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76. Episodios varios III (🍋)

⚠️ ADVERTENCIA ⚠️
CONTENIDO SEXUAL

EN CASO DE NO QUERER LEERLO, EVITE LA NARRACIÓN COMPRENDIDA ENTRE LOS TRIÁNGULOS ROJOS

Y CASI COMO QUIEN NO QUIERE LA COSA, PASARON DOS MESES. Pese a que volvían a ocurrir cosas extrañas en la ciudad y apareciendo nuevos mutantes, entre misión y misión, las cosas solían estar un tanto frías en la guarida. Especialmente por Raphael.

Los demás seguían sin saber si decirle algo o no sobre la partida de Arlet, pero también es cierto que la tortuga seguía saliendo para realizar patrullajes en solitario. Sus hermanos dedujeron que lo hacía porque necesitaba estar solo, superarlo a su manera.

Parecía que su método estaba funcionando, pero es posible que aquella vez en la Stockman volvió con insectos mutantes en nombre de Shredder, y que saliese corriendo... les diese qué pensar. Se supone que había superado su fobia a los bichos, ¿y de repente se ponía a flipar? Y aún más extraño, huyó dejando a Casey a su suerte.

Quién diría que Splinter le engañaría con un mantra que en realidad no significaba nada.

Esa noche, también patrulló en solitario, o al menos eso pensaban los demás.

Estaba claro que Raphael no se estaba tranquilizando, lo descubrieron una semana más tarde.

En el entrenamiento, Splinter tuvo que intervenir para que no lesionase a Leonardo, otra vez... Ya le hizo caer dos veces sobre el caparazón, ¿luego una lluvia de puñetazos? Demasiado.

Puede que en un principio dijese que estaba cansado de que los entrenamientos no estuviesen a la altura de las amenazas a las que se enfrentaban diariamente, pero eso no era excusa para atacar a sus hermanos de esa manera. Además, puede que recordarle que había roto con Arlet no fuese una buena estrategia.

La cosa es que abandonó el equipo una vez más y salió para ver si se le pasaba la rabieta.

El resto de la noche consistió en una nueva alianza con los Mutanimales para desbaratar el plan de Don Vizioso con sus armas anti-mutantes.

También habían descubierto que Godzilla se había adaptado bien al grupo una vez Kurtzman le enseñó lo básico para sanar las heridas de los guerreros. Era lo menos que podía hacer, eso y ayudar con los movimientos criminales extraños con el sistema de seguridad de Rockwell.

Aparte de que los personajes del cómic de Michelangelo cobrasen vida inexplicablemente, no era eso lo más importante que ocurrió aquel día.

Al parecer, las sospechas sobre la extraña dependencia de April con ese cristal que le dieron los Aeones, se volvió un tema más serio e innegable. Era raro ver a la pelirroja tan irascible, pero aparte de tener unas propiedades místicas que podían sacar a personajes de un cómic al mundo real, no explicaba cómo un cristal podía hacerle tener migrañas ni pesadillas.

Sí, se cargó al ojo flotante con la ayuda de esa cosa, y devolvió a los personajes a su mundo de dos dimensiones. No obstante, no se podía olvidar lo que había pasado esa noche.

April había alcanzado un nivel un tanto siniestro en su forma de actuar.

Y lo peor de todo... Un apagón con origen en la antigua guarida de Shredder y que afectó a todo el barrio alertó a las tortugas ―más a Leo― por la seguridad de Karai. Desde luego era sospechoso que ocurriese precisamente allí, y no se equivocaban.

Tan pronto como llegaron, vieron lo que menos se esperaban. A Shredder, mutado.

No había que ser ningún lumbreras para saber que el secuestro de Karai era una trampa para Splinter y las tortugas. Y una incesante carrera laberíntica por las alcantarillas y las vías de metro no ayudaban a que la misión de rescate avanzase.

Tampoco fu bonito haberse separado de Splinter el tiempo suficiente como para que él y Shredder cayesen trescientos metros por la ciudad subterránea.

