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28. Domingo

Al día siguiente, Leonardo no podía dejar de pensar en Naiara. Al igual que aquél día en el que descubrieron que a Raphael le pasaba algo, se dio cuenta de que él mismo se estaba distrayendo bastante durante el entrenamiento.

Más tarde intentando meditar, la imagen de esa preciosa chica de ojos oliva no dejaba de aparecer en su mente. Suspiró resignado y salió del dojo. Pero no podía salir de la alcantarilla, aún era de día, tendría que esperar como mínimo a las 19:00. Así que se decantó por ver Héroes del Espacio. A lo mejor, si se centraba en la trama de los episodios que estaba viendo, se le olvidaría Naiara por un tiempo.

Misión fallida, daba igual que fuera su serie favorita o que intentase centrase en los diálogos de su ídolo ficticio para citarle. Siempre acababa perdiendo la mirada y terminaba sacando el T-phone para ver cuánto quedaba para salir.

Otro pequeño problemilla es que aquella noche tenían que salir a patrullar. En fin... Hace nada habían estado en la Dimensión X y descubrieron que la diferencia temporal les suponía una pequeña desventaja. Mejor sería si se aseguraban de que la actividad Kraang no variaba.

* * *

Raphael no podía evitar fijarse en la inquietud de su hermano, y a la vez la inconsciencia de Donnie y Mikey. Es decir... ¿No se daban cuenta de sus paseos inquietos por la azotea y su incapacidad para prestar total y absoluta atención a la puerta del TCRI?

En ocasiones le encantaría soltar algún comentario como: '¿Pensando en tu chica?' o algo así; pero... prometió mantenerse callado. No le parecía bien ocultarles cosas a sus hermanos pequeños por lo que ocurrió con Karai, por eso de sabotear sus misiones e intentar acabar con ellos. Intentaba recordar que él también ocultó el hecho de que tenía novia para callarse.

Pero es que es eso, Naiara no era su novia, era una amiga... Entendía que a lo mejor era pronto para llevársela a la guarida y hablarle de sus misiones y enemigos, pero no tenía pinta de ser el tipo de chica que podía traicionarte en cuanto le dieras la espalda. A ojos de Raph, parecía bastante indefensa e inocente. También es cierto que no supo ver más allá de las sonrisas falsas de Arlet hasta que le dijo que estuvo pasando por una depresión...

Pasadas un par de horas, los chicos empezaron a aburrirse:

—¿¡A quién le apetece un maratón de Super Robo Mega Fuerza Cinco...!? —exclamó Mikey emocionado. Sus hermanos le miraron y rodaron la vista a la vez, pero tampoco le dirían que no a dar por concluido el patrullaje—. ¿Qué? No puedo ser el único que se aburre.

—En realidad, yo estaba pensando en continuar creando retro-mutágeno. Ya sabéis, se tarda bastante... ¿Leo? —preguntó Donnie volviéndose a su hermano mayor, pidiendo permiso para acabar con la patrulla.

—Está bien. ¿Qué vas a hacer tú, Raph?

—Voy a dar una vuelta cerca del apartamento de Arlet, y puede que pasar un rato con ella.

—¿Arlet no tiene a una amiga viviendo con ella ahora? —cuestionó Mikey rascándose la barbilla.

—Sí, pero ya la atacaron una vez. No quiero ver a los del Pie o los Kraang rondando por ahí. Además, su amiga está enferma o algo... No me verá —añadió guiñando un ojo.

—¿Y tú, Leo? —se interesó Donnie.

—Creo que esperaré un poco. La noche aún es joven... —concluyó encogiéndose de hombros. Esperó a que sus hermanos se dispersasen para contar hasta veinte y seguir a Raphael.

* * *

Cuando los chicos llegaron al apartamento, las chicas ya estaban en pijama, ambas llevando el corto ya que aún hacía calor. Arlet estaba sentada en la isla de la cocina estudiando, dándole la espalda a Naiara, que estaba sentada en el sofá echando un vistazo al cuaderno de acuarelas de Arlet.

Raphael rápidamente se abrazó a la cintura de su novia, posando la cabeza en su hombro derecho y besándola en la mejilla. Ella enseguida giró la cabeza para darle un beso rápido en los labios y volver a los libros.

—Buenas noches, chicas —saludó Leonardo.

