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Capítulo XV: Una Madre

- ¡No culpes a mi padre! - Exclamó Kalila molesta. - ¡Ahora veo porqué lo hizo!

- ¿A qué te refieres? - Inquirió Ahdylle levantándose acercándose a su hija.

El ambiente empezó a ponerse pesado, muy tenso. Kalila estaba hasta el límite, ya no podía tolerar más las atrocidades que su madre seguía cometiendo. Sus acciones la había hecho ver como la villana, pero en realidad no lo era, ¿o sí?

- ¿En serio tienes que preguntar, madre?, ¡mira todo esta locura, todo están convertidos en piedra, casi matas a mi padre!, ¡¿cómo esperas que mi padre no haya querido separarnos?!, ¡eres peligrosa y mala!

Cada palabra que su hija decía, era como filosas dagas que eran encajadas muy dentro de Ahdylle que se paró en seco. A pesar de ser hasta cierto punto reales esas palabras, ella no pudo evitar sentirse ofendida.

- ¿Eso es lo que crees que soy? - Sollozó la mujer de pelo naranja.

- Sí. - Dijo ella fríamente.

- Pues déjame decirte, jovencita, que yo soy una madre, ¡tu madre...

- ¡Entonces actúa como tal, no como una loca! - Interrumpió la muchacha apunto de estallar en llanto.

- ... la que te dio la vida y la salvó cuando estabas a punto de morir, eso es ser una madre, proteger a sus hijos a cualquier costo!

- ¿Pero a qué precio? si me perdiste igualmente.

Kalila empezó a soltar las primeras lagrimas.

- Podemos recuperar el tiempo perdido, pero lejos de aquí. - Volvió a insistir Ahdylle.

- No voy a irme a ningún lado... y menos contigo, una madre entendería también a sus hijos.

Ya sin poder más con esa situación, Kalila le dio la espalada y empezó a alejarse de regreso con las pocas personas que quedan en el reino que de verdad la querían.

- No te vayas, Kalila. No quiero perderte otra vez.

- Ya lo hiciste. - Finalizó Kalila sin interrumpir su camino ni mirar siquiera a su madre.

- ¡Te prometo que haré lo que quieras!

Kalila seguía escuchando las suplicas de su madre, pero estaba tan enojada con ella que no hacía caso, no importa que dijera.

- ¡Kalila! - Se escuchó a lo lejos.

- ¡Henry! - Respondió Kalila corriendo donde provenía la voz del príncipe.

- Qué bueno que estás bien, Kalila. - Expresó aliviado Henry abrazando a su amiga.

Henry miró a Ahdylle acercándose, como el buen príncipe que era, soltó a Kalila y la puso detrás de él y empuñó La Varita Real con ambas manos con decisión apunto de lanzar un hechizo.

- No será necesario, Su Alteza. - Comenzó Ahdylle un poco más tranquila. - Si para recuperar a Kalila tengo que actuar como "una buena madre", entonces lo haré.

Kalila y su madre intercambiaron una tierna mirada.

- Brokper curficix stedra. - Conjuró la mujer de pelo naranja.

El viento volvió a soplar resonando en sus oídos, el terciopelo negro con diamantes brillantes que era el cielo nocturno fue cubierto por nubes tapando así la luz de las estrellas, la luz de la luna sumiendo todo en una oscuridad absoluta. En el horizonte apareció otro resplandor surgido del cielo, pero está vez era un resplandor dorado, como un rayo de esperanza que apreció para resolver el caos.

Las nubes se fueron y la luz nocturna volvió sumergiendo a todos en confusión. Henry y Kalila se miraron y después miraron a Ahdylle quien miraba hacia abajo con ligera tristeza y un poco de resignación.

- ¿Qué fue lo que hiciste? - Interrogó Kalila.

- Lo que tú querías, hija.

- Cadantía. - Dijo Henry lanzando así un hechizo a Ahdylle.

Ahora las mano de La Señora Deciva estaban encadenada provocando que pudiera hacer cualquier tipo de magia.

- Regresemos al castillo. - Indicó Henry.

La mujer de pelo naranja no dijo nada, solo suspiró y obedeció la orden. Al parecer se rindió y decidió cambiar y hacer lo que su hija deseaba. Llegaron al castillo no esperando ya más sorpresas, pero cuál sería la sorpresa de todos al ver al mismísimo Rey Magnus parado en las puertas del castillo, ya no era una estatua de piedra.

- ¡Padre!

Henry corrió a los brazos de su padre para darle un fuerte abrazo, al parecer, la maldición de las estatuas de piedra se había roto, o más bien finalmente Ahdylle decidió romperla.

- Henry, ¿qué sucedió? en un momento había luz de día y ahora es de noche.

- Es una larga historia, padre.

Magnus divisó a Ahdylle encadenada y dijo:

- Veo que decidió regresar, Señora Deciva. Le recuerdo que usted fue exiliada hace veintiún años y sospecho que usted es la responsable de este desastre.

- Me atrapó, Su Majestad. - Jugueteó Ahdylle.

- Supongo que tengo que exiliarla de nuevo. - Amenazó Magnus.

