66. Horarios
Al día siguiente , lunes , Arlet esperaba en el coche a que Kim saliese de clase. Estaba con la cabeza reposando en la mano izquierda, con el codo en la ventanilla y resoplando porque no soportaba el jaleo del tráfico a la salida de la universidad. Era una locura...
Al menos Arlet salía media hora antes, tenía el tiempo suficiente para llegar antes de que los universitarios corriesen hasta sus coches y desencadenasen el infierno en el parking.
Ojalá Kimani no tuviese que depender de unas muletas, llegaría antes al coche y huirían rápidamente de allí, pero tampoco podía decir nada.
Sabía lo que había hecho con Donnie y, estuvo presente cuando Alfil llamó a los chicos para informarles de las armas requisadas. Efectivamente podría haber salido bastante mal eso de que unos científicos inexpertos manipulasen ese tipo de armamento Triceraton. Como ellos mismos dieron a entender, parecían ser armas primitivas, pero no dejaban de ser los mismos seres que una vez desencadenaron el principio del fin.
Por fin Kimani llegó a la salida del edificio. El ascensor -que ahora le estaba permitido utilizar- estaba bastante lejos de la salida, casi habría tardado lo mismo bajando las escaleras paso a paso, aunque claro, no corría el peligro de que alguien con prisa la empujase. Ya sería el colmo que alguien la tirase por las escaleras.
Ah... Las escaleras... De haber sido una persecución en llano, no tendría el tobillo así, suspiró pensando en la causa de su esguince. Bueno, todavía no podía celebrar que había llegado a la salida pues, le faltaban las escaleras de acceso. Resopló irritada y, antes de arriesgarse a bajar por el centro, se apartó para poder sujetarse a la barandilla.
Suspiró por el esfuerzo que le supuso, básicamente porque su mano derecha estaba agarrotada por la fuerza con la que se sujetó al bajar. Una lástima que aún le quedase un mínimo de un mes con las muletas, le estaban empezando a salir ampollas en las manos y tenía calambres en las muñecas.
Antes de dar vueltas a lo tonto tratando de intuir dónde podía estar Arlet, fue a sacar el teléfono para preguntarle si la estaba esperando en el parking o en otra parte, pero antes de desbloquear la pantalla pudo reconocer el coche aparcado junto a la acera. Guardó el teléfono en el bolsillo para poder balancearse hasta el coche, agradeciendo en silencio el detalle que le parecía que, con haberse conocido el día anterior, Arlet se hubiera ofrecido a llevarla -dos veces-.
Una vez junto al vehículo, Kim dio un par de toques en la ventanilla para captar la atención de la morena y que le desbloquease la puerta. Arlet reaccionó como si se hubiese despertado repentinamente de la siesta y pulsó uno de los botones de su puerta para permitir a Kim el acceso al interior del vehículo.
-¿Qué tal el día? -preguntó inclinándose para poder coger la mochila y las muletas, para colocarlas en los asientos traseros.
-Un rollo, como casi todos los demás -dijo acomodándose y alcanzando el cinturón de seguridad-. ¿Y tú? Hoy tenías un examen, ¿no?
-Ah, sí. ¿Sabes cuando coges los apuntes y piensas «esto entra seguro»? -le preguntó gesticulando cómo abría un libro. Kimani se la quedó mirando, esperando por la conclusión-. Pues me ha entrado lo otro. Pero aun así creo que apruebo -añadió Arlet tomando el volante e iniciando la marcha para salir del aparcamiento. Kim no dijo nada, sabía la rabia que daba que pasase eso en un examen, por lo que prefirió no marear la perdiz.
*
Kimani trataba de fijarse en el recorrido para saber si realmente estaban yendo a ver a las tortugas, pero no tenía demasiado sentido que se estuviesen alejando de los barrios más periféricos; había dejado de encontrar posibles callejones que tuvieran una entrada secreta. Pensó en preguntar, pero a lo mejor estaba equivocada, anoche estaba oscuro y estaba cansada.
Pero entonces Arlet entró en el parking del que fue su instituto por dos años y se soltó el cinturón. La afroamericana apenas fue capaz de distinguir a la piloto decir: «Venga, vamos» mientras se escorzaba para coger las muletas del asiento trasero; de hecho, cuando quiso darse cuenta, ya se había bajado del coche y presentado en su puerta para ayudarle a salir.
-Creí que íbamos a la guarida -murmuró frunciendo el ceño, sacando las piernas del vehículo con cuidado y tomando sus apoyos para poder ponerse en pie.
