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CASEY SE CONFORMÓ CON VISITAR A JESSICA ALGUNAS TARDES EN SU HABITACIÓN DE HOTEL, aunque sus brazos le suplicaban que dejase de trepar tanto. Quizás le estuviese dando más crédito a alguna otra parte de su cuerpo.
Estaba claro que su tremenda hazaña de trepar por ese bonito edificio tenía su gracia en principio. Resultaba emocionante, y todo resulta mucho más gratificante después de esforzarse, pero la situación no tardó en torcerse.
Sonaba un tanto pervertido e interesado cuando la mayor parte de esas tardes consistían en contenido para adultos. Para qué mentir, Jessica lo disfrutaba como la que más. Casey ya sabía lo que era, pero para ella se había abierto un nuevo mundo.
Ya... Casey hacía tiempo que deseaba salir del banquillo, todo sea dicho.
La cuestión es que después de casi dos meses, Casey tuvo que salir corriendo. Jessica también corrió, pero sólo hasta la ducha, así había alguna excusa de por qué su ropa estaba en el cesto.
Fue una escena bochornosa aun cuando nadie le vio —por suerte—, pero sí, terminó de vestirse en el callejón.
Ya con la ropa puesta, llamó a Jessica esperando no delatarla y se aseguró de que su padre no les hubiera pillado. Era algo que les tenía que servir como aviso, estaba claro que esas quedadas resultaban más fáciles cuando las organizaba Charlotte.
Se fue corriendo antes de que le pillase alguno de los matones del padre de Jessica.
Quería hablar con alguien, y esperaba poder dejar de recurrir a Charlotte. Él también tenía amigas.
*
—¿Por qué siempre nos fastidiáis la noche de chicas? —bufó Kimani tan pronto como vio quién estaba al otro lado de la puerta, le permitió pasar a desgana, dando un leve portazo de decepción.
—Por favor, dime que es la pizza —se oyó decir a Arlet desde el salón.
Las chicas estaban en pijama corto, pudiendo ya disfrutar de la temperatura de mediados de mayo. Arlet estaba sentada con una rodilla flexionada en la silla del fondo; Naiara en el sofá, cerca de ella; y Kimani en el otro extremo, junto a la puerta de la terraza.
—Qué agradables sois —murmuró él rodando la vista—. Eh, hola —sonrió arrodillándose cuando el perro se acercó a saludarle con, bastante más entusiasmo que las chicas—. Al menos alguien se alegra de verme.
—A ver, ¿qué es lo que te trae por aquí? —suspiró Naiara tratando de relajar la situación a la vez que mecía a Gino en una de sus rodillas.
—Oh, nada, sólo que me he tenido que tirar por la ventana para que no me pille el padre de Jess —resopló tomando asiento entre ella y Kimani—. ¿Estáis viendo Por trece razones? Se estrenó hace mes y medio —se sorprendió señalando la pantalla con el ceño fruncido.
—Cállate, el objetivo de estas noches es hacer un maratón —espetó Arlet señalándole duramente con el regaliz que estaba masticando. Y siendo más hábil, Gino le robó el dulce para roerlo con una mirada inocente—. Esta te la guardo, petardito —le dijo resignada, cogiendo otro de la bolsa que tenía en el regazo.
Naiara vigiló de cerca los bocados que Gino le intentaba dar a ese regaliz. Ya casi le habían terminado de salir los dientes, pero no estaba de más asegurarse de que no se atragantaba. No tardó en quitárselo de la mano y partir trocitos con las uñas para que no resultasen peligrosos.
—Bueno, y no te has hecho daño, ¿verdad? —preguntó volviendo a Casey.
—No, la habitación de Jess está en segundo piso. Pero si hubiéramos estado en la habitación de la primera vez, ten por seguro que me hubiera matado —explicó acomodando los brazos en el respaldo del sofá.
—Demasiados detalles, pervertido —dijo Kimani cogiendo de nuevo su bol de palomitas—. Ahora voy a tener pesadillas con un tipo desnudo cayéndose por la fachada de un hotel. Es divertido, a la vez que... —y completó la frase con una mueca y falso escalofrío, haciendo que Arlet y Naiara soltasen una risilla maliciosa.
—Ja, ja... —se burló él—. Venga, vosotras lo tenéis fácil, no os tenéis que preocupar de que os pillen.