—Hola... —respondió Naiara con una sonrisa. Leonardo se acercó a ella y se sentó a su lado.

—¿Cómo estás?

—Mejor —dijo encogiéndose de hombros. Leo se unió a echar un vistazo al cuaderno de Arlet. Sabía que pintaba, pero no había visto mucho más que algunos bocetos que la pilló haciendo en la guarida.

Se quedaron así un rato, pero Raphael no tardó en aburrirse de tener a su novia estudiando. Puede que si el examen que tenía esa semana fuera de Arte, estaría más interesado... No era el caso, era Historia. Empezó a darse un paseo por la cocina inquietándola, haciendo que pierda la concentración.

—¿Te aburres, petardo? —preguntó retóricamente. Él resopló y se dirigió a ella.

—Vaya forma de pasar un domingo... ¿No podemos ver una película o algo? —murmuró girando el portátil. Arlet no lo estaba usando, por lo que no tenía ningún problema en buscar opciones—. ¿Chicos? —preguntó alzando la cabeza, esperando por la respuesta de Leo y Naiara.

—Si vas a escoger una de miedo, yo paso —respondió la rubia negando con la cabeza—. Además, creo que preferiría verla en la cama... Por si me quedo dormida.

—¿Y si nosotros vamos arriba, y vosotros os quedáis aquí? —dijo Leonardo dirigiéndose a Raphael, alzando las cejas.

—Buen plan, intrépido líder... —susurró irónicamente alzando un pulgar. Al volver la vista a la pantalla del ordenador, más que nada para cedérselo a los tortolitos, se fijó en que nunca lo había encendido. Tenía contraseña—. Nena, ¿cuál es la contraseña? —preguntó tecleando una primera opción—. Hum... Color favorito —leyó en la descripción una vez había fallado.

—Cualquiera diría que no lo sabes... —murmuró. Después de escuchar el tintineo con el que el portátil alertaba de otro error, Arlet levantó la cabeza—. ¿No sabes cuál es mi color favorito...? —preguntó cruzándose de brazos. Raphael la miró pensando que aún mantenían una actitud juguetona, pero su sonrisa desapareció en cuanto vio que no era así. Estaba seria, esperando por una respuesta correcta.

Leonardo y Naiara compartieron una mirada incómoda y se encogieron de hombros esperando que Raph consiguiese salir airoso de la situación. No obstante, parecía que se estaba tomando su tiempo... No sabía la respuesta. Podían sentir cómo se tensaba al intentar aguantarle la mirada a Arlet.

La verdad es que era un poco difícil decir cuál era el color favorito de Arlet, no lo llevaba puesto como Raph y sus hermanos (o incluso April). Su casa tampoco es que le sirviese de mucha ayuda, los colores eran muy neutrales y su habitación era casi totalmente blanca. Además, viéndola vestir siempre de negro, el blanco no era una apuesta segura. Probablemente le gustase el blanco porque le proporciona más luz para dibujar y cosas así.

Por suerte para Raph, Naiara sí que sabía la respuesta y... recordaba haber visto una página en la que Arlet acabó intentando simular el oleaje del mar en su cuaderno. Empezó a pasar las páginas rápidamente bajo la atenta y curiosa mirada de Leo. En cuanto encontró el dibujo que estaba buscando, alzó el cuaderno y señaló la parte que más se acercaba al tono exacto.

—Turquesa —respondió finalmente, introduciendo la contraseña.

—Te ha llevado tiempo... —murmuró Arlet pasando otra página del libro.

—¿Q-qué quieres...? Estaba pensando —Arlet le devolvió la mirada alzando las cejas, desacreditándole. Volvió a dirigir la vista al libro mordiéndose los labios, evitando reírse por la respuesta. Raphael rodó la vista y apoyó ambas manos en la encimera—. Muy bien, listilla... ¿Cuándo... Mm... es mi cumpleaños? —preguntó con una sonrisilla irónica, triunfal.

—No lo sabes ni tú —respondió ella rápidamente haciendo que la sonrisa de Raph desapareciese—. Si te refieres al día en el que mutasteis... 29 de septiembre.

—Vale, tú ganas... —admitió alzando las manos y se dirigió al piso de arriba—. Cuando termines, estoy en tu cuarto...

Arlet le siguió con la mirada dejando caer los hombros hacia delante y suspiró; seguido se volvió hacia la parejita del sofá con una sonrisilla contenida.

—La próxima vez... Sin trampas —dijo señalando a su amiga con el dedo índice—. Eres como Leo... La tostadora no es tu amiga... —rió Arlet cerrando los libros. Leo y Naiara se miraron con curiosidad. Entonces se fijaron en que se veían (malamente) reflejados en el objeto en cuestión.

—Creí que vosotros ibais a quedaros en el salón —dijo Leo ayudando a Naiara a levantarse. Arlet se mantuvo un momento en silencio, pensando. Al darse cuenta de lo que Raph podía estar haciendo, se levantó y fue corriendo a su habitación.

—¿Qué ha querido decir con eso...? —preguntó Naiara mirando a Leo mientras iba a coger el portátil. Leo contuvo una risa y caminó hasta ella para ayudarla a subir las escaleras, ofreciéndole un brazo como apoyo.

—Ya, emm... Creo que las tostadoras me odian. No preguntes -pidió negando con la cabeza. Naiara soltó una risilla—. ¿Y cuándo es tu cumpleaños? —preguntó.

—El 24 de agosto. Y antes de que lo preguntes... mi color favorito es-.

—No, no... —la interrumpió—. Déjame adivinar. Mm... Vale, sé que te gusta mucho la naturaleza y has tardado dos días en decorar tu habitación con plantas, así que... voy a decir: verde. No te pega un color muy oscuro, pero tampoco brillante... Lo siento, no sé si sabría nombrar los tonos de los colores.

—Tranquilo, yo tampoco —respondió con una risilla—. No te iba a pedir ningún tono concreto, pero sí, has acertado. Supongo que me decantaría por... ¿un verde pera...? Y no voy a preguntar por tu color... —añadió señalando su máscara con una amplia sonrisa. Leonardo aguantó una pequeña risa y dejando marchar el brazo de Naiara, abrió la puerta de su dormitorio.

Tras acomodarse en la cama y buscar alguna película o serie, empezaron a escuchar voces:

—¡Fuera de ahí!

—¡Lo encontré!

—¡Suelta eso! ¡No es tu cumpleaños!

—¿¡Ah...!? ¿¡Así que ahora hablamos de cumpleaños, eh!?

—¡Me has entendido! ¡Suelta!

—¡Arlet, devuélvemelo!

—¡No!

—¡Arlet! —después de cerrarse una puerta y oírles correr por las escaleras, se escuchó un golpe. No sonaba alarmante, además, Raph nunca la haría daño. Y de que se hubieran hecho daño, hubieran dejado de hacer el tonto.

—¡Quítate de encima!

—¿¡Dámelo!?

—¡No!

—¿¡Dámelo!?

—¡¡No!!

—¿¡Quieres cosquillas, nena!?

—¡NO te atrevas...! —lo siguiente fue el sonido de risas y gritos para que Raphael parase. En cuanto Arlet se quedó sin aliento como para continuar resistiéndose e incluso reírse, Raphael paró. Se le escuchó romper el envoltorio del regalo que debió de haber encontrado.

—Aw... Nena, eres la mejor.

—No te lo mereces... —refunfuñó sin suficientes energías.

—Yo también te quiero... Ven aquí.

—Déjame...

—¿Son así siempre? —preguntó Naiara después de una pausa. La verdad es que había sido divertido de oír, ambos sonreían.

—No sabría decirte... A lo mejor cuando están solos, con los demás nunca han actuado así... —respondió él encogiéndose de hombros—. Bueno, ¿qué quieres ver? —preguntó colocando el ordenador en su regazo para buscar.

—Mm... ¿Has visto Los Juegos del Hambre?

—No. La he visto anunciar, pero no.

—Pues venga, estrenan la tercera parte en noviembre y quiero refrescar la memoria —señaló con una sonrisa, acomodándose entre las sábanas, en el lado de la cama más próximo a la puerta. Leonardo sonrió por la emoción de Naiara, y le alegraba que no hubiera escogido un tipo de película romántica o de comedia absurda. Estaba intrigado...

Después de acomodarse él también y situar el ordenador donde no pudieran darle una patada involuntaria o muy lejos, sintió cómo Naiara se acurrucaba a su lado. La miró mientras apoyaba la cabeza en su hombro y rodeaba su brazo con ambas manos; sonrió y dio comienzo a la película.

— — — — — — —

Siguiente capítulo: Historias de amor (el miércoles).

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