60. Ánimo
Por fin Kimani sentía que podía respirar tranquila, se había quitado todos los exámenes de encima y tenía la mayor parte de sus próximos proyectos hechos, lo que para ser mediados de febrero no estaba nada mal.
Le extrañaba un montón que en tres meses su padre y el resto del equipo no hubiera avanzado nada con la investigación de las armas, pero tampoco se iba a quejar, era un verdadero alivio el poder centrarse en una única vida para variar... No era su cometido velar por la seguridad del planeta, ella sólo era un peón en la operación.
Esa tarde en vez de darse una simple ducha, se vio en la posibilidad de darse un relajante baño de burbujas aprovechando que su hermano tenía un partido y sus padres saldrían después con otro grupo de padres antes de volver para la cena. Así que dejó la mampara abierta y llenó la bañera, incluso se colocó unas rodajas de pepino en los ojos para acercarse lo más posible a la experiencia de un spa. Hum... debería ir con mamá algún día, nos lo pasaríamos bien, pensó mientras colocaba la cabeza en el borde de la bañera con cuidado de no mojarse el pelo. Lo tenía recogido en un moño, pero siempre se escapa algún mechón.
Estuvo en la bañera más tiempo del que le parecía, y lo supo porque en algún momento escuchó como Enzi traspasaba la puerta principal e iba dejando las cosas tiradas por el pasillo. Lo peor es cuando abrió la puerta del baño.
―Tía, has tenido toda la tarde para darte un baño ―se quejó―. ¿Has tenido que esperar a que llegue?
―No todo gira a tu alrededor. Llevo aquí toda la tarde ―contestó impasible, con una pequeña sonrisa porque había molestado a su hermano sin ni siquiera pretenderlo―. Ahora salgo ―murmuró quitándose las rodajas de los ojos.
Enzi resopló irritado y salió del baño cerrando la puerta. Qué divertido es compartir el baño... Por lo menos, cuando Kim decía que salía en seguida, siempre lo decía en serio.
Se reservaba otra larga sesión de tranquilidad tumbada en la cama pasándose la toalla por sus largos y mojados rizos lentamente, recapacitando lo que había ocurrido esa semana o pensando en cosas que le quedaban por hacer. Lo cierto es que no tenía ganas de pensar en lo que le quedaba por hacer, era sábado por la noche, aún tenía el domingo para disfrutarlo antes de empezar otra semana lectiva.
Por otro lado... es cierto que hacía un par de semanas que no hablaba con Donnie como es debido. Apenas una pequeña conversación telefónica de cinco minutos, o puede que menos. Da igual, tampoco es que fueran amigos íntimos, sólo le estaba ayudando a prevenir la seguridad del mundo.
Pero esas noches de noviembre y diciembre fueron muy agradables, y cómo le ayudaba a estudiar algunas asignaturas era de agradecer. Puede que sí le cayese mejor que un simple amigo, a lo mejor le podría considerar un buen amigo. Echaba de menos esa sensación, sobre todo cuando Timothy desapareció de su vida...
Cuando decidió salir de su habitación ya con el pijama y las gafas puestas, se cruzó con su hermano en el pasillo. Mientras ella se dirigía a la cocina cepillándose el pelo, él caminaba sujetando la toalla de su cintura en dirección a su cuarto.
―¿Papá y mamá vienen a cenar? ―preguntó casualmente.
―Sí. En un par de horas vuelven ―respondió él. Se dio la vuelta dando los últimos cinco pasos de espaldas antes de llegar hasta su puerta―. ¿Qué vas a hacer?
―No sé. Lo que haya en la nevera ―dijo deteniéndose en medio del pasillo―. ¿Sugerencias?
―Si hay para lasaña... ―insinuó llevándose ambas manos a la boca en un gesto de ruego.
―Vale... A ver qué encuentro ―murmuró retomando su camino.
* * *
Evidentemente, Enzi no iba a ayudar a preparar esa lasaña. Era mucho mejor quedar con sus amigos para gritarse en un juego online después de haber jugado en un partido real, salvo que ahora se podían unir amigos que no jugasen con él al baloncesto. Cómo no, su hermana sólo era capaz de rodar la vista antes de decidir encender la radio de la cocina para poder distraerse un poco. O ignorarle, para ser más exactos.
Así cocinar resultaba más divertido, se deslizaba en calcetines por la cocina como si fuese en patinete, buscando los ingredientes según los necesitaba. Es lo que tiene Beyoncé, una no puede estarse quieta mientras la escucha, y menos Kimani. Le gustaba demasiado la música y el baile como para poder resistirse, y también era algo a lo que recurría para combatir el estrés.