—Emm, aunque no tengamos que escondernos, sigue siendo incómodo —recalcó Naiara señalándose a sí misma y a Arlet con la misma mano. La morena también alzó una mano saludando.
—Y estoy segura de que Raph y yo no somos los únicos que lo han hecho en la guarida —añadió Arlet alcanzando su refresco de la mesa de café, señalando a sus amigas con una mirada de intuición.
—Yo soy la única que sigue viviendo con sus padres. Aunque eche el pestillo, mi madre es capaz de pegar la oreja a la puerta si sospecha algo. No sería la primera vez que Donnie se mete en el caparazón bajo mi cama —murmuró Kimani antes de volver a llenarse la boca de palomitas.
—¿Crees que Donnie se juega el cuello si tu madre le pilla? —sugirió Casey arqueando una ceja.
—Aún conserva el arma de cuando trabajaba en el cuerpo de policía, tú dirás —respondió encogiéndose de hombros. Casey la miró de reojo y tragó saliva con incomodidad, sólo le faltaba imaginarse al padre de su novia amenazándole con un arma.
*
Siguieron hablando sobre los escenarios más incómodos entre amigos y familiares para con los momentos más íntimos, al menos hasta que se dieron cuenta de que no era lo mismo hablar entre chicos o chicas al respecto. Resultó raro llegar a algún punto de esos escenarios.
Al cabo de un rato, el portátil de Arlet comenzó a sonar. Se trataba de una video-llamada que, en realidad no era inesperada.
—Hola, Ari —saludó la joven con una gran sonrisa. Arlet respondió sonriendo también, aunque tuvo que chistar los murmullos de Casey y Kimani riéndose del apodo que su hermana utilizaba—. ¿Estás con alguien? —preguntó Skylar ladeando la cabeza.
—Sí, noche de chicas —informó elevando el ordenador para que su hermana pudiese saludar a la gente del sofá—. Y Casey, pero eso es confidencial —añadió.
—Hola, Gino —sonrió meciendo la mano, intentando llamar su atención y fracasando porque el pequeño no acertaba a encontrar la procedencia de la voz—. Qué grande está.
—Es lo que tienen los bebés, que crecen. Estás sola, ¿no?
—Sí, papá y mamá han salido con unos amigos. Mejor, así puedo terminar el regalo de mamá, mira —y puso un lienzo a medio terminar delante de la cámara de su ordenador. Se trataba de una playa paradisiaca pintada con acuarelas.
—Qué guay. Estás mejorando mucho —asintió su hermana—. Pero el regalo por qué.
—Mañana es el día de la madre, tonta. Y será tu primer día como madre.
—¿Cómo dices?
A Arlet y Skylar se les heló la sangre, pero a la menor de las hermanas casi le da un infarto también, porque dio un respingo antes de mirar asustada hacia la puerta de su habitación. A los pocos segundos, Adaline se sumó a la video-llamada.
—¿De qué habláis, señoritas? —demandó inclinándose sobre el escritorio.
—Que... este iba a ser el primer año en que me acordaba de felicitarte por el día de la madre. Y te iba a mandar un regalo y todo. Mañana, no sé cuándo te llegará, problema del cartero.
—Ya... —asintió ella entrecerrando los ojos con desconfianza y, creando una situación totalmente incómoda para Skylar, que no podía apartarse de la escena porque estaba entre los brazos de su madre—. Arlet Jordan, ¿me tomas por tonta? —espetó alzando la voz.
Arlet no quería responder, pero la forma en la que apartó la vista un momento y zarandeaba la cabeza ligeramente sopesando las posibles respuestas lo dijeron todo: Sí.
—Más gordas te las he colado, así que... —murmuró.
—¿Qué hay más gordo que "eso"? —se sorprendió Skylar frunciendo el ceño.
Arlet le dedicó una expresión cansada a su hermana para que dejase de hablar. Adaline seguía poniendo el grito en el cielo hasta tal punto que Janik se acabó asomando por la puerta. Arlet lo dedujo por la forma en la que Skylar se comunicaba a base de gestos y expresiones faciales con él.
No les había quedado del todo claro si Adaline había escuchado que Arlet era madre, pero dejó de importar cuando Gino se terminó el regaliz que Naiara le estaba dando. Empezó a quejarse señalando a Arlet para que le diese más chuches.
—Es de Kimani —dijo Arlet mirando a la pantalla de nuevo, pasando por alto el «oye» de su amiga alzando los brazos en sentido interrogante. Casey y Naiara no pudieron evitar soltar una risilla por la situación, cosa que se resumió con Kimani enfurruñándose en el sofá.
—Se acabó. Janik, nos vamos a Nueva York.
—Pues... ¡a ver quién te abre la puerta! —intentó gritar Arlet al ver que su madre se iba indignada.
—Emm... Mañana te veo —añadió Skylar con una sonrisa inocente, antes de finalizar la llamada.
Arlet bajó la pantalla del portátil ignorando completamente las expresiones de quienes estaban en el salón con ella. Cogió el móvil que había dejado en su regazo y llamó a alguien mientras carraspeaba para mantener la compostura.
—Cariño, mi hermana la ha liado —dijo curvando los labios.
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Si Raphael tuviera, uñas se las habría comido. Aunque ya sufrió bastante habiéndose pasado la noche caminando por el salón de una manera errática y, en ocasiones con el niño en brazos. No sería de extrañar que la tortuguita tuviera sueño esa mañana.
Arlet tampoco durmió demasiado, pero ya sabía cómo hacer frente a la situación y, el insomnio ocasional la tenía inmunizada a la falta de sueño.
La morena bajó al salón ya vestida y acompañada por el perro, echando un último vistazo a su móvil.
—Vale, mi hermana dice que acaban de aterrizar. Y me ha mandado una foto de la maleta que ha traído mamá —murmuró mirando el chat al que acababa de responder con una secuencia de emojis decepcionados—. Si piensa que se va a quedar aquí más de una noche lo lleva claro —dijo guardando el móvil en el bolsillo—. ¿Cómo has dormido?
—Bien —respondió Raphael pretendiendo que no había nada de lo que preocuparse. Claro que, Gino tenía otra cara. En cuanto vio a Arlet se inclinó en un intento desesperado de escapar de los brazos de su padre.
—Sí, eso parece —murmuró ella respondiendo a la llamada de socorro de su hijo, quien apoyó la cabeza en su hombro y, abrazándola, cerró los ojos—. ¿Qué le has hecho? —susurró sorprendida.
Raphael no contestó. Apartó la mirada mordiéndose el interior de la mejilla.
—En fin... —suspiró rodando la vista—. Han alquilado un coche, así que estarán aquí dentro de unos veinte o treinta minutos.
—Genial —dijo Raphael poco convencido, atreviéndose a alzar los pulgares con una pequeña y falsa sonrisa—. Y, ¿sabes cuánto tiempo van a estar aquí? —quiso saber, cruzándose de brazos de manera casual.
—A juzgar por el tamaño de esa maleta... no lo sé. Pero tranquilo, no tengo ningún problema en echarlos. Paso de aguantar a mi madre cuestionándose mi modo de vida actual —explicó rodando la vista.
—En serio, ¿qué clase de familia tienes? Lo tuyo es como... una historia familiar de terror —dijo él con una mueca de incomprensión.
—Habló el mutante que vive en las alcantarillas —respondió ella arqueando una ceja con una sonrisa irónica—. También podríamos salir corriendo al bosque cuando se queden dormidos —sugirió encogiéndose de hombros.
—Me gusta cómo piensas, nena —sonrió él acercándose para darle un beso en la mejilla. Arlet soltó una risilla disfrutando de ese beso que rápidamente encontró sus labios, claro que, Gino soltó un quejido al sentir que estaba viéndose atrapado.
—A ver, ¿y si desayunas antes de la siesta? —le susurró al bebé antes de que se quedase dormido de verdad, dándole unas suaves palmaditas en el caparazón y llevándole hasta la cocina—. Y tú necesitas café —le dijo a Raphael.
*
Les dio tiempo a desayunar todos y lavar todo lo del fregadero mientras el bebé estaba en la alfombra jugando con el perro y su juguete de cuerda.
Casi como si lo hubiesen cronometrado, terminando de secar unas tazas, Raphael y Arlet se detuvieron mirándose de reojo al escuchar el ascensor. Asintieron dando por hecho que sería la familia de Arlet cuando un conjunto de pasos precedió al sonido del timbre del apartamento.
—¿Nervioso? —preguntó Arlet dirigiéndose a la puerta con él de la mano.
—No soy un niño, puedo hacerlo —asintió siguiéndola, pero ni él se lo creía. En el mismo instante en el que Arlet puso la mano en la manilla, Raphael se dio la vuelta—. No puedo hacerlo.
Arlet le miró con incredulidad mientras veía cómo trotaba hasta el salón para coger a Gino y subirle con él al piso de arriba seguidos de cerca por el perro.
Danger había cogido rápidamente la necesidad de saber en todo momento dónde estaba el bebé, sabía que era pequeño para defenderse y a él le habían entrenado para proteger. Eran un buen equipo, cosa que enternecía a su madre por completo.
—¿Qu- ¡Cobarde! —le gritó asomándose por las escaleras. Carraspeó tratando de recomponerse cuando dedujo que la habrían escuchado al otro lado de la puerta; se colocó el pelo y abrió.
No le podía extrañar que sus padres tuvieran una expresión ligeramente confusa en la cara, aunque la forma en la que su madre ladeaba la cabeza le pareció que estaba de más. Arlet puso una cara neutral, esperando que no resultase amenazante o, que estuviese a la defensiva.
—Pues eso, que... Feliz día de la madre —dijo encogiéndose de hombros.
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—PUES ESO, QUE... FELIZ DÍA DE LA MADRE —dijo encogiéndose de hombros.
Pasó en apenas dos segundos, pero Adaline rodó la vista de forma cansada soltando un pesado suspiro, y le soltó un bofetón. Arlet se quedó mirando al marco de la puerta tratando de ignorar la picazón de su mejilla izquierda, lamiéndose los labios con rabia. Aparte de eso, apenas había hecho otra cosa de dejar que la mano de su madre le dijese hacia dónde mirar.
—Empezamos bien... —murmuró Skylar conteniendo el aliento a la vez que miraba a su padre con incomodidad.
—Adaline —resopló Janik echando la cabeza hacia atrás, no pudiéndose creer que de verdad lo hubiera hecho—. ¿Qué hay de «preguntar primero castigar después»? —le preguntó arqueando una ceja, pero manteniendo una expresión dura.
—Es que... Encima se- —intentaba decir recalcando la actitud chulesca de su hija. No obstante, ella la interrumpió dirigiéndose a ellos mientras se frotaba la mejilla.
—¿Castigar? No pienso acatar ningún castigo. Ni soy menor de edad, ni vivo bajo tu techo.
—Vale —suspiró Janik de nuevo—. Necesito una cerveza.
Arlet le iba a responder que era mayor de edad, pero que tampoco tenía veintiún años. Aunque al pasar su padre a su lado y recibiendo un beso en la frente, vio que ya traía él un pack de seis. Adaline la aguantó la mirada un momento más, de todas formas, no tardó en seguir a su marido hasta la cocina. No vaya a ser que la cerrasen la puerta en las narices.
Por último, pasó Skylar, pero tenía un motivo para ello. Cuando Arlet cerró la puerta tras ella, intentó escabullirse hacia el piso de arriba.
Una pena que Arlet hubiera estado desarrollando sus ya buenos reflejos entrenando con ninjas. La tomó de los hombros cuando iba ya por el tercer escalón y la bajó de nuevo al pasillo.
—Antes de que huyas despavorida —le dijo ladeando la cabeza—. Necesito saber qué te han sonsacado.
—No respondí a nada, lo prometo —informó juntando las manos—. Pero el que calla otorga, ¿no? —murmuró insegura, empezando a mecerse con las manos tras la espalda—. Sí. Dan por hecho que son abuelos. ¿Puedo ir a ver a Gino, ya? —preguntó con una sonrisa inocente.
—Mira a ver si se han escondido debajo de la cama —suspiró Arlet dándole una palmadita en el hombro, dándole permiso para salir corriendo, cosa que Skylar hizo sin dudar.
—Así que, «Gino» —insinuó Adaline al ver pasar a su hija, después de haber tomado asiento en uno de los taburetes de la cocina—. ¿Es que no nos lo vas a presentar? —se cuestionó encogiéndose de hombros.
Arlet rodó la vista y se detuvo delante de ella, al otro lado de la encimera tras buscarle a su padre un abridor para las cervezas. La miró con insistencia, pero ese silencio sólo delató la emoción del Skylar, el bebé y el perro en el piso de arriba. Cerró los ojos para mantenerse firme ante tal interrupción.
—El mantenerlo en secreto era necesario, ¿vale? —suspiró recostándose en el rincón entre ambas encimeras. Tomó inconscientemente la cerveza que su padre le ofrecía, pero se detuvo al notar que él no la soltaba. Al mirar, se fijó que estaba rozando con el dedo su anillo de compromiso—. Eso es de mucho antes.
—¿Seguro? ¿No es de ayer? —preguntó arqueando una ceja con una sonrisa irónica. Arlet negó con la cabeza, y una sonrisa en la cara, apretando los labios con vergüenza—. A ver, ¿por qué tenía que ser un secreto? —insistió deslizando el otro taburete para que su hija se sentase. Adaline alcanzó la mano de su hija para apreciar también la joya.
—Es que Raph es especial... El anillo es de mi dieciocho cumpleaños —añadió señalando la joya.
—Todos son especiales, cielo —contestó su madre mirándola con poca sorpresa. Se tuvo que aguantar una risa al ver la reacción de su marido, bajando la cerveza de repente y mirándola de reojo—. Está bien, te seguiré la corriente. ¿Por qué es especial? —suspiró enderezándose.
—Es quien me ayudó la noche del atraco, y... estamos juntos desde febrero.
Arlet les contó un resumen de la que fue su relación con Raphael hasta la actualidad, incluyendo episodios como la verdadera historia de cómo Naiara se mudó con ella o lo que pasó durante aquella invasión que les hizo huir de la ciudad.
En principio omitió todo acerca los mutantes. Los aliens no, estaba claro que la prensa se había encargado de hacer saber lo que había pasado en Nueva York. Aunque si uno le preguntase a cualquier neoyorquino, lo más probable es que no se acuerde de ello.
Normal, eran una mano de obra Kraang a tiempo completo y con el cerebro en blanco.
Entonces llegó al día en que descubrió que estaba embarazada y la forma en la que entró en pánico, se volvió completamente irracional y... recayó. Seguía con la historia habiendo omitido todavía lo de los mutantes, pero su madre no pudo continuar escuchando llegados a cierto punto.
—Alto, alto, ¡alto! —exclamó alzando las manos—. ¿Cómo que en la bañera? ¿Estás loca?
—Ya, recuerdas que he dicho «secreto», ¿no? —contestó aguantándola la mirada—. Vale, Raph no es humano —anunció levantándose y yendo en dirección a las escaleras antes de que pudiesen replicar—. Pero como paso de más cuentos, los veis y punto. Ahora, como oiga algún comentario despectivo sobre mi hijo o mi prometido, os largáis —amenazó señalando la puerta.
Adaline se volvió asustada hacia su marido, repitiendo en un susurro incrédulo: «No es humano». Janik sólo se encogió de hombros no sabiendo qué responder, pero se veía que ya trataba de ponerse en lo peor para no reaccionar de manera inapropiada.
*
Puede que fuese una estrategia para que sus padres no se asustasen, pero Skylar bajó la primera acompañada por Danger. Caminó enfurruñada y se dejó caer en el sofá entre sus padres.
—¿Qué pasa? —preguntó Janik acogiéndola bajo su brazo, aprovechando para acariciar sus mejillas.
—Nada. Solo que Gino estaba medio dormido todo el tiempo, pero cuando ha aparecido Arlet sólo quería estar con ella. Es un niño de mamá —se quejó haciendo un puchero, pero cediendo a acariciar a Danger, que movía la cola como loco reconociendo a sus invitados.
—Y, emm... lo de, ¿no ser humano...? —quiso saber. Estaba claro que la pobre mujer no soportaba el suspense.
—Son mutantes. Y Gino es adorable —sonrió llena de ternura, sin haber podido apreciar la mirada que sus padres compartieron. Así todo, Janik parecía bastante más tranquilo viendo que ninguna de sus hijas parecía ver la diferencia a la hora de tratarlos.
Minutos después, Arlet bajó las escaleras con el bebé en brazos, pero envuelto en una manta que aún lo cubría a ojos de sus padres. Se detuvo en el pasillo intercambiando unas palabras a susurros con Raphael, que prefirió esperar a ver cómo sus futuros suegros reaccionaban al ver a Gino.
Janik frunció el ceño habiendo visto una sombra moverse en las escaleras, sabiendo que el mutante, aún no se sentía seguro con la situación. Carraspeó al ver que Arlet se acercaba a él y que cogiese al niño, por lo que se inclinó para dejar la cerveza en la mesa.
Skylar se inclinó casi por completo sobre el hombro de su padre, pero lo que más la interesaba era ver la cara que ponía al descubrir al bebé.
La cara de Janik le hizo cierta gracia porque apenas había notado la diferencia y se había quedado de piedra mirándole, pero fue Gino quien la hizo reír. A ella y a Arlet, que continuaba de pie con los brazos cruzados.
Gino miraba a su abuelo frunciendo el ceño de una manera casi exagerada, y agarraba la manta con una mano con fuerza, como si la fuese a usar como arma en cualquier momento para con el desconocido.
—Es verde —se sorprendió Adaline asomándose por encima de Skylar, apoyada en el respaldo del sofá.
—Mamá, te lo advierto. Te vas —replicó Arlet señalando la puerta tras ella. Y de repente, Gino escupió el chupete y empezó a quejarse ya patalear quitándose la manta de encima.
—Yo no he sido —se defendió Janik alzando las manos, aunque vigilando que el bebé no se caía de su regazo. Danger se acercó a ver qué le pasaba, e hizo lo que siempre hacía cuando estaba inquieto, lamerle los pies.
Gino soltó una risilla, pero no tardó en intentar resistirse a las incesantes cosquillas que el perro le provocaba.
Arlet le cogió y le dejó en el centro de la alfombra tendido boca abajo. Enseguida, Gino intentó elevarse sobre las manos para poder observar su alrededor y a esas extrañas personas que estaban en su casa. Bueno, hasta que Danger fue a su cama para coger su juguete de cuerda y tumbarse delante del bebé.
En ese momento, el resto del mundo dejó de existir.
—Es... ¿una tortuga? —se cuestionó Adaline ladeando la cabeza con confusión.
—Tortuga. Lo ha dicho —exclamó Arlet señalándola—. ¡Raph! —gritó girándose hacia las escaleras.
—Lo he oído, lo he oído —dijo acercándose con la cabeza incómodamente gacha, rascándose la nuca. Cuando se acercó lo suficiente a su novia, ella tomó su mano y se abrazó a su brazo a la vez.
—Pues este es Raphael —anunció Arlet con una sonrisa, dándole un beso en la mejilla.
—Un placer, Señor y Señora Jordan —asintió tímidamente, forzando una pequeña sonrisa. Pobrecillo, en ese momento no quería otra cosa que el que la tierra se le tragase.
Janik carraspeó de nuevo y se levantó del sofá asegurándose que sus vaqueros no se habían remangado. Llevaba también una camiseta gris de manga corta que dejaba ver los tatuajes que tenía desperdigados por los antebrazos. Dio un par de pasos hasta situarse frente a la tortuga e inclinó un poco la cabeza para mirarle de reojo.
No es que Janik fuese un tipo muy alto, pero de alguna manera seguía quedando por encima de Raphael. Tampoco era intimidante, aunque resultaba bastante serio y cerrado. Era lo que hacía su combinación de sombrero hípster negro, gafas de sol con cristales azul marino y la forma en la que su barba rodeaba sus inexpresivos labios.
Sí, la verdad es que era bastante bueno para jugar al póker, no había quien descifrase su expresión. También es cierto que Arlet había salido a él en ese sentido. Por no mencionar que cuando la conoció llevaba brazaletes de cuero, su padre también, pero los suyos eran simples cintas de cuero marrón desgastado.
Raphael tragó saliva y miró un momento a Arlet, hasta que se vio interrumpido.
—No, no, no. No la mires a ella, mírame a mí —dijo Janik sin haberse movido más que para negar con la cabeza lo suficiente como para que el pelo que le caía por la cara se sacudiese—. Así que... ¿quieres casarte con mi hija? —preguntó enderezándose de nuevo.
—Emm, sí —asintió Raphael convencido.
—No es que no me fie de ella, pero... gracias por echarla una mano aquella noche —añadió pasando a su lado, dándole una palmada en el hombro.
—También me devolvió la guitarra —sonrió Arlet dándole un suave codazo. Adaline se levantó para presentarse también ante Raphael, pero tan pronto como estuvieron cara a cara, salta la vista que la mujer se quedó en blanco.
Llevaba una blusa negra que revelaba sus hombros y unos pantalones de tela con rayas verticales blancas y negras y un nudo en la cintura. Y los zapatos... Arlet no bromeaba cuando decía que su madre era bajita, porque llevando los tacones que llevaba apenas la debía de sacar tres centímetros. Eran grises, de punta redonda.
—Emm, ni siquiera sé qué iba a decir —suspiró dándose por vencida—. Supongo que, bienvenido a la familia —se forzó a sonreír nerviosamente, aunque para sorpresa de todos, le dio un abrazo.
—Raro... —murmuró Skylar estando arrodillada en el suelo con Gino y Danger. Arlet la miró parodiando el cuadro de «El grito» de Munch, dando la situación por increíble.
Janik volvió de la cocina con la cerveza ya empezada de Arlet y otra que acababa de abrir para Raphael. La tortuga se lo agradeció, pero le sorprendió un poco que el hombre alcanzase su propia cerveza de la mesa de café y la chocase con la de Raphael.
—Bueno, supongo que toca preparar la boda, ¿no? —dijo antes de dar un trago, haciendo que la tortuga se quedase de piedra.
—Perdona, ¿cómo? —se cuestionó Arlet ladeando la cabeza con incomprensión.
*
Al conocer la noticia de que los padres de Arlet iban a pasarse por Nueva York para conocer a su nieto, Naiara y Kimani se bajaron a dormir a la guarida y le contaron lo ocurrido a los demás.
No tenían prisa por levantarse porque las tortugas habían estado patrullando —que era lo que estaban haciendo cuando Arlet llamó a Raphael—, y ellas se vieron otra película antes de quedarse dormidas de madrugada esperando a las tortugas.
Eran las 11:34 cuando ya estuvieron todos despiertos y juntos en el salón. Michelangelo no dejaba de imaginarse por lo que estaría pasando su hermano. Aún recordaba el cabreo de Splinter cuando explicó que Arlet estaba embarazada, ¿cómo conocer a los padres de tu novia diciendo «soy el padre de tu nieto mutante»?
Lo cierto es que estaría aterrado.
—¿Cómo creéis que le va a Raph? —preguntó suspirando a la vez que acogía a Chompy entre las manos.
—¿Estás de broma? —se rio Donatello compartiendo un par de miradas con los demás—. ¿No viste la cara que se le quedó? Estaba pálido.
—Pues si ves a Arlet después de la conversación con su madre —añadió Kimani sacudiendo la mano—. Como que nos fuimos enseguida —dijo sonriendo a Naiara, buscando la confirmación de los hechos, a lo que la rubia asintió.
Al poco rato, los teléfonos de todos tintinearon, dándoles a entender que se trataba de un mensaje por el grupo en el que estaban también las chicas. Estaba claro que la primera en abrirlo fue Kimani, porque enseguida gritó alertándolos a todos:
—¿¡Que se casan!? —exclamó inclinándose sobre el teléfono.
—¿¡Qué!? —se sorprendió Michelangelo sacando el teléfono también, al igual que los demás.
Prácticamente respondieron todos a la vez a un mensaje que decía que estaban invitados a su boda el viernes que viene, en la casa del bosque.
MIKEY: ¿CÓMO, CÓMO, CÓMO?
KIM: ¡¡¡NECESITO UN VESTIDO!!!
LEO: Vaya reunión familiar, ¿no?
DONNIE: ¿No decíais que no había prisa? 🤣🤣🤣
NAIARA: ¿Qué dices?
CASEY: ¿Te han presionado tus suegros? 😂😂😂😂😂
APRIL: LOL, Kim😆.
ARLET: Y lo peor es que se van a quedar hasta entonces😭.
RAPH: Pero lo organizan ellos, así que shh.
ARLET: Chicas, ¿cuándo vamos de compras? Para mandar a mi madre a hacer otra cosa😂.
CASEY: Y no nos olvidemos de lo más importante: RAPH, ¡¡DESPEDIDA DE SOLTERO!!😝😝😝😝
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