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2012 - carta

HISTORIAS CORTAS, MICHELANGELO
CARTA DE DESPEDIDA

Lo de viajar al pasado era un verdadero lío.

A Renet le resultaba complicado tener en cuenta todas las variables que podrían afectar al futuro de maneras tan catastróficas y enrevesadas que parecían mentira. ¿Quién diría que un paseo aleatorio podría afectar al futuro de toda una familia? Alterar generaciones enteras...

A saber en qué podría acabar un inocente noviazgo con alguien nacido cinco siglos antes.

Era algo que le obsesionaba cada vez más y más. Llegó un punto en el que no podía ni dormir.

―¿Renet? ―se cuestionó Michelangelo al notar que ella resoplaba irritada―. ¿Qué pasa? ―preguntó frotándose los ojos, sentándose para ver qué la mantenía despierta.

―Todo... y nada ―suspiró ella con cansancio. Se incorporó para quedar sentada y poder hablar más cómodamente con él dado que estaba claro que no iban a dormirse enseguida―. Es que... cuanto más tiempo pasamos juntos, más se complica todo.

―¿Qué quieres decir? ―preguntó la tortuga encendiendo la luz.

―Oye, te adoro ―dijo Renet mirándole a los ojos―. ¿Sabes qué? Da igual ―suspiró sintiéndose culpable tanto por ella como por la tortuga. Le dio un beso en la mejilla y se volvió a acostar, dándole la espalda.

Michelangelo frunció el ceño, pero tampoco podría forzarla a decirle lo que la pasaba. Se tumbó de nuevo poco convencido, pero estaba cansado, así que no le costó demasiado quedarse dormido.

Al día siguiente, Renet no estaba a su lado.

Por lo general no se alarmaría, ella venía a ser madrugadora, pero encontrar una carta en la mesita de noche, fue extraño y desolador. Lo normal entre ellos era dejarse post-its en sitios en los que encontrarlos de repente, ¿pero esto?

Se sentó en la cama frotándose los ojos para desperezarse y encendió la luz para poder ver lo que su novia le había escrito.

Al final no fui capaz de dormirme y seguí dándole vueltas.

Lo siento, sé que no es justo que me vaya de esta manera, pero siento que ambos nos echaríamos a llorar como magdalenas si tuviéramos esta conversación y, no estoy preparada para algo así. Somos demasiado sensibles, y supongo que es por eso por lo que hacíamos tan buena pareja, siempre nos entendíamos.

Lo que me tenía inquieta... es que seguimos perteneciendo a épocas diferentes, y algo me dice que no está bien. No puedo permanecer en el Siglo XXI más de lo debido, podría tener consecuencias muy graves para el futuro (podría incluso no haber nacido nunca, quién sabe).

Y antes de que lo pienses... no, tú tampoco podrías venir a mi época, los libros de texto hablan de cuatro guerreros tortuga, increíbles historias que aún tenéis por vivir y más ocasiones en las que salvar el mundo. Tienes un papel importante en esta vida, Mikey, y no creo que ninguno somos tan egoísta como para hacer que la realidad misma peligre por lo nuestro.

A lo mejor Lord Simultáneo me obliga a borrar mi presencia de tu época para evitar errores logísticos. ¿Crees que sería mejor? Así esto no dolería tanto, si nunca nos conocimos, no tenemos por qué llorar nuestra pérdida. O puede que sólo tú, si tengo que arreglarlo yo misma, yo sí que lo recordaré todo.

En fin... Puede que tú me olvides, pero te garantizo que yo nunca me olvidaré de ti, y tampoco dejaré de quererte.

Siempre tuya,

Renet.

PD: Intentaré dejarte detallitos para que pienses "¿de dónde ha salido esto?", pero que aun así te parezca mono y lo guardes. Algo que no sea muy relevante pero que mantenga una pequeña parte de mi junto a ti. O eso espero. Te quiero y, espero que encuentres a alguien de tu línea temporal.

―No sé quién eres, Renet, pero ha sido muy bonito ―sonrió la tortuga pasándose la mano por los ojos para secarse ese par de lágrimas emotivas, evitando que cayesen sobre el papel para emparejarse con esa lágrima que se había secado casi junto a la firma.

Guardaría esa carta como un tesoro, aunque, le apenaba profundamente no ser capaz de recordar quién fue esa chica y lo que vivieron.

Cuando fue a preguntarle a sus hermanos si ellos recordaban algo sobre una misteriosa chica que viajaba en el tiempo, le miraron como si estuviera loco, especialmente cuando mencionó que iban a ser famosos por salvar al mundo más veces.

Michelangelo fue encontrando esos pequeños detalles que le prometieron en la carta muy de vez en cuando. Cosillas aparentemente insignificantes como recoger una pizza y que haya un dibujito en el cartón para cuando lo abriese, o encontrar un cromo perdido bajo su almohada con un post-it que dijera «Te lo dejaste en la nevera». Eso ya le alegraba el día.

Y sus hermanos tendrían que ir dándole la razón después de otra batalla importante en la ciudad de Nueva York, una de la que quizás no podrían esconderse.

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