Pensándolo mejor, ahora que tenía un amigo que podía aparecer cuando menos se le esperase, debería de tener cuidado, podría resultar un momento bastante bochornoso. Probablemente para él también, se había dado cuenta de que Donnie tendía a ruborizarse en algunas conversaciones o temas concretos; si veía como ella se avergonzaba, seguro que él se avergonzaba.
Era extraño, llevaba la mayor parte del día sola y... bastante alegre. No es que fuera desdichada o algo por el estilo, pero de alguna forma u otra, algo le mosquearía. Es una chica fácil de sacar de quicio...
Bajó el volumen de la música cuando la lasaña debía de estar acabando, así podría escuchar mejor el pitido del horno para sacarla y dejar que se enfriase. Se puso a recapacitar y, le extrañaba que no se hubiera puesto a gritar a su hermano como una loca cuando abrió la puerta del baño. Ahora sólo podía pensar que lo poco que quedaba de día, ese estado de ánimo tan relajado se vendría abajo.
Cuando su hermano apareció por la cocina, ya aburrido de pasar lo poco que quedaba de tarde gritando a su televisor, vio cómo Kimani sacaba la lasaña del horno y lo dejaba en el centro de la mesa. Entró relamiéndose, agradeciendo que sí hubiese ingredientes suficientes y lo mejor, que no lo hubiera cocinado mamá.
―Mm... Justo a tiempo ―dijo acercándose al armario en el que almacenaban los platos; sacó uno y cogió unos cubiertos antes de sentarse en la mesa. Kimani se volvió con el ceño fruncido tras quitarse los guantes y se aproximó rápidamente a su hermano antes de que se sirviese. Le dio con la cuchara de madera en la cabeza―. ¡Ah! ¿¡Por qué!?
―Uno, acabo de sacarlo del horno, idiota; y dos, no me has ayudado a cocinar, así que pon la mesa y esperemos a papá y mamá.
―Sí, y luego preparo el té ―se burló antes de volver a intentar servirse su cena. Kimani le dio otra vez con la cuchara, esta vez en la mano, concretamente en los nudillos, que era donde más daño podía hacer. Enzi soltó los cubiertos y se frotó la mano.
―La próxima vez, será el tenedor ―siseó con una actitud de superioridad, irguiéndose y conteniendo una sonrisa burlona.
Por la mirada asesina que le lanzó Enzi, estaba claro que no iba a resultar tan fácil que pusiese la mesa. No porque fuese difícil en sí, era porque se lo había exigido. Y ahí es donde se torció el ánimo de Kim.
Para cuando sus padres llegaron al rellano, antes de poder introducir la llave en la cerradura, ya estaban oyendo la discusión. Se miraron y compartieron un suspiro de decepción antes de dignarse a abrir la puerta. Anthony ya intentaba enderezarse para aparentar seriedad y poner orden en cuanto sus hijos le viesen, aunque por lo general era su mujer la que intimidaba cuando se enfadaba.
Para su sorpresa, cuando llegaron hasta la cocina, los chicos estaban terminando de poner la mesa. Bueno, en realidad era Enzi el que la estaba poniendo, Kimani estaba colocada en su sitio dividiendo la lasaña en porciones.
El sonido de la llave en la cerradura era algo mágico para poner a dos adolescentes gruñones firmes.
―Está bien... ―suspiró su madre. Salió un momento de la escena para poder dejar el bolso y su abrigo en el dormitorio. Una mirada de sorpresa más por parte de Anthony hacia sus hijos y siguió a su esposa para dejar el abrigo también.
―¿A que no era tan difícil? ―sonrió Kim a su hermano. Él sólo pudo responder murmurando injurias inaudibles hacia su hermana.
* * *
Durante la cena, a sus padres les seguía extrañando que sus hijos actuasen como si nada hubiese ocurrido. ¿Quizás esa discusión formaba parte de su imaginación? ¿Porque era lo que esperaban encontrar al llegar a casa? No, de ninguna manera, ambos lo habían oído. Estaban seguros de ello, habían compartido la mirada de decepción.
Da igual, da igual... La cuestión es que ahora no están discutiendo y están cenando como una familia normal.
Todo estaba bien, hasta que para salir de un incómodo silencio, Anthony trató de hablar de la investigación en el laboratorio de armas.
Vale, todo fue demasiado rápido y al parecer Kimani no había sabido estar tan atenta como debería.
