23. Una idea
Nueve de septiembre, el ultimátum de Naiara había llegado a su fin. No había sido capaz de hacer frente a los pagos atrasados que había acordado con el propietario del edificio. Iban a echarla en menos de una semana.
Después de llorar por todo el tiempo invertido, las joyas de su abuela y demás objetos valiosos empeñados... Pensó que hablar con Leo podía hacerla sentir mejor. Ya era de noche, por lo que podía ir a verla sin problema. O al menos eso esperaba... Sacó el teléfono y le mandó un mensaje:
Naiara: Leo, ¿estás ocupado?
Leo: No. ¿Pasa algo?
Naiara: Tengo un problema. ¿Puedes venir?
Leo: Claro. Llegaré en unos minutos.
Naiara: Gracias.
Leonardo salió corriendo de la guarida tras asegurarse de que ni sus hermanos ni Splinter le veían. Fue lo más rápido que pudo, estaba preocupado por lo que pudiera haber ocurrido.
De hecho, era la primera vez que le pedía que fuera a verla...
* * *
Cuando llegó, entró por la ventana y se preparó para lo peor. Iba a desenfundar sus katanas cuando escuchó unos sollozos provenientes del salón. Caminó con cautela y la vio sentada en el sofá abrazándose a sí misma con la cabeza en las rodillas.
—¿Qué ha pasado? —preguntó Leo sentándose junto a ella y posando una mano en su espalda. Naiara levantó la cabeza y se secó las lágrimas.
—Se acabó... Me dan cuatro días para recoger e irme...
Leonardo pensó un momento. No había nada que pudiera hacer... Era demasiado pronto como para llevársela a la guarida; pero tampoco podía dejarla vivir en la calle como un vagabundo, especialmente cuando hay tantos peligros acechando en esta ciudad por las noches.
La abrazó y la dejó llorar un poco más. Pensó en preguntarla de nuevo por su familia, pero tal como reaccionó la otra vez... creyó que lo mejor era dejarlo pasar.
—¿Qué voy a hacer? —sollozó ella—. No puedo pedirle ayuda a nadie...
—¿Has conseguido ahorrar como para un hotel o algo? —preguntó tratando de establecer una conversación cara a cara. Ella se enderezó y le miró con los ojos enrojecidos.
—Sí, pero no por mucho tiempo... Me quedaría sin dinero enseguida.
–¿Y algún amigo?
—No... Todos se han ido ya a la universidad, la mayoría a otro estado. Y no puedo quedarme sin coche, lo necesito para ir a trabajar... —Naiara agachó la cabeza de nuevo lamentándose por su falta de opciones. Leo acarició su cuello y la obligó a posar la frente en su hombro, volviendo a envolverla entre sus brazos.
Leo continuó abrazando a Naiara mientras trataba de pensar algo, mirando a la nada. No había mucho que él pudiera hacer salvo sentir lástima por su amiga. Estaba seguro de que si no buscaba la manera de ayudarla, no podría vivir sin remordimiento. Piensa Leo, piensa...
Una idea asaltó la mente de Leo.
Una imagen.
Una amiga...
—Escucha, Naiara —dijo deshaciendo el abrazo, mirándola directamente a los ojos—. Tengo que irme, ¿vale? —apartó ese par de suaves mechones de pelo situándolos detrás de su oreja izquierda. Ella trató de contener el llanto agachando la mirada con el labio tembloroso y asintió tristemente.
—Vale... —respondió con la voz temblorosa.
—Shh... Tranquila. Volveré luego. Espérame —sin saber cómo, acariciando delicadamente su barbilla, la besó en la frente.
Naiara se secó otro par de lágrimas con la manga de su camiseta y le miró con el ceño levemente fruncido. Leo se levantó y se fue a su habitación, a la ventana. Desapareció dejando a Naiara con una mirada perdida y aún más confusa. ¿Qué pretendía exactamente?
* * *
Leonardo estaba sentado en una azotea de las que se situaban inmediatamente próximas al apartamento de Arlet. Se estaba quedando dormido esperando a que Raphael saliese, ya sea para volver a la guarida o para patrullar.
