Capitulo 11: La caída de Lucifer.
—¡Señor Dawson!. — Llamaba Tem.
Quién, por un mandato de parte de Louis. Trataba de encontrarlo. Aún que tenía cosas que hacer, por los años de servicio que patrocinó al joven ciervo, le ayudaría sin pensarlo.
Aquélla alpaca bajaba cada vez más por el barco. Ya que al ser un sirviente tenía sus ventajas, gracias a la llave maestra que se les otorga a cada uno, así que una puerta cerrada no era problema en lo absoluto.
— A decir verdad. ¿Por qué estoy haciendo esto?.
Se cuestionó el pequeño, caminando por aquellos pasillos, que con forme avanzaba eran mucho más angostos.
— ¡Señor Dawson!.
Llamo nuevamente al lobo, pero fue cuando escucho una respuesta. ~Por aquí~ proveniente en su espalda. Lo que lo lleno de mera alegría, ya que había encontrado su objetivo.
— ¡Hábleme otra vez!.
Gritó esta vez. Buscando de donde provenía la voz. Lo que logró, ya que había recibido nuevamente una respuesta. Así que se apresuró así no perderlo, hasta que lo encontró.
Habitación de tercera clase, 701.
— ¡Señor Dawson, por fin lo.... encuentro!.
Dijo suavemente la alpaca, al ver al lobo. Quién se encontraba completamente golpeado, con un par de cortadas en ambos brazos, y lo que parecía ser quemaduras por cigarrillo. La joven alpaca al acercarse de manera preocupada, lo primero que hizo fue retirar el bozal de su boca. Para darse cuenta también que los que lo habían capturado, le habían quitado un par de colmillos.
— ¡Jesucristo!. — exclamó. — Déjeme intentar quitarle las cadenas.
Se apresuró el joven, para ver sus brazos y lograr soltar el amarre que lo mantenía con los brazos arriba. Tem miraba a su alrededor, divisando una botella con poca agua. Así que rápidamente la tomo, y coloco la punta de la botella en la boca del lobo. Quién solo abrió su boca y dejó pasar aquel líquido por su garganta, lo que logró que aquella hambre que sentía se calmara considerablemente.
—Vete de aquí. Oh ellos pueden volver.
Dijo Legosi, quién estaba completamente agotado, por no haber comido algo, oh dormido por la pequeña tortura que recibió.
— Esta bien. Lo encontré señor, ahora tengo que volver he informar que usted se encuentra mal. Confíe en mi y en el joven Louis. Nosotros lo sacaremos de aquí.
— Louis. — Dijo indiferente. — Esa copia de Bambi, no es capas de ver la mentira aunque la este viendo, directo a los ojos.
—Escuche. Louis lo sacará, confíe en mi. Por el problema que haya pasado con él, seguro se arrepiente.
— Espero que si.
— Tenga un poco de fé. Ahora déjeme ir por el, y enseguida lo sacamos de aquí.
Dijo la alpaca, colocando todo nuevamente en su posición, así el que estuviera aquí no se diera cuenta que alguien más había entrado. Colocando el seguro de la puerta, este comenzó a caminar, acortando por la sala de máquinas,mientras recordaba la habitación.
— Octava planta, habitación 701, octava planta, habitación 701. — Repetía.
Pero fue cuando al cruzar una esquina se chocó con un león, quién al darse la vuelta observó a la alpaca, la cual comenzó a ponerse nerviosa. Luego se juntaron otros dos más, uno era de la misma estatura que el de copete. Pero este era mucho más mayor, y sus gafas de abuelo lo destacaban. El otro parecía mucho más joven, pero su pelaje de color marrón oscuro lo convertía en alguien único en los leonés.
— Tu no deberías haber venido de esa dirección. — Hablo Free.
— Lo lamento... Yo estaba buscando a un amigo. Pero no sé por dónde salir. — Caminando hacia atrás.
—¿Cual es tu nombre niño?. — Hablo Ibuki.
— ¿Para que quieren saberlo?.
— Por qué, así sabré el nombre del imbécil que hizo la pregunta más estúpida del mundo.
— Su nombre es Tem.
Hablo una voz detrás de los leones. Quién al quitarse de enmedio, dejo a la vista a un tigre de bengala. Con un cigarro entre sus dedos. Caminando hacia el frente.
—No se supone que debes de estar sirviendo a tu dueño, esclavo. — Dijo Bill.
— Yo... Perdón amo Bill, estoy haciendo una entrega a un huésped de tercera clase. Y por mi distracción termine perdiéndome.
— Eso suena muy mal, pequeño. — Dijo el tigre de bengala. Arrojando su cigarrillo a una de las caldera que se encontraba cerca. — Déjame, darte una guía. Todo este camino recto, luego a la izquierda estarán las escaleras para subir.
— Muchas gracias. — Hablo Tem. Quién comenzó a caminar en la dirección dada.
—No tan rápido. — hablo Bill, mientras sujetaba una de sus manos. — ¿Te irás tan rápido?.
— Perdón. Pero tengo muchas entregas que hacer amo Bill.
— Pero.... ¿Por qué?. Si al lugar al que vas ya no serás sirviente.
— ¿Qué?.
Fue lo último que dijo, cuando un destello salió de una de las manos del león, lo que en un pequeño espasmo, hizo brincar levante a la alpaca. Este bajo lentamente su mano a su estómago para encontrar que toda su mano y parte de su pelaje blanco. Ahora estaba cubierta por la brillante sangre, que salía por causa del disparo.
— Sabés. Los niños tontos siempre terminan teniendo su merecido.
Hablo Bill, con una sonrisa en su rostro. Para luego ver como el cuerpo de Tem aún sujetándose a sus últimos alientos de vida, se alejaba de ellos, sujetándose por los bordes. Hasta que un segundo disparo impacto en el cuerpo de la alpaca. Lo que atravesó el pecho lo que provocó una muerte instantánea.
— Una lástima.
— ¿Qué hacemos con el cuerpo?. — preguntó Ágata.
— Metanlo en una de las calderas. Así no quedará nada de él. Y limpien el piso, no quiero que nadie sospeche.
— ¿Y con el lobo?. — Preguntó Ibuki.
— Déjenlo por ahora. Tengo algo en mente, ahora iré a ver a ese hijo de puta de Louis.
Y sin decir más, este se marchó. Arreglando su traje de camino hasta llegar al ascensor que se encontraba en el mismo sitio que le había dicho Bill a la alpaca.
— Pobre chico. — Hablo Agata, quién se dio la vuelta.
— Es nuestro trabajo, y nosotros solo obedecemos. — Respondió Free. Quién se lleva el cuerpo junto con Ibuki.
— Mientras tanto. Ve a ver al primero. — Dijo Ibuki, quién sujetaba de las piernas a Tem.
— Está bien.
Respondió el León de pelaje oscuro. Caminando, pero antes de cruzar uno de los pasillos de la sala de calderas. Se detuvo, así que al voltear a ver. No podía creer como aquellos dos leones metían el cuerpo de un herbívoro en una de las chimeneas del barco. Cosa que solo trato de ignorar, cosa que no podía, ya que sus manos comenzaron a temblar de manera rápida. Un ataque de anciedad estaba por ocurrirle. Pero fue rápidamente como de uno de sus bolsillos sacó un pequeño frasco. La cual contenía unas cuantas pastillas contra, los ataques de pánico. Pero a falta de agua con sus propias baba tuvo que hacerlo.
Al momento de que estás fueron ingeridas, los efectos secundarios comenzaron a aparecer. Más de la increíble migraña que lo provocaba, decidió evitarlo por completo, haciéndose el fuerte.
— Estúpidas pastillas de mierda. — Dijo mirando el frasco. — Dos pastillas, para ataques de anciedad. La ironía.
Dijo sarcásticamente, hasta llegar a la habitación donde se encontraba aquel lobo. Lo cual le sorprendió ya que estaba con los brazos abajo, y la botella con agua que había dejado en la mesa ya no tenía ningún sorbo.
— Niño. — Exclamó, al recordar adónde se encontraba su casi salvador.
Así que solo se limitó a ver a aquel lobo, tomando una de las sillas que estaba en una esquina. Y se terminó sentando para ver como este dormía.
— Y tu lobo. Vaya problema en que te has metido, ¿eh?. — Dijo susurrando.
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