103. Una regla estúpida
DESDE EL MISMO MOMENTO EN EL QUE EL PADRE DE ARLET SUGIRIÓ PREPARAR LA BODA, ESTABA HECHO. El mensaje le habían mandado mientras les enseñaban la casa del bosque, donde no tardaron en ir después de que Adaline empezase a fantasear con la boda de su hija.
Por muy extraña que fuese a resultar. Claro que, aun así, alguien tenía que bajarla de su nube.
Lo normal sería que Raphael se ofendiese al oír las propuestas ya que ninguna parecía muy apropiada para un escenario en el que él y su familia podrían resultar monstruos Sí, le ofendía, pero a Arlet más aún.
—Mamá, basta —exclamó sin poder soportarlo más—. ¿No entiendes que no puede haber ni la mitad de personas que has mencionado? Además, ¿desde cuando crees tú que me pega un bodorrio de esos? —bufó.
Raphael miró a Arlet ligeramente sorprendido porque temía haber tenido que ser él el que le dijese eso a Adaline. Aunque claramente, él habría intentado tener un poco más de tacto.
Compartió una mirada con Skylar, que tenía al niño en brazos. Ella se encogió de hombros sabiendo que no era raro que discutiesen así, porque en ese momento Adaline se puso a contestar a Arlet.
Antes de que Arlet recibiese algún otro bofetón porque comenzaron a levantarse manos al aire, Janik se puso en medio. Las mantuvo a una distancia prudencial colocando las manos en sus hombros y, trató de hacer entrar en razón a su mujer.
—Ada, Ada escucha, Arlet tiene razón. Todo lo que estás pensando, descartado —dijo dándole un par de toques con el dedo índice en la frente. Adaline fue a protestar, pero Arlet se adelantó:
—Eso. No he tenido a mi hijo en la bañera para que ahora vengas tú a gritarlo a los cuatro vientos. Los mutantes existen, miren como uno se casa con mi hija, pasen y vean... —canturreó con su vocecilla de burla.
—Bueno, vale —resopló Adaline relajando la postura—. Pero tampoco es sólo tu boda, también es la suya —añadió señalando a Raphael.
Raphael estaba respondiendo en ese instante a la llamada de auxilio de Skylar, que empezaba a encontrar al bebé cada vez más pesado. Carraspeó incómodamente porque, evidentemente, no iba a apoyar a Adaline con lo que fuera que estuviese planeando.
—Emm... Creo que hay que hay que poner unos límites —murmuró acomodando a Gino entre los brazos después de que se retorciese para poder ver a la gente que había frente a ellos. Era divertido de ver la forma en la que sonreía con el chupete en la boca—. ¿Empezamos con nuestra lista de invitados? —sugirió recalcando la palabra «nuestra».
Arlet asintió y se dirigió a la cocina seguida por los demás. Tenían una pizarrita de bolígrafo borrable pegada a la nevera, era suficiente para esa lista tan corta. También cogió un pequeño cuaderno con un bolígrafo en las anillas para que su padre pudiese tomar nota de lo que deberían saber.
Raphael y Arlet fueron citando los nombres de sus familiares primero ya que resultaban ser los más obvios, luego añadieron a dos de sus acompañantes, que eran Naiara y Kimani. Y para completar al Clan Hamato, estaban April y Casey.
—¿Le dejamos traerse a Jessica? —preguntó Arlet con una pequeña mueca de incomodidad—. Yo no la conozco, aunque parece maja...
—Ya, sé a lo que te refieres —asintió Raphael compartiendo la misma expresión—. A ver, que su relación no es de ayer, pero —murmuró señalándose a sí mismo, encogiéndose de hombros—. Luego le pregunto.
—Más uno en interrogante —concluyó Arlet señalando a su padre—. ¿Y los Mutanimales? —se cuestionó volviendo a cruzarse de brazos.
—No lo creo —siseó, de nuevo con incomodidad—. Están muy liados con el tráfico de armas por ahí.
—¿Y ya está? Ha sido más fácil de lo que pensaba.
—Así que son básicamente tu Clan Hamato ese, Naiara, Kimani, nosotros y... la tal Jessica en interrogante, ¿verdad? —repasó Janik mirando de reojo su lista. Arlet y Raphael asintieron una vez, conformes con la lista.
—¿Sólo tus hermanos? ¿No tenéis padres? —preguntó Adaline por curiosidad.