-Sí, pero después de clase suelo venir a ver a Nai y tomar algo -le informó cerrando la puerta. Al alejarse unos pasos, bloqueó el coche como es debido y se aproximaron a la tetería. Obviamente, Arlet aparcó lo más cerca posible para evitarle balanceos a Kim.
Al entrar fueron rápidamente recibidas por la sonrisa de la rubia que se encontraba tras el mostrador limpiando un par de tazas con un trapo.
No había mucha gente, solo dos pequeños grupos de estudiantes acomodados en los sofás y una mujer en una mesa próxima a la puerta.
-Hola, chicas. ¿Capuchino con nata y espolvoreado de canela? -sugirió señalando a Arlet con el dedo índice, recibiendo una amplia sonrisa de satisfacción mientras tomaba asiento en la barra, frente a ella-. ¿Y tú qué quieres, Kim?
-Oh, sólo un café con leche. Aunque sí que me apetece probar ese brownie de ahí -dijo habiéndose fijado en los dulces que había en uno de los expositores de la barra. Naiara asintió con una sonrisa conforme al pedido y se acercó a los dulces.
-¿Cuál de ellos? Los hay sin relleno, con crema de cacao o con crema de vainilla -informó señalando cada uno de los platos con la mano derecha sin llegar a tocar el cristal que los protegía.
-Relleno de chocolate, porfa -pidió casi gimoteando, inclinándose sobre la barra a modo de plegaria. Naiara tomó un plato y con unas pinzas alcanzó uno de los brownies para dárselo a Kim, entonces se volvió para ponerse con las tazas de las chicas.
Como no parecía entrar más gente en la tetería, Naiara se veía en la disposición de establecer una pequeña conversación con sus amigas. Era algo que se le estaba permitido siempre y cuando no dejara que eso la distrajese. Por suerte, como Arlet era una clienta habitual -incluso antes de que Naiara trabajase ahí, cuando venía también con April después de clase- había tenido la oportunidad de conocer a los dueños y había confianza.
*
El turno de Naiara estaba a poco menos de media hora de acabar, por lo que Arlet prefirió quedarse un rato más y así bajar las tres -y más habiéndola llevado al trabajo esa mañana-, aunque eso suponga que su estancia en la guarida iba a ser menor. Bueno, Raphael podía pasarse por el apartamento más tarde...
Cuando llegaron, Kimani se acordó con diversión de la pequeña escalera desplegable que los chicos debieron de instalar cuando le dieron un mando a las chicas y poder entrar así con los coches. Claro, con el Shellraiser sí, pero ¿cómo acceder a la guarida habiendo aparcado en los raíles? Ellos fácilmente, ¿pero ellas? Y más aún Kim en su situación.
Arlet subió primero y le extendió una mano a Kim, ya que no tenían barandilla para poder sujetarse, algo que la chica nueva agradeció con una sonrisa. Naiara subió detrás, pendiente de que Kimani no perdiese el equilibrio y sujetando una de las muletas.
Al entrar, no había nadie a la vista, pero podían escuchar a los chicos jadeando y soltando algún que otro grito, señal de que estaban no sólo entrenando, sino combatiendo. Naiara ladeó la cabeza señalando el dojo para echar un vistazo, a lo que las otras dos asintieron. Era algo que Naiara y Arlet solían hacer, entrar silenciosamente al dojo mientras los chicos entrenaban, para sentarse a mirar en alguna zona en la creían que no molestarían.
Kimani tenía curiosidad. Apenas fue capaz de ver cómo Donnie le quitaba de encima al tipo que le costó su lesión, así que le gustaría saber de qué forma entrenaban para poder luchar o, trepar por un edificio como si nada para llegar a la azotea. En serio, por mucho que hubieran entrenado... Sólo había pestañeado y ya estaba arriba. ¿Ser mutante incrementa sus habilidades?, se preguntaba.
A entrar, caminaron -cojeó- una detrás de la otra, agachadas como si realmente intentasen pasar inadvertidas; casi como si estuvieran pasando delante de la pantalla del cine. Se sentaron junto a Splinter, un poco más atrás, que estaba de pie frente al árbol. La rata echó un vistazo al haber notado la presencia de las chicas y las sonrió como bienvenida silenciosa, recibiendo como respuesta amplias sonrisas comparables a las de unas niñas pequeñas.
Al parecer el combate consistía en que la última tortuga en pie ganaba, era un todos contra todos, sólo que esta vez sin armas. Las chicas observaban cómo los chicos se esquivaban perfecta y fluidamente unos a otros a la vez que lanzaban alguna ofensiva.
Estaban demasiado centrados como para haberse fijado en sus espectadoras, ninguno quería ser el primero en caer, pero sabiendo que tenían las probabilidades de un veinticinco por ciento, al menos esperaban durar lo máximo posible.
Mikey sí que se fijo, al menos después de rodar por el suelo evitando dos patadas de dos de sus hermanos. Les sonrió brevemente aprovechando que los demás continuaban habiéndole dejado un instante desatendido y dirigió la mano a su espalda.
Arlet y Naiara fruncieron levemente el ceño, temiéndose saber lo que iba a hacer, pero no por eso iban a dejar de sonreír. Kimani las echó un vistazo, no entendiendo lo que esperaban que fuera a pasar. Por lo que aprendió día anterior -y lo que Donnie le dijo antes-, sabía que Mikey era el bromista y juguetón del grupo, pero un entrenamiento se supone que era algo serio, ¿no?
Y tal como las dos primeras se esperaban, Michelangelo sacó tres globos de agua y se los lanzó a sus hermanos a la cara con una precisión asombrosa. Los tres se quedaron de piedra, cada uno lidiando con lo que acababa de pasar de una forma distinta mientras, las chicas luchaban por contener la risa y evitar distraerlos más. Bastante fue que Splinter no le hubiese llamado la atención a Michelangelo por la broma, se conformó con pellizcar ligeramente el puente de su nariz y negar con la cabeza.
-En serio, ¿dónde los guardas? -se quejó Leonardo volviéndose hacia él, dándose cuenta en ese momento de que las chicas estaban presentes.
Al ver a su novia tapándose la boca para evitar reírse -porque la sonrisa no la podía ocultar-, sintió cómo sus mejillas ardían. Le dio un disimulado codazo a Raphael, que parecía maldecir por lo bajo con los puños apretados en vez de simplemente perseguir a su hermano. Se dio la vuelta aún con la pesadez en los pulmones por no haber gritado, como de costumbre, y se quedó igual que su hermano mayor.
-¿Cuánto lleváis aquí? -preguntó Donatello después de haber secado su cara con las manos, pudiendo ver a las chicas mejor. Al haber sido el único de cara al árbol antes de recibir el globo, si que las vio antes que Leo y Raph.
-Casi nada -dijo Arlet con la voz anormalmente aguda, secándose una lágrima de cada ojo con la punta de los dedos para evitar estropear su maquillaje. Raphael liberó la tensión de sus hombros, dejando caer sus brazos a ambos lados de su caparazón y ladeando la cabeza como diciendo: «¿En serio?». Por suerte o por desgracia, Splinter no permitió continuar con la cháchara, dio un par de toques en el suelo con su bastón para captar de nuevo la atención de los presentes.
-Basta, hablaréis más tarde. Ahora, continuad -dijo antes de colocar una mano sobre la otra, en la cabeza del bastón.
-Hai, Sensei -respondieron las tortugas inclinándose levemente. Leo, Raph y Donnie compartieron una breve mirada antes de continuar con el combate y, puede que una pequeña sonrisa que pasó desapercibida para el menor de los hermanos. Arlet, Naiara e incluso Kim apretaron los dientes, temiéndose que Mikey sería el primero en caer.
*
El entrenamiento no duró mucho más. Claramente, Leonardo, Raphael y Donatello fueron a por Michelangelo, impidiéndole continuar. Después cayó Donnie, intentó aprovechar que Leo y Raph se estaban centrando demasiado en el otro, pero Leo es el que mejor había desarrollado la habilidad para saber en qué momento sería atacado, por lo que no le resultó difícil no sólo evitar el ataque sino eliminarle también.
Leo y Raph... Bueno. Naiara y Arlet empezaron a rodar la vista y compartir miradas de poca sorpresa. Qué raro que se lo estén empezando a tomar como algo personal... En fin, Splinter estuvo a punto de intervenir, pero Leonardo acabó cayendo al suelo. En alguna ocasión, las chicas incluso llegaron a pensar que se dejaba ganar para que la pelea no fuese a más. Kimani apretó los dientes con una mueca y trató de compartir una mirada con Donatello, que se sentó junto a ella cuando cayó. Al parecer era algo normal, por cómo se encogió de hombros...
Donatello ayudó a Kimani a salir del dojo ya que Mikey se estaba balanceando con las muletas y haciendo el tonto con ellas. Todos fueron al salón, pero Leonardo se pasó por la cocina para tomar una bolsa de hielo y colocársela en el cuello debido a la mala caída que su hermano le proporcionó como derrota. En cuanto se sentó junto a Naiara, ella cogió la bolsa y se la sujetó con una dulce sonrisa que él no dudó en compartir.
Raphael por otro lado no tardó en rodear con el brazo a Arlet -que había cogido a Chompy tan pronto como tomó asiento-, fanfarroneando de su espectacular combate. No era algo que hiciese muy a menudo, pero esta vez le pareció más destacable que otras veces. Además, se había dado cuenta de que había bajado más tarde, y su turno empezaba en algo menos de una hora, así que quería retenerla cuanto más mejor.
Kimani miró disimuladamente a las parejitas unos instantes. Había evitado preguntarle a las chicas por su relación con unos mutantes cuando estuvieron en la tetería, a lo mejor era pronto como para meterse en eso, pero podía ver la compatibilidad que había entre ellos y la forma en la que se miraban. Casi echaba de menos la sensación, esa de poder compartir una mirada tierna y sentir cómo te la devolvían; una pena que la suya acabase tan fugazmente como empezó, y con intereses....
Más tarde Mikey había convencido a Kim para que se sentase junto a él y comprobar si podría derrotarla en los diferentes videojuegos que tenían. A diferencia de Arlet, podía vencerla en casi todo, por lo que le había contado, sólo se le daban bien los de deportes de equipo como el baloncesto o el fútbol, y puede que los de carreras.
-Bueno, creo que me voy yendo -suspiró Arlet quitándose de encima de los hombros el brazo de Raph, aprovechando que todos estaban centrados en la pantalla.
-¿A dónde? -le preguntó Naiara levantando la cabeza del hombro izquierdo de Leo.
-Emm... A trabajar, como casi todos los días.
-¿No habías cambiado el turno? -respondió la rubia arqueando una ceja. Arlet se detuvo un momento mirando a la nada, recapacitando.
-¡Ostras! Es verdad -exclamó con una sonrisa llena de felicidad. Se dejó caer en el asiento de nuevo y Chompy se apresuró a correr hasta ella para acurrucarse en su hombro, escondido en el pelo-. Hola otra vez, pequeñín -murmuró acariciando su mentón. Raphael pretendió no importarle que le estuviese prestando más atención a Chompy, sólo la acercó a él de nuevo con el brazo para continuar acurrucados.
Continuaron un rato más todos ahí sentados y, mientras estaban a lo suyo, mantenían una conversación casual sobre temas triviales y para conocer un poco mejor a Kimani. La chica no prestaba suficiente atención a la pantalla y no era ninguna sorpresa que perdiese la partida, pero tampoco le estaba dando importancia, si ni siquiera tenía ningún juego en el que poder ganar...
Poco después, aparecieron Casey y April. Ambos estaban enterados de que Kimani estaba en la guarida y, querían presentarse -ya que cuando Casey tuvo la oportunidad estaba inconsciente-.
April recibió alguna que otra broma por haber estado tan ocupada con la universidad. Debía de ser la única estudiante del mundo que se había tomado en serio el primer año, casi sólo bajaba a la guarida para entrenar y poder patrullar con los chicos por la noche. Al menos sus resultados académicos eran sobresalientes, su sistema había demostrado funcionar perfectamente, aunque Arlet y Naiara echaban de menos las quedadas en la tetería con ella.
Kimani no dudó en agradecerle a Casey que estuviera disponible para llevarla hasta el hospital; y como supo por él mismo, se fue cuando una enfermera le informó de que había recuperado la temperatura corporal idónea y que estaba en buenas manos. Eso debió de ser no mucho antes de que su madre fuese a ver cómo estaba.
Ya que hacía tiempo que April no bajaba expresamente a pasar el rato, y Mikey se fijó en que Kim no estaba del todo centrada, le ofreció a la pelirroja el otro mando. Kim sonrió por la sustitución forzada, pero se levantó como pudo para cederle el sitio a April y volvió a sentarse cerca de Donatello y continuar charlando, especialmente cuando Leonardo sugirió pedir unas pizzas.
* * *
Kimani empezó a pasar tiempo en la guarida después de que las clases acabasen, entre otras cosas -había dejado de ir a trabajar mientras su tobillo continuase en ese estado-porque no quería tener que cruzarse con su padre y agachar la cabeza como la traidora que era. Estaba en paro por su culpa.
También, por supuesto, porque las tortugas le cayeron bien. Lo que sabía con seguridad es que Donnie podía continuar echándole una mano en algunos aspectos de los estudios y Mikey... pues igual que con Arlet y Naiara, no iba a desaprovechar la oportunidad de tener una nueva amiga. Además, la tortuga de naranja se emocionó al escuchar -en alguna ocasión en la que Kim se quejaba de la bota ortopédica- que solía bailar; evidentemente le preguntó por ello, y al parecer su género favorito era el hip hop, como el suyo. Qué bien se lo iban a pasar...
Leo y Raph podían ser algo más distantes -le prestaban demasiada atención a su chica-, pero no por eso se iba a llevar peor con ellos, en ocasiones le habían ayudado con las escaleras o establecido conversaciones individuales con cada uno de ellos. Era agradable poder hablar con alguien y descubrir que compartes opiniones y gustos sobre algo.
Arlet se ofreció para pasar por Kim después de clase, no le pillaba exactamente de camino -aunque seguía sin estar lejos- y el tráfico a la salida de la universidad era una pesadilla, pero no iba a dejar a la pobre chica cargar con una mochila llena de libros, y menos en muletas. Y convencieron a April de volver a la tetería más a menudo, básicamente porque iban a la misma universidad.
Eso sí, tenían que cuadrar bien los horarios entre los estudios, trabajo y tiempo libre... Era un lío.
Cierto es que con el tiempo, iban descubriendo que Kimani tenía una personalidad un tanto explosiva. Se enfadaba con bastante facilidad para la imagen que daba en un principio. Lo descubrieron en alguna ocasión en la que, estando todos en el salón, la escucharon discutir con Donnie, al parecer sobre los avances que el genio había hecho para restablecer a Timothy:
-...estoy estudiando enfermería, no criogenia -se quejó alzando la voz y frunciendo el ceño con dureza antes de volver a tomar el bolígrafo y dirigirse a sus apuntes.
-Criónica -murmuró él dándole la espalda.
-¿Qué?
-Criónica, no criogenia. La criogenia es la rama de la física e ingeniería que estudia la producción y uso de temperaturas muy bajas; la criónica es la preservación de seres vivos con el fin de revivirlos en un futuro. La gente suele confundirlo.
-Pues claro, no podía faltar la corrección -refunfuñó Kim con una voz burlona, continuando con su resumen de la lección.
-¿A qué venía eso? -quiso saber Donatello, también alzando la voz.
-Ya lo sabes.
-¿Ah, sí?
-Sí, Don sabelotodo -le reprochó.
Desde el salón se escuchaba todo, y era raro, por lo general sólo sabían lo que ocurría ahí dentro cuando Donnie se quejaba de algo que había salido mal o una explosión. Esto era nuevo, y a unos les divertía y a otros les incomodaba.
-Me equivoqué, quizás no sean tan compatibles -murmuró Mikey rascándose la nuca con incomodidad.
-Ya, y... ¿sabéis de la nueva mutante? ¿La iguana? -preguntó Naiara esforzándose por cambiar de tema.
-¿Qué iguana? -preguntó Raph frunciendo el ceño.
-¿No te lo ha dicho Slash? -se cuestionó Arlet, sorprendida porque aún no les hubiera informado-. La trajo la semana pasada al apartamento, al parecer llevaba escondida en las alcantarillas cerca de un año.
-¿Y cómo es que no la habíamos visto? -se preguntó Leonardo.
Las chicas se encogieron de hombros a la vez, la cuestión es que no era una mutante de la que estar preocupados. Lo supieron cuando Slash la llevó a su casa, sólo quería saber si podrían darle algo de cenar ya que en su guarida no tenían un menú especialmente vegetariano. Arlet y Naiara tampoco, pero sí es cierto que tenían más donde elegir.
Arlet buscó una sudadera que le regaló un amigo en su día y que le estaba tremendamente grande -de todas formas tuvieron que adaptarla a la cresta que tenía y, a lo mejor cortarle las mangas-, así la iguana podía tirar ese trapo viejo con el que se cubría y, Naiara también buscó algo en sus armarios para poder regalarle a Zilla, unas cintas o algo por el estilo que poder utilizar como pulseras. Así se veía con algo más de personalidad.
A las chicas no les pasó desapercibida la mirada ocasional que Zilla le dedicaba a Slash mientras disfrutaba de su macedonia o era debidamente vestida, era de agradecimiento, pero de alguna manera, las humanas podían ver que quizás ese sentimiento evolucionaba.
Antes de marcharse, le preguntaron a Slash por lo bajo si había sentido alguna mariposa en el estómago cuando la conoció. La tortuga no respondió, pero el que calla otorga, ¿no?
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