- Si me permite intervenir, Su Excelencia. - Comenzó Kalila. - Quiero requerir que decline la orden de exilio hacia mi madre. Ella a pesar de todas las cosas que ha hecho, ella misma fue quien rompió la maldición que lanzó, por lo que sugiero que page sus crímenes de otra manera.

- Tendré que meditar mi decisión final, mientras tanto, Ahdylle Yamilétt Kragil DuBois pasarás tus días en arresto domiciliado hasta el día que proclame mi decisión. - Sentenció Magnus.

- Gracias, Su Majestad. - Agradeció Kalila. - Vamos, madre, a casa.

Kalila tomó del brazo a su madre y la llevó hasta su hogar. Quedando así solamente a padre e hijo.

- ¿Estás bien, padre?, me refiero a que hace solo unos minutos eras una estatua de piedra.

- ¿¡Una estatua de piedra!? - Gritó el rey. - A decir verdad, estoy bien. Ser una estatua de piedra fue...extraño. No sentí dolor nunca, inclusive fue como un parpadeo, nunca me di cuenta que era una estatua. ¿Cuánto tiempo estuvimos así?

- Unas cuantas horas. Supongo que Ahdylle no es tan mala como yo pensaba.

Robert llegó apresurado para hablar con el rey mientras era seguido por dos Protecciors que ayudaban a Harry a caminar hacía su residencia.

- Su Majestad, espero indicaciones.

Magnus solo miraba a los Protecciors confundido y preocupado a la vez.

- ¿Tengo que preocuparme por eso? - Inquirió Magnus.

- No, no realmente. - Contestó Harry.

- Robert, necesito que me acompañes al hogar de Harry.

- Si me disculpan, debo buscar a mi esposo. - Comentó Henry.

- De hecho. - Agragó Robert. - Él te está buscando dentro del castillo.

Henry agradeció la información y se fue corriendo dentro del castillo buscando a su querido esposo. Por otro lado, William recorría velozmente los pasillos del castillo mirando de un lado a otro con la esperanza de encontrar a Henry.

Ambos caminaban hacía la misma dirección, sus pasos de dirigían hacía la gran habitación donde ellos solían practicar con espadas.

- ¡William!

- ¡Henry!

Ambos corrieron hacía el otro para besarse apasionadamente y después abrazarse.

- William, fue horrible. Creí que te había perdido, no me quiero imaginar que haría si te pasara algo, creo que no creo ser capaz vivir sin ti. - Expresó Henry soltando un par de lagrimas

Y una vez más sus labios se tocaron para unirse en otro beso.

Regresando al hogar de Los Deciva, Kalila y Ahdylle habían llegado a casa ambas se sentaron en un sofá.

- Mamá, no te he agradecido por decidir cambiar y que hayas roto la maldición.

- No tienes que agradecer nada, hija. Haré lo que sea para recuperarte y no perderte de nuevo, porque quiero una buena madre. - Sonrió Ahdylle.

Kalila abrazó a su madre. En eso Magnus, Robert, Harry y los dos Protecciors llegaron. 

- Ustedes. - Soltó Ahdylle. 

El rey miro a Robert y comenzó a darle indicaciones:

- Robert, quiero que invoques a quince Protecciors para que durante ciento veinte horas vigilen quién entra y quién sale de esta casa, cuiden a Harry y a Kalila y que vigilen a Ahdylle. 

- Su orden será cumplida al pie de la letra. 

Una vez que los quince Protecciors fueron invocados de La Espada Armora con sus instrucciones dadas, El Rey Magnus y Robert abandonaron el lugar dejando a Los Deciva solos con sus propios problemas y su ambiente tenso.

- Madre, ¿no tienes que decirle algo a papá?

- ¿Algo cómo qué?

- Una disculpa por intentar matarlo.

- Kalila, no creo que sea necesario. - Opinó Harry.

- Sí lo es, padre. ¿Verdad, madre?

- No sé si pueda perdonarte, Harrison.

- No espero que lo hagas, pero quiero que sepas que lo que hice fue porque quería proteger a Kalila, tenía miedo de que fueras a convertirte en una bruja malvada y fueras mala influencia para nuestra hija, hice lo que creía correcto. No sabes las noches de pena que pase desde entonces, cuestionándome si en realidad tomé la mejor decisión. Estoy seguro que tú como una madre, su madre, hubieras hecho lo mismo si estuvieras en mi lugar. 

Harry se le formaba un nudo en la garganta y sus ojos se veían llorosos y Ahdylle solo fijaba su vista en otro lado.

- Nunca lo sabremos, después de todo, el hubiera no existe. Ahora si me disculpan quisiera ir a dormir. - Expresó la mujer de pelo naranja levantándose del sillón.

Ahdylle subió las escaleras mientras era escoltada por dos Protecciors.

- ¡¿Qué le pasó a esta puerta?! - se escuchó que grito desde arriba.

- La había olvidado. - Manifestó Kalila por lo bajo.

- ¿Qué hiciste ahora? - Interrogó Harry.

- Es una larga historia. - Replicó Kalila.



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