Capítulo XVIII: Exiliada, encontrada, entrenada, engañada, encerrada
Veintiún años antes...
Mientras que Harry lloraba y cuidaba a Kalila, Ahdylle vagaba sola entre las montañas cayendo por las piedras que se cruzaban por su camino, muriendo de hambre porque en las frías montañas no había mucho que comer más que alguna que otra baya.
Con el paso de los días, Ahdylle perdía las fuerzas. Conforme las bayas desaparecían y el frío aumentaba, empezó a convertirse en un muerto viviente, estaba viva pero al mismo tiempo no. En su mente solo rondaba los recuerdos de su hija y el odio y el rencor que sentía hacía el Rey Magnus porque, según ella, fue por su culpa que fue exiliada, pero ya sabemos que no fue así.
Sus pasos la acercaron peligrosamente hacía un lugar donde le haría más mal que bien, pero ella aún no lo sabía. Agotada de andar deambulando por las montañas por días tal vez por inclusive meses, decidió refugiarse en una cueva que a pesar de ser fría y húmeda era mil veces mejor que estar en la intemperie, pues el clima no le sonrió esa ocasión.
Desde el cielo se precipitaban montones y montones de granizo. ¿Acaso su sufrimiento jamás terminaría?, ¿así terminaría su vida, lejos de su hija y de su esposo?, ¿existirá algún rayo de esperanza que la salvara de ese horrible tormento?
Una vez instalada en la cueva se acostó en posición fetal para mantenerse "en calor" y mientras el sonido del granizo estampándose por todos lados y el sonidos de los rayos retumban en sus oídos, Ahdylle comenzó a llorar por séptima vez ese día. Entre las lágrimas, el frío y el sonido, finalmente la mujer de pelo naranja pudo conciliar el sueño.
Tras una espantosa noche, salió el sol pero a Ahdylle ya no le importaba nada, ella ya no pensaba continuar el camino hacía ninguna parte, para ella la vida no tenía caso. De repente, el sonido de unos pasos irrumpieron la tranquilidad.
- Espero encontrar algo bueno, sino las jefas se van a molestar con nosotros. - Se escuchó una voz masculina.
- Con este clima, dudo mucho que haya algo. - Afirmó otra voz masculina. - Oye, ¿qué es eso?
Los dos hombres había visto a Ahdylle tirada en la cueva, intrigados por la extraña figura se acercaron y vieron a la mujer de pelo naranja aún dormida.
- Es linda, ¿no lo crees?
- ¿Crees que esté viva?
- Solo hay una forma de averiguarlo.
Uno de los hombres pateó la espalda de la mujer con gran fuerza despertando a la mujer sobresaltada y asustada.
- ¡Auuu! - Exclamó Ahdylle adolorida.
Ahdylle se incorporó y miró a los dos hombres que tenía de frente. Uno de ellos como de cuarenta años, la que la había pateado, era alto delgado con una mirada maliciosa, piel pálida, su cara estaba sucia, con una nariz puntiaguda, cejas delgadas y sus ojos eran marrones oscuros, su cabello era plateado.
El segundo que parecía de treinta y seis era más bajo que el otro, tenía una complexión robusta y no le ayudaba su enorme barriga, al igual que el otro su piel era pálida, su cara estaba sucia, en cambio este segundo individuo tenía cejas muy pobladas, sus ojos ámbar demostraban estar cansados, su nariz era muy carnosa y su cabello negro y abundante, tanto que le llegaba hasta los hombros.
Ambos vestía con ropas muy descuidadas, y la verdad parecían mendigos y algo que tenían en común era que ambos tenían marcado una especie de remolino grande y negro en su mano izquierda, pero parecía como una cicatriz que jamás fue tratada, parecía estar podrida, era algo muy extraño.
- ¿Quiénes son ustedes?, ¿qué quiere? - Interrogó Ahdylle aterrada.
Los dos hombres se miraron y tomaron a Ahdylle escoltándola afuera de la cueva, ella forcejeaba pero ellos eran más fuertes. Diecisiete kilómetros más subiendo las montañas después, los hombres llevaron a Ahdylle en contra de su voluntad a una especie de aldea de apariencia muy pobre.
- ¡Hola a todos, miren qué trajimos! - Anunció el hombre delgado.
De repente de las humildes moradas que se extendían hasta donde la vista se podía ver empezaron a salir personas desde jóvenes adultos hasta ancianos más viejos que el mismísimo Mago Zeus en estado lamentable todos, pero todos con una marca de una "X" en la mano izquierda y de la misma apariencia que la marca que tenían eso dos hombres. Todos empezaron a seguir a los dos hombres que escoltaban a Ahdylle.
- Tranquilos, ¿no pueden esperar hasta que la encadenemos? - Dijo el hombre gordo.
