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31. Fracturas

Arlet empezó a despertarse por el dolor de cuello que le provocaba la posición en la que estaba sentada. Donnie había dicho que la tuvieran inclinada hacia delante para evitar que se le llenasen los pulmones de sangre, pero eso era excesivo.

La expresión 'mirarse el ombligo', había adoptado un nuevo significado.

—Mm... —gimió llevándose una mano a la cabeza, intentando alzarla sin sentirse muy mareada.

Sintió cómo una mano reposaba en su hombro. Era la de una tortuga, eso seguro. Pero no podía adivinar quién era exactamente. La estaba costando abrir los ojos después de todo lo que había pasado. Además, estaba amaneciendo y la luz no era muy agradable.

—Shh... Ey, Arlet —era la voz de Mikey. Sonaba suave y distante, incluso apagada para ser la del menor de los hermanos. Al fin, la chica alzó la cabeza y entreabrió los ojos para mirarle.

—¿Qué hay, Mikey? —saludó forzando una sonrisa. Sonrisa que rápidamente se desvaneció con el dolor punzante de su cuello y vagos recuerdos del día anterior.

—No mucho, la verdad —respondió él cruzando los brazos sobre sus rodillas. Arlet le miró con tristeza y se deslizó los pocos centímetros que la separaban de él para acabar apoyando la cabeza en su hombro derecho.

En ese momento Arlet y Mikey estaban apoyados a los asientos de Casey y April, concretamente en la esquina correspondiente al piloto. Leo estaba tumbado en la otra esquina. Raphael estaba sentado frente a Arlet, con una mano descansando en su pierna derecha, a la altura de la tibia. Y Donnie y Naiara estaban al fondo, él sentado y ella tumbada.

Los únicos despiertos eran Casey, que sólo había dejado de conducir para echar una cabezadita, Mikey y ahora Arlet.

—¿Qué ha pasado? —preguntó ella en un ronco susurro.

—Tu amiga y tú tuvisteis un accidente. El coche quedó boca abajo... —Arlet bajó un poco la mirada y se asqueó al ver su sudadera y pantalones manchados de sangre reseca. Poco a poco empezó a recordar la agonía por la que pasó al no poder liberarse del cinturón—. Te has roto la nariz —añadió la tortuga en un murmullo.

—¿Qué...? —se llevó rápidamente una mano a la cara para palpar. No sólo estaba rota, también estaba hinchada y le dolía bastante—. Au... —se quejó sin siquiera sentirse capaz de levantar la voz.

Casey echó un vistazo rápido hacia atrás al haber creído escuchar voces. Tomó la oportunidad de salir de la autopista y aparcó en un área de descanso. Estaba vacío, por lo que si querían, las tortugas podían salir a estirar las piernas.

Cuando Casey se bajó de la furgoneta, April se despertó y bostezó. Se tomó un minuto para comprender que habían hecho una parada y se bajó también del vehículo.

Casey despertó a Raphael, Donatello y Naiara al abrir la puerta.

—¿Estamos todos despiertos? —saludó intentando animar el ambiente.

—¿Por qué paramos, Jones? —preguntó Raphael frotándose los ojos sin apartar la otra mano de la pierna de su novia. La miró. Arlet mantenía la mano cubriéndose la nariz, pero pudo distinguir que le dedicaba una pequeña y entristecida sonrisa. La chica alzó la otra mano para que Raph la sostuviera.

—Fue idea mía... —bostezó Donnie desperezándose—. Creo que Naiara debería ir al hospital.

La rubia no podía moverse sin sentir una gran pesadez en su pecho. Intentó incorporarse, a lo que Donnie la ayudó tomándola del brazo y la espalda.

Naiara se llevó una mano al pecho y, por su escote en pico, pudo distinguir una gran mancha bajo su sujetador. Con un dedo se facilitó la visión. Era un moratón. Un enorme moratón.

—Ow... —gimoteó soltando el cuello de la camiseta.

—¿Qué tiene, Donnie? —preguntó Arlet.

—Creo que son las costillas. Debió de darse muy fuerte contra el volante —explicó.

—Los airbags no funcionaron... —murmuró Naiara. Alzó la vista para tratar de conocer a las demás tortugas y personas que se hallaban a su alrededor. Basándose en lo que acababa de oír y lo que le habían contado, podía citar sus nombres perfectamente.

Pero entonces vio a Leonardo tumbado junto a Mikey.

—¿Qué le ha pasado?

—Una pelea contra Shredder —refunfuñó Raphael agachado la cabeza. Arlet empezó a hacer círculos en su mano con el pulgar. No lo demostraba a menudo, pero Raph quería a sus hermanos con locura. De alguna manera, sólo era capaz de mostrarlo cuando le molestaba algo que les hubiera pasado. Cuando era demasiado tarde... Y esa sensación le invadía de remordimiento.

Naiara agachó la mirada al darse cuenta de que no estaba simplemente dormido. Estaba herido e inconsciente. Su respiración era monótona pero débil. Estaba segura de que una vez más, trató de cargar con todo el peso del mundo sobre su caparazón...

—Chicos, hay un pueblo a siete kilómetros de aquí. Podemos ir al hospital para que la echen un vistazo —anunció April mirando al horizonte, reconociendo la carretera que solía recorrer los veranos—. Todavía quedan unas dos horas para llegar a la casa de mis abuelos...

—Pues vamos. También tenemos que encargarnos de Leo —dijo Raphael mirando a su amigo. Casey asintió y volvió a ponerse al volante. April, por otro lado, decidió sentarse junto a las tortugas y las chicas.

* * *

Cuando llegaron, Casey aparcó la furgoneta en la zona del aparcamiento más alejada del edificio. Así las tortugas no corrían el riesgo de ser vistas.

April y Donnie ayudaron a Naiara a deslizarse hasta la puerta de la furgoneta, pero apenas podía ponerse en pie, por eso Casey la cogió en brazos.

—¿Puedes, Arlet? —preguntó la pelirroja volviéndose hacia la chica.

—¿Yo? ¿Por qué? —dijo encogiéndose de hombros, con el ceño fruncido.

—Arlet, has tenido un accidente y te has dado en la cabeza. Deberías ir tú también —le reprochó Donatello seriamente. Arlet zigzagueó con la mirada, esperando que alguien le apoyase y dijera que no era tan grave. Acabó encontrándose con la mirada de Raphael.

—Arlet... —dijo con un tono más compasivo, preocupación escrita por toda su cara. Sabía que le daban miedo los hospitales por la vez en la que la operaron. De todas formas, Arlet era consciente de que era necesario asegurarse de que estaba tan bien como aparentaba.

La morena suspiró inquieta y gateó hasta la puerta. Al intentar ponerse en pie, se tambaleó acabando con una rodilla hincada en el suelo.

—Te lo dije —señaló Donnie.

—Cállate... —gimió ella llevándose las manos a la cabeza. April la ayudó a levantarse y colocó uno de los brazos de Arlet sobre sus hombros. Le hizo una señal a Casey y se alejaron del vehículo.

* * *

Al ver a Arlet manchada de sangre y a Naiara en brazos de Casey sujetándose el pecho con una clara expresión de dolor, una de las dos mujeres que se encontraban en recepción caminó hasta ellos:

—¿Qué ha pasado? —preguntó recibiéndoles. Sacó una pequeña linterna de un bolsillo de su bata y comprobó cómo reaccionaba la visión de Arlet. La otra mujer se levantó de su asiento y acercó una camilla para que Casey dejase a Naiara.

—Un accidente de tráfico —respondió él.

—Está bien, vamos —indicó la primera mujer.

—Espere un momento —pidió Arlet volviéndose hacia April y Casey, apartándoles de las recepcionistas—. Oíd, seguramente nos tengan aquí un buen rato. No tiene sentido que os quedéis para esperar al diagnóstico. Sólo dadme un móvil, el mío está roto... —añadió mostrándoles el teléfono.

—El mío también está roto —murmuró April mirando a Casey.

—Está bien... —el chico le extendió su teléfono y April tomó el móvil de Arlet.

—Le preguntaré a Donnie si puede repararlo. Llamad en cuanto podáis, ¿vale?

