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158. Planeado, no planeado

A MICHELANGELO Y HALLEY TAMPOCO LES LLEVÓ MUCHO TIEMPO CONSEGUIRLO.

Lo anunciaron durante su tercer aniversario de boda, al haber preferido bajar a la guarida con los demás, y ya les costó habérselo callado hasta entonces, estaba de catorce semanas para esa fecha.

Lo que sí que fue duro fue descubrir que Halley se enfrentaría a la misma complicación por la que pasó Naiara. El mutágeno parecía hacerse demasiado presente en su sangre como para ignorarlo, así que prefirieron quedarse en la guarida por si acaso. El lado bueno es que el caso de Halley no era tan grave como el de Naiara, pero, aun así, Michelangelo quiso tomar la misma decisión que su hermano mayor y, no tentar a la suerte en un futuro.

Halley se lo estuvo tomando con calma durante las primeras semanas, habiendo tenido que someterse ya a alguna que otra trasfusión de sangre para sanearse, pero Michelangelo siempre estaba cerca de ella como para que, hiciera lo que intentara hacer, él se ofreciese a continuar y que ella descansase.

Tampoco había lugar para mucho descanso en la guarida, después de todo, si no había que prestarles atención a niños pequeños, había que asegurarse de que los no tan pequeños no se hacían daño o metían en líos.

Una tarde, estando Halley sentada en el salón viendo la televisión con Phoebe, Isaac y Romanella, estuvo pensando sobre su apartamento. Lo cierto es que no lo echaba tanto de menos.

―¡Hora de la merienda! ―anunció Michelangelo después de saber que los demás se habían duchado tras el entrenamiento. Se acercó al salón para asegurarse de que todos trepaban bien por el sofá, incluida Halley―. ¿Cómo estás hoy? ―preguntó besando su mejilla.

―Un poco cansada, pero mejor que ayer ―sonrió ella―. Oye, estaba pensando... ¿y si nos mudamos aquí? ―sugirió deteniéndose en el pasillo.

Michelangelo se quedó en silencio, no pudiendo evitar mirarla de reojo, como si esperase que se echase a reír por gastarle una broma. Al notar la confusión en la cara de Halley, queriendo que le respondiese algo, tuvo que preguntar.

―¿Estás segura? Creí que querrías vivir en la superficie.

―Ya, yo también. Pero últimamente pienso que estando en la guarida ya me siento en casa. Y tus hermanos ya viven en la superficie con sus familias, ¿por qué no nos quedamos nosotros aquí abajo? Si al final pasamos más tiempo aquí que en casa, y para los niños es más cómodo ―le explicó ella encogiéndose de hombros, señalando la cocina con una mano.

―Vale... ―murmuró él poco convencido, pensando aún que se trataba de una broma―. ¿Y qué hay del apartamento?

―Mira, ya hacía falta alguna reforma para apañar la habitación del bebé. Así que... ¿y si lo convertimos en una especie de oficina? Estoy segura de que los demás también podrían beneficiarse, y no habría niños por ahí para interrumpirnos mientras trabajamos.

―No es broma, ¿no? ―quiso asegurare Michelangelo.

―¿Por qué iba a mentirte con esto?

―¡Tío Mikey! ―llamó Gino asomándose al pasillo.

Michelangelo se encogió de hombros con una pequeña sonrisa para responder a su mujer, y entraron a la cocina para alimentar a esos mini-ninjas. Ver que la cocina parecía tan apretujada les dio que pensar.

Mm, puede que aquí abajo también haga falta alguna reforma ―dijo tras coger a Isaac para sentarle en uno de los taburetes en los que habían apañado un respaldo y evitar que los pequeños se cayesen. Luego Gino le cedió a Romanella para que la sentase también, y mientras, Spike ayudaba a Phoebe a subir por su cuenta.

―Eso lo sabemos desde vuestro último Día de la Mutación. Puede que tirando esta pared ganemos más espacio ―respondió Halley señalando la de la derecha.

―Mejor le preguntamos a Donnie primero, no queremos que se nos caiga el techo encima.

―Ahí te doy la razón ―murmuró ella dirigiéndose a la nevera para sacar el batido de fresa y plátano que tanto gustaba a los niños.

*

Michelangelo y Halley no tardaron mucho en pedir ayuda a sus amigos para que les ayudasen a acomodar la guarida para su creciente familia. Puede que la guarida pasase a ser la casa permanente de la pareja más joven y su pequeño, pero al final todos acabarían beneficiados. Tal como dijo Halley, los niños al final pasaban la mayor parte de su vida ahí abajo.

Donatello acabó dando el visto bueno a agrandar la cocina después de haber comprobado minuciosamente la estructura, y ya que no podían llamar a nadie para realizar el trabajo sucio, los hermanos se vieron obligados a actuar todos como albañiles durante una semana. Y porque se empeñaron en acabar cuanto antes y no empezaron hasta que supieron que sus chicas habían comprado los materiales o los muebles necesarios para hacer ese espacio útil.

No podían tener la cocina cerrada durante mucho tiempo, y menos con niños pequeños por ahí.

La primera semana de diciembre, pudieron estrenar esa cocina acabada todos juntos para celebrar el décimo cumpleaños de Gino. En principio debería ser un día de celebración, pero algo no planeado acabó desviando la atención un poco.

Arlet rodó la vista con cansancio al descubrir que no hablarían de otra cosa el resto de la tarde. Gino estaba recostado en la mesa de la cocina apoyando la cabeza sobre sus manos con aburrimiento, esperando a poder soplar las velas e hincarle el diente a su tarta de chocolate. Exactamente igual que Spike, Edith y Phoebe, aunque Isaac y Romanella también se relamían al ver tanto dulce.

Cuando los demás parecían ir yéndose al salón, Arlet compartió una mirada de resignación con Raphael, él le dio a su hijo su regalo, que eran un par de pistolas de juguete. No dudaron en decirle que soplase las velas para poder repartir el postre de una vez y acabar con su sufrimiento. Eso sí, Michelangelo se quedó con ellos pese a tener curiosidad por el pequeño drama, ellos tres fueron los únicos adultos que fueron al salón con un plato de rica tarta.

Los más listos, vamos.

―¿Qué nos hemos perdido? ―preguntó Michelangelo tras acomodarse junto a Halley y permitirle probar de su postre.

―Creo que ya sabes cómo funciona eso, hermanito ―sonrió Raphael con ironía, dándole un codazo juguetón a Arlet y haciéndola contener una sonrisa vergonzosa.

―Deja de tratarme como a un niño inocente, que ya tenemos treinta ―se quejó Michelangelo frunciendo el ceño―. Pero sí, ya tengo mi propio bebé en camino ―añadió con una sonrisilla orgullosa, cruzando los brazos tras su cabeza.

―Qué suerte ―murmuró Donatello―. Sí, está claro que es mejor que tener el tercero antes de los treinta y uno.

―Habla por ti. Yo los habré cumplido antes de que nazca ―le replicó Kimani―. Aunque mi madre está encantada ―añadió cruzándose de brazos, ladeando la cabeza.

―¿Se lo has dicho a tu madre?

―Ayer estuvimos en el spa. ¿Qué mejor momento que ese?

―¿Por qué parece que no os alegra la noticia? ―murmuró Naiara queriendo que hablasen un poco más claro.

Emm, no sé, ¿quizás porque James ha hecho los cinco meses esta misma semana? ―sugirió Donatello intentando no perder los nervios. Suspiró profundamente, tomando asiento y se llevó las manos a la cara―. Kim, en serio, ya lo hablamos.

―Oye, que no lo andaba buscando. Estoy contigo, ¿vale? Ha sido muy precipitado, y es posible que me hubiera planteado lo de dejarlo en dos. Pero ya está, vamos a tener otro. Punto ―sentenció ella―. Da gracias que se me quitó la tontería de los cinco.

―Te hubiera castrado químicamente ―murmuró la tortuga de morado entre dientes.

―¿Que me qué? ―quiso saber Kimani frunciendo el ceño.

―Nada, querida ―respondió rápidamente.

Michelangelo y Halley se miraron ligeramente incómodos por la situación ―aunque eso no significa que Leonardo y Naiara y Raphael y Arlet lo hubieran ignorado por completo, al fin y al cabo, a ellos también les afectaba que hubiese otro bebé del que hacer de canguro―, medianamente agradecidos por la decisión de haber decidido tener sólo uno.

A ver, en cierto modo les hubiera hecho ilusión tener más, pero habiéndose mudado a la guarida definitivamente y siendo los que más tiempo pasaban ahí abajo, pronto supieron que serían los encargados de la zona de juegos mucho más que los demás. Que tampoco era tan horrible, pero a más niños, más responsabilidades, y que no podían ser los tíos guays siempre, había veces en las que se tendrían que poner serios.

Ay... no veían el día en el que obligarle a su pequeñín a comer verduras. Con los demás, era responsabilidad de sus padres, ellos eran los tíos que les daban chuches a escondidas, incluso si les habían castigado por negarse a comer el brócoli.

En un principio no quisieron saber qué era lo que esperaban realmente, pero coincidió que Kimani se hizo un chequeo en la guarida y, ya que había que seguir pendientes de que el mutágeno no contaminase demasiado la sangre de Halley, pues le ofrecieron hacer otra ecografía.

Cuando Donatello les preguntó si querían detalles lo tenían claro, pero cuando Kimani empezó a poner caras y dar brincos tras haberse asomado al ordenador...

―Mira, dínoslo. Si lo sabe ella ya no es ningún secreto ―murmuró Halley haciendo un puchero. Michelangelo apretó los labios mientras tomaba la mano de su mujer, y miró a Kimani asintiendo con convencimiento.

―Jolín, ¿tan chismosa me creéis? ―se quejó Kimani habiendo concluido su bailecito de emoción.

―Kim, te queremos ―dijo Michelangelo―. Pero sí. Los secretos no es que se te den muy bien. No te vas a aguantar hasta marzo.

―A mí no me mires ―dijo Donatello al notar que Kimani le ponía una carita de pena―. No fui yo el que chafó la pedida de matrimonio de tu hermano.

―Creí que ya se lo había pedido, no que iba a hacerlo ese fin de semana. Son las hormonas, que no dejan que me centre ―se defendió.

Emm, chicos ―resumió la tortuga de morado, dirigiéndose a la otra pareja―. Es una niña... y tortuga ―asintió sonriendo mientras se fijaba bien en la pantalla.

―¿En serio? ―se sorprendió Michelangelo levantándose de un brinco―. ¡Hal! ¡Vamos a tener la primera tortuga niña del mundo! ―celebró empezando a dar saltos de alegría. Halley no podía dejar de sonreír y reír por la emoción de su marido, incluso se tuvo que secar un par de lagrimillas de alegría.

*

Tal como Donatello predijo, en marzo, concretamente el día de San Patricio, nació la primera tortuga femenina del mundo.

Estaba claro que era igualita a Michelangelo, tanto en el tono de piel, como en las pecas, como el caparazón, número de dedos... Igual que Gino pareciéndose a Raphael. La única diferencia, es que la pequeñina tenía pelo, siendo de un rubio muy claro, casi platino. También tenía los ojos de color avellana, como los de Halley.

Michelangelo tenía razón, Margaret —Maggie— sería la tortuga más adorable de todas.

Por esas fechas aproximadas, Donatello y Kimani podían hacerse una idea del aspecto que tendría su bebé con la ecografía.

De primeras sabían que iba a ser una niña humana, pero no les daba para mucho más. La imagen no les permitía saber si tenía caparazón ni mucho menos el color de su piel.

Hasta mediados de julio, no pudieron recibirla ―en el Shellraiser, porque no les dio tiempo ni de llegar a casa o a la guarida, les daba igual para dónde tirar. Por suerte habían escogido ir a la guarida, y Michelangelo les echó una mano en la parte de calmar un poco a James, que el pobre se había asustado cuando escuchó a Kimani sufrir las contracciones a gritos, y más aún, en un vehículo, que a ella le asustaba eso de no estar en el lugar adecuado. Isaac ya estaba en la guarida, así que él sólo preguntó que quién era esa niña y por qué su hermano estaba llorando.

Al parecer, Vega Marie ―como Curie, sí―, en un principio parecía tener la piel de ébano de Kimani, pero mirándola con un poco más de atención, se podía notar el tono verdoso de su padre. Era un color raro a la vez que precioso, y que no tendría ningún problema para salir a la superficie, siempre que hubiera oscurecido un poco, claro.

Su pelo era castaño, y no tan rizado como el de Kimani, pero tampoco ondulado. Los ojos eran los de Donatello, a diferencia de sus hermanos, y dentro de unos años, verían que tenía el mismo espacio entre los dientes del que se quejaría tanto como su padre lo hizo cuando era pequeño.

No sé cuántas veces habré cambiado el cumpleaños de Gino. Tengo en pendientes hacerme un repaso ya ultra definitivo para con estas cosas, especialmente ahora que me tengo que inventar una trama nueva.

Vaya BabyBoom, no, en serio, Vega es la última. Y debo decir que había buscado como cinco nombres para Maggie, si no más, pero es que nunca me convencía ninguno.

¿Qué por qué he actualizado un miércoles? Porque puedo, porque quiero y porque llevo todo el día pensando que era jueves😅.

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