ROTTMNT - Cassandra
HISTORIAS CORTAS, LEONARDO
DURANTE EL APOCALIPSIS
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Cassandra no sabía qué hacer con su vida.
Era el peor momento posible para algo así. Después de que el Pie se saliese con la suya, en medio de una invasión extraterrestre. ¿Cómo iba a traer a un niño a esa locura de mundo en el que vivían? Si sobrevivían como animales.
Además, no podía dejar de pensar que ella misma se convertiría en un lastre para el equipo. A ver, ¿qué podía hacer ella con una barriga como esa en medio de una pelea? ¿O simplemente huyendo de otra redada? A lo mejor ese bebé no llegaba a nacer nunca, haría que la matasen al no poder luchar a pleno rendimiento.
No era el momento ni el lugar.
Estaba tirada en el suelo del nuevo agujero al que se atrevían a llamar hogar, negándose a derramar una sola lágrima de frustración. Aunque estaría justificado, la verdad. Pero no acababa de decidirse con lo que hacer.
Tampoco tenía demasiadas opciones, la sociedad humana se había ido a pique. De su embarazo se tuvo que dar cuenta tras varios síntomas y puede que después de dos o tres meses sin periodo. Y la opción del aborto solo sería posible si ella misma lo intentase. No podía arriesgarse a morir de esa manera.
En ese instante, Leonardo volvió a la guarida, jadeando como un loco, pero, con una sonrisa divertida en la cara. La infiltración no debió de haber salido tan mal después de todo. Donatello lo pintó bastante mal mientas lo planeaban todo.
Cassandra se enderezó carraspeando cuando él la vio en el suelo. Carraspeó, pretendiendo que no había estado compadeciéndose.
Demasiado tarde.
Leonardo dejó la espada a un lado y se acercó a ella. Se acuclilló a su lado.
—¿Estás bien? —preguntó ladeando la cabeza—. Ayer te golpearon muy fuerte.
—Sí —respondió ella, pero en su voz se notaba que estaba nerviosa. Además de la manera en la que sacudió la cabeza y evitaba mirarle a los ojos. Un tic comenzó a hacerse paso bajo su ojo derecho.
—Casey... —insistió Leonardo.
Cassandra apretó los labios mientras le devolvía la mirada, esta vez molesta por lo sumamente insufrible que podía ponerse el líder para que se le respondiese. Suspiró profundamente, mirando al frente.
—No se lo puedes decir a nadie—. Leonardo asintió, como si fuese exactamente lo que pensaba hacer desde el primer momento—. Estoy embarazada... —murmuró asintiendo, resignada.
—Vale, solo para que me quede claro. No puedo decir nada hasta... ¿qué? ¿Que se te caiga un bebé? —se cuestionó la tortuga señalándola. Ese comentario le costó un puñetazo que hizo volver la cabeza hacia el otro lado—. ¡Ow! —se quejó exageradamente, mirándola de nuevo.
Cassandra mantuvo el ceño fuertemente fruncido, molesta por la sola idea de estar tomándose la situación a broma.
—¿Qué? No puedes pretender que todo siga como si nada —insistió el líder—. Se te va a notar, y no vas a poder luchar o, defenderte —murmuró dejando caer los hombros hacia adelante, ligeramente apenado por la última parte.
Cassandra resopló, pero no podía decirle que no. Eso era precisamente lo que encabezaba su lista de contras para continuar en adelante con ello. Además, ese bebé no sería una debilidad mientras permaneciese en su vientre, lo sería también durante mucho tiempo o, incluso, toda su vida.
Cassandra pasaría miedo por lo que pudiera pasar a su bebé cada día de su vida.
—¿Quién es el padre?
—Eso no es asunto tuyo —bufó ella mirando a otro lado, cruzando los brazos sobre las rodillas.
—Vale, no me lo digas —suspiró él—. Pero te diré yo algo. Somos una familia, tú incluida, y no quiero perderte. Así que vas a quedar fuera de combate hasta que ese pequeñajo nazca.
—No creo que eso sea una opción. Por si no te has dado cuenta, esto es el apocalipsis —respondió Cassandra alzando las manos, señalando a su alrededor.
—Lo sé. Por eso te vas a ir a la nueva base que Donnie ha equipado a las afueras. Deberíamos poder mudarnos allí en un par de semanas, pero... creo que a ti te hace más falta.
—Leo, yo...
—No, no me des las gracias aún —la interrumpió—. No vas a poder salir de ahí en mucho tiempo, no puedes arriesgarte a un enfrentamiento en tu estado. Y será peor cuanto más tiempo pase, así que... intentaremos dejarte sola.
Cassandra no podía creerse las molestias que Leonardo se estaba tomando por ella, pero tampoco podía negarse a la propuesta.
Odiaba la idea de tener que permanecer escondida durante tanto tiempo, y la soledad a la que iba a ser expuesta podría volverla loca, pero Leonardo le aseguró que irían a verla cuando pudieran, ya fuera para abastecerla o hacerla compañía.
Siempre cabía la posibilidad de que los Kraang encontrasen la base y la echasen abajo con ella en su interior. O peor, podrían intentar transformarla en un híbrido mutante más que les siguiese ciegamente.
Unos días después, Leonardo mismo llevó a Cassandra a esa base oculta, y pudieron realizar ese viaje sin problemas gracias a la colaboración del resto de Clan Hamato. Aprovecharon la ocasión para atacar un centro de mando Kraang y liberar a varios humanos capturados, generando además la distracción perfecta para que sus compañeros tuvieran vía libre.
Cassandra no estaba del todo convencida, pero se tranquilizó bastante al ver que la guarida estaba equipada con un sistema de defensa muy completo. La tecnología de Donatello era increíblemente fiable, con los años, la tortuga casi podría diseñar dispositivos mientras dormía. No sería de extrañar que tuviera también instaladas cápsulas de huida antes siquiera de que los intrusos se acercasen.
Con el paso de los meses, Cassandra sentía la ansiedad.
Ansiedad por ver cómo su bebé crecía más y más dentro de ella. Ansiedad porque hacía meses que no sentía la luz del sol en la piel. Ansiedad porque el momento del parto se acercaba...
El lado bueno es que el parto no resultó tan malo como en un principio pensó que sería. Al fin y al cabo, el dolor no era algo que le resultase ajeno después de tantas peleas. Aunque lo que más le sorprendió fue la ternura que afloró cuando tuvo a su hijo en brazos por primera vez.
El problema es que no tenía ni la menor idea de cómo llamarle.
Leonardo apareció un par de días después para asegurarse de que todo iba bien. Claro que, dadas las circunstancias en las que se estaba dando ese embarazo, solo se podían imaginar de cuánto estaba juzgando el tamaño de esa barriga. La tortuga no sabía que iba a entrar a la guarida escuchando el llanto de un bebé.
No dudó en aceptar la ocasión de tenerle en brazos y, parecía que el pequeño se tranquilizó un poco. Cassandra tenía unas ojeras horrorosas, no debía de haber dormido desde que el niño nació.
Leonardo sonrió cuando la vio dormirse en el sofá, y tomó asiento para poder mecer al bebé más cómodamente y ver si conseguía que se durmiese también.
—Esto no está tan mal. Un poco de tranquilidad después de tanta pelea... —susurró—. ¿Qué tal todo, Casey Junior?
—Hmm... Me gusta, pero... ¿no quedaría egoísta llamarle así?
Leonardo levantó la cabeza. Cassandra le miraba desde el sofá, con la cara reposando en el reposabrazos.
—¿Por qué? Si ya nadie te llama así —sonrió antes de volver a mirar al bebé—. Puedes dejar que el mote pase a la siguiente generación.
Desde ese momento, Cassandra vio en los ojos de Leonardo —y más adelante, en el resto del grupo— que su hijo sería como su hijo también. Sería el niño consentido del Clan Hamato, nadie dejaría que nada malo le pasase a Casey Jones.
A medida que se hacía mayor, Casey vio en Leonardo una verdadera figura paterna. Mentiría si dijera que nunca se le había escapado algún que otro «papá».
Dedicado a: Neozour
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