—Vale —Arlet se despidió de ellos con un movimiento de su mano a la vez que se quitaba la sudadera y caminaba tras las recepcionistas que conducían la camilla en la que estaba Naiara tendida.

* * *

Casi al anochecer, Arlet se puso por fin en contacto con los demás.

Desde luego el ánimo estaba por los suelos. Nadie tenía ganas de alzar la voz para celebrar que las chicas estuvieran bien, pero eso no significaba que no se alegrasen.

Los chicos y April estaban sentados en el salón alrededor del T-phone de Raph, hablando con Arlet. Todos con una voz apagada y entristecida.

Casi como dijo Donnie, Naiara tiene el esternón fracturado; y el pecho morado. Le va a llevar un mínimo de diez semanas recuperarse.

—¿Queréis que vaya a buscaros? —se ofreció Casey.

No, probablemente la tengan aquí todo el fin de semana. Y no voy a dejarla sola.

—¿Y qué tal tú, Arlet? —preguntó April.

Estoy bien, no hay contusión. Sólo una estúpida nariz rota —dijo con rabia. Arlet hizo una breve pausa en la que se podía sentir su frustración—. ¿Cómo está Leo...? —preguntó finalmente.

—Está en coma —informó Donnie—. Simplemente le hemos metido en la bañera para mantenerle hidratado.

—Arlet, ¿puedo hablar contigo? —preguntó Raphael levantándose del sillón y tomando el teléfono.

Sí, Naiara ya está dormida... —murmuró. Raphael salió del salón dejando a sus hermanos y amigos, pero no se detuvo ahí, salió al porche y se apoyó en la barandilla. Arlet esperó hasta sentir que se había detenido—. ¿Cómo estás, petardo?

—No muy bien, nena —hizo una pausa en la que trató de pensar qué era exactamente lo que quería decirle en privado. En realidad, no había nada en concreto. Simplemente ella—. ¿Puedo verte?

Preferiría que no —murmuró.

—Me da igual cómo tengas la nariz. Te quiero a ti.

Pero es que parezco Mr. Potato —gimoteó.

—Arlet, por favor... —al otro lado de la línea escuchó un último suspiro. En unos segundos, la pantalla se encendió permitiendo a Raphael ver a su novia. Tenía los ojos vidriosos y enrojecidos, al igual que la nariz. Ciertamente continuaba hinchada, pero la tirita que le habían puesto desviaba la atención—. ¿Ves? No estás tan mal.

-Cállate —respondió tapándose con la mano derecha.

—Arlet, basta. Estás saliendo con un mutante, ¿recuerdas?

Un mutante guapo.

—Bueno, gracias... Pero quítate esa mano de la cara —ordenó intentando restarle importancia a la respuesta que había recibido. Arlet resopló e hizo lo que Raph le mandó.

No querías verme para esto... —dijo en un suspiro—. ¿Quieres hablar de lo que ha pasado? —preguntó en un tono más relajado.

—Sí, y no... —confesó negando con la cabeza, apartando la mirada.

Ya sabes por lo que pasé cuando mi hermana enfermó. No te tortures por algo que no puedes controlar. Y si lo necesitas... llora.

—¿Qué? Arlet, yo no-.

Escucha. No vas a ser un niño o, más femenino por querer desahogarte. Parece una tontería, pero ayuda. Y a veces es inevitable... —gimoteó apartando la mirada. Raph miraba la pantalla con tristeza mientras veía cómo su novia se venía abajo. Casi le dolía más no estar ahí para abrazarla.

—Pequeña... —murmuró intentando ser fuerte. Sabía que Arlet no le criticaría por un momento de debilidad, pero se negaba a que nadie viera ese lado sensible que siempre negó tener. Arlet trató de dejar de sollozar para añadir una última cosa:

Te diría que puedes llamarme cuando quieras, pero no tengo el cargador y Casey me ha dado el teléfono con un 27% de batería... Te llamo mañana por la noche, ¿vale?

—Vale. Intenta descansar, nena —Arlet no se sentía capaz de articular una palabra más, por lo que sólo respondió gesticulando un beso con los labios.

— — — — — — —

Siguiente capítulo: Silencio (viernes 7 de septiembre).

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