Raphael suspiró con pesadez, dirigiéndole parte de su atención a Gino para distraerse un poco. Arlet ladeó la cabeza con tristeza y frunció ligeramente el ceño. Adaline compartió una mirada con su marido, apenada por haber preguntado. Se intuía lo que podía haber pasado.
—Lo siento —dijo juntando las manos sobre la encimera, jugando con los pulgares.
—Da igual —suspiró él mientras se aseguraba de que Gino estuviera cómodo ya que, se estaba quedando dormido con la mejilla en su hombro.
—Hubiera estado bien que nos casase Splinter... —murmuró bajando la mirada. Raphael la dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento, sí que hubiera estado bien que fuera él quien los case—. ¿Papá? —preguntó Arlet mirando a Janik.
—Alto ahí, ¿pretendes que tu padre se ordene sacerdote? —se cuestionó dando un respingo, poniendo una mano en el hombro de su marido.
—No. ¿De verdad crees que nos vamos a casar en una iglesia? Va a ser aquí. Pretendo que se aprenda cuatro frases chorra.
—Eso puedo hacerlo —dijo apuntando en la libreta que debería hacerse un guion.
—Es verdad, me saliste de lo más atea. Como tu padre —murmuró con desdén, ignorando el comentario de su marido, aunque le miraba para reprocharle que su hija haya salido tanto a él—. ¿Qué de ti, Raphael?
—Es... una mezcla entre sintoísmo y budismo —respondió ladeando la cabeza de un lado a otro de manera pensativa.
—Por supuesto —resopló Adaline llevándose la mano a la cara para pellizcarse el puente de la nariz.
▼
La semana pasó más o menos rápido, o al menos para todos salvo Raphael y Arlet. A la pareja le daba la impresión de que se le acababa el oxígeno por cada día que tachaban en el calendario.
Los padres de Arlet, y en ocasiones Skylar, habían tomado posesión de la casa del bosque para poder idear algunas cosillas. Así que lo de esconderse en su nidito de amor secreto estaba totalmente descartado. Por no mencionar que dejó de ser secreto hace unos meses.
Lo cierto es que Skylar estaba harta de hacer de mediadora, y Arlet tenía que entenderlo. Su hermanita estaba vete y ven todo el día con su madre para recordarle lo que podía o no hacer porque Raphael y sus hermanos eran mutantes. Además de que Arlet no quería que hiciesen nada más que la comida y una decoración muy sencilla.
Resultaba desesperante para todos.
Leonardo y Naiara se pasaron el jueves con Michelangelo y Gino para ver cómo iba todo por el bosque y, para que Skylar se tomase un descanso. Kimani y April se estaban encargando de que la novia y su hermana se relajasen antes del gran día, las habían llevado a un centro de belleza y... luego irían a mirar algunos vestidos más.
Las cuatro estaban recostadas en un sillón después de un par de sesiones de masaje, ahora permitiendo que las arreglasen las uñas de manos y pies.
Estaba claro que Kimani estaba en su salsa, pero las demás habían estado un poco incómodas con eso de estar semidesnudas mientras unos desconocidos las masajeaban. Arlet, April y Skylar seguían un poco inseguras, procurando que esos suaves albornoces blancos no revelasen más de la cuenta.
—¿Cómo lo lleváis, chicas? —preguntó Kimani casi derritiéndose en su asiento ahora que le estaban haciendo la pedicura. Las demás se miraron entre sí con una ceja arqueada, no pudiéndose creer que de verdad lo estuviese disfrutando absolutamente todo.
—Prefiero un baño de burbujas en mi casa, gracias —murmuró Arlet—. Ahí tal menos tengo vino —dijo echando un ojo a sus uñas. Parecían nuevas, ya que había preferido que no se las pintasen. Quería que pareciesen cuanto más naturales, y April igual.
—Arlet, tienes diecinueve, no puedes beber alcohol —le dijo la pelirroja.
—En mi casa sí. Ahora Casey es nuestro distribuidor oficial. Da gusto tener a alguien que pase el corte y pueda comprarlo —suspiró más tranquila—. Bueno, ¿mañana vais a clase o...? —quiso saber volviéndose a sus amigas.
—Yo no —dijo April.
—Yo a las dos primeras horas —respondió Kimani resoplando—. Si queréis luego vamos todas a la casa del bosque, porque me quiero planchar el pelo —sonrió pasándose la mano entre los rizos.
—Yo no me puedo creer que te hayas comprado el vestido tan rápido. En los programas de mamá, la mayoría de las novias se van con las manos vacías —añadió Skylar con una sonrisa de satisfacción al ver el pequeño dibujo floral que había pedido que le hicieran en los pulgares—. ¿Le mandaste una foto a mamá?
—¿De mi vestido de dos piezas, de las cuales una es negra? Claro —asintió Arlet con ironía.
—Pero es verdad —se rio April—. El martes te enamoraste de ese vestido, y nos hemos pasado ayer y hoy corriendo por tiendas y tiendas para que Kimani sintiese ese flechazo por un vestido.
—Y mereció la pena —suspiró ella—. Por eso ahora estamos aquí. El tuyo también está mono, April —añadió dándole un codazo juguetón.
—Gracias —sonrió—. Eh, eh, ¿y qué es eso de que los chicos van a llevar pajarita? —se sorprendió recordando el detalle de que Arlet había tenido que comprar algunas con sus distintivos colores.
—Oh... Mi padre le ha dicho a Raph que si aparece con la bandana no nos casa. Así que ha buscado apoyo en los demás para no sentirse ridículo. He comprado corbatas también, ya decidirán ellos cual se ponen —explicó Arlet.
Estuvieron en el salón de belleza unos veinte minutos más, lo justo para que todas y cada una de sus uñas estuviesen pintadas, si acaso decoradas, y secas. Arlet se llevó a su hermana al apartamento, y April y Kimani se fueron cada una a su casa.
No tardó en hacerse tarde, pero aún estaban despiertas cuando Naiara volvió con Gino, para hacerles un resumen de lo que sus padres habían preparado en la casa del bosque. Por suerte no debían de haber hecho nada fuera de las estrictas peticiones de Arlet —y Raphael—.
Eso sí, los chicos tendrían que aparecer después de que llegase el servicio de cáterin y lo colocasen todo en el jardín. Naturalmente, los padres de Arlet no podían hacerlo todo, todo.
Naiara no volvía con las manos vacías tampoco. Leonardo y Michelangelo tuvieron que subirla a ella y al bebé por la terraza, para que no la viesen cargar con un niño verde. Esa era la parte evidente, pero la otra razón era que Adaline había parecido hacerse a la idea de tener un nieto. Había comprado una trona y una mecedora portátil para que no estuviera siempre en el suelo.
Skylar había insistido en comprarle algunos muñecos, pero eso no había sido ninguna sorpresa.
Raphael no iba a aparecer esa noche por el apartamento. Lo de no ver a la novia en un par de días era una regla estúpida en la que en realidad todos —las chicas— habían insistido.
▼
Al día siguiente, las chicas estaban en la habitación principal casi habiendo terminado de arreglarse.
Por lo general, la novia estaría de los nervios porque se iba a casar dentro de un par de horas, pero no, Arlet se encontraba de lo más tranquila en el centro de la cama, con Gino sentado entre sus desnudas piernas tatuadas y tratando de alcanzar el teléfono de su madre. Sólo mandaba algún que otro mensaje a Casey para saber cómo lo habían pasado la noche anterior él y su prometido.
Se había ondulado un poco el pelo y con el top de su vestido puesto. La falda aún colgaba de la percha que estaba en el gancho de la puerta.
Kimani estaba frente al espejo terminando de plancharse el pelo, tal y como dijo en el centro de belleza. Su vestido era de brillantes rosados, constantemente reflejando la luz que le llegaba tanto del espejo como de las propias lámparas.
A su lado estaba April, que retocaba su diadema una y otra vez, no del todo convencida puesto que nunca se la había puesto sin la coleta. Simplemente se veía rara al haber permitido que Kimani la ondulase un poco el pelo. Llevaba un vestido de tirantes amarillo, con vuelo.
Skylar no tenía nada que hacerse en el pelo puesto a que continuaba llevándolo corto, así que estuvo tumbada junto a su hermana en la cama desde que se puso su vestido. La forma era como el de April, pero daba la impresión de ser más sencillo al ser azul marino con un estampado floral mayormente blanco con algo de rosa.
Naiara estaba sentada en la otra esquina de la cama terminando de atarse sus sandalias romanas. Su vestido era de un tono verde grisáceo, de tirantes y con tiras en el torso que hacían que revelase parte de los costados.
—Lo mato... —murmuró Arlet entre dientes, mirando fijamente la pantalla.
—¿Qué pasa? —preguntó Skylar enderezándose.
—Que al parecer Raph y Casey se habían quedado dormidos porque anoche bebieron de más.
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