo.
—Ya sabes. Vengo con sorpresa —murmuró señalando su barriga, encogiéndose de hombros. Cogió los platos que Raphael había dejado en la encimera para poder ir sirviendo a cada uno—. ¿Habéis hecho la lista de la compra? —preguntó tomando un bocado de su red velvet.
—Mikey pidió algo, pero April se ha ofrecido a pasar por el súper —informó ofreciéndole un taburete.
*
El día pasó algo más lento de lo que les gustaría, quizás porque estuvieron sin poder salir del apartamento. O porque a las 17:00 el equipaje de Christian y Skylar estaba en la puerta con un taxi esperándolos abajo para llevarles al aeropuerto.
Skylar daba un paso adelante y otro hacia atrás porque no quería marcharse pero tampoco sabía qué decir. Se volvió encontrándose con las miradas confusas de Arlet y Raphael, que casi esperaban el momento de la despedida. La joven no pudo resistirse y abrazó a su hermana.
—No me hagas esto... —gimoteó Arlet deseando mantener la compostura pero, devolviéndole el abrazo vacilando.
—¿Podemos hablar más a menudo? —murmuró con la mejilla en su pecho.
—Sólo si mamá no te saca información —respondió ella deshaciendo el abrazo y ofreciéndole una pequeña sonrisa. Skylar asintió conforme a la petición y miró a Raphael antes de abrazarle a él también, cogiéndole por sorpresa y, divirtiendo a Arlet.
—Cuida de ella —le susurró.
—Lo haré —susurró él devolviéndole el abrazo. Christian cargó con su maleta y ofreció un choque de puño a cada uno con una pequeña sonrisa de despedida.
—Hasta pronto —sonrió la niña—. Y si te pones de parto quiero saberlo.
—Adiós, Sky —dijo Arlet rodando la vista. Abrió la puerta para permitirles pasar. Cerró la puerta una vez se aseguró de que se cerraban las puertas del ascensor.
—¿Entonces, volvemos a la normalidad? —preguntó Raphael acercándose a ella.
—No del todo, me va a ser difícil encargarme de Danger así —suspiró señalándose.
—¿No podemos bajarle a la guarida o qué?
—Lo mejor es que no. Será un cliché, pero odia a los gatos. Adivina lo rápido que se comería a uno hecho de helado, sería como un sueño hecho realidad —suspiró cruzándose de brazos, viendo cómo Danger disfrutaba con otro de sus juguetes a la vez que rodaba por la alfombra.
—Hum, me sé de alguien a quien le gustaría tener un perro —murmuró encogiéndose de hombros. Arlet arqueó las cejas con curiosidad, aunque era comprensible, no le confiaría a cualquiera a su cachorrito—. ¿Y a qué viene el vestido, por cierto? —añadió con una sonrisilla.
—Sky dijo que parecía que iba en pijama y me sacó esto del vestidor. Aunque las medias no me acaban de parecer cómodas. ¿Te gusta? —sonrió tomando los bordes de la camisa.
—¿Te las quito? —sugirió dedicándole una sonrisilla picarona.
—Oh, ¿ya no te asusta hacerle daño al bebé?
—Confío en que me digas si algo va mal —dijo extendiéndole una mano. Arlet sonrió y la tomó, permitiendo que la dirigiese al piso de arriba.
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