Ni que decir tiene que, antes de volver para buscar a Splinter, Leonardo y Donatello llamaron a sus novias para que fuesen a la guarida y se ocultasen allí. Si Karai supo de las chicas mientras estuvo bajo el control del gusano, ahora que la única meta de Shredder era destruirlos a todos, podría haber averiguado quienes eran. Y sí, Raphael también estaba preocupado.

Fue difícil, y más cuando se dividieron en tres grupos: Donnie y Mikey buscando a Splinter, Raph y Casey haciendo guardia, y Leo y las chicas enfrentándose a Shredder y Tiger Claw.

Leonardo llegó muy débil a la guarida y Splinter con una pierna rota, pero podían decir que esa noche habían ganado. Claro que, no podían cantar victoria aún, el problema de Shredder no parecía que fuese a desaparecer pronto ni tan fácil como antes; y temían que no se conformase sólo con ellos.

*

Esa noche en la guarida reinó el silencio. Cuando volvieron, Naiara no tardó en ver si podía preparar algo para las dolencias de Leonardo y Splinter. Mientras la tortuga mantenía la cabeza en el regazo de su novia estando todos en el salón, se dio cuenta de que algo mantenía su mente ocupada como para tener la mirada tan perdida.

―¿Esas sensaciones tuyas han ido a más? ―le preguntó con una vaga sonrisa, volviendo a cerrar los ojos. Ella pestañeó saliendo de sus pensamientos y le miró.

―Sí, pero... no era por eso ―murmuró acariciando su cabeza con ternura a la vez que mantenía su trapo humedecido sobre la frente.

―¿Entonces?

―No importa. Sólo algo que me ha molestado un poco.

―¿Qué sensaciones son esas? ―preguntó Karai con curiosidad.

―A veces noto presencias a mi alrededor, nada que pueda ver. Salvo cuando conocí a tu amiga. Vi su aura, y era morado ―le informó frunciendo el ceño ante el extraño recuerdo de las luces apagadas.

―¿Sí? Ella vio el tuyo y dijo que era verde ―respondió recostándose en su asiento. Leonardo intentó incorporarse para seguir la conversación más fácilmente, pero Naiara intentó evitarlo para que continuase tumbado.

―Karai, ¿sabes lo que le pasa?

―Sí y no. Si no lo sabe ella, debería descubrirlo por su cuenta. Como mucho podría preguntarle a Shini ―añadió encogiéndose de hombros.

Naiara miró al suelo dudando, últimamente parecía que el mundo se había vuelto en su contra. Tenía sensaciones extrañas, su mejor amiga se había ido y sus jefes habían decidido que en un par de semanas cerrarían la tetería para jubilarse y mudarse a Florida, pero eso no era lo peor.

Flashback, esa misma mañana

Naiara acababa de volver al apartamento después de bajar al sótano para hacer la colada y cambiar las sábanas. Inclinó un poco la cabeza en el cesto para disfrutar del aroma a limón del suavizante que había usado, era nuevo, por lo que no sería raro que pensase que quizás debería volver a lavarlo. No se dio el caso, era perfecto, o al menos para ella.

Fue a buscar su teléfono a la encimera porque lo había dejado terminando de cargar ahí mientras estuvo abajo, podía haberlo bajado consigo para entretenerse, pero casi prefirió coger un libro de la estantería. Antes de que pudiese alcanzarlo, dejando la cesta en uno de los taburetes, comenzó a sonar.

El número era desconocido, pero estaba casi segura de que ya lo había visto antes. O puede que se tratase de uno parecido. Frunciendo el ceño, lo cogió:

―¿Hola? ―la voz que escuchó al otro lado suspiró profundamente, aliviado.

―Naiara, gracias a Dios que lo has cogido.

―¿Gabriel? ―se cuestionó ella con un nudo en la garganta.

―Por favor... ―suplicó él―. Entiendo que estés enfadada, pero en serio, ¿Gabriel?

―Perdiste el derecho a que te siga llamando «papá» ―le respondió con desgana, no pudiéndose creer que hubiera tenido que decirlo en voz alta―. ¿Qué quieres?

―Necesito que te reúnas conmigo contestó aguantando la respiración, temiendo que su hija se fuese a negar.

