44. Créeme
—Joder, Raph. Ni que fuera tu hijo —se quejó Arlet finalmente.
Era normal que se quejara, desde que conocía a Raphael había escuchado quejas de sus hermanos e incluso de Splinter —cuando había impartido algún castigo injusto o algo por el estilo—, ¿pero de Casey? Venga, hombre...
Claro, a ella la conoció antes que a su mejor amigo, pero que de repente empiece a quejarse de él por tratar de averiguar algo relacionado con Shredder...
Ya iba por ahí disfrazado y llamándose a sí mismo vigilante cuando le conoció, ¿por qué tiene que actuar como si fuera su protector?
—Arlet, una cosa son los Dragones Púrpura —espetó él deteniendo su paseo a lo largo de su habitación—. A quienes por cierto, dejó escapar poco antes. Otra muy distinta es Shredder y sus secuaces.
—Pues vale, pero no es un niño. Es consciente del peligro al que se expone, otra cosa es que le importe. O... que después de haberos reído de él, le cegase el orgullo —sentenció cruzándose de brazos y apoyando la espalda contra la pared―. Y esa última deberías entenderla, ¿o no?
Raphael tuvo que resignarse, rodó la vista entendiendo que daba igual lo que dijese. Se sentó junto a ella para murmurar un pequeño 'tú ganas'. No quería decirlo muy alto ni tampoco mirarle a la cara mientras pronunciaba esas palabras, pues sabía que la morena le estaría mirando con una sonrisilla irónica.
—Perdona, ¿cómo has dicho? —preguntó juguetonamente, inclinando la cabeza para quedar más cerca de él.
—Me has oído perfectamente ―refunfuñó.
—¿Seguro?
—Arlet...
—Vale, vale... —respondió alzando las manos—. Me conformo.
—Ya... —suspiró cruzándose de brazos, mirando a otro lado molesto por haberle hecho admitirlo.
Arlet, sin dejar de sonreír, pensó que podía quitarle esa cara larga fácilmente. Puede que el enfado le durase con otra persona, pero con ella...
Se acercó a él y comenzó a besar su cuello.
—Arlet... —pidió él, sintiendo cómo sus músculos se tensaban—. Estamos en la guarida.
—¿Quién dice que quiera ir más lejos? —murmuró rozando su piel con los labios—. Sonríe, petardo... —gimoteó antes de continuar.
La tortuga resopló tratando de ignorar el cosquilleo, el impulso. Ladeó la cabeza intentando que Arlet parase, pero sólo consiguió que se abrazase su cuello y besase con más entusiasmo.
No pudo resistirse por mucho más tiempo.
Cuando no fue capaz de contener la sonrisa, rodeó la cadera de la chica y la tiró sobre la almohada. Se colocó sobre ella aprisionándola, sujetando sus muñecas junto a la cabeza y le dedicó esa sonrisilla que tanto buscaba antes de corresponder a sus besos.
Primero la torturó un poco devolviéndole los besos en el cuello, solo que ella tendría que tapar alguna marca más tarde. Cuando quedó satisfecho, es decir, Arlet soltó un gemido involuntario, le dedicó tiempo a sus labios.
* * *
Leonardo, también en su habitación acompañado de Naiara, no estaba más tranquilo. Eso que había descubierto Donatello le iba a quitar el sueño durante una temporada.
¿Para qué está desarrollando Shredder un suero de control mental? ¿Cuánto le llevará prepararlo? ¿Quiere utilizarlo en nosotros para destruirnos mutuamente?
¿Es para Karai?
—Tenemos que encontrarla —dijo para sí deteniéndose en medio de la habitación con la mirada fija en un punto de la pared.
—Coincido, pero ¿sabes dónde buscar?
Leo se giró para ver a su novia sentada en el centro de la cama con una pierna cruzada bajo la otra, que se extendía lo suficiente como para que su pie colgase del borde.
Naiara no dejaba de sentirse mal por Leo, y tener que hacerle recapacitar sobre una idea pesimista no la ayudaba. No ayudaba a ninguno. Pero mejor saberlo ahora que darse cuenta más tarde, ¿no?
Leonardo suspiró desalentado y agachó la cabeza. Pensaba en posibles lugares a los que podría haber ido una serpiente, una serpiente mutante.
Tenía un par de opciones, pero a lo mejor ahora que los humanos habían vuelto a Nueva York, se habría escondido mucho mejor.
—N-no lo sé... —murmuró encogiéndose de hombros—. ¿Quizá la alcantarilla? Es posible que esté al otro lado de la ciudad.
—¿Y algún edificio abandonado de la periferia? —sugirió. Leo la miró con una curiosidad esperanzadora, no se esperaba que Naiara intentase ayudarle, al menos no de esa manera—. Yo iría a algún sitio similar —se justificó encogiéndose un poco.
―No es mala idea... ―señaló él perdiendo la vista de nuevo, llevándose un dedo a la barbilla pensativamente.
Naiara le miraba con intriga. Intriga y lástima. No le gustaba verle tan afectado por todo lo que ocurría a su alrededor, casi parecía imposible que se tomase un minuto en pensar en sí mismo, debería ser más egoísta. Seguro que por eso dedica tanto tiempo a meditar, no porque le guste ―que también―, sino porque le ayuda a apartar todos esos pensamientos de su cabeza u organizarlos.
Naiara empezó a pensar en si las preocupaciones de Leo estaban fundamentadas o su mente las exageraba. Y se acordó de la noche en la que fue a hablar con ella, la primera vez. Ya desde ese momento estuvo buscando a Karai. Siempre es Karai...
―Leo... ¿Cómo conociste a Karai?
