131. Estrictamente profesional
APRIL Y MATTHEW TUVIERON UN PAR DE HORAS PARA HABLAR TRANQUILAMENTE. Mientras estuvieron sentados en ese oscuro almacén, no podían evitar preocuparse al oír los espeluznantes siseos del varano, esperando que no encontrase la manera de entrar, pero, quisieron prestar atención a otra cosa.
April apenas se movió, si acaso extendiendo las piernas o abrazándose a ellas. Matthew por otro lado, se sentía más cómodo caminando por el almacén, creyendo que el movimiento constante le ayudaría a no volverse loco.
April empezó por el principio, recordándole que una vez le mencionó ese reportaje sobre los científicos desaparecidos de hacía unos años. Luego le reveló lo de los alienígenas de otra dimensión, los intentos de invasión y cómo tuvieron totalmente controlada la Gran Manzana mientras el resto del mundo creía que todo iba bien.
Ni que decir tiene que Matthew la obligó a detenerse en esa parte.
―¿Me estás diciendo que mi familia estuvo esclavizada por alienígenas durante meses? ―se sorprendió, aunque se veía que estaba mosqueado.
Ya le pareció extraño que ni sus padres ni su hermana le hubieran cogido el teléfono, pero al parecer le pasaba a más gente con familiares en Nueva York. No tardaron en aparecer reportajes conspiranoicos al respecto. Claro que, había que ser rápido, eran borrados enseguida.
―Sí. Lo siento ―murmuró ella con compasión―. Apenas quedaban algunas personas escondidas en la ciudad cuando volvimos. Pero nadie se acuerda de haber mutado ni haber ido a la Dimensión X a picar cristales.
―¿Sabes? A veces me siento mal por haberme ido de casa. O al menos tan lejos ―suspiró Matthew cruzándose de brazos y recostándose en una pared, a una distancia prudencial de los viales. April no pudo evitar sentir lástima por él, quizá no tenía que haberle contado esa parte.
―No te culpes ―se apresuró a decir―. Yo estaba delante cuando mutaron a mi padre, y no había nada que pudiese haber hecho para impedirlo. Fue una tortura esperar tanto tiempo para liberarlos, pero me consuela saber que ellos no recuerdan nada.
―Yo recuerdo que cuando abrieron Nueva York, fui corriendo a ver cómo estaban ―respondió él asintiendo―. No pudieron responder a ninguna de mis preguntas, y me miraban como si me acabase de despertar de una pesadilla. Como cuando le explicas a alguien tu sueño más extraño y te pone esa cara de incomprensión. Por un momento pensé que el loco era yo.
April asintió agachando la vista para quedarse mirando un punto inconcreto del suelo, perdiéndose y esperando que el tiempo en el que estaba así, pasase más rápido. Suspiró profundamente.
Al menos pudo concluir la historia diciéndole a Matthew que, una vez salvaron la ciudad, expulsaron a los Kraang de vuelta a su dimensión.
Ya lo de la destrucción de la Tierra a manos de otra especie alienígena, prefirió no contárselo. Sería tensar demasiado la cuerda.
Matthew se despegó de la pared para mecerse de un lado a otro, dando pasos adelante y atrás. Se notaba que estaba nervioso, pero no lo nervioso que había demostrado estar mientras April le contaba lo que realmente hacían allí. Ni siquiera cuando les perseguía el varano al que, por cierto, se seguía escuchando al otro lado de la puerta, custodiándola.
―No te gusta estar encerrado, ¿verdad? ―se cuestionó April frunciendo el ceño.
―No. No, la verdad es que no ―resopló Matthew mirando las paredes. El almacén no era pequeño, y tenía el techo alto, pero la situación en la que se encontraban sí que resultaba un tanto agobiante―. ¿Cuánto iban a tardar en llegar? ―se interesó.
―Llevamos aquí un buen rato, no tardarán mucho más.
―Vale ―suspiró él sentándose de nuevo en el suelo―. ¿Y qué me dices de eso que has hecho antes? Lo de lanzar la camilla con la mente ―preguntó, tratando de distraerse y olvidarse de su claustrofobia.
―Es... un don que tengo ―respondió ladeando la cabeza―. Los Kraang experimentaron con mi familia y yo acabé con estos poderes. Telekinesis, presentir otros mutantes a mi alrededor... o no siempre tienen que ser mutantes ―murmuró mirando sus manos inconscientemente.
―Bueno... Pero ahora tiene sentido que la identidad de los dueños del edificio Hamato ese sea top secret. ¿Podré conocerlos algún día? ―preguntó con una sonrisa divertida, a lo que April tuvo que soltar una risilla.
