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Enero, 01

La mañana comenzó con una quietud extraña. El equipaje ya estaba en el auto, los pasaportes listos, y  mi familia, estaba ocupada con las despedidas habituales, pero mi mente estaba en otra parte. Becky aún no llegaba.

Había prometido venir para despedirse, para un último momento juntas antes de que me fuera. Había confiado en que lo haría, pero mientras las horas pasaban y el auto permanecía estacionado frente a la casa, la esperanza se desvanecía lentamente.

Intenté no mostrar mi preocupación, pero cada minuto que pasaba hacía que el peso en mi pecho se hiciera más insoportable. Ella, quien siempre llegaba justo a tiempo, no estaba allí.

— Quizás está ocupada — sugirió Charlotte, aunque su tono no sonaba convencido.

— O tal vez no quiere despedirse porque sabe que va a llorar más que tú — añadió Jeff, intentando suavizar la situación, aunque yo sabía que sus palabras no eran del todo ciertas.

No respondí. Sabía que ella era emocionalmente fuerte, pero esta vez, me preguntaba si el dolor de verme marcharme era demasiado, incluso para ella.

Dejarla no era fácil para mí, era dejar mi hogar. Parecía que estaba rompiéndole el corazón, pero la realidad era que solo estaba rompiendo más el mío,  dejar todo eso atrás también me estaba destruyendo a mi.

"Jamás te pediría que te quedes". Esa frase se repetía en mi cabeza como un eco insoportable. Bec había sido mi refugio, su cama el lugar más cálido que había conocido, su corazón mi lugar seguro en este frío invierno , y ahora me iba, dejando atrás el único lugar donde había sentido que realmente pertenecía.

Cuando finalmente decidimos partir, estaba resignada. Ella no vendría. Intenté no dejar que las lágrimas cayeran mientras subía al auto, pero sentía como si algo dentro de mí se rompiera con cada paso.

Justo cuando mi padre encendió el motor, el rugido de una moto llenó el aire. Nos giramos, y allí estaba, llegando a toda velocidad como si montara un caballo blanco, con una chaqueta de cuero y su cabello ondeando con el viento.

Saltó de la moto con una calma que me desconcertó. Parecía tranquila, en paz, mientras yo sentía que me estaba desmoronando.

— ¡Becky! — gritaron Charlotte y Jeff al unísono, corriendo hacia ella.

— Llegaste — dije en un susurro, incapaz de moverme mientras ella se acercaba.

— Justo a tiempo — respondió, con esa sonrisa que siempre lograba desarmarme.

Char fue la primera en abrazarla.

— Si este pueblo no te trata bien, ya sabes dónde encontrarnos — bromeó, aunque su tono tenía un matiz de sinceridad.

— Me aseguraré de tenerlo en cuenta — respondió, riendo suavemente.

Cuando fue el turno de Jeff, lo abrazó con más fuerza de la que esperaba.

— Gracias por llegar — dijo él, su tono inusualmente serio.

— Siempre — respondió, su mirada fija en la mía.

Cuando finalmente nos quedamos solas, el resto observando a una distancia respetuosa, tomó mis manos con la misma calidez de siempre.

— Ve y conquista el mundo, Freenky — dijo, su voz tranquila y cargada de significado.

Intenté responder, pero las palabras se atoraron en mi garganta. En cambio, me incliné hacia ella, dejando un beso suave en sus labios que sabía que recordaría.

— Gracias por todo — murmuré, mi voz apenas un susurro.

— Gracias por volver — respondió, sus ojos fijos en los míos mientras sus manos se apretaban ligeramente alrededor de las mías.

Cuando me subí al auto, sentí como si una parte de mí se quedara con ella, plantada en ese camino mientras nos alejábamos. Se quedó allí, mirándonos partir con una calma que no entendía.

El dolor se convirtió en un nudo insoportable mientras las lágrimas caían sin control. Mis amigos intentaron distraerme con bromas, pero sabía que también estaban afectados.

En el aeropuerto, no me sentí mejor. Ni siquiera la rutina de los controles de seguridad y el embarque lograron distraerme del agujero que Becky había dejado en mi pecho.

Cuando el avión despegó, no pude contenerme más. Las lágrimas cayeron mientras miraba por la ventana, mis pensamientos atrapados en ella. Rebecca Armstrong, su sonrisa, su risa, su calidez...

Había sido suya por un breve momento, pero ahora el invierno volvía a sentirse interminable, y el calor que había encontrado en ella era solo un recuerdo.

Ella no me pidió que me quedara, y yo no le pedí que me siguiera.
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Estamos llegando al final de esta historia. Esperamos que la hayan disfrutado tanto como nosotras disfrutamos creándola.

Con amor,
V y  S

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