La tortuga detuvo su recién retomado paseo por el ancho de su habitación, paralelo a la cama. Se giró lentamente hacia la rubia sin saber qué responder. Rápido, Leo, piensa... ¿de qué manera lo ha preguntado?
Naturalmente, Naiara no lo había dicho con mala intención, era otro de sus muchos intentos de comprenderle para poder ayudar a que se sienta mejor.
―¿P-por qué lo preguntas? ―murmuró esperando que no notase su repentino nerviosismo. La chica se encogió de hombros y miró al suelo mientras buscaba las palabras adecuadas.
―En la granja, Mikey me contó enseguida vuestra historia; la de convertiros en mutantes y ninjas, cómo Splinter acabó en Nueva York y poco más. ¿Cómo descubristeis que era la hija de Splinter?
―Está bien... ―murmuró rascándose la nuca. Se sentó junto a ella pensando que si no la miraba directamente a la cara mientras se lo contaba, no sonaría tan serio―. La conocí una noche en la que patrullaba solo y, me atacó. Y me encontré con ella otro par de veces antes de que nadie más se enterase de que pertenecía al Pie. Bueno, Raph la conoció, pero no dijo nada. En fin... cuando casi nos cuesta la vida en un laboratorio Kraang... se lo conté al Sensei y los chicos y admití que si no la había delatado antes era porque... me gustaba... ―Leo intentó que esa última parte pasase inadvertida pero, no le sirvió de mucho.
―Oh... ―murmuró desalentada. Apartó la mirada, no porque estuviera enfadada, sino porque no quería que Leo intentase analizar sus ojos mientras se hacía a la idea.
¿Cómo asimilar que tu novio está buscando sin descanso a la chica de la que estaba enamorado?
Leonardo empezaba a alterarse porque Naiara estuviese con la mirada perdida en la dirección opuesta a él. ¿Le habría dolido esa confesión? ¿Estaría enfadada? ¿Romperían? Intentando ignorar a esa enemiga que tenía como cabeza, tomó su mano e intentó arreglarlo.
―Naiara ―comenzó. Vio que la rubia no se atrevía a volver la cabeza del todo, por lo que escogió arrodillarse delante de ella―. Escucha, es cierto. Hubo un tiempo en el que me gustaba, pero... Pero entonces te conocí a ti.
Naiara le miró. Con la tenue luz de la habitación del líder, parecía que sus ojos estaban vidriosos. Leo intentó ignorar eso convenciéndose de que era un efecto óptico.
―Créeme. Ya desde que te vi, me gustaste; y cuando nos conocimos mejor... me di cuenta de que empecé a sentir cosas por ti que nunca sentí por ella. Y ahora sé que nunca sentiré por nadie. Y en la granja, cuando desperté y, dijiste que me querías... sentí que mi corazón volvía a latir ―admitió con una sonrisa vergonzosa―. Como si nunca hubiera estado dormido ―vale, si antes Naiara no estaba llorando, ahora podía decirlo con total certeza. Sí, la había emocionado―. Te quiero, brujita.
―Es lo más bonito que he oído nunca ―gimoteó llevándose una mano a la boca para evitar sollozar.
―Por ti, me pondré cursi cuantas veces quieras ―admitió sonriendo, negando con la cabeza cuando se dio cuenta de las cosas que estaba diciendo. A veces hablar con el corazón no es lo más acertado... Hay que usar un poco el cerebro también―. Pero puedes entender que sigue siendo la hija de Splinter, ¿no? Es de nuestra familia, y necesita ayuda.
―Lo entiendo ―susurró asintiendo―. ¿Llegasteis a algún tipo de encuentro romántico? ―preguntó en un tono de voz bajo, dándose cuenta de lo estúpida que era la pregunta en realidad. Por suerte para ella, Leonardo respondió con algo casi igual de estúpido, aunque fuera cierto.
―Depende, ¿considerarías romántico que alguien te tire una bomba de gas lacrimógeno a la cara? ―Naiara empezó a reír por la pregunta. Leo sonrió y continuó hablando―. Porque eso me lo ha hecho, dos veces... Y también me ha lanzado un cuchillo a la cabeza, y secuestrado...
―Uno no siempre se enamora de quien debería ―dijo ella finalmente con una pequeña sonrisa, ladeando la cabeza para adoptar esa actitud de inocente.
―Ya... menos mal que aprendimos la lección ―susurró deslizando los dedos por las rastas que caían por el hombro de Naiara―. ¿Qué hubiera sido de nosotros?
―Hum... Tú probablemente morirías, yo... viviría con mi ex y sus compañeros de piso porreros.
―¿Se droga?
―Sí ―respondió en un suspiro de decepción―. Le gusta demasiado la maría, y beber... Pero en mi defensa diré que no era así cuando le conocí, Karai intentó matarte desde un principio.
―Eso no es cierto ―se quejó falsamente molesto, su sonrisa le delataba―. Si quisiera haber acabado conmigo aquella noche, lo pudo haber hecho.
―Qué suerte que no fue así ―susurró acariciando la mejilla del mutante. Leonardo tomó la mano y besó los nudillos―. Te quiero, intrépido líder.
Después de haberlo aclarado, se acurrucaron en la cama abrazaditos.
Hablaron un rato más a susurros, ya sea pretendiendo que su 'relación previa' no era tan mala como la del otro o intentando pensar dónde podía haberse escondido la serpiente mutante más buscada de Nueva York.
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Siguiente capítulo: Episodios varios II (el sábado).
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Lo sé, un pelín corto, ¿no? ¿Y qué le hago?🤷🏻♀️😢
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