―No, ni en sueños.

―Espera, Naiara por fa-

De ninguna manera le iba a permitir continuar con la conversación. La rubia le dejó con la palabra en la boca y dejó el teléfono en la encimera tan rápido como le alejó de su cara como si desprendiese radioactividad o un calor intenso.

Lo miró de reojo para asegurarse de que no volvía a intentar llamarla, pero creyó que lo más inteligente sería silenciarlo y ponerse a planchar.

*

Donatello y Kimani estaban en el laboratorio evaluando la situación y, el mutágeno que Shredder había escupido cuando Karai le golpeó en el corazón antes de que Tiger Claw se le llevase. Esa calle era un verdadero campo de batalla.

Kimani estaba sentada en el escritorio meciendo las piernas mientras veía cómo su novio trabajaba monótonamente. Suspiró empezando a aburrirse pero, quedaría un poco egoísta si le pedía que lo dejase para salir a dar una vuelta ellos dos. Sí, quería una cita después de lo que había pasado, pero no podía evitarlo, estaba emocionada, y más desde hace un par de semanas.

Ya que había empezado la nueva temporada de baloncesto de su hermano, Kimani aprovechó la oportunidad para llamar a Donatello y pasar el rato juntos. Sus padres y su hermano no volverían hasta tarde pues, tras el partido habían organizado una cena de bienvenida con el resto del equipo. Seguramente acabasen con un brindis para que la temporada fuese un éxito.

Estaban en la azotea charlando, rememorando algunas tonterías y riéndose aún más de otras cuando de repente se vieron contando cuentos tras hechos con base científica. No sabían cómo, pero empezaron riéndose de la existencia del monstruo del Lago Ness, lo que le recordó a la tortuga la criatura acuática que los Kraang se trajeron con ellos. Y una cosa llevó a otra y Kimani le contó un cuento basado en la astrología.

―...Desolada, Vega le imploró a su padre poder ver a su amor de nuevo. Y el rey, conmovido, les permitió verse únicamente el séptimo día del séptimo mes lunar a través de un puente tendido que atravesaba el río Amanogawa...

―¿Te sabes todas las historias? ―le preguntó sin poder contener una sonrisa.

―La mayoría. O al menos las que saben captar mi atención ―murmuró acercándose a él, rodeando su caparazón con ambos brazos y apoyando la cabeza en su hombro. Donnie sonrió mientras acariciaba su cabeza, aunque en ocasiones le fastidiase que sus rizos se enredasen en sus dedos―. Eh, ¿alguna vez te habías fijado en que los cráteres de la luna parecen un conejito?

―¿Qué? ―se sorprendió conteniendo una risa incrédula, alzando la cabeza en busca de la luna para ver si conseguía apreciarlo―. No.

―Luego te enseño una imagen ―se rió ella antes de darle un beso en la mejilla.

Al momento y, entendiendo por qué no podía encontrar la luna, empezó a llover. Pero no era una lluvia de esas que empieza poco a poco. No. Cayó a conciencia.

La pareja ahogó un grito y, quedándose un momento con cara de «¿en serio?», entraron corriendo al apartamento por la ventana de la habitación de ella. Kimani no tardó un segundo en ir quitándose la ropa mientras se dirigía al baño. Donatello se ruborizó al verla en ropa interior y trató de mirar a otro lado.

―Donnie ―le llamó en un susurro desde ya la puerta.

Emm... ¿Sí? ―preguntó rascándose la nuca, aún evitando el contacto visual.

―Venga ―respondió señalando la puerta del baño con la cabeza a la vez que se frotaba los brazos por el frío. La tortuga no se movió. ―Donnie... Sangre fría, a ver si vas a poner malo... ―advirtió con preocupación. Donatello se resignó, tomó la mano que su novia le extendía y entraron.

―¿Quieres decir que vamos a ducharnos... juntos?

―¿Te molesta...?

―N-no... Es que- ―Kimani le interrumpió besándole.

―Donnie, no tiene por qué pasar nada si no quieres ―aseguró tomando sus dos manos y guiándole hasta el interior de la ducha, con cuidado de no tropezarse ya que, en realidad era ducha y bañera a la vez. Al menos era suficientemente grande para que estuvieran cómodos.

Tomando como excusa el agua caliente que le caía, Donatello levantó la cabeza y cerró los ojos cuando Kim procedía a quitarse la ropa interior. Ella sonrió levemente al sentir lo incómodo que debía de sentirse Donnie. ¿Por qué se sentía así? Eran pareja, y no precisamente de hace dos días. ¿Había algún motivo para estar avergonzado?

Se acercó a él lo suficiente como para que, poniéndose de puntillas y alzando la cabeza, consiguiese besarle dulcemente. Colocó las manos en sus hombros y fue desabrochando su cinturón y coderas con una mano mientras con la otra le quitaba lentamente la bandana.

Donnie bajó la cabeza y abrió los ojos lentamente. Kimani le miraba intensamente, como si estuviese guardándole un secreto que quería que descifrase. Ese tipo de mirada por la que uno preguntaría...

―¿Qué?

Kim negó con la cabeza encogiéndose de hombros y sonriendo. Su sonrisa aumentaba por momentos, e inconscientemente (y sin dejar de sonreír) se mordió el labio inferior. Se sonrojó por su involuntaria reacción, así que cogió el champú y dándose la vuelta comenzó a aplicárselo. Donatello cogió el gel y también se lo aplicó empezando por los brazos.

Cuando Kim se aclaró la cabeza no pudo evitar mirar a Donnie por encima de su hombro. Ya se había quitado las rodilleras y las cintas de sus manos y pies. Sonrió. Y, se dio la vuelta.

Apenas Donnie se había dado cuenta de que le estaba mirando cuando Kim rodeó su cuello con ambas manos y le inclinó para besarle apasionadamente. Al principio se sobrecogió, pero no tardó en devolver el beso y abrazarla por la cintura. Su ahora resbaladiza piel de ébano era super-suave, adictiva...

―Lo siento ―se disculpó ella agachando la cabeza pero, sin dejar de abrazar su cuello―. Sé que quieres esperar ―murmuró apartando la vista. Donatello inclinó la cabeza para apoyar su frente en la de ella y acarició su mejilla.

Quería...

Kim le miró y pudo apreciar un nuevo brillo en los rojizos ojos de su novio, sonrió y se volvieron a fundir en un apasionado beso.

🔻🔺🔻🔺🔻

Kimani dirigió sus manos a las de Donnie haciendo que descendiesen de su cadera al trasero y acarició delicadamente la parte inferior del plastrón de su novio mientras continuaban besándose. Donnie dejó escapar un gemido intentando camuflarlo en un suspiro, lo que hizo a Kim soltar una risilla antes de dirigirse al sensible cuello de Donatello.

Finalmente, el miembro de la tortuga salió de su escondite y Kim lo tomó con su mano derecha, masturbándolo sin dejar de besar su cuello. Él agachó la cabeza y, tomando sus manos, la acorraló contra la pared, justo donde menos agua caía.

Comenzó besando el cuello de la chica sensualmente y descendiendo hasta sus humedecidos pechos. Se dirigió al pezón derecho, con el que jugó mientras trataba de atrapar sus manos en una para con la otra masajear su zona íntima.

Kimani echó la cabeza hacia atrás y comenzó a gemir. Menos mal que estaban solos en casa y que tardarían en llegar, sería todo un bochorno...

Normalmente, Kimani dejaría que Donnie se tomase su tiempo. Sabía que su novio era de los románticos, le gustaba hacer las cosas despacio y bien, pero la verdad es que se estaba impacientando. Lo estaba haciendo realmente bien para no tener experiencia...

Kimani apretó los labios intentando contenerse, pero no pudo. Inclinó la cabeza para poder volver a besar el cuello de la tortuga que, seguía muy ocupado besando sus pechos, pero no llegaba. Donnie la miró con diversión, se irguió liberando sus manos y buscó sus labios. Todo esto sin dejar de masajear su entrepierna.

Kim dejó escapar un suspiró de entre sus labios sin poder evitar realizar un movimiento serpenteante con la columna. Soltó un gemido y se abrazó al caparazón mientras disfrutaba de su primer orgasmo.

―Donnie... ―pidió en un gemido que la mantenía sin aliento, suplicando que parase para que recuperase la respiración y continuar como era debido. Él sonrió con diversión cuando sintió cómo intentaba cruzar las piernas, aunque fuera involuntariamente. La soltó, pero la detuvo cuando vio que iba a arrodillarse delante de él.

―Na-ah, puede que en otra ocasión ―le dijo acariciando su mentón. Ella sonrió sonrojada, pero ya que Donatello intentaba dirigirla a ella, se dejó llevar. La dio la vuelta haciendo que apoyase las manos y el pecho contra la pared, pero tuvo que mirarle por el rabillo del ojo.

Donnie sonrió acariciando las generosas caderas de la chica, incluso recorriendo con la punta de los dedos y suma delicadeza alguna de las estrías que ahí tenía, y entró con cuidado.

Ambos soltaron un placentero suspiro, y Donatello empezó a moverse lentamente abrazándose a la cintura de Kimani y apoyando la barbilla en su hombro izquierdo, sin desaprovechar la oportunidad de darse más besos.

Al cabo de unos minutos, Donatello se dio cuenta de que una necesidad primaria de la que no era consciente, le había obligado a aumentar el ritmo progresivamente. Puede que sólo se hubiera dado cuenta cuando Kimani dejó de verse capaz de responder a sus besos y respirar al mismo tiempo.

También es cierto que la humera que el agua caliente había provocado, los había envuelto. Eso también era una causa probable, al menos para ella, él era una tortuga y podía aguantar la respiración bien.

―Donnie... ―gimió en un suspiro―. No puedo respirar...

Donatello se detuvo y dio un paso atrás para que ella pudiese separarse de la pared y recuperar el aliento. Kimani, por otro lado, se dio la vuelta cerrando el grifo y volvió a besarle como si de sus labios pudiese beber el oxígeno que tanto necesitaba, rodeando su cuello con ambos brazos.

―Sigamos en la cama ―sugirió rodeando su cadera con las piernas de un salto y besándole de nuevo.

Donnie sonrió en el beso. Abrazó fuertemente a su chica y salió de la ducha. Kimani cogió una toalla mientras salían y se la colocó a modo de capa para el momento en el que Donnie los dejase caer en la cama.

―¿Por dónde íbamos...? ―susurró Donnie con una dulce sonrisilla acomodándose sobre ella con los antebrazos a ambos lados de su cabeza.

―Oh, sólo pasando un buen rato ―respondió ella encogiéndose de hombros―. Por favor, D... ―suplicó colocando las manos en sus hombros y acariciando sus mejillas con los pulgares.

Donatello sonrió y volvió a entrar en ella consiguiendo un gemido más. Ya tenían el ritmo marcado, por lo que no consideró necesario esperar a que se acostumbrasen, sólo tenía que continuar donde lo habían dejado.

La tortuga se inclinó sobre su novia, aún entre sus brazos, y besó y mordisqueó su cuello sin dejar de moverse. Ella, echando la cabeza hacia atrás, no dejaba de gemir y suspirar su nombre. Rodeó el cuello del mutante de nuevo, evitando así que se alejase de ella. Como mucho le permitía buscar su mejilla o labios, pero la verdad... el cuello era lo más excitante. Sabía que también lo era para él, así que no dudó en dejarle alguna que otra marca.

Llegaba el momento. Kimani sentía como su respiración se aceleraba, su cuerpo se tensaba y su espalda se arqueaba.

―Donnie... ―suplicó al soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo, moviendo las caderas al compás que las de Donatello―. Me voy a-

―Lo sé ―gimió él alzando la cabeza para mirarla―. Yo también...

―Más rápido, Donnie. Por favor...

Donatello la besó a la vez que respondía a su petición, y Kimani no tardó mucho más en llegar. Su cuerpo comenzó a sacudirse, obligándola a abrazarse al caparazón de su novio y continuar gimiendo (o ya casi gritando). Instantes después, Donnie llegó también.

🔺🔻🔺🔻🔺

La tortuga se dejó caer al lado de su chica boca arriba, ambos jadeando de manera incontrolable., pero Kimani aún se vio capaz de soltar una suave risa.

―¿Qué? ―preguntó Donatello intentando mirarla.

―Te quiero ―susurró ella girándose sobre su hombro para abrazarle y besarle repetidas veces en la mejilla―. Te quiero, te quiero ―murmuraba entre más y más besos.

―Gracias por esperar, preciosa. Ha sido una buena primera vez ―sonrió―. Nos podíamos haber caído en la bañera pero, no ha estado mal.

―¿Oh? ―asintió ella pensativa―. Quizá hubieras preferido algo más emocionante como, no sé... ¿hacerlo en el laboratorio?

Donatello frunció el ceño ligeramente asustado por la propuesta.

Tampoco podían negar que en alguna ocasión habían encontrado la posibilidad de hacerlo ahí sin peligro de ser pillados.

*

Advertencia, es un personaje añadido recientemente en un único capítulo «(BONUS) cap 10», que a partir de ahora saldrá más.

*

Las tortugas tampoco fueron los únicos en preocuparse. Después de volver a la casa del bosque en la que se estaban escondiendo, Shredder obligó a Stockman a administrarle una dosis más fuerte de mutágeno ya que, con el tiempo, parecía debilitarse al consumirse en su nuevo sistema.

Tiger Claw, aunque no quisiese abandonar puesto que a él también le interesaba la destrucción de las tortugas y su maestro, entendía que Shredder estaba sobrepasando ciertos límites.

Cuando estuvo seguro de que todos en la casa estaban dormidos, se dirigió a su habitación para despertar a Laeticia. No fue dulce ni gentil, no, la despertó tapándole la boca y casi causándole un ataque al corazón. Le hizo una señal para que se mantuviese callada antes de retirar la mano.

―Recoge tus cosas, te vas de aquí ―dijo.

Laeticia suspiró aún sobrecogida y, no entendiendo del todo cómo podía haber cambiado de idea después de todo el verano. Tiger Claw se volvió un instante para mirarla y ella entendió que tenía que darse prisa, así que salió de la cama de un salto y recogió lo poco que tenía en esa habitación.

En nada estuvo lista junto a la ventana en la que el tigre la esperaba, la cogió en brazos y despegó en dirección a la ciudad.

*

Tiger Claw aterrizó en la terraza de su apartamento y dejó a Laeticia en el suelo, que suspiró con nostalgia mientras entraba en casa.

―Me alegro de haber vuelto ―dijo mirando a su alrededor―. ¿Puedo preguntar qué ha pasado?

―Sólo que no creo que te convenga seguir allí. Vendré a verte ―murmuró antes de volver a encaminarse a la terraza.

―Espera, ¿vuelves allí?

―Es lo que dije, que te ibas , Laeticia ―le dijo señalándola.

―Pero... hace dos meses que empezó el curso, me han reemplazado. ¿Qué hago? ―titubeó no sabiendo qué más decir.

―Búscate un hobby ―respondió él antes de despegar de nuevo hacia la más absoluta oscuridad de la noche.

Laeticia se quedó mirando el horizonte apenas pudiendo apreciar el rastro de humo del jetpack del tigre, preguntándose cuándo volvería o cuándo acabaría todo. Al menos ya no tenía que compartir vivienda con esas criaturas, porque aunque el tigre les amenazó para que no se acercasen a ella, Laeticia sabía que rondaban el pasillo de su habitación más a menudo de lo que admitirían.

Por no mencionar que al otro lado de la puerta escuchó más de un comentario obsceno de lo que les gustaría hacer con ella.

Era triste no poder dar clase ese año... Puede que para el siguiente semestre la readmitan. Tampoco sabía qué más hacer aparte de leer y, quizás resultaba un poco vacío que sólo se le ocurriese hacer eso.

▽ △ ▽

¿A lo mejor ahora me he pasado de rápido?

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