2012 - halloween
HISTORIAS CORTAS, RAPHAEL
EL SEGUNDO HALLOWEEN DE MONA
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―Oye, no tenemos que salir si no quieres ―dijo Raphael encogiéndose de hombros con incomodidad. Forzó una sonrisa, pero la salamandriana podía ver que no era del todo sincera. Así todo, tampoco podía culparle.
―Empiezo a pensar que eres tú el que no quiere salir ―respondió ella ladeando la cabeza, con el ceño ligeramente fruncido.
―No, no, claro que me encantaría salir contigo, es sólo que...
―Ya he entendido cómo funciona ―le aseguró―. Esta noche los humanos disfrutan disfrazándose de monstruos u otros personajes de ficción o del pasado. Y porque unos se lo pasen bien asustando, no implica que sean una amenaza ―murmuró chasqueando la lengua.
Raphael asintió lentamente, acordándose del fracaso de la fiesta del año anterior.
Mona Lisa se había mudado a la Tierra hacía ya cuatro años, cuando Lord Dregg trató de invadir el planeta con su desagradable ejército de insectos. No obstante, debía salir de vez en cuando con su flota para llevar a cabo ciertas misiones y no sentir que dejaba de lado a los suyos.
Los dos primeros años se perdió Halloween ―aunque el primero fue un fastidio, por culpa de Savanti Romero. Cuando la pudo tener en la Tierra con él, a Raphael le hacía ilusión poder enseñarle en qué consistía Halloween. Aunque fue un fracaso.
Mona Lisa no acabó de entender por qué los humanos corrían de un lado para otro rugiendo o haciendo demás payasadas porque sí, como si se tratase de un circo macabro de mal gusto. Y no, no reaccionó del todo bien ni cuando intentaron asustarla, ni cuando ―inocentemente― halagaron su fascinante disfraz de extraterrestre.
―Y ya sé cómo responder a lo del disfraz ―añadió alzando las cejas con orgullo―. Gracias, me costó mucho tiempo y dinero ―dijo forzando una sonrisa.
―Está bien ―asintió Raphael soltando un disimulado suspiro.
―Perfecto ―exclamó con una sonrisa un poco más auténtica y entusiasta―. Ahora sólo tengo una duda ―murmuró inclinándose hasta quedar parcialmente oculta en el armario.
―¿De qué se trata? ―se cuestionó Raphael cruzando los brazos y apoyando el hombro en el marco de la puerta.
―¿Cuál crees que es mejor? ¿Mi traje de la flota salamandriana... o el top y los leggings? ―dijo sacando dos perchas.
Por supuesto, todos sabemos cuál es su traje de la flota, con una maya turquesa que imita escamas y la armadura azul-verdosa metalizada, pero no tardó en explorar lo que podía llevar en la Tierra.
Desde luego lo que más le gustaba y más cómodo le parecía, eran los leggings y los sujetadores deportivos. En caso de hacer un poco de frío, sólo se pondría encima un jersey o sudadera, siempre y cuando le quedasen ligeramente amplios y largos.
―Mm... Creo que estarás más cómoda con los leggings ―asintió con una sonrisa irónica, guiñándole un ojo. A Raphael le encantaba el estilo de su chica, especialmente cuando los tops consistían en escotes pronunciados con muchas cintas cruzadas.
Mona Lisa apretó los labios reprimiendo una sonrisa vergonzosa y procedió a quitarse la enorme camiseta blanca que utilizaba como pijama. Le llegaba hasta los muslos, así que la llevaba como si se tratase de un camisón.
✶
Más tarde, Raphael tuvo que asegurarse de que su novia no llevaba ningún arma más allá del estrictamente necesario, sólo en caso de que hubiese alguna emergencia. Sí, la había convencido de que ninguno de los humanos disfrazados supondría un problema para ellos, pero la verdad es que siempre había alguien que aprovechaba ocultar su identidad para ser un capullo. Además, el crimen nunca descansa.
Lo del truco o trato parecía demasiado infantil para la salamandriana, por lo que accedió con demasiado entusiasmo cuando Raphael sugirió ir a una fiesta a la que habían invitado a April. Sonaba bastante más divertido, ya tenían una edad como para ir pidiendo chuches.
Mona descubrió que le encantaba el ambiente de las fiestas, era algo que no ocurría muy a menudo en su propio planeta. Era una de las guerreras principales de la flota, pasaba demasiado tiempo fuera como para tener tiempo de celebrar nada lo poco que se quedaba en casa.
En una habitación parcialmente a oscuras, con luces intermitentes en tonos fríos y rosados, Mona tenía los brazos rodeando el cuello de Raphael, y él tenía los suyos en la cadera de la alienígena. No faltaron intercambios de besos y sonrisas a la vez que se mecían al ritmo de la música.
Eso sí, Mona no dejaba de mirar de un lado a otro, fijándose en los disfraces de algunos de los invitados de la fiesta. Aunque le molestaba más que algún humano hubiese osado llegar a la fiesta habiendo bebido de más con antelación, resultaban de lo más irritantes.
―Entiendo que los humanos beban algo, ¿pero es necesario tanto para pasárselo bien? ―se cuestionó alzando una ceja―. Las resacas no son divertidas.
Raphael asintió mordiéndose la lengua, conteniendo malamente una sonrisa divertida.
―Vamos, que sí recuerdas algo de tu primera fiesta en la Tierra ―dijo dejando relucir su sonrisa de manera irónica.
―Sólo la parte más desagradable ―murmuró Mona acercándose más a Raphael una vez escuchó que la nueva canción era un poco más lenta.
―¿Te lo estás pasando bien? ―preguntó Raphael, abrazándose a la cintura de la salamandriana.
―Mucho ―respondió ella con una sonrisilla, ladeando la cabeza con simpatía a la vez que jugaba con los extremos de la bandana de su tortuga―. Eh, ¿podríamos intentar disfrazarnos de algo el año que viene?
―Emm, claro ―dijo él rápidamente, encogiéndose de hombros―. ¿Habías pensado en algo en concreto?
―Raphael, por favor, tenemos todo un año para decidirnos ―contestó Mona frunciendo el ceño con diversión―. Pero sí quiero que vayamos conjuntados. Como Donatello y April, que van de esa película de...
―Ah, sí. Pesadilla antes de Navidad, te la pondré un día de estos, estamos en la época ―sonrió Raphael.
La tortuga se atrevió a hacerla girar sobre sí misma y acabar inclinándola como si de una película de Hollywood se tratase. Mona Lisa le miró con cierto asombro, pero cerró los ojos con una sonrisa cuando sintió que se acercaba para besarla.
No mucho más tarde, decidieron pasearse por la ciudad para ver si encontraban otra fiesta o algunos delincuentes con los que finalizar su mágica noche en pareja.
Vieron algunos maleantes intentando colarse en una tienda, pero la policía estaba pasando por el barrio, así que decidieron no intervenir.
Terminaron por volver a la guarida y acabar la noche de la mejor manera, aprovechando que nadie más había vuelto aún. Así no tendrían que cuidarse de hacer o no ruido.
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