Naiara necesitaba ayuda, y pensó que Arlet podía hacer algo.
Llegado un momento en el que sus párpados empezaban a pesarle, Raphael pasó cerca él sin percatarse de que estaba ahí sentado. Por suerte, al ver su sombra por el rabillo del ojo, Leo se obligó a reaccionar. No era el momento de echarse una siesta.
Antes de hablar con Arlet, dudó. Comenzó a caminar recorriendo la azotea de un extremo a otro, debatiendo consigo mismo.
—...Naiara no tiene tiempo, tampoco puedo llevarla a la guarida, es muy pronto... Pero Arlet es muy comprensiva, por otro lado también es un poco borde... ¿Cómo reaccionaría si le pido que se la traiga a casa? ¿Y si no se llevan bien? —se detuvo al ver cómo las luces de la habitación de Arlet se encendían de nuevo. Respiró profundamente—. Sólo hay una manera de averiguarlo...
Saltó a la mini terraza de su cuarto y picó en la puerta de cristal esperando que abriese. Ella caminó dudosa hacia la terraza. ¿A lo mejor Raph se ha dejado algo? Separó las cortinas. Al ver a Leo frunció el ceño y abrió la puerta.
—¿Leo? ¿Qué haces aquí? —acababa de salir de la ducha, tenía puesto un albornoz blanco y una toalla de color verde menta envolviéndola el pelo.
—Necesito hablar contigo.
Arlet le dejó pasar. La verdad es que estaba intrigada. Debía de ser algo importante para que hubiera ido a su casa en vez de simplemente llamarla.
* * *
Él estaba dando vueltas por la habitación discutiendo con su propia mente, mientras ella se secaba el pelo sentada en la cama.
—Leo, el curso ha empezado... mañana tengo clase. ¿Qué es eso que quieres decirme?
—Vale, a ver... —se detuvo mirando al suelo mientras pensaba lo que la iba a decir. Alzó la mirada—. He conocido a una chica... —Arlet ladeó la cabeza e hizo una larga pausa en la que situaba la toalla sobre su regazo.
—Si quieres que te ayude a ligártela... —murmuró frunciendo el ceño.
—¿Qué? No... —respondió rápidamente esperando no haberse sonrojado—. Sólo quería saber si... querías conocerla.
—Buff, menos mal, porque no se me dan bien estas cosas. Espera, ¿cuál es el truco...? —preguntó ella con una mirada de desconfianza.
—Está bien... Está pasando por un mal momento y-.
—Alto... Yo creí que te gustaba Karai —le interrumpió.
—Eso pasó hace- ¿¡Quién te ha dicho eso!? —se quejó. Ahora seguramente sí que se había puesto rojo.
—Raph... Y Mikey, Donnie, incluso April —Leonardo resopló dándose una palmada en la frente.
—Ahora en serio, Arlet... ¿Podrías venir conmigo? —pidió señalando con ambos brazos la terraza.
—¿Por qué no se lo pides a April? —se quejó ella.
—Porque la última vez que la dije que había conocido a alguien, me abofeteó con una revista.
—Era del Clan del Pie, tienes suerte de que sólo fuera una revista.
—¿Vienes o no? —refunfuñó, empezaba a ponerse de los nervios.
—¿Sabes qué es lo mejor de ducharse por la noche...? Ponerse el pijama y meterse en la cama.
Leonardo se cruzó de brazos y le lanzó una mirada de advertencia. Por algún motivo Arlet empezó a verse intimidada por la actitud que el líder había adoptado. No era lo habitual; de hecho, se entendían bastante bien y sus conversaciones siempre eran agradables...
—Vale... —refunfuñó ella—. Dame un minuto. —murmuró cogiendo la toalla y pasándosela por su larga melena una vez más. Arlet entró al vestidor para cambiarse.
En cuanto salió (llevando de nuevo sus vaqueros negros y su sudadera azul marino), se subió al caparazón de Leo con cuidado de evitar las katanas, y dejó que se la llevase.
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Siguiente capítulo: Sí o no (el viernes).
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