Dic, 28
El estudio estaba en completo silencio, salvo por el sonido de mis dedos tecleando con fuerza en el portátil. Frente a mí, May revisaba documentos al otro lado de la pantalla, con una expresión concentrada que normalmente me tranquilizaba, pero hoy solo añadía peso a la presión que sentía en el pecho.
— Sarocha — dijo de repente, sin apartar la vista de los documentos —, ya está listo tu vuelo de regreso. Sale de Londres el primero de enero, por la tarde.
Me detuve, sintiendo cómo el aire en la habitación cambiaba de inmediato.
— Perfecto — respondí, aunque mi voz sonó más baja de lo que pretendía.
Mi asistente asintió, pero yo no podía concentrarme. La idea de volver a Tailandia había estado rondando mi mente desde que llegué, pero escuchar la fecha concreta hacía que todo pareciera más real, más inminente.
Mientras May seguía trabajando, mi mente comenzó a llenarse de recuerdos. La última vez que había dejado este lugar, no fue solo el pueblo lo que dejé atrás. Fue a Becky.
FLASHBACK
El aire helado del lago cortaba mi rostro, pero no dolía tanto como la conversación que estaba teniendo. Cada palabra que decía parecía ser una daga que yo misma clavaba en su corazón, pero Rebecca no flaqueaba. Ella nunca lo hacía.
— Esto no es suficiente para mí, Rebecca — las palabras salieron ásperas, como si el viento las hubiera arrastrado desde algún lugar desconocido. No quería decirlas, pero sabía que debía hacerlo. Era la única manera de romper este lazo tan intenso que me asustaba más que nada en el mundo.
Ella no reaccionó de inmediato, no levantó la voz ni intentó detenerme. En cambio, asintió con la cabeza, sus ojos cálidos como siempre, pero llenos de un dolor que me hizo desear poder tragarme mis palabras.
— No tienes que quedarte si no quieres, Freen — su voz fue suave, apenas un susurro, pero el peso de esas palabras me golpeó como un huracán.
— No entiendes... — comencé, pero mi voz se apagó al ver cómo el viento alborotaba su cabello, cómo el perfume que siempre usaba me envolvía una última vez.
Ella levantó la mano para detenerme, su expresión tan controlada como siempre.
— Entiendo más de lo que crees — dijo, tragando el nudo que vi formarse en su garganta —. Si necesitas irte para encontrar lo que buscas, entonces vete — mi corazón latía tan rápido que dolía, pero antes de que pudiera decir algo más, continuó —. Solo prométeme algo, Freen — me quedé quieta, congelada por el peso de su mirada. Ese era su superpoder: hacer que todo pareciera tan simple, incluso cuando yo sabía que la estaba destrozando—. Prométeme que no te detendrás, que encontrarás eso que buscas — su voz se quebró, y por un momento pensé que iba a llorar, pero ella nunca lloraba frente a m í—. Y si alguna vez recuerdas esto, no lo recuerdes con dolor. Quiero que recuerdes que te amé, y que siempre lo haré, incluso si eso significa dejarte ir.
Su control, su fuerza, me rompieron más que cualquier lágrima podría haberlo hecho. Becky no luchó por mí; no porque no quisiera, sino porque entendía lo que yo no podía admitir. Sabía que mi miedo y mis ambiciones eran más fuertes que mi amor por ella, y me dejó ir con una dignidad que me hizo sentir aún más pequeña.
Mientras me alejaba, con mi maleta en la mano y mi corazón hecho pedazos, miré hacia atrás solo una vez. Becky estaba de pie junto al lago, con las manos en los bolsillos de su chaqueta, observando irme. Nunca olvidaré la forma en que me miró ese día: como si supiera que volvería a ella algún día, pero que no sería la misma persona cuando lo hiciera.
FIN DEL FLASHBACK
Volví al presente con un sobresalto, el sonido del teclado de May devolviéndome a la realidad. La presión en mi pecho era insoportable, y aunque intentaba justificar mis decisiones, algo en mí sabía que nunca había dejado de quererla.
El día transcurrió en una rutina mecánica. Revisé documentos, respondí correos y me reuní brevemente con algunos ejecutivos para discutir algunos detalles de las próximas producciones, pero todo parecía una distracción inútil. Cada segundo que pasaba me recordaba que el tiempo aquí estaba contado, y Becky no había mencionado nada sobre hacer las cosas más serias.
Cuando finalmente terminé por el día, fuí al piso de arriba para encontrarme con Charlotte y Jeff. Ambos estaban en la sala de televisión, charlando y riendo mientras revisaban algo en sus teléfonos.
— ¿Y cómo estuvo tu día, Freen? —preguntó ella, con esa sonrisa que siempre significaba problemas.
— Ocupado — respondí, intentando mantener mi tono neutral.
Jeff no perdió el tiempo.
— ¿Y qué tal Becky? ¿Cómo fue tu cita épica de ayer?
Rodé los ojos, aunque mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre.
— Fue... bien — dije, intentando sonar casual.
— ¿Solo bien? — preguntó Char, levantando una ceja —. Vamos, Freen, dame algo más.
— Sí, detalles — añadió el tailandés, acercándose más —, porque tú y Hot Harry definitivamente están protagonizando nuestra película favorita.
— Dejen de llamarla así — protesté, aunque no pude evitar sonreír ligeramente.
Ellos continuaron molestándome, pero mi mente seguía atrapada en el peso de la realidad. Quedarme no era una opción, pero irme se sentía como repetir el peor error de mi vida.
Volví al estudio a revisar un último correo. Cuando por fin terminé todo, me desplomé en el sofá, tratando de calmar mi mente. El peso de mi decisión pasada, combinado con la proximidad de mi vuelo de regreso, me estaba aplastando.
Unos golpes suaves en la puerta me sacaron de mis pensamientos. Me levanté, pensando que tal vez eran mis amigos volviendo de alguna aventura en el pueblo, pero cuando abrí, Becky era quien estaba allí. Sostenía un ramo de flores silvestres, envuelto en un papel sencillo, y llevaba una chaqueta de cuero negro que la hacía lucir tan despreocupada y encantadora como siempre.
— ¿Qué haces aquí? — pregunté, incapaz de ocultar mi sorpresa mientras ella sonreía y levantaba las flores hacia mí.
— Quería verte — respondió, con esa calma que la caracterizaba.
La dejé entrar, cerrando la puerta detrás de ella mientras mis ojos no podían apartarse de las flores. Era tan Becky: un gesto sencillo, pero tan lleno de significado que hacía que mi corazón se derritiera.
— Son para ti — dijo, extendiéndome el ramo mientras su sonrisa iluminaba toda la habitación.
— Gracias — susurré, tomando las flores y llevándolas hacia mi nariz para inhalar su aroma fresco. Ella me miraba como si fuera lo único en el mundo que importaba, y esa mirada era lo suficientemente poderosa como para hacerme olvidar todo, aunque solo por un momento.
— ¿Todo bien? — preguntó, inclinándose ligeramente hacia mí, su tono lleno de preocupación.
— Sí, todo bien — mentí, intentando sonar convincente.
Asintió, aceptando mi respuesta sin cuestionarla. Su confianza en mí siempre había sido algo que me asombraba.
Se acercó un paso más, su mano acariciando suavemente mi mejilla antes de inclinarse para besarme. Fue un beso lento, lleno de todo lo que no podíamos decir en palabras. Su calidez, su ternura, eran como un ancla en medio del caos que sentía dentro de mí. En ese momento, el mundo desapareció, y solo existíamos ella y yo.
Cuando el beso terminó, me quedé mirándola, tratando de grabar cada detalle en mi memoria.
— Nos vemos luego, Freenky — dijo, sonriendo antes de girarse para salir.
La vi alejarse, su figura desapareciendo por el camino. Cerré la puerta y dejé que las flores cayeran suavemente sobre la mesa antes de hundirme en el sofá, incapaz de contenerlo más.
Las lágrimas comenzaron a caer, primero en silencio y luego en un torrente incontrolable. No quería lastimarla, pero sabía que mi vida estaba en Tailandia, y ella nunca mencionaba nada sobre hacer esto más serio. Amarla era fácil, pero quedarme... quedarme parecía imposible.
Por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente rota, atrapada entre el pasado y el presente, incapaz de encontrar un camino hacia el futuro.
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