―Después de lo que ha pasado ahí fuera, supongo que sí ―asintió sonriendo―. Y, ya que lo sabes todo... ―murmuró indecisa.
―Me gustaría saber dónde y cómo acaba esto ―asintió él mirándola a los ojos, manteniendo una sonrisa un poco más disimulada, aunque, igualmente cálida―. ¿Quién sabe? Si estaban aquí, puede que haya otra base en otro lugar. Esto no es para que lo encuentre cualquiera, ¿no? ―añadió señalando los viales con el pulgar.
―No, para nada. Aunque si alguien hubiera mutado supongo que lo hubiéramos sabido por las noticias ―murmuró ella encogiéndose de hombros, volviendo a abrazarse a sus rodillas.
*
Matthew pudo controlar su pequeña fobia durante un rato más hasta que escucharon cómo un avión se acercaba a muy baja altura.
En ese almacén había una ventana diminuta a la que, de todas formas, no podrían llegar, pero alcanzaron a ver cómo la arena se revolvía de tal manera que tapó la poca visión que les ofrecía.
April y Matthew se miraron frunciendo el ceño cuando oyeron cómo el varano rugía y el sonido de sus garras rozaban contra el suelo con inquietud antes de intentar salir a ver qué ocurría.
El varano apenas debió de alejarse de la puerta, porque April enseguida escuchó varios pasos acercándose con fuerza y decisión, acompañados por algunas palabras en japonés pronunciadas por un hombre.
Se oyeron disparos y cómo un cuerpo caía al suelo con un tenue rugido de cansancio, cosa que sobresaltó a la pelirroja, alejándose de la puerta y quedando sentada en el suelo.
―¿O'Neil? ―preguntó el mismo hombre, dando un par de toques a la puerta.
Matthew ayudó a April a levantarse y abrieron la puerta. Se encontraron cara a cara con un hombre que llevaba un atuendo propio de las fuerzas especiales del ejército, sólo que iban de negro y completamente cubiertos. Se quitó las gafas y la banda que le tapaban la cara para revelar su identidad, aunque ellos no pudiesen reconocerle.
―Soy Raiden ―dijo con seriedad―. Me manda Karai.
April se fijó en que había otros cuatro hombres tras él, encargándose de atar al varano para evitar ningún disgusto.
―¿Está...?
―No, no lo hemos matado. Especificaste que se lo sedara. ¿Habéis encontrado algo más que debamos saber?
―El almacén ―respondió Matthew señalando con el pulgar la habitación de la que habían salido―. Hay mutágeno, pero ningún tipo de información al respecto.
―Entontes no hace falta que nos quedemos mucho más tiempo ―asintió Raiden tras haberse asomado―. Por aquí ―añadió señalando la salida con la cabeza para que le siguiesen, no sin antes ordenar a su equipo que se asegurasen de que el reptil estaba perfectamente inmovilizado para la extracción, y que empezasen a cargar el mutágeno.
April no podía evitar fijarse en Raiden.
Viéndole, resultaba casi evidente que debería de ser algo más que un general para Karai. Era un hombre atractivo, con una mirada oscura y penetrante, y labios carnosos. Su pelo asomaba un poco bajo el casco, tanto por la frente como por la nuca, de manera ligeramente rizada y casi pareciendo que lo tenía húmedo.
Debía de ser tan alto como Casey o puede que algo más, 1,85 aproximadamente, pero Raiden no se veía tan delgado, era más musculoso. A Matthew le sacaban unos cinco centímetros.
Una vez les ayudaron con el equipaje que habían dejado en la furgoneta y tomaron asiento en la aeronave de transporte militar en la que el grupo de Raiden había llegado, tuvo que preguntar.
―Oye, Raiden, ¿tú... trabajas para Karai?
―No habla demasiado, ¿verdad? ―sonrió él sin haber podido contener una sonrisa irónica, ayudándola a abrocharse el cinturón. Matthew sabía cómo iba, no era la primera vez que se subía a uno de esos.
―No, no le gusta mucho hablar ―suspiró April rodando la vista con cansancio.
―Nuestra relación no es estrictamente profesional, si es a lo que te refieres ―respondió antes de salir del avión para ayudar a sus compañeros a cargar con esa extraña y preciada mercancía.
―Vamos, que tu amiga es una caja de sorpresas hasta para ti ―sonrió Matthew encontrando divertido que Karai tenga tantos pequeños secretitos. Por otro lado, los que la conocen saben perfectamente que no es alguien a quien le guste tratar temas personales.
April rodó la vista con diversión, pero no pudo contener la sonrisilla.
Eso sí, cuando el equipo de Raiden cargó con el varano hasta el interior del avión, April y Matthew se quedaron boquiabiertos al ver que era mucho más grande de lo que les pareció en un primer momento.
Cómo caminaba despistaba bastante, pero debía de ser algo más pequeño que Godzilla, si ella caminase a cuatro patas más a menudo. Claro que, éste era un ser más delgado, y su cola era mucho más larga. Se hacía raro pensar que una iguana fuese más grande y robusta que un varano, pero bueno, el mutágeno es caprichoso.
*
Fue una tarde-noche larga, por lo que no sería de extrañar que nadie tuviera ganas de hacerse preguntas una vez llegaron de vuelta a Tokio. Karai acompañó a April y Matthew a las habitaciones que les había asignado, diciendo que ya hablarían por la mañana.
Claro, April se preocupó por preguntar por el varano, a lo que Karai respondió que Raiden se encargaría de que no causase ningún problema. Ya que el edificio fue de Shredder, no sería ninguna sorpresa que tuviera calabozos en los pisos inferiores, aunque no estaría de más encadenarlo y colocarle un bozal, dadas las circunstancias.
Karai se retiró debido a que era tarde, pero atendió una llamada antes de que el ascensor se cerrase para llevarla a su planta.
April y Matthew compartieron una mirada cansada. No había muchas ganas de permanecer despiertos por mucho más tiempo, pero lo cierto es que, en ese momento, sentían que no querían que ninguna pared les separase.
Él sonrió, notando la manera en la que April le miraba a él o buscaba distraerse con alguno de los cuadros que adornaban el pasillo entre puerta y puerta.
―¿Quieres pasar? ―sugirió señalando el interior de su habitación con la cabeza. April sonrió lamiéndose los labios con vergüenza, pero asintió―. Ven ―dijo él haciéndose a un lado para permitir que pasase ella primero.
Una vez entró, April no estaba muy segura de qué más podría hablar con Matthew, creía que ya se había sincerado bastante mientras estuvieron encerrados en el almacén de la base Kraang. Jugó con la punta de sus dedos, pensando de qué manera intentar establecer otra conversación que acabase pareciendo de lo más natural por muy rara que fuese.
―Oye, Matthew. Gracias por-
Y tan pronto como se dio la vuelta, Matthew atrapó su cara con ambas manos y se inclinó sobre ella para besarla apasionadamente. April mantuvo los ojos abiertos por la sorpresa, pero enseguida supo que podría ser por eso mismo por lo que quería entrar en su habitación.
Se dejó llevar, dirigiendo las manos al cuello de Matthew para acercarle incluso más a ella, aunque, tuvo que soltar una risilla que interrumpió el beso.
―¿Qué? ―se cuestionó Matthew apenas habiéndose separado de ella, sólo lo justo como para no seguir besándola.
―Perdona, es que la barba me ha hecho cosquillas ―admitió ella sonrojándose con una gran sonrisa en la cara.
―Entonces esto se va a poner divertido ―susurró él descendiendo hasta su cuello, donde volvió a besarla, aunque, esta vez con más entusiasmo. Ahora sí que buscaba hacerla reír, y no se le estaba dando mal.
April no tardó en sentir escalofríos y cómo el vello de la nuca se le erizaba al pasar la barba de Matthew tan delicada ―y no tan delicadamente― por su piel. Buscó los botones de la camisa de Matthew para ir desabrochándolos lo más deprisa que podía.
Tan pronto como consiguió apartar su camisa hasta pasarla por encima de los hombros, Matthew tiró de la camiseta de April para pasarla por encima de su cabeza y tirarla a una esquina de la habitación, luego aprovechó a deshacerse de su camisa. Volvió a besar a la pelirroja cogiéndola en brazos para caer los dos sobre la cama, abrazados.
El resto, os lo podéis imaginar.
▼
A la mañana siguiente, April se despertaba rodeada por el brazo izquierdo de Matthew, con la mejilla en su pecho.
Se frotó un ojo para desperezarse, pero al volver a mirar, Matthew la miraba a ella con una sonrisilla.
―¿Y ahora qué? ―bufó ella con una sonrisa vergonzosa, casi segura de que se estaba poniendo colorada otra vez.
―Nada ―respondió él, su sonrisa creciendo más y más. Estaba claro que se acordaba de cómo la pelirroja reaccionó aquella vez en la que se bajó los pantalones delante de ella―. Lo de anoche estuvo bien ―dijo arqueando una ceja.
―Mm-hum... ―asintió April pasando una mano por su pecho. Suspiró con pesadez―. Creo que necesito una ducha ―murmuró volviéndose para quedar tumbada sobre su espalda.
―¿Puedo unirme? ―se rio Matthew retirando el brazo para que estuviese más cómoda.
―¿Por qué no? ―sonrió ella encogiéndose de hombros―. Pero tengo que ir a mi cuarto por ropa limpia ―explicó recogiendo su ropa del suelo, viendo de qué manera taparse con ella, por si acaso.
―Te espero ―suspiró Matthew cruzando los brazos bajo su cabeza, cerrando los ojos con una expresión de paz.
April rodó la vista con diversión, pero se apresuró a buscar su ropa, esperando no cruzarse con nadie. Ya sería mala suerte, no tenía que ir más allá que a la habitación de al lado.
*
Más tarde, April y Matthew aceptaron a hablar con Karai lo que había ocurrido en el desierto durante un desayuno, después de todo, invitaba ella.
April no dudó en quejarse del calor que hacía y lo incómodas que se hicieron las noches durmiendo en la furgoneta. El olor a gasolina tardaría unos cuantos días en desaparecer de sus fosas nasales.
Matthew por otro lado, encontraba divertidas las quejas. Él ya estaba acostumbrado a la incomodidad de ese tipo de viajes, pero de repente le parecía irónico que haya encontrado algo tan especial en la ciudad. Casi le costaba creer que la pelirroja le gustase tanto teniendo opiniones tan distintas.
Karai tuvo que asentir ligeramente avergonzada cuando Matthew le preguntó si ella también tenía algún tipo de habilidad. No dijo nada, simplemente porque después de que les hubiese atacado un varano gigante, podría asustarle que ella revelase ser una serpiente mutante con cuatro bocas.
Otra razón es que Raiden apareció en ese momento, y no, no tenía ni idea de que Karai era también una mutante. En parte le daba miedo que Raiden la rechazase por ser una serpiente monstruosa, así que... sí, se lo calló.
Ojos que no ven, corazón que no siente ―o se rompe―, ¿no?
Raiden se excusó por la tardanza y tomó asiento tras darle a Karai un beso en la cabeza, haciendo que ella apretase los labios para reprimir una sonrisa. Iba vestido de negro, una camiseta de manga larga y cuello medio-alto y unos pantalones quizá algo más grisáceos.
―¿Y qué? ¿Pensáis llevaros también ese bicho? ―se interesó alcanzando una mandarina.
―Creo que en Nueva York ya tenemos experiencia con mutantes ―asintió April con una expresión de incomodidad, aunque, en parte podía sentirse orgullosa por el dato―. ¿Nos echáis una mano con eso? ―preguntó con una mueca.
―Sí ―respondió Karai dejando su taza de té sobre la mesa―. Descartamos el viaje en barco, ¿no? Os llevaría un mes, si no más. Me parece que el vuelo va a salir caro ―suspiró mirando a Raiden.
―Puedes pasarle la factura a Alfil ―sonrió April.
―¿Pero tenemos que ir en el mismo avión? ―se cuestionó Matthew con una mueca―. A ver si se va a soltar y nos estrellamos contra los Alpes ―dijo.
―Por eso no te preocupes ―respondió Raiden―. ¿No había que mandar otro grupo a Nueva York? ―se cuestionó compartiendo una mirada con Karai, a lo que ella asintió―. Pues ellos pueden encargarse de los posibles inconvenientes.
▽
No, la verdad es que no me apetecía mucho redactar el lemon de April y Matthew. Sorry not sorry.
Eso será problema de la Selkie del futuro, la que se estará quedando calva por el estrés de la edición y el calendario. Y lo digo porque, efectivamente... a la verga todo, otra vez.
¿Recordáis que en una nota reciente decía que entraron en 2020? Vale, pues ahora resulta que entraron en 2022, o eso creo. Ya no sé nada.
Sara supongo que lo publique de nuevo, pero yo no creo que lo haga, la verdad. A ver, se supone que ya hemos arreglado el calendario, pero esta vez vamos a volver a vernos la serie para estar seguras. Lo cual es de lo más frustrante, y que tampoco puedo meterle prisa a Sara para avanzar, que está de exámenes.
Me estoy pensando si reubicar a Arlet en la primera temporada y todo, no sé ni qué edad tiene Gino a estas alturas de la obra, y francamente, me está resultando de lo más agobiante seguir adelante sin tener claro lo que ocurrió en el pasado. ¿Cuándo es el cumple de los bebés? ¿Cuándo?
En fin, ¿qué opináis de Raiden? Y sí, el último OC es el varano. Oficialmente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro