---Capitulo 1---
¿Quién es el?...
El japón feudal, donde los guerreros de la orden samurai se encontraban en esplendor, constantemente en la búsqueda de ser el mejor entre sus filas, honrando su apellido.
También donde apenas se tenía contacto con la parte occidente del mundo, teniendo sus propias costumbres y maneras de pensar.
En una choza de gran estatus entre árboles de cerezo junto con flores de sakura, un joven guerrero practicaba distintos ataques de ofensa y defensa al viento, el filo de su katana cortaba el aire con determinación y elegancia.
El era el hijo pródigo de la familia Hamada, que aún en el mero apogeo de sus veinticinco años, ya se coronaba como un samurai en todo lo que implica la palabra, participando en múltiples batallas y habiendo luchado cara cara con el temido líder de una de las tantas guerrillas orquestadas por los ninjas.
Con un último corte dejo que la katana se deslizara a la funda que colgaba en su cinturón—¿Que sucede padre?—dijo volteándose y reverenciandose a ver la figura de un hombre mayor, que llevaba un rato viéndolo realizar su practica diaria.
—Hijo mío, necesito de tu ayuda, se trata de un viejo camarada-menciono el hombre—se trata del señor Anazawa.
—Mi maestro...—afirmo—¿para que me solicita? Es maestro de varios otros samuráis y tengo entendido que todas sus hijas ya están casadas—cuestiono.
—Digamos que es para otro tipo de compromiso—se acerco su padre—conoces bien que una de las costumbres de nuestra clase es el shudō "el camino de los jóvenes".
—Lo conozco claramente padre...pero me temo que a mi edad y rango ya no pertenezco a la categoría de wakashū como para que me acepte un maestro—recalco.
—Precisamente es por eso que te necesita...—hizo una pausa—...verás el quiere que tú seas el guía para su hijo...
—¿El señor Anazawa tiene un hijo? Creí que solamente tenía hijas—interrumpio.
—Yo tambien creí eso, pero tal parece que mi viejo amigo se guarda sus propios secretos...—suspiro—...se que eres demasiado joven aún para tener el cargo de un wakashū, pero el te conoce prácticamente desde que eres un niño al ser tu instructor y confía en ti más que en nadie para está tarea.
El más joven se sonrojo un poco y medito su respuesta unos segundos—Esta bien padre...me haré cargo de el...¿Cuándo vendrá?—pregunto.
—En tres días llega...—recargo su mano en el hombro del joven—por favor se amable con el, Anazawa me dijo que el es especial.
Asintió con la cabeza—...tendré todo preparado.
El hombre mayor sonrió complacido—confio en ti hijo mío—quito su mano—bien tengo que volver a casa con tu madre.
El jovencito hizo una reverencia a su padre—le mandas mis saludos por favor—le dijo finalmente recibiendo un gesto afirmativo del mayor.
Cuando su padre se retiró el samurai decidió entrar a sus aposentos para empezar los arreglos de su invitado, no sin antes meditar un poco para calmar su mar de preguntas y cuestiones que le habían surgido tras ese conversación.
En tres días llegará prácticamente un desconocido a su hogar...un chico que tendría que intimar con el...¿Por qué nunca en su vida había escuchado hablar de el supuesto hijo de Anazawa si se supone que era su mejor estudiante y su padre era un gran amigo suyo?...¿Será tan buen guía para ese jovencito?...¿A qué se refería con decir que el chico era especial?...
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Los tres días pasaron, tres días que para el samurai habían sido eternos en su transcurso, pero ahora sentía que solo habían durado un instante...
Se había levantado prácticamente antes de que saliera el sol, y se encontraba fuera de las puertas de su hogar esperando la llegada de su ahora wakashū.
Usualmente el no era impaciente pero ahora la impaciencia era lo único que podía describir el gesto en su rostro y el constante ruido de tambor de su pie derecho.Y ni hablar de su nerviosismo que aún con la meditación matutina había decidido regresar a colmarle la mente.
Suspiro y optó por mejor volver a entrar para tomar algún te aunque sea unos momentos, volteando para retirarse, cuando escucho como lo llamaban y volteo de regreso afuera.
Vislumbro la silueta de un joven corriendo hacia su hogar que alzaba su mano para que lo notase y no dejaba de vociferar su nombre—HAMADA-SAN—se detuvo en seco al llegar y apoyo sus manos en sus rodillas señal de cansancio—discúlpeme por la tardanza mi señor, tuve que detenerme por una furiosa madre tanuki aunque no lo crea...suena tonto...pero ya estoy aquí—dijo entre jadeos para después hacer una reverencia.
El samurai lo miro con extrañeza por su forma tan peculiar de actuar y pasó sus ojos por toda la extensión de su cansado cuerpo.
El joven no parecía superar los diecinueve años, con una complexión delgada, tapada con ropas ligeras, y con un sombrero de paja sobre la cabeza, nada fuera de lo normal...pero lo que verdaderamente le pareció extraño fue que el chico portaba una singular máscara que cubría su rostro y que aún con el evidente cansancio no se quitó.
—Espero que esto no suceda muy a menudo, entra para que descanses—le invito a pasar.
—Hai—asintio y entro a la choza siendo seguido por el samurai
Se sentó en la mesa del centro de su hogar y el dueño de la vivienda preparaba te—¿Quieres un taza? debes estar cansado—le ofrecio.
—No gracias, no se preocupe solo necesito descansar un poco-contesto, dándose aire con su sombrero mientras observaba maravillado alrededor del lugar—su casa es preciosa déjeme decirle.
—Te lo agradezco—se sentó—bien ¿cuál es tu nombre chico?—le pregunto mientras bebía un sorbo del té.
—¿Mi nombre?...—vacilo—...eso no es de ninguna importancia, puede decirme solo Anazawa—respondió—sabe usted se ve muy joven para tener un wakashū a su cargo.
—Tu padre me pidió exclusivamente a mi hacerme cargo, fui uno de sus estudiantes hace algunos años, pero dime ¿sabes bien lo que implica el wakashudo no?—le miro fijamente.
El enmascarado asintío—...el camino de los jóvenes, son relaciones que tienen dos hombres samurais...uno de mayor edad experimentado buscando guiar a otro más joven...—murmuro.
El mayor asintió con un sonrojo en sus mejillas—y sabes perfectamente si queremos aplicar el shudō debes quitarte la máscara.
Anazawa se movió inquieto—temo contradecirlo Hamada-san pero no puedo hacerlo...—suspiro—verá le pedí a mi padre que me llevara con un samurai de absoluta confianza...el dijo que el shudō sería la mejor opción...pero yo solo quería estar con un maestro para que solo me entrene para ser un samurai auténtico...no puedo quitarme la máscara...espero comprenda—dijo bajando la cabeza apenado.
Eso tomo por sorpresa al de mayor edad, pero no dejo reflejar su asombro ante esa declaración, más bien le quitó un poco de peso encima en cuanto a como se haría cargo del chico ya que al menos todo el aspecto íntimo quedaría de lado.
—Esta bien no te obligaré a quitarte la máscara, pero quiero que des tu mayor esfuerzo en el entrenamiento y acates las demás órdenes, entendido—dijo comprensivo pero autoritario.
Este solo asintió con la cabeza—daré mi mayor esfuerzo.
—Bien te llevaré a tu habitación, puedes dormir mientras tanto, mañana empezaremos el entrenamiento—recalcó levantándose para que el más joven lo siguiera.
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Los días pasaron, hasta convertirse en semanas y estás convertirse en meses, parecía que todo en teoría marchaba bien, el joven Anazawa daba su mayor rendimiento en cada práctica que realizaban, que aún con su delgada complexión resultaba ser un buen guerrero, al tener movimientos ágiles y precisos.
Incluso habían formado una buena relación al dividirse las tareas del hogar, además de que compartían muy buenos momentos juntos, Hamada le leía poemas antigüos o le contaba de las múltiples batallas a las que tuvo que asistir aún a su corta edad, otras veces se disputaban entre viejos juegos tradicionales.
El samurai más experimentado pudo comprobar que el chico resultaba ser muy alegre y risueño, siempre sacándole una sonrisa, aunque muy contrario a lo que uno esperaba de un guerrero, a él no le molestaba en lo absoluto, disfrutaba su compañía.
Pero aún con eso, las dudas del mentor no se acababan, pues el más chico ponía gran resistencia en desistir a quitarse la máscara en algún momento, nunca comía en su presencia y siempre guardando respeto se retiraba a comer solo en su habitación, aún con el arduo entrenamiento no se la quitaba para tomar un poco de aire, e incluso llegó a comprobar que dormía con ella puesta.
Ya ni hablar de la gabardina negra que cubría toda su cabellera y parte de sus hombros, pues las mismas acciones se repetían.
¿Que era lo que causaba tanto pudor al chico?...¿Extrema timidez?...¿Algún tipo de ojos de distinto color como los suyos?...¿Alguna deformidad?...
Muchas veces se cuestiono en espiarlo solo para ver su rostro, pero no podía hacerlo, eso era inhonorable, el chico confiaba plenamente en el y no podía romper su confianza de esa manera, no podía traicionar a quien tanto ama.
Así es el samurai estaba enamorado.
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Un nuevo día, el samurai se encontraba leyendo uno de los viejos poemas, uno de amor en especifico.
Murmuraba una y otra vez los cortos versos de la escritura—"Al acostarme siempre pienso en que la que amo...si ella sintiera lo que sueño...ya no querría despertar"...
—Es un hermoso poema para el cortejo-se hizo a notar el wakashū, dejando ver qué lo había escuchado por completo—acaso hay alguna afortunada que no habré notado—dijo con confianza, acercándose a su lado.
—Es uno de mis favoritos, y tal vez tengas razón en que quiero cortejar a alguien—le contesto suave volteandolo a ver.
—Con ese poema es más que suficiente, cualquiera que te conozca sabe que eres un hombre que vale adsolutamente la pena—lo alago.
—¿Enserio?—le cuestionó sonrojado por sus palabras.
—Si, tienes un gran sentido del honor, eres un buen samurai y sobretodo eres amable a diferencia de otros que he conocido—suspiro—...además me gustan mucho tus ojos...no son cafés o negros como los que tienen los demás japoneses, de un tono azul como los mares y siempre reflejan más de lo se ve a simple vista.
El samurai quedó mudo por sus palabras, siempre la gente recalcaba sus ojos, más por su tono azul que por otra cosa, cosa que nunca se sintió acomplejado pero eso, sin duda esas palabras le habían dejado que pensar.
—Solo espero que esa persona se de cuenta pronto de lo que siento—le contesto.
El enmascarado se acercó más—¿Puedo saber quién es?—le cuestionó recargándose en su hombro-si me lo dices...te daré algo a cambió.
—No lo creo—dijo cabizbajo volteando hacia el lado contrario, pero el más chico no se aparto.
Pero cuál sería su sorpresa al darse cuenta que el chico le pasaría su máscara entre sus manos.
Por fin había decidido revelar su rostro.
Con total asombro volteo a ver la cara de quién en todo ese tiempo siempre estuvo celosamente oculta, y no solo eso también la pequeña gabardina estaba totalmente fuera de su cabeza.
Con delicadeza acercó una de sus manos al rostro recién descubierto, primero por su mentón, luego hacia una de sus mejillas vislumbraba cómo estás tenían puntos peculiares en ellas, paso a su cabellera, tornada de un color dorado repartida en rizos.
Se dio cuenta de algo...el chico no tenía ningún rasgo oriental, más bien podía decir con certeza que venía de alguna región de Europa...ahora lo entendía todo...
Tomo su rostro entre sus manos y lo obligo a qué lo mirara—¿Cuál es tu respuesta Hamada-san?—le pregunto el más joven de los dos.
También miro con detenimiento sus ojos...los cuales eran azules...pero a diferencia de los suyos tenían un color más claro...más parecido al cielo.
Este sonrió y se acerco con peligrosidad—muy simple Anazawa-Kun...esa persona eres tu—le susurro y finalmente junto sus labios en un beso apasionado, que fue bien recibido por el más joven.
La sensación del beso fue por demás indescriptible, tanto había soñado con ver su rostro alguna vez, y ahora lo tenía entre sus manos, besándolo.
Después de algunos segundos se separó de el, a lo que el rubio decidió hablar—Creo que ya sabes la razón de porque tenía mis rostro y cabello ocultos...está prohibido el paso de los europeos en tierras orientales...
El samurai asintió al saber de qué hablaba—No me importa si eres europeo u oriental, y creo que ya sabes bien el porque—le contesto con franqueza.
—Tambien el ser occidental fue una razón del porque nunca te revele mi nombre—le miro fijamente.
—¿Y cuál es tu verdadero nombre Anazawa?—le susurro cerca de sus labios.
Ante esa última pregunta este respondió—...Miguel Ángel...
Continuará
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NOTAS DE LA AUTORA:
-Contrario a lo que muchos piensan y yo tambien llegué a creer, en el japón feudal existían las relaciones homosexuales entre samuráis las cuales no eran mal vistas y se consideraba tradición, siendo estás llamadas Wakashudo o simplemente shudō, donde un miembro experimentado tenía relaciones con otro más joven llamado Wakashū el cual tenía entre 15 a 20 años es por eso que existe una diferencia de edad entre Leonardo y Miguel Ángel.
-Ademas siempre me ha gustado darle razón a las cosas en este caso el porque nombre y apariencia de Miguel Ángel, ya que siempre se me ha hecho raro que en los AU a los chicos les den sus nombres y rasgos occidentales siendo pertenecientes a otra región, por eso aquí se dicen por su apellido, y si preguntan porque no se menciona el apellido Hamato pues eso se verá más adelante junto con el nombre de Leonardo.
-En cuanto al poema fue uno escrito por Ono No Komachi.
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