Casi se le salen los ojos de las cuencas cuando le escuchó decir a su padre que llevaban cerca de dos semanas trabajando con las armas. Apenas habían rascado el mineral del que estaban hechas para tratar de averiguar si había similitudes con alguno de la Tierra o si se trataba de uno totalmente distinto. Pero sólo con eso era suficiente para que su mundo corriese peligro.
Procurando reaccionar lo más natural posible, Kimani se tragó su cena antes que atragantarse con ella y, poniendo la sonrisa más dulce y auténtica que pudo, preguntó:
―Y... ¿y cómo es que yo no me he enterado, papá?
―Lo siento, princesa. Últimamente has estado tan ocupada que no quería molestarte con todo esto.
―No, no es molestia. Si al final me está pareciendo de lo más interesante ―sonrió incómodamente. Tomó su vaso de agua para intentar calmar los nervios, pensando en alguna respuesta válida para algo que no le interesaba más que para informar a un amigo.
―Sí, claro ―refunfuñó su hermano echándole un vistazo―. Hace unos meses decías que el laboratorio iba a saltar por los aires porque los federales se empeñaban en jugar a ser Dios.
Kimani le aguantó la mirada a Enzi a la vez que sujetaba con fuerza el vaso sobre la mesa y, él también compartía la misma mirada amenazadora. Retándola. Recordando la disputa de antes...
―Y tú estabas demasiado emocionado con unas armas extraterrestres como para darte cuenta de que nuestro padre estaría en ese laboratorio ―respondió incrementando el tono sin ser verdaderamente consciente. Sí, la verdad es que estos hermanos no necesitaban más que una mirada para sacar de sus casillas al otro y comenzar a lanzarse ataques verbales.
Su madre no tardó en dar un par de toques con su tenedor en el vaso para apaciguar la situación. Evitando que ninguno de los dos volviese a lanzar ningún comentario más al otro, metió la cabeza entre sus miradas.
―Parecéis un poco tensos, ¿ha pasado algo mientras nosotros estábamos fuera?
Ellos no respondieron, simplemente apartaron la mirada y continuaron comiendo con desgana.
Al acabar la cena, Kimani ayudó a su madre a fregar los platos mientras mantenían una conversación casual, como casi todas las noches. Así aparentaba normalidad, aunque no dejaba de pensar que tenía que llamar a Donatello para contarle que los científicos habían empezado.
—Pareces distraída —apuntó su madre sin haberla siquiera mirado. Kim salió de sus pensamientos con una sacudida de cabeza y se dirigió a su madre.
—¿Qué?
Kimani la había oído perfectamente, pero buscaba las palabras adecuadas y una excusa en lo que la mujer preguntaba de nuevo.
—¿Es por lo de antes? —preguntó observándola cuidadosamente, con una pequeña sonrisa—. A mí también me preocupa lo que están haciendo.
—Ya... —suspiró pasando el trapo por el último plato. Apartó la mirada sin darse cuenta de que estaba frunciendo el ceño; era algo que solía hacer cuando recapacitaba sobre un tema que la preocupaba y buscaba poner remedio. Antes de que su madre se percatase del detalle, pestañeó—. Me voy a la cama —murmuró excusándose. Dejó el plato en el montón y se fue.
* * *
Después de asegurarse de que su familia estaba en la cama, Kim daba vueltas por la habitación esperando que Donatello cogiese el teléfono mientras enroscaba uno de sus rizos en su dedo índice. Lo intentó unas cuatro o cinco veces antes de que, por fin, la tortuga respondiera.
—¿Kim? —respondió en un susurro.
—Ya era hora —refunfuñó ella, también susurrando. Era consciente de que cuando estaba molesta podía levantar mucho la voz, no era plan el de despertar a sus padres o a Enzi.
—Estaba patrullando con mis hermanos, ¿qué pasa?
—La investigación. Han empezado hace una semana y media.
—¿Qué? Kim, ¿por qué no...?
—Eh, me he quedado igual que tú. Al parecer mi padre me veía tan ocupada con la uni que no quería molestarme con el tema ―dijo empezando a ponerse de los nervios. En su cabeza no dejaba de imaginarse que un día próximo escucharía una gran explosión a las afueras de la ciudad, y sabía que se trataría del laboratorio.
—Espera, estoy cerca. Ahora voy ―concluyó él con una voz más tranquilizadora.
—Vale... —murmuró más calmada. Colgó la llamada y se sentó en el escritorio para quitarse las lentillas en lo que Donatello llegaba a su habitación.
Decir que Kimani se estaba poniendo nerviosa era quedarse corto, así que se dedicó a cepillarse el pelo hasta que llegase Donnie.
Era de agradecer que se deshiciese de los nudos de sus indomables rizos, pero estaba empezando a alisarlos. Sí, a la tortuga le llevó un rato aparecer. Cuando entró por la ventana que la chica había dejado abierta para él, se la quedó mirando con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Te has hecho algo en el pelo? —preguntó notando la diferencia.
—Cepillarlo. Mucho... —añadió dejando el cepillo en el primer cajón.
—A ver, ¿qué ha pasado? ¿Cómo es que no te habías enterado?
—No es porque dejase de preguntar, eso seguro ―suspiró acercándose a él―. Simplemente me vieron agobiada y prefirieron dejarme tranquila. He aprobado todo, por cierto. Casi todo sobresalientes... —canturreó extendiendo los dedos índice y corazón de ambas manos acompañados de una sonrisa triunfal.
—Felicidades —sonrió él—. Pero... volvamos a lo que nos ocupa.
—A ver... al parecer sólo han rascado la superficie, para averiguar el material del que está hecho y compararlo con muestras de otros planetas estudiados.
—Vale, bien... No es mucho —dijo para sí a la vez que movía las manos como si intentase calmar a alguien—. ¿Y tu padre se trae trabajo a casa?
—Mi padre es astrofísico, no creo que haya hecho demasiado si hasta ahora sólo han estudiado el mineral.
—En realidad lo podría haber hecho todo él. Siendo astrofísico supone debería saber también de las materias que componen los cuerpos celestes que se supone que estudia o descubre —apuntó.
—Oh... —murmuró agachando la mirada—. Qué poco me intereso por su trabajo... —suspiró rascándose el antebrazo izquierdo con lástima por sí misma y por su padre. Donatello sintió esa lástima también, pero había venido con una misión. La pregunta por traerse el trabajo a casa no era casual.
* * *
Kimani estaba abrazada a la puerta entreabierta de su habitación poniéndose más nerviosa por momentos. Estaba vigilando que ningún miembro de su familia escuchase nada mientras Donnie se colaba en el despacho de sus padres y buscaba algo de información.
—¿Te falta mucho...? —quiso saber, acuclillándose para quedar más cerca del suelo. Por alguna razón, eso la hacía sentir más protegida.
—No me metas prisa. Sólo tengo que hacer un par de copias —se le oyó responder entre susurros.
—Ni se te ocurra imprimir nada. Te van a oír —gritó-susurró la chica. Donatello se asomó por la otra puerta para mirarla con resignación.
—¿Y cómo pretendes que me lleve la información para estudiarla?
—Haz foto, genio —refunfuñó. La tortuga apretó los labios con incomodidad. Era una buena respuesta, no podía negarlo.
Unos minutos después, Kim se levantó del suelo al ver que Donnie cerraba la puerta del despacho y se aproximaba de vuelta a la habitación de ella.
—Lo tengo.
—Genial —suspiró medianamente aliviada—. ¿Cuándo acabará esto?
—Tendría que leer los informes primero, pero... debería saber cómo es la vigilancia de las instalaciones.
—La regentan federales, ¿tú qué crees? Habrá guardias armados en cada rincón y mil cámaras de seguridad.
—Puede, pero antes tengo que estar seguro.
—¿Y cómo lo vas a hacer? Sólo quiero que todo esto acabe ya... —murmuró inclinándose hacia delante y girando la cabeza hacia un lado. Donnie frunció el ceño con tristeza y la siguió con la mirada mientras ella se sentaba en la cama.
—Kim —dijo tomando asiento junto a ella y, poniendo una mano en su hombro—. Sé que estás asustada, pero estás haciendo lo correcto.
—Sé que es lo correcto. Lo que me da miedo es que sea tarde... Es mi padre el que está ahí —respondió—. Ahora no puedo dejar de pensar que hace una semana me podrían haber llamado para decir que había muerto por manipular esas cosas.
Donnie no sabía que más decir o hacer, pero tampoco iba a dejarla así sin más. Se quedó con ella un rato para tranquilizarla y demostrar que no era un simple peón en la operación, era una amiga. Una buena amiga...
Le gustaba estar con ella, pese a que últimamente no la pudo ver mucho por los exámenes que tenía. Admiraba que saliese todas las noches a estudiar a la azotea por mucho frío o ruido que hubiese. Y era de lo más gracioso cuando volvían a la habitación y, nada más cruzar la ventana, sus gafas se empañasen. Pero sobre todo, sentía que Kimani era alguien en quien poder confiar y que le entendía...
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