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Capítulo XIII: Los Crímenes de Ahdylle

Veintiún años antes...

- Esto no es bueno. - Aseguró el doctor.

- ¿Qué sucede, Doctor? - Inquirió una afligida y joven Ahdylle.

- Me temo que esta enfermedad le afectó mucho. Es muy tarde para ella.

Ahdylle abrazó a su esposo Harry quien se encontraba a su lado mirando con pena a su pálida hija de un año, quien no paraba de toser desde hace un buen tiempo.

- ¿Cuánto tiempo, Doctor? - Preguntó el consejero.

- Un par de semanas a lo mucho. - Aseguró el doctor. - Lo lamento mucho, pero no hay nada que se pueda hacer. Me retiro.

El doctor abandonó el hogar que albergaba tristeza.

Las lagrimas no tardaron en llegar a los ojos de esos padres afligidos, su primogénita de un año de nacimiento estaba en el ocaso de vida. Se dice que no hay peor pena que la perdida de un hijo, y ahora Harry y Ahdylle experimentaban ese horrible dolor al saber que inevitablemente, Kalila moriría.

Aquel que pierde su pareja se le llama viudo, aquel que pierde a sus padres se le llama huérfano, pero aquel que pierde una hija, no tiene nombre. ¿Cómo es posible que la vida podría marchitar una flor tan joven y tan pura?

Las horas pasaron en las cuales ni Harry ni Ahdylle dijeron palabra alguna, solo miraban a su hija. Si Kalila dejaría de respirar y cerraría sus ojitos castaños para no abrirlos jamás en muy poco tiempo, sus padres querían estar con ella el mayor tiempo posible hasta el final.

En el silencio que reinaba en ese hogar, el sonido del timbre de la puerta principal resonó por el lugar. ¿Quién era? realmente no importaba, en ese momento para ambos nada ni nadie más importaba, ¿qué importaba lo demás? si todo termina al final tarde o temprano. Y el timbre volvió a sonar.

- Yo voy. - Dijo Harry abandonando la habitación para atender a quien con tanta insistencia tocaba el timbre.

Harry abrió la puerta y vio a La Reina Penélope y a Jennifer paradas enfrente de la puerta, parecían consternadas, afligidas como si estuvieran postradas por la pena. Ninguno quiso iniciar conversación, Harry no estaba de humor y ambas mujeres sabían lo que sucedía, se podía ver reflejado en el consejero.

- Buenas tardes, Harrison. - Empezó la reina. - Vinimos a ver a Kalila y a Ahdylle.

- Pasen. Están arriba. - Mustió Harry apartándose del camino. - Se encuentran arriba.

La reina y la hechicera pasaron y subieron a ver a su amiga y al bebé. Subieron las escaleras y se dejaron guiar por los sollozos que no daban esperanza alguna de que las cosas estuvieran bien. Penélope seguida de Jennifer entró despacio a la habitación donde Ahdylle se encontraba derramando lágrimas a los pies de la cuna de su hija.

No había palabras que calmaran esa pena que partía el corazón de Ahdylle. No había manera de revertir lo que la enfermedad había hecho, no había conjuro o poción que revertiera los efectos de La Fiebre Oscura... o al menos no una manera "correcta".

Penélope y Jennifer abrazaron a Ahdylle quien no podía dejar de pensar en alguna manera posible para salvar a su hija, un remedio para que todo volviera a ser como solía ser y Kalila volviera a ser una bebé alegre costara lo que costara. Y eso es lo iba a hacer.

- No podemos imaginar lo que estás pasando. - Empatizó Jennifer. - Estamos aquí para apoyarte.

Al día siguiente, Ahdylle dispuesta a hacer lo que fuera necesario para salvar a su hija. Ella tenía un plan y no le importaban las consecuencias. El primer paso era ir al castillo con la excusa de querer ver a Penélope.

- ¿Adónde te diriges tan temprano? - Interrogó Harry somnoliento.

- Iré a ver a Penélope al castillo, creo que me vendrá bien. - Mintió Ahdylle.

- Entiendo.

Ahdylle al ser la esposa de Harry, El Consejero Real, pudo entrar al castillo sin problema alguno para ejecutar su plan, tomar El Libro Prohibido. El Libro Prohibido es un manuscrito lleno de ritos, conjuros, hechizos, encantamientos y pociones que se consideran prohibidos de magia negra, escrito por una serie de magos y brujas que usaron sus poderes para el mal.

Ahdylle se escabulló a La Armería y tomó una hacha y se dirigió a la biblioteca. Ser esposa de un miembro de La Corte real tenía sus beneficios ya que conocía la ubicación del dichoso libro. Detrás del tapis que se encontraba al fondo de la biblioteca yacía el libro asegurado con magia y una puerta de mármol.

La desesperación de esa madre desamparada y el filo de la hacha destruyeron el mármol revelando El Libro Prohibido. Ahdylle lo tomó y lo hojeó para averiguar si había algo que pudiera ayudarla a ella y a Kalila.

Ahdylle era una mujer dulce y cariñosa, amable y simpática y estaba cuerda, pero la situación que le puso vida hizo que perdiera todo eso y más y lo peor de todo es que jamás quiso ser malvada, solo quería salvar a su hoja de cualquier caso.

Noche de luna nueva, nubes por el cielo nocturno, solo las estrellas testiguaron a Ahdylle con El Libro Prohibido a su lado desmembrar a un sano bebé de un año. Cada centímetro de su pequeño cuerpo fue cortado, sus adentros fueron mutilados meticulosamente hasta dejar su cuerpo en minúsculos pedacitos. Sus restos sangrantes fueron revueltos con la sangre de un cordero y las hojas de un roble sobre una tina.

- Sarne, sarne, sarne comn revere le sicrmo bodrpo. Extrac escenz usia to vived. Dave me cure.

Ahdylle soltó una lagrima que cayó en esa sustancia profana y está cambió de color escarlata a un color morado pero un morado oscuro. Tomó la tina y vertió algo de ese extraño liquido en un biberón. Kalila bebió esa poción creyendo que era leche, pero era otra cosa muy difernete. Su madre había hecho magia oscura para salvarla y eso fue el inicio de la locura.

Al día siguiente, Kalila estaba como nueva, como si La Fiebre Oscura jamás se hubiera infectado en su cuerpo de bebé. Claro está que Harry vio la sangre y El Libro Prohibido en el patio trasero, alterado fue a enfrentar a su esposa preguntándole lo qué había hecho y ella caminando con su niña en brazos, solo respondió:

- Lo importante es que nuestra está a salvo.

- ¡Pero mira toda la sangre!, ¡mírate!

- ¿Qué hiciste, Ahdylle?

- Robé El Libro Prohibido y encontré un hechizo muy bueno para hacer dormir a la gente y para curar a una persona de enfermedades mortales.

Harry no podía creer lo que su esposa decía, tan natural, tan orgullosa, como si no hubiera sido nada.

- ¡¿Y la sangre?!

- No te preocupes, era huérfano, como de la edad de Kalila y también una oveja o tal vez era un cordero... no lo recuerdo con exactitud. Pero mira, nuestra pequeña está sana. Ahora si me disculpas, tengo que limpiar todo. De hecho, ¿podrías hacerme un favor? llévate El Libro Prohibido y regrésalo en su lugar, por favor.

- Pero Ahdylle...

- Pero por favor, que no te atrapen y ni una palabra de esto a nadie, ¿de acuerdo? - Condicionó la mujer de pelo naranja dejando a Kalila en su cuna.

- De acuerdo. - Replicó Harry no muy convencido.

- Harry, lo hice por nuestra hija, por nosotros, por nuestra familia. Para mantenernos unidos. No soy un monstruo, soy la misma mujer que los ama ambos con todo el corazón y haría lo que que sea por ustedes. Ahora, ayúdame, por favor.

Harry asintió y tomó El Libro Prohibido y lo escondió en su saco. Llegó al castillo y al igual que Ahdylle entró sin dificultad por ser El Consejero Real. Estaba a punto de llegar a la biblioteca pero El Rey Magnus lo vio.

- ¡Harry! me da gusto verte, ¿cómo está tu hija?

- M...muy bien, Su Majestad. - Tartamudeó Harry

- ¿Estás bien? te veo nervioso, como si estuvieras perturbado y muy pálido, ¿de verdad estás bien?

- Sí.

- Entonces, dices que tu hija se mejoró, ¡es un milagro!

- Sí lo es.

- ¿Estás seguro de que estás bien? - Insistió Magnus. - Entonces le avisaré a Penélope para ir a ver a la niña.

- ¡No!, quiero decir, no creo que sea apropiado apenas está mañana mejoró y tal vez estar en contacto con otras personas la haría recaer. - Excusó Harry nervioso.

- Tienes razón, no fue muy sensato de mi parte. Entonces, deberías estar con tu esposa y tu hija cuidándolas, no aquí en el castillo. Y a todo esto, ¿qué haces aquí? te dije que podías tomarte el tiempo que necesitaras.

- La verdad es que...

Harry estaba en un callejón sin salida, ¿qué le diría la rey? no podía decepcionar a Ahdylle... pero ella fue la que robó el libro en primer lugar, la que asesinó a un bebé y utilizó magia negra, no podía arriesgarse a que Ahdylle fuera una mala influencia para Kalila y para Tirayan en general. Él debía ser mejor, debía hacer lo que cualquier ciudadano competente haría, para proteger a su familia y al reino.

Esa tarde, en la residencia Deciva, Harry y Ahdylle se encontraban en la sala de estar mirando a Kalila durmiendo en su cuna, una escena muy pacifica. De repente un sonido duro y pesado se hizo llegar a los oídos de los padres, Harry sabía que era pero Ahdylle no.

Ahdylle estaba con la errónea idea que Harry no dijo nada y dejó El Libro Prohibido en su lugar sin que lo vieran, porque eso es lo que él le dijo. Estaba siendo engañada por su propio esposo y lo peor es que en unos momentos después sería exiliada de Tirayan, de su hogar, de su esposo, lejos de Kalila.

La Señora Deciva abrió la puerta y vio al Rey Maguns, a Arnold Isaac Ryder Boulluch, el Líder de la Guardia Real y cinco Protecciors. Inmediatamente, Ahdylle supo a que venían pero intentó mantener la calma.

- Su Majestad, Capitán Ryder. ¿Qué los trae por aquí?

Ambos la miraron acusadores. Pero sin duda la mirada más penetrante era la de Arnold, sus ojos oscuros inspiraban miedo y no ayudaba su complexión robusta, su altura alta y su barba castaña oscura.

- Ahdylle Yamilétt Kragil DuBois, quedas exiliada del reino de Tirayan por usar magia negra rompiendo el Código Mágico Internacional y por robar posesión perteneciente a la Corte Real. - Proclamó Magnus enojado. - ¿De verdad creíste que no nos daríamos cuenta? por tus crímenes pierdes el derecho de estar en este reino y en todos los demás.

- ¡¿Qué está pasando aquí?! - Fingió el consejero

- Llévensela. - Ordenó Arnold.

Los Protecciors tomaron de los brazos a Ahdylle quien forcejeaba intentando inútilmente escapar.

- ¡Suéltenme!, ¡suéltenme! - Repetía ella.

- ¡Ahdylle! - Exclamó Harry yendo tras ella pero fue detenido por Magnus.

Y así, Ahdylle fue llevada lejos, muy lejos de Tirayan, lejos de todo lo que ella conocía. Ahí fue abandonada a su suerte, como un perro condenada a vivir en el exilio sin lugar a donde ir. Todo su sacrificio fue en vano, ella solo quería ver a su hija vivir feliz, ¿es acaso es malo?

No sabía como sentirse, estaba entre enojada y triste. Toda su vida y su familia por la que tanto lucho estaba en Tirayan, que se encontraba muy, muy lejos.









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