- ¡Suéltenme, suéltenme, suéltenme! - Exigía la pobre Ahdylle.
No importa cuanto rogara o pidiera ayuda, nadie la iba a salvar, todos ahí tenían poca o inexistente cordura y esos locos estaban hambrientos, no habían visto una mísera migaja de pan en días. Inevitablemente, Ahdylle fue llevada hacía una una larga mesa de roca y fue obligada a subir sobre esta.
Un montón de manos la empezaron a empujar y otras sujetaban las extremidades mientras la amarraban a la mesa con unas cadenas oxidadas a más no poder. Al parecer ella sería la cena de ese día.
- ¡No por favor!, ¡se los imploro! - Seguía la señora Deciva.
- ¡SUFICIENTE! - Resonó una voz femenina.
Todos los hambrientos se alejaron de la mesa cabizbajos. Un grupo de tres mujeres apareció entre la multitud, las tres mujeres eran igual de malvada e igual de locas, como todos en ese lugar .
La mujer de en medio, la que grito, se le calculaba unos cuarenta y cinco años por su apariencia. Está mujer tenía el pelo castaño oscuro, largo, rizado, despeinado y descuidado, era de tez pálida, sus ojos azules eran penetrantes e irradiaban un aire de locura, era delgada y tenía un cuerpo envidiable por cualquier mujer vanidosa. Sus uñas eran largas. Llevaba un vestido café con un escote muy pronunciado y una gran cinta roja en la cintura, iba descalza por lo que sus pies estaban negros.
La mujer de la izquierda, tenía la apariencia de una persona de cincuenta años. Su pelo era rapado, su piel era color oscuro, sus ojos eran grandes y de color café, sus cejas delgadas, era delgada. Sus brazos eran decorados por largas pulseras de oro, o al menos parecían estar hechas de ese metal. Tenía colgando de sus finos dedos uñas, que más bien parecían garras. Vestía una blusa que mostraba parte del abdomen de la mujer, la blusa era de manga larga, en algún tiempo la blusa era roja, pero estaba tan vieja y usada que había perdido los colores, y usaba pantalones negros holgados y un par de zapatos de cuña.
La tercera mujer que se encontraba en la derecha era asiática, ella parecía ser la más joven de las tres. Su pelo negro era largo y lacio, estaba agarrado para disimular un poco lo largo que estaba, sin temor a equivocarse, Ahdylle pensó que el pelo de esa mujer podría legar a arrastrarse por el suelo si estuviera suelto. Su piel era pálida. El par de ojos eran rasgados y tenían un color de tonos grises como la vida de Ahdylle en ese momento, sus cejas eran delgadas. Su complexión era delgada y era más baja de estatura en comparación de las otras dos mujeres. Al igual que las demás sus uñas eran largas que no parecían reales. Vestía un vestido purpura y un par de zapatillas con el tacón alto y muy delgado.
Estás tres mujeres compartían la misma marca del remolino en la mano izquierda como la de los dos hombres que escoltaron a la señora Deciva.
- Suéltenla. - Ordenó la mujer de pelo rizado. - Dime, madame, ¿de dónde eres y adónde vas?
Los salvajes obedecieron la orden y desamarraron a Ahdylle, quien se levantó y miro de frente al grupo de mujeres misteriosas.
- Soy de un reino muy, muy lejano, y para ser sincera no iba a ningún lado. - Contestó la mujer de pelo naranja. - No era mi intensión irrumpir aquí, pero dos hombres me obligaron.
- Olvídate de ellos. - Intervino la mujer asiática. - Nos alegra que hayas venido, y te recibimos con los brazos abiertos.
- Usaste un hechizo muy, muy malo, ¿cierto, chérie? - Continuó la mujer de pelo ondulado.
- Era necesario. - Afirmó Ahdylle.
- Siempre lo es. Ese poder tuyo, nos podría ser muy útil, siempre y cuando desees quedarte, claro. - Sonrió aquella mujer que soltaba frases en francés.
- Sy is 'n vreemdeling, ek dink nie sy hou van my nie... - Argumentó la mujer de raza negra.
- Y aún así, llegó a nosotros, no creo que le importe que no haya sido elegida, después de todo, cuantas más mejor, ¿no crees, Ayira? - Interrumpió la mujer asiática. - ¿Qué dices, te quedas?
- No quisiera ser una molestia.
- ¡Por favor! - Exclamó la "francesa". - Molestias ninguna.
Ahdylle analizó sus opciones, podía morir de hambre y frío estando sola vagando por las montañas o quedarse en ese pueblo mugriento y tal vez morir hambre y frío de todos modos o inclusive morir por alguna infección.
- Me quedo.
- Je suis hereux d'entendre cela. Mi nombre es Brigitte, la que habla raro se llama Ayira y la mujer con ojos que no miran a ningún lado es Hee-Sook. Y los dos crétins que te trajeron aquí son: Thomas y Louis, los demás no vale la pena que sepas su nombre, son irrelevantes. Comment tu t'appelles?
- Je m'appelle Ahdylle, c'est un plaisir de vous rencontrer.
- Tu sais parler français?
- Poquito.
- Deberían aprender ustedes, par de crétins.
Y así, Ahdylle fue encontrada por las peores personas posibles en un nuevo hogar donde la entrenarían en el arte de la magia oscura, lavándole el cerebro poco a poco para que perdiera su cordura y fuera apta para estar en ese circulo, ¿cómo no perder la razón en un lugar así?
Fue así que pasaron nueve años en los que Ahdylle ya era una más del montón de esa bola de locos. Antes de que se diera cuenta, Ahdylle ya era una maestra en la magia oscura y ya tenía su marca de "X". Pero, conforme se iba involucrando, más cerca se acercaba a algo oscuro.
- Amas y señoras. - Saludó Ahdylle a las tres mujeres.
- Síguenos, querida discípula. - Ordenó Brigitte.
Las tres mujeres llevaron a Ahdylle al Templo Sagrado, era un lugar ubicado a las afueras de la aldea, una edificación parecida a una capilla hecha de madera. Este lugar solo cuenta con una gran puerta de doble espacio y ninguna ventana.
El interior solo es iluminado por la luz de las llamas que tienen las antorchas, al final de la edificación se encuentra una gran roca con una imagen tallada: la figura de un hombre que en su interior hay un montón de remolinos, alrededor de la figura masculina hay varios circulos con una gran "X" en su interior.
Enfrente de la roca tallada, se encuentra una altar con una copa de plata incrustado de gemas extrañas encima del altar.
- ¿Qué es este lugar? - Preguntó Ahdylle siguiendo a las tres mujeres al interior.
- Esto es el Templo Sagrada de Nuestro Señor del Apocalipsis. - Respondieron las tres mujeres la mismo tiempo.
- ¿Quién es él?
- Hy is oneindig. - Afirmó Ayira.
- El Apocalipsis. - Agregó Hee-Sook.
- Aquel que adoramos. - Finalizó Brigitte. - Por algo somos El Culto del Apocalipsis.
- No entiendo. - Afirmó Ahdylle confusa.
- Nuestro pueblo está conformado por Los Elegidos, personas que Nuestro señor escogió para formar parte de su rebaño, de su culto, de su secta. Todos los que tienen La Marca Eatedo serán fieles discípulos que se entregarán ante la insaciable hambre de Nuestro Señor cuando arribe este planeta para consumirlo.
- Lo siento, pero yo no voy a participar en eso.
- Pero ya lo estás haciendo. - Dijeron las tres locas al unísono.
- Cuando te hicimos tu marca Eatedo, prometiste alabarlo, obedecerlo y entregarte a él en cuerpo y mente. - Reprochó Ayira disgustada.
- ¿También hablas español? - Inquirió Ahdylle.
- Solo cuando quiero hacerlo, vroulike hond.
- Lo siento, Ahdylle pero las cosas son así. - Sonrió Hee-Shook.
- ¡Ustedes están locas, todos ustedes!, me engañaron para ser parte de una secta que alaba a alguien que va destruir este planeta y a todos los que viven en ella...
De repente, en la mente de Ahdylle recordó a Penélope, a Jennifer, a Harry y a Kalila, personas muy importantes para ella, que morirían en el hipotético caso de que ese ser cósmico existiera.
- Lo siento, pero yo no voy a participar en esta locura.
Ahdylle se dio media vuelta y para salir de ese lugar, pero las puertas no cedían ante la fuerza ni la magia. La risa macabra de Brigitte estremeció a Ahdylle y la hizo saber que algo malo iba a ocurrir.
Las tres líderes del Culto del Apocalipsis se tomaron de las manos y empezaron a conjurar:
- Exill thesta traitre invokar carizon cozmicque.
Y a la velocidad de un parpadeo, Ahdylle ya no estaba en El Templo Sagrado, ahora estaba en una especie de celda, encadena incapacitándola de huir, no importaba que hechizo usara, ni que tanta fuerza use, estaba encerrada y no había manera de escapar, y aunque la hubiera ella ya no estaba en la Tierra, ahora estaba en una prisión cósmica.
- ¡NOOOO, MI HIJA! - Aulló la mujer de pelo naranja. - ¡AYUDA, AYUDA!
Pero nadie la escuchaba, solo había un montón de esqueletos y los muertos no escuchan nada, ni los aullidos de Ahdylle que tuvo que permanecer doce años encerrada en ese lugar hasta que milagrosamente un meteorito de energía destructiva la liberó, pero